A pesar de que la obra Larga noche en el presente (43 ensayos en torno a los estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, desaparecidos el 26 de septiembre de 2014), de Luis Felipe Ortega, fue realizada en 2016, ha adquirido diferentes configuraciones a lo largo del tiempo. Para su montaje final en 2025, como parte de El hilo conductor, muestra de la colección del Museo Amparo de Puebla, la obra ha conseguido su emplazamiento final. Compuesta por 43 paneles de 70 x 40.5 x 4 cm y realizada con grafito y lápiz pastel sobre papel, la pieza fue sonorizada en vivo con la música de 2Contrabajos (Quique Rangel y Mike Sandoval), una composición e improvisación de aproximadamente 25 minutos. En este montaje ocurren dos despliegues de la obra que me gustaría apuntar.
1° despliegue
Para el montaje en el Museo Amparo los 43 paneles se despliegan en el espacio haciendo una línea horizontal sobre tres de las paredes de la galería. En frente hay dos bancas en las que el visitante se puede sentar a contemplar la obra. Sin embargo, esa contemplación tiene un componente lúgubre porque lo que uno está viendo es la presencia de una ausencia: la imposibilidad del retrato de los 43 jóvenes desaparecidos en 2014. La obra de Ortega es muy particular y se diferencia de otras que han abordado el tema porque, en lugar de aludir a una imagen directa de los 43 normalistas, cada uno de los paneles muestra una suerte de silueta en la parte superior, un recuadro parecido a los que se usan para identificaciones oficiales. Ese desdoblamiento del dibujo logrado por la saturación de los trazos, y que solo se puede percibir por los efectos de reflexión de la luz, hace casi imposible que la obra sea fotografiada. En ese sentido, para poder tener una percepción total de la obra uno debe estar atento y ver con cuidado cada una de sus partes para percatarse de las diferencias entre ellas. El efecto que producen los juegos de luces y de sombras evocan una profundidad, más que una superficie. Es la contemplación del vacío 43 veces.

Luis Felipe Ortega, Larga noche en el presente (43 ensayos en torno a los estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, desaparecidos el 26 de septiembre de 2014) (2016), Museo Amparo, Puebla, 2025
Así, ésta es una obra que sugiere cosas pero que nunca revela nada, y al mismo tiempo los paneles adquieren una suerte de presencia corporal porque cada uno ocupa un lugar en el espacio. De hecho, que cada uno tenga un grosor de 4 cm no es una casualidad. El volumen se separa de la pared sugiriendo una suerte de corporalidad, más allá de la mera imagen o del simple trazo. Es un fantasma, un cuerpo real pero sin materialidad o, mejor, pura virtualidad como potencia.
Tanto el recurso de la saturación de líneas como el de la línea horizontal son recurrentes en el trabajo de Ortega. Pero en esta obra esas características adquieren una nueva dimensión, un nuevo despliegue. A diferencia de sus otros horizontes, en los que hay una evocación del paisaje, de un punto de visión o de fuga, este horizonte alude a la no representatividad, a lo que no se puede fotografiar y a lo que sólo aparece como efecto en la secuencia.
2° despliegue
El segundo despliegue que convoca esta obra tiene que ver con el sonido de los 2Contrabajos que dialogan con la pieza. Quique Rangel y Mike Sandoval tocan por aproximadamente 25 minutos al lado de los paneles y se van moviendo de un lado al otro de la sala. Luego de una especie de introducción empiezan a tocar 43 acordes. Uno de los contrabajos toca un acorde, el otro hace una variación en una especie de marcha fúnebre. De esta manera la repetición sonora está relacionada con la repetición visual con variaciones, ya que ninguno de los paneles es igual. No es una interpretación sonora de la experiencia visual sino más bien es un eco, una reverberación del trazo en el espacio que solamente puede ocurrir de esta manera. Es un desdoble del sonido. Cuando es vista en vivo, o mejor, cuando la experiencia sonora y visual coinciden, la interpretación de los dos contrabajos adquiere además una nueva dimensión corporal que está presente en este nuevo pliegue.

2Contrabajos (Quique Rangel y Mike Sandoval) en diálogo con Larga noche en el presente (2016), de Luis Felipe Ortega, Museo Amparo, Puebla, 2025
¿Por qué una pieza de esta naturaleza necesitaría una sonorización en vivo y por qué particularmente este tipo de música? En los últimos años hemos sido testigos de que muchas obras bidimensionales son usadas como escenarios, como utilería, como motivo de otras acciones y de otras actuaciones. Diríamos que la imagen estática es actualizada cada vez por una suerte de performance. Sin embargo, Luis Felipe Ortega, que ha trabajado sistemáticamente con relaciones que involucran imagen, dibujo, sonido, cuerpo, espacio, objeto y escultura, ha sabido proyectar una nueva relación entre lo que suena y el tiempo del trazo que en esta obra sólo es una insistencia, una repetición, una frustración. Así, en este montaje de Larga noche en el presente el sonido y el cuerpo de los músicos funciona como un despliegue del silencio que convocan esas imágenes en su oscuridad brillante. El sonido de los contrabajos es despliegue como apertura de la imagen, como la presentación de la imposibilidad de ver más allá de lo que se presenta. Es un sonido y un silencio al mismo tiempo.
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