lunes, 14 de julio de 2025

Mariana Enriquez: una realidad distorsionada

Mariana Enriquez (Buenos Aires, 1973) es una de las narradoras más destacadas en castellano. Compagina su labor como escritora con la de periodista y docente. Libros como Los peligros de fumar en la cama (2009), Las cosas que perdimos en el fuego (2016) o Nuestra parte de noche (2019) han cimentado una carrera literaria capaz de crear un “universo oscuro y fascinante que atrapa y no suelta”, como ha escrito Guadalupe Nettel. Novelas, cuentos y ensayos conforman la trayectoria de una escritora que con su prosa ha sabido transformar y enriquecer la tradición del terror. Traducida a diversas lenguas, su obra ha recibido reconocimientos como el Premio Herralde de Novela, el Premio Konex o el Grand Prix de l’Imaginaire. La editorial Anagrama publicó en marzo Cómo desaparecer completamente, novela editada originalmente en Argentina en 2004. Hemos tenido la oportunidad de dialogar con Enriquez sobre su proceso de escritura.

 

Un lugar soleado para gente sombría (Anagrama, 2024) es un título que ya habías utilizado en un artículo sobre los Rolling Stones. ¿Por qué decidiste recuperarlo para este libro y el cuento que le da nombre? ¿Hay algún tipo de conexión entre ambos textos?

No, la verdad que no. En realidad es una cita de W. Somerset Maugham que se refiere a la Costa Azul, por eso se llamaba así el texto de los Stones, porque es sobre la grabación de un disco en la Costa Azul. El cuento para el que elegí el título transcurre en Los Ángeles, que me parece la definición de eso, un lugar caracterizado por una especie de eterno verano donde ocurren cosas muy oscuras a todo nivel y sobre todo en ese cuento. Los Ángeles es un lugar muy fantasmal para mí, en mi imaginario. Pero también tiene que ver un poco con hacer terror desde mi posición, o sea, que no tiene que ver con el frío o con los castillos sino con Latinoamérica, que está caracterizada como un lugar cálido que no se relaciona con esa concepción más o menos cristalizada del terror. Puede no ser sólo de Providence, puede venir de Brasil.

Cuando escribes un libro de cuentos ¿tratas de que exista algún tipo de relación entre ellos, un tema que les dé cierta unidad?

Trato de que tengan alguna relación interna, que puede ser diversa. En este último libro, por ejemplo, para mí tenía que ser el cuerpo en su ausencia y en su presencia. Otra idea interna, porque en general son dos, es que el miedo fuera creciendo. Los primeros cuentos no dan mucho miedo, son inquietantes, y hacia el final sí, termino con bastante terror, un terror que no es específicamente fantasmal sino que tiene que ver con otra cosa. En el universo de este libro todos los personajes podrían convivir porque la relación que tienen con lo sobrenatural es bastante natural, lo esperan. Es como si convivieran con ese otro lado.

Mariana Enriquez

Lucas Nine eligió cuatro de tus cuentos para crear la novela gráfica Las cosas que perdimos en el fuego (Salamandra Graphic, 2024). ¿Colaboraste con el ilustrador argentino para llevar a cabo este proyecto?

Muy poco en términos de colaboración creativa. Él me fue mostrando el proceso, yo no tuve mucho que decir porque me fue gustando mucho. Lucas es un artista al que admiro, en Argentina es muy conocido, su padre es una leyenda. Una de las cosas que más me gustan de la adaptación es el equilibrio entre lo documental y lo fantasmal, esos cuerpos medio [Francis] Bacon, muy en el límite de su forma, algo que es parte de su estilo pero que aquí está acentuado con cosas muy concretas, como ilustraciones hiperrealistas de lugares de Buenos Aires que se mezclan con lo otro absolutamente difuminado. Es una buena traducción de lo que yo hago, porque mis cuentos están absolutamente anclados en lo real, pero luego esa realidad se va distorsionando.

“Mis cuentos están absolutamente anclados en lo real, pero luego esa realidad se va distorsionando”: Mariana Enriquez.

