martes, 6 de septiembre de 2016

Documental de Seidl en Venecia

Cincuenta mil euros fue lo que pagó Walter Palmer por la vida de Cecil, el león más querido de Zimbabue. Si hubiera querido matar un impala habría tenido que pagar 245 euros, por un ñu, 615, pero el costo por cazar un león o un guepardo se eleva potencialmente. Matar, para personas como Palmer, es un deporte y uno por el que vale la pena pagar tal suma. Países como Zimbabue, Sudáfrica, Bostuana, Namibia y Tanzania, promueven este tipo de turismo que, además, es legal. El más reciente documental de Ulrich Seidl (Viena, 1952), Safari, presentado en Venecia, sigue el recorrido de un grupo de turistas austríacos de caza en Namibia cuyo único objetivo es llevarse una cabeza que colgar en casa, a cualquier costo. Safari es una «película que habla sobre la práctica de matar en vacaciones. Un filme sobre la naturaleza humana», señala la sinopsis. Seidl se centra en el occidentales promedio, ni ricos ni magnates, que han hecho de este sangriento y repulsivo deporte una actividad de convivencia familiar: matar por placer.

 



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