En Un acto antes de un concepto, Noé Martínez (Morelia, 1986) vuelve tanto a la historia como al archivo visual de los movimientos sociales que se han suscitado en Michoacán, de donde es originario. Este texto se publicó originalmente en La Tempestad 113, agosto de 2016.
«Finalmente, la imagen arde por la memoria, es decir que todavía arde, cuando ya no es más que ceniza: una forma de decir su esencial vocación por la supervivencia, a pesar de todo. Pero, para saberlo, para sentirlo, hay que atreverse, hay que acercar el rostro a la ceniza. Y soplar suavemente para que la brasa, debajo, vuelva a emitir su calor, su resplandor, su peligro. Como si, de la imagen gris, se elevara una voz: ¿No ves que ardo?»
Georges Didi-Huberman.
Cuando las imágenes tocan lo real
Como a la mayoría de las culturas precolombinas, a los purépechas se les fue disuelta su idiosincrasia original como parte de la trasatlántica campaña de colonización española del siglo XVI. La bitácora de la invasión y la conquista de Michoacán, específicamente el desdibujamiento del Imperio Purépecha de la mano del psicópata Nuño de Guzmán, está descrito en Relación de Michoacán, editado por el franciscano Jerónimo de Alcalá por ahí de 1540. El manuscrito, que contiene cuarenta y cuatro maravillosas descripciones gráficas, es un manual de reconocimiento del territorio, la forma de gobierno y las costumbres purépechas; también describe el proceso de sincretismo cultural, de acuerdo con el programa de la Nueva España, promovido por el virrey Antonio de Mendoza. Relación de Michoacán fue posible gracias a los relatos de Pedro Cuiniarángari, pariente político Zinzincha, quien asumió la gubernatura de Michoacán tras la tortura y asesinato del último cazonci tarasco en 1522: al parecer, el coautor de la Relación… fue un traidor político mesoamericano.
Cinco siglos después, en Michoacán, los descendientes del que fuera el segundo imperio mesoamericano más extenso comenzaron a restaurar su identidad étnica y a procurar su autonomía del México moderno fundamentalmente católico. Este retorno se persiguió, sobre todo en la década de los setenta, mediante movimientos sociales y artísticos alineados con la izquierda comunista. Entonces se fraguó el vocabulario de resistencia política de los alzamientos y movilizaciones rurales y civiles que surgirían en los años siguientes en Chiapas, Guerrero, Sonora y la Ciudad de México, que permanecen activas hasta hoy.
Noé Martínez viaja de la Ciudad de México a Michoacán, recorre la serranía y la zona lacustre de la región buscando descifrar la secuencia de su ADN artístico en la memoria de la localidad. Nació en Morelia en 1986, y a pesar de que sus padres hablan náhuatl es un advenedizo en su propia tierra. Martínez es un moderno, estudió en la ENAP y recibió la beca BBVA Bancomer-Carrillo Gil en 2015. La exposición Un acto antes de un concepto surgió de la curiosidad, uno de los impulsos evolutivos más elementales. Estamos frente a la figura del artista como investigador, como documentalista. En la exposición se revive la lucha de las comunidades michoacanas por autodefinirse: la serie de calcas en tinta aguada a partir del acervo fotográfico del Taller de Investigación Plástica permite una nueva lectura de la historia; no bastaba con reorganizar y desplegar el archivo de José Luis Soto: el artista-documentalista no es pasivo ni imparcial, ofrece su versión de los hechos. Lo mismo sucede con la serie de apropiaciones performativas, presentadas en video, que multiplican la potencia estética y la dimensión política de las acciones de la Unión de Comuneros Emiliano Zapata: encender la brasa de nuevo. Las indagaciones de Martínez en la memoria colectiva de comunidades como Santa Fe también significan una forma de reconciliación con su origen y reafirmar su narrativa artística. En México el pasado se confunde fácilmente, hay una campaña permanente que promueve el engaño de un proyecto moderno de nación, para el que las culturas nativas estorban.
El artista-documentalista siempre es sospechoso, son pocos los que logran desprender un objeto artístico de un archivo o una investigación. La labor documental es insuficiente, es necesario un nuevo relato de las cosas. En Un acto antes de un concepto Martínez elaboró un grupo de esculturas cerámicas a partir de cuatro elementos de la cultura purépecha presentes desde el virreinato hasta hoy: «la calabaza abarca las imágenes políticas; el pez engloba todos los elementos transitorios como los eventos políticos; el árbol se relaciona con la ramificación y el contacto con otras comunidades latinoamericanas durante la década de los 70; y la piedra se refiere a los elementos fundacionales, a las utopías que se desean alcanzar». Las piezas encarnan los símbolos tradicionales, son una especie de vestigios actuales. Se distingue una claridad conceptual, pero también una gran habilidad plástica.
Mesoamérica siempre estuvo en tensión, fue un territorio inestable, nada distinto del México contemporáneo. Es urgente una constante reescritura de los hechos, de las versiones oficiales y de las notas periodísticas. ¿Es responsabilidad de los artistas mantener la brasa encendida, resistir el olvido? Un acto antes de un concepto nos recuerda que en el país, como desde hace 500 años, se sigue peleando contra los saqueadores.
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