Ese verano a oscuras (Páginas de Espuma, 2024), relato ilustrado por Hedia Toledo, se ubica en 1989 y la protagonista tiene quince años, tu edad en aquel entonces. ¿Hay algo de ti en esa adolescente interesada en los asesinos seriales?

Es casi un relato autobiográfico, más allá de algunos detalles como el crimen final, que en mi versión es un poco más gore de lo que fue en realidad. Pero sí, éramos chicas bastante fascinadas con las cosas mórbidas, aunque la cuestión de los asesinos seriales era cosa mía en exclusiva. El crimen sucedió en un complejo de apartamentos donde vivía una amiga mía, pero es una adaptación de la realidad. Fue muy interesante trabajar con Helia porque decidí, como en el caso de Lucas, que lo hiciera con total libertad. En mi cabeza las chicas son de menor edad y físico, por ejemplo, pero me pareció bien su visión actual porque, claro, en 1989 no se prestaba mucha atención a los adolescentes, es normal que las vea más grandes. Luego, sí, hablamos bastante porque hay lugares puntuales de La Plata que son muy particulares, por ejemplo la catedral neogótica, que necesitaba ver en fotos.

Publicaste El año de la rata (Libros del Zorro Rojo, 2021) con Dr. Alderete. ¿Cómo fue la creación de un libro tan singular?

A Jorge lo conozco desde la adolescencia; él migró desde Argentina, primero a Barcelona y después a México. Durante muchos años nos perdimos la pista y a veces nos encontrábamos, tenemos amigos en común, como el escritor mexicano Bernardo Esquinca. No sé muy bien por qué, pero a inicios de la pandemia estábamos teniendo un diálogo y me empezó a mandar los dibujos que hacía en ese momento. Al principio la propuesta fue que yo les escribiera una especie de epígrafe, pero fue creciendo y empecé a escribir textos más largos, como microcuentos que en algunos casos están relacionados con las imágenes. El trabajo fue totalmente libre pero desde el lado de Jorge, que tiene una estética y unos gustos muy particulares. Como estábamos los dos encerrados empecé a imaginar una especie de ciencia ficción, no apocalíptica pero que tiene que ver con el México de Jorge y la mente de Jorge. Es interesante que el proyecto haya tenido otras connotaciones, muestras de arte, de moda, espectáculos de danza.

Mariana Enriquez

Hablabas de Bernardo Esquinca; en el prólogo que escribiste para su libro Adonde voy siempre es de noche (Almadía, 2023) señalas que “lo popular tiene muchas expresiones culturales, algunas menospreciadas: el relato de terror sigue siendo una de ellas”. ¿Crees que tus libros de cuentos han ayudado a dignificar el género?

No lo sé, yo me siento muy cómoda dentro de él y creo que permite diferentes expresiones, desde lo pulp, muy popular, de consumo –que a mí me gusta mucho–, hasta un terror más literario que siempre se hizo, el de Shirley Jackson o Henry James. Estuve leyendo unos cuentos fantásticos de Turguénev que me dieron un miedo terrible… Pasa que a ese terror más literario no se le solía llamar terror u horror para no mancharlo, como a Una vuelta de tuerca de James o Meridiano de sangre de Cormac McCarthy, que tiene un personaje como el juez, claramente la encarnación de una divinidad maligna, incluso en las dimensiones míticas de su personaje, casi que no puede morir. A mí el rótulo de terror no me molesta, ayuda a ver que hay otras referencias ahí. Hay elementos de terror en el simbolismo, en el decadentismo, en el romanticismo, en un montón de autores.

Borges dijo de H.P. Lovecraft que no solo fue capaz de generar sucesores, sino que creó a sus predecesores, los levantó de sus tumbas justificándolos, como en el caso de Edgar Allan Poe. ¿Quiénes son tus predecesores?

