Aquí la segunda entrega de la charla iniciada el 14 de junio entre Pablo Helguera, pedagogo del arte, y Óscar Benassini, coeditor de La Tempestad, sobre el limbo, a propósito del seminario sobre el tema, organizado por Alumnos47 que imparte, actualmente, Helguera.
Óscar Benassini: En tu correo anterior dijiste:
«Me interesan más aquellas cajas donde ha habido algo que aquellas donde hay algo. Me interesan aún más las cajas donde se dice que había algo y ya no lo hay, aunque no sea cierto. Y las que más me interesan son aquellas cajas de las que desconozco su existencia, tanto de sus exterior como de su interior. Esas cajas son instancias de limbo.»
Esto me hace pensar, inmediatamente, en el “cubo blanco” –¿un limbo ocasional?— de una galería o un museo. ¿Qué piensas de esa convergencia?
Pablo Helguera: No me parece que el cubo blanco sea algún tipo de limbo –en todo caso es un limbo falso. El limbo se refiere a aquella condición de algo que no ha sido definido hasta el momento, mientras que el cubo blanco es en realidad un mecanismo muy concreto utilizado para implementar la narrativa del modernismo. El cubo blanco en teoría un espacio vacío, pero es en realidad un recipiente delimitado (razón por la cual hay mucho tipo de arte que simplemente no cabe ni funciona dentro del cubo blanco). Es como decir que una tortilla es un limbo ocasional. Debido a la función que sabemos que tiene la tortilla, e incluso si no la comemos ni la usamos, conocemos su potencial y sus posibilidades de uso. El limbo en cambio es aquello del cual desconocemos su razón de ser, su potencial y sus posibilidades de uso.
OB: Otra cosa, para ti, ¿un limbo reuniría almas o cuerpos?
PH: En la tradición cristiana, el limbo era el primer círculo del infierno adonde iban aquellas almas destinadas a existir por toda la eternidad sin poder tener jamás relación con Dios. En lo personal, desafortunadamente yo no creo en Dios ni en la existencia del alma. Pero todos nosotros presenciamos infinidad de cuerpos perdidos, y reunidos, en varios limbos-sociales, políticos, económicos.
OB: Justo quería llegar a la instancia del limbo-político, que es lo que planteas en el curso de Alumnos47: el limbo como un espacio social de participación. ¿Qué permite la reunión de cuerpos e ideas en [usando tus palabras] «aquello del cual desconocemos su razón de ser, su potencial y sus posibilidades de uso»? ¿Cómo puede ser el limbo o un limbo un espacio para la participación y el aprendizaje?
PH: Desde el punto de vista de la pedagogía crítica, el aprendizaje es el proceso mediante el cual uno adquiere conciencia del lugar en el que uno se encuentra (lo que Paulo Freire denomina conscientização). El problema de encontrarse en un limbo político o social es precisamente el hecho que nos sabemos extraviados o atorados en una situación que no comprendemos bien o del todo— algo que genera, entre otras cosas, ansiedad y desesperación. Lograr entender la condición en la que nos encontramos es crucial para poder salir de ella. De ahí que la educación haya sido siempre un arma fundamental para preparar a una sociedad a cuestionarse y transformarse— y que también se utilice como instrumento para