lunes, 27 de mayo de 2024

Eslabones de la alquimia musical mexicana

En México, al menos durante las últimas cuatro décadas, la tradición musical que navega a contracorriente tanto de las grandes industrias como de los formalismos institucionales se ha basado en esfuerzos colectivos tan minúsculos como sorprendentes, y, no pocas veces, en poner por encima de la técnica –o de lo que indica el canon anglosajón– el entusiasmo y la intuición. Pensemos en ciertas abstracciones oblicuas o misticismos sonoros: rock progresivo, oposición, free jazz, ruidismo… Música al alcance de todos pero con fama de hermética, atravesada por la precariedad estructural. Esto ha llevado a más de un disco, y a carreras enteras, al desfiladero del olvido. 

Pese a los “fracasos” comerciales y los infortunios artísticos, la música grabada es una botella con todo y mensaje en su interior, a la deriva, en espera del momento adecuado para tocar tierra firme. Esta canción durará por siempre, como los discos (Charly García dixit). Sólo el tiempo puede descubrirnos como novedad ese pasado pertinente, o bien la espuma de una moda cultural llamada Latinoamérica, la nostalgia engarzada con la antropología musical. 

Al margen del coleccionismo, el rescate discográfico o la valorización de lo históricamente subestimado, la labor de sellos pequeños y singulares como el californiano Smiling C destaca por reanimar la reflexión sobre el trabajo de músicos mexicanos que, si bien tienen un lugar en el mapa, han sido poco valorados y menos escuchados por las nuevas generaciones. 

Tras Túnel hacia ti (2021), compilado de Germán Bringas que recogía un período puntual de la carrera del icónico saxofonista, Smiling C –en mancuerna con Séance Centre– vuelve a México con Tri​á​ngulos de luz y espacios de sombra. La antología aterriza en sonidos de la segunda mitad de los ochenta y los noventa, con especial énfasis en la incipiente exploración midi y los teclados atmosféricos, así como en las búsquedas new age y de electrónica experimental, pero sobre todo en el sincretismo de las mitologías mesoamericanas y ciertas tecnologías sonoras de la época.

Al margen del coleccionismo, el rescate discográfico o la valorización de lo históricamente subestimado, la labor de sellos pequeños y singulares como el californiano Smiling C destaca por reanimar la reflexión sobre el trabajo de músicos mexicanos poco valorados.

Tri​á​ngulos de luz y espacios de sombra comparte música poco escuchada de artistas vitales para la música mexicana: Eugenio Toussaint, José Luis Fernández Ledesma, Eblen Macari y el propio Bringas, entre otros. Destaca la participación del periodista David Cortés y del joven investigador independiente y locutor Alonso Salamanca, que comparte con La Tempestad algunos detalles: “Trabajar con Henry [Jones] de Smiling C ha sido la materialización de muchos sueños y pensamientos. En el disco de Germán Bringas tuve un papel como coordinador de producción. Después de haber encontrado un caset del sello Dark Side de Caminatas, en una tienda de discos al sur de la Ciudad de México, Henry y yo establecimos comunicación. Me escribió sobre su obsesión con la música de México”.

Sobre la pertinencia de la nueva compilación, Salamanca explica: “Después de conocer a Henry en 2018, hicimos entrevistas con Germán y, en un tercer encuentro, viajamos con él al Ajusco para grabar un minidocumental. Durante aquellos viajes Henry y yo hablamos de música y compartimos muchos de los sonidos y nombres que ahora aparecen en Triángulos de luz y espacios de sombra. Para este lanzamiento Henry se juntó con Brandon Hocura, quien ya había trabajado con artistas como Eblen Macari. La idea de un compilado de este tipo había sido por mucho tiempo una idea lejana de algunos amigos y yo, pero no teníamos recursos suficientes para invertir en ello”.

El flujo de exploración, resistencia y evolución artística que se atiende en el compilado de 17 cortes, a partir de másters de carrete, DATs y remasterizaciones de cintas, dialoga con el presente de una forma muy peculiar, pues hace ver a algunas piezas muy adelantadas a su época. Otras están definidas por los claroscuros del pop-folk retrofuturista de la época y el automatismo hipnótico de las máquinas, que lo mismo podía apreciarse en salas de concierto y foros culturales que en plazas públicas y museos, o incluso en algunos contenidos de Televisa (el nombre de la antología alude a un programa que mostraba el trabajo de algunos de estos artistas).

El flujo de exploración, resistencia y evolución artística que se atiende en el compilado de 17 cortes, a partir de másters de carrete, DATs y remasterizaciones de cintas, dialoga con el presente de una forma muy peculiar, pues hace ver a algunas piezas muy adelantadas a su época.

Alonso Salamanca apunta que el “olvido” posee muchas aristas y complejidades, aunque él ubica claramente dos: “Por un lado está la historia material de las grabaciones. Las ediciones originales fueron limitadas y su circulación lo fue aún más. Es paradójico, pues recuerdo haber visto un lote de al menos diez 7” de Vistas Fijas [Armando Velasco Torres, Carlo Salinas, Rolando Chía] a la venta en Séance Centre, por más de 50 dólares la pieza. Claramente este lote proviene de uno de los involucrados en el proceso de lanzamiento. El entorno del mercado secundario en Internet y las plataformas comerciales ha cambiado, y promueve esta mentalidad: si no especulas, no ganas. En este marco se ha ido configurando también la ‘moda’ de la música mexicana, a la que ahora le toca entrar a la maquinaria global del disco”.

“La otra arista”, apunta Salamanca, “son las personas que por años han decidido mantener bajo tierra a esta música, al tratarla como un objeto precioso por su peculiaridad: pinchadiscos celosos, artistas que proyectan hacer algo con eso, universitarios que no completamos nuestra tesis acerca de estos materiales o gente que se la pasa escaneando las portadas y cobrando (¡y pagando!) por pasar la música. Entender esta música como algo peculiar, informal, experimental, significó no ser difundida por el sistema cultural. Ahora tiene más cabida en el marco de los proyectos independientes, pero antes no”. 

De cara a un futuro en el que proyectos como Triángulos de luz y espacios de sombra se conviertan, de alguna forma, en un acercamiento más accesible a nuestra historia musical –labor que a muchas instituciones oficiales dedicadas al tema les sigue pasando de largo, pero no a Smiling C–, resulta pertinente la escucha atenta y la reflexión crítica sobre su edición, difusión y comercialización. “Hay que aprovechar esta ventana de oportunidad para volver a conversar sobre ella, escucharla de nuevo, encontrarnos con sus creadores como personas que han contribuido a lo que hacemos y escuchamos hoy”, invita Salamanca.

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