Justamente Borges, como creador de mitologías. Con Stephen King me pasa lo mismo, me parece que es un escritor que es más que un escritor; hay muchas cosas que se desprenden de su obra. Tengo una afinidad muy importante con las escritoras de lo raro, Silvina Ocampo, Clarice Lispector, María Luisa Bombal, Amparo Dávila. Viene un poco por ahí el linaje. Y después la cuestión física, para mí el más importante es Ballard. Un libro como La exhibición de atrocidades no me influyó estilísticamente pero sí estéticamente; pensar el cuerpo metido en la tecnología y en la ciudad, y al mismo tiempo atravesado por el discurso médico, es algo que siempre me resultó muy impactante en él. Un escritor que para mí es muy importante, que es como el marqués de Sade pero de ahora, es Dennis Cooper, que casi nadie lee. Es uno de los escritores más punk que existen, me influyó muchísimo sobre todo cuando era más joven, es alguien que rompió mis esquemas sobre lo que se podía hacer en literatura.

“El rótulo de terror no me molesta, ayuda a ver que hay otras referencias ahí. Hay elementos de terror en el simbolismo, en el decadentismo, en el romanticismo, en un montón de autores”: Mariana Enriquez.

Empezaste con dos novelas alejadas del terror. ¿Cómo surgió tu interés en el género?

Siempre quise escribir terror, pero no sabía cómo. Era una cuestión técnica, creo. Bajar es lo peor, del 95, no es una novela de terror pero tiene elementos fantásticos. Pensé el personaje de Facundo un poco como el Satanás de Blake o la belleza satanizada de Baudelaire, una cosa más romántica. Cuando la escribí tenía diecisiete años y estaba fascinada con Hellraiser de Clive Barker, así que el trío espectral demoníaco que se le aparece a Narval tiene mucho que ver con eso. Nadie se dio cuenta en ese momento porque nadie leía terror; hay cosas que tomé de King, de Peter Straub, de Barker, de gente que no entra en la crítica porque no la leyeron, lo que a mí me dio un poco de ventaja. En el medio de esa novela y Cómo desaparecer completamente escribí otra de terror que descarté porque era muy mala, y empecé a enseñar a escribir terror porque era lo que yo quería hacer. Cuando encontré que podía hacerlo empecé a publicar.

Mariana Enriquez

Después de los cuentos de Los peligros de fumar en la cama y Las cosas que perdimos en el fuego, ¿cómo afrontaste la escritura de una novela tan larga como Nuestra parte de noche (Anagrama, 2019)?

Tenía ganas de escribir una novela larga. La escritura de cuentos me gusta mucho, pero se volvió muy mecánica. La novela requiere una especie de inmersión en los personajes, en ese mundo uno se siente más perdido, es frustrante, dura muchísimo tiempo; tenía ganas de vivir esa experiencia. La decisión vino del deseo de meterme en ese mundo, de crear un mundo así. No sabía cómo iba a salir, pero no tenía ganas de escribir más cuentos en ese momento.

En tu literatura suele haber un trasfondo político-social que luego queda difuminado por el elemento de terror. ¿Buscas que exista esa doble lectura en tu obra?

Sí, a mí me importa lo político y lo social como ciudadana. Hay muchos tipos de terror, y el que me interesa hacer a mí está directamente relacionado con lo cotidiano. Para mí lo cotidiano incluye lo sociopolítico, por la historia, por el país en el que vivo, por lo necesario para el día a día en Argentina y por formación familiar también. Así que me interesa que mis libros tengan las dos cosas, no siempre en el mismo grado, pero es algo que siempre va a estar porque forma parte de mi personalidad.

“Siempre me moví en el universo del fan. Como periodista también lo investigué. Es un mundo que me apasiona y que, como el del terror, ha sido muy despreciado, ¿no?”: Mariana Enriquez.

Éste es el mar (Random House, 2017) trata de los mitos que se crean en la música, de cómo perciben los fans a esos seres legendarios. ¿Cómo surgió esta novela?

