lunes, 6 de noviembre de 2017

Desde el encierro

“¿Hay un delito favorito en cada sexenio? En los de Fox y Calderón parecen haber sido el secuestro y el narcotráfico”, reflexiona Marialy Soto, curadora de La propagación del mal: crónicas de la justicia de la Ciudad de México. La muestra estará montada en las salas 1 a 5 del Centro Cultural de España en México hasta el 25 de febrero. Se trata del primer resultado de la convocatoria Culturas Disidentes, que abrió en diciembre de 2016 y cerró el pasado febrero, un ejercicio que busca dar con nuevas narrativas interdisciplinarias para crear conversaciones públicas. En efecto, Soto (Ciudad de México, 1983) está desvinculada de la profesionalización de los procesos expositivos (es pasante de la carrera de etnología en la ENAH), pero a través de la convocatoria dio con un vehículo para continuar con el trabajo iniciado en el taller de crónica “La voz abierta”, realizado en el interior de penales de la Ciudad de México. De acuerdo con Soto, ese taller “tenía como objetivo detonar una reflexión tanto individual como colectiva sobre las formas de habitar el encierro dentro del contexto penitenciario. A partir de mi experiencia como tallerista dentro de los penales y las continuas pláticas con algunos de los internos surgió el interés por construir una narración que diera cuenta de las interminables denuncias y abusos que viven las personas privadas de la libertad”. Esquivando la victimización, el taller planteó una pregunta clave: ¿cómo se construye socialmente la idea del criminal?

El recorrido por la muestra enfrenta al público con los dudosos principios científicos que sustentaron la criminalística mexicana en el siglo XIX (pasando por la frenología y su gran adalid, Cesare Lombroso) y las distintas estrategias empleadas por el poder (el visitante se adentra a la exposición por una reja que evoca la famosa crujía “J” del Palacio de Lecumberri). Además se presenta una amplia documentación, que va de diarios personales a reproducciones de expedientes judiciales: “Pensamos que a partir de consultar expedientes de distintos años podríamos tener un panorama de distintas épocas”, explica Soto. El resultado es una narrativa que atraviesa “las formas en que el Estado ha dictado cómo y a quién se debe castigar”.

Desarrollada con el lenguaje expositivo de las artes visuales, en La propagación del mal hay un fuerte andamiaje investigativo: Soto consultó expedientes penales de 1900 a 1976, disponibles en el Archivo de la Ciudad de México, pero también la colección de antropología física del Museo Nacional de Antropología, entre otras fuentes. A través de Culturas Disidentes –un programa organizado por el ccemx y el Centro Cultural Border– se trabajó en “aterrizar” el complejo proceso investigativo, lo que involucró al museógrafo Fernando Pizarro y al coordinador Eugenio Echeverría (que, junto a Pilar Villela y Javier Lara, formó parte del comité de selección).

Las herramientas de la exposición visual que dan forma a La propagación del mal tienen para Soto un valor comunicativo: “Mi trabajo como tallerista tuvo siempre el objetivo de generar estrategias que comunicaran el encierro al resto de la sociedad. Las herramientas literarias y visuales fueron canales que me ayudaron a tener una idea de las posibilidades de construir una narrativa en torno al tema de la impartición de justicia. Culturas Disidentes fue el puente que me ayudó a concretar un discurso coherente, cercano a las artes visuales”.

La muestra arroja claridad sobre el sujeto que no es considerado un ciudadano por la justicia mexicana. Como se lee en el texto de sala escrito por Marialy Soto, “el anormal, el enfermo, la puta, el marica, el marginado, el maestro, el revolucionario, el periodista, el vago, el pueblo… esos somos los ‘rehabilitables’”.



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