Hay que acercarse con cuidado a los nuevos músicos, celebrados de forma unánime por la crítica internacional, como Gaika. Se corre el riesgo de idealizarlos, de otorgarles etiquetas que el tiempo normalmente relativiza. La revista Dazed, por ejemplo, llama al cantante: «la respuesta de la música electrónica a Basquiat». No se entiende exactamente por qué. Seguramente el periodista cruzó las variables negro, joven y desenfadado, y Basquiat apareció como referente inmediato. O tal vez la constante alusión de Gaika a las artes visuales (ha descrito su método de composición como un diseño por capas, similares a las de una pintura) le haya dado un norte. Pero las comparaciones terminan ahí. En el contexto del grime británico, Gaika sabe incorporar estilos musicales más complejos: r&b, dancehall o hip hop, en un entorno de electrónica sombría; una especie de versión actualizada de Tricky, de quien se ha confesado seguidor. Hace unos días, el londinense publicó Spaghetto, su tercera grabación en apenas dos años, después de Security y Machine: una nueva oportunidad para adentrarse en su propuesta sonora.
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