miércoles, 3 de agosto de 2016

La modernidad frágil

Curada por Victoria Giraudo, Antropofagia y Modernidad incluye trabajos de Waldemar Cordeiro, Lygia Clark, Hélio Oiticica, entre otros artistas brasileños. La exposición, que se organizó en conjunto con El Museo Nacional de Arte y el MALBA / Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, ofrece un panorama parcial (las obras pertenecen a la Colección Fadel) de uno de los movimientos artísticos latinoamericanos con mayor influencia en el arte contemporáneo internacional. Antropofagia y Modernidad permanecerá abierta hasta el 28 de agosto.

 

En el contexto de los Juegos Olímpicos los legados de la cultura brasileña han obtenido más atención en América Latina. La exposición Antropofagia y modernidad. Arte brasileño en la Colección Fadel. 1908-1979 que fue traída al MUNAL desde Argentina por el Museo de Arte Latinoamericano en Buenos Aires (MALBA) da una perspectiva amplia al desarrollo de la modernidad brasileña y el surgimiento de la idea de “antropofagia” como una estrategia anti-colonial de la integración cultural. El renombrado poeta brasileño Oswald de Andrade, escribió en su “Manifesto Antropófago” en 1928: «Nunca fuimos catequizados. Lo que hicimos fue el Carnaval. El indio vestido de senador del Imperio. Fingiendo que era Pitt. O figurando en las óperas de Alencar lleno de buenos sentimientos portugueses. Ya teníamos comunismo. Ya teníamos lengua surrealista. La edad de oro. Catiti Catiti Imara Notiá Notiá Imara Ipeju» (traducción de Héctor Olea).

 

Las raíces literarias del arte plástico brasileño enfatizan el contraste entre lo real y lo deseado, como entre “lo crudo y lo preparado” de Claude Lévi-Strauss: como culturas originales e interpretadas.

 

En el “frágil” siglo XX marcado por dos “ardientes” guerras mundiales y una fría, y la continua crisis postcolonial, el balance entre las culturas fusionadas es inestable. Las obras de arte brasileño muestran la crisis de pertenencia frente a la modernidad, en la búsqueda constante de autenticidad. Los artistas no están seguros dónde pertenecen, oscilando entre obras modernistas inspiradas en el arte europeo y referencias a artes locales populares. La ruptura brasileña del modernismo europeo fue lenta y suave, muchas conexiones pueden ser todavía encontradas en las expresiones literarias y visuales.

 

El sentido del balance es algo que el arte brasileño buscaba y eventualmente ha reinventado en las obras del movimiento de Tropicália respondiendo a la contracultura local y a las demandas del mercado de arte global a finales de los 60. La fragilidad de representación artística es un rasgo del arte bajo una dictadura militar –como en el caso del arte brasileño que fue señalado por su existencia en el borde post-colonial– como en muchos países de América Latina. La fragilidad de la modernidad brasileña expresada en arte es en su perspectiva caótica, el deseo del “paso más allá” de un orden de cosas existentes, con negación a cualquier tipo de compromiso con la lógica lineal del desarrollo cultural.

 

La exposición reúne obras de más de setenta artistas como Hélio Oiticica, Mira Schendel, Lygia Clark, Lygia Pape, Tarsila Do Amaral, Víctor Brechert, entre otros, y está organizada cronológicamente. Pero la línea del tiempo de la exposición no logró mostrar la relación profunda entre el “Manifesto Antropófago” de 1928 y el “Manifiesto Neoconcreto” de 1959, aunque sí dio indicios de la esencia “carnavalesca” del arte brasileño del siglo XX.

 

La fragilidad está subrayada más con los intentos de Hélio Oiticica para la creación de un tipo de Gesamtkunstwerk irónico, el cual podría completamente involucrar un espectador a un ambiente sintético con una apariencia trópica. Mira Schendel, quien estaba involucrada en el movimiento concreto brasileño después de su mudarse a Brasil desde Suiza en 1952, reinventó la visión europea post-surrealista de la unidad entre poesía e imagen. La hibridización de imágenes culturales como signos literarios puede descubrirse en sus famosas obras en papel de arroz de la serie Objetos gráficos (1967-68).

 

Mientras el neoconcretismo se centra en los legados literarios y la representación abstracta, las obras de la Tropicália contestaban a la imagen tradicional de Brasil como un “paraíso tropical” –una noción prestada de la carta de Pero Vaz Caminha al rey de Portugal en los primeros años del siglo XVI. Esto fue reflejado por Oswald de Andrade cuando se refirió a Brasil como un “infierno verde” (Christopher Dunn, 2001). Este enfoque ambiguo fue esencial para la crítica del nacionalismo cultural en Brasil.

 

En la situación contemporánea, somos testigos del regreso del concepto de antropofagia que puede ser expresado en el cambio de la noción de globalización. Mientras América Latina se establece como un jugador global poderoso, ésta experimenta una profunda revisión de sus culturas populares. La exposición también es importante como una evidencia de distribución profunda del arte en América Latina. El arte brasileño traído de Argentina al Museo Nacional en la Ciudad de México muestra un creciente interés en las artes de los países vecinos, apoyado por las redes sociales y notable en el incremento de libros sobre el tema. ¿Qué significa para México esta tendencia? Creo que en el futuro próximo podremos esperar la aparición de un museo de arte latinoamericano en México.



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