Siempre me moví en el universo del fan. Como periodista también lo investigué. Es un mundo que me apasiona y que, como el del terror, ha sido muy despreciado, ¿no? Las chicas de la novela, las protagonistas, son una especie de seres mitológicos que podrían ser divinidades menores griegas. Empecé a pensar eso como una forma de poder femenino, y también en lo que pasaba en el Romanticismo, por ejemplo con Lord Byron. Las mujeres le escribían cartas como las que le podrían escribir hoy a Harry Styles. Al principio Elvis o los Beatles no fueron populares porque la crítica decidió que eran los mejores, primero los impusieron las chicas, las chicas que gritaban y se desmayaban. Pensé en el poder de decisión que tiene esta ola femenina dentro de la cultura. Al mismo tiempo es un fantasy oscuro que tiene que ver con mi gusto por el rock y el fenómeno fan. En el momento en que escribí Éste es el mar parecía que estaba cambiando definitivamente la cultura, y las expresiones de devoción se orientaban a artistas mujeres como Taylor Swift o Lana Del Rey. Es un libro muy melancólico, una especie de despedida a cierta forma de devoción fan que ya no existe de esa manera.

En ocasiones, cuando un escritor latinoamericano publica en una editorial española, se le pide que haga ciertos cambios en palabras o expresiones, para facilitar su lectura en España. ¿Has pasado por esta situación?

Nunca me lo pidieron, pero si me lo pidieran no aceptaría. Yo hablo en argentino, y para mí eso es irrenunciable. El español de España no es el oficial ni el bueno, es el que se habla en la Península. A veces se cuelan cosas, en algunos de mis libros aparece la palabra “maleta”, que yo no utilizaría porque nosotros decimos “valija”, pero no es tan grave. Yo no sé usar el “vosotros”, ni para hablar ni muchísimo menos para escribir. Escribo en un español rioplatense muy llano, sin demasiadas florituras, pero tan sólo el voseo lo transforma en algo bastante diferente. Sé que a veces se piden cambios y yo creo que los escritores latinoamericanos deberían resistirse. En eso soy bastante firme. Bastante problema tenemos con las traducciones, que vuelven difícil para nosotros acceder plenamente y con placer a un montón de literatura universal, como para además ceder lo nuestro al mercado. No culpo a España, pero sí a los capitales, digamos.

Mariana Enriquez

Además de narradora y periodista eres docente, algo de lo que no se habla mucho. ¿Nos puedes contar un poco sobre tu labor en este ámbito?

Sí, este año me lo tomé sabático, porque estoy viajando mucho, pero el año que viene pienso volver. Trabajo como docente en la Universidad de La Plata, una universidad centenaria y grande en la que yo estudié. Trabajo en el primer año con jóvenes, en una materia práctica de periodismo narrativo. Yo no diría que es escritura creativa, pero es lo más parecido. También tiene una parte de lectura, tienen que leer mucho. Además trabajo en la Universidad de San Martín, en este caso en una maestría, así que son alumnos de otras características estudiando formas narrativas del periodismo relacionadas con literatura. Así que básicamente trabajo enseñando periodismo narrativo.

Tras la aparición de la novela Cómo desaparecer completamente, resta por editarse en España Porque demasiado no es suficiente. Mi historia de amor con Suede. ¿Tienes pensado publicarlo fuera de Sudamérica?

Cómo desaparecer completamente es una novela realista y bastante diferente a todo lo que vengo haciendo. Pasan en ella cosas horribles, pero no es una novela de terror. Con Porque demasiado no es suficiente vamos a ver qué pasa, porque a mí me gusta mucho que haya salido en una editorial independiente chilena [Montacerdos] y es una especie de autoficción. Vamos a ver cuáles son las propuestas. No sé si es un libro para Anagrama; no sé tampoco qué se puede hacer en España, en Europa en general, por la cuestión de que se cita mucho y por ahí es un libro carísimo; el tema de copyright funciona distinto que en América Latina. Hay un montón de variables para ver qué hacemos con ese libro, quizás se pueda importar y nada más.

Para finalizar, ¿estás trabajando en algo nuevo en estos momentos?

Estoy escribiendo una novela que va a tardar lo que tenga que tardar. También estoy tomando notas para otro libro sobre fans; el primero fue Éste es el mar, luego vino Porque demasiado no es suficiente y ahora quiero escribir una narración mítica, mística o fantasy como la primera, y así armar una especie de trilogía como con los cuentos, porque se me metió que las trilogías me gustan. Me pidieron un librito sobre mis lecturas, una historia de mis lecturas, y lo tengo que entregar relativamente pronto, pero es breve. Tengo que salir de la modorra del invierno argentino y ponerme a escribir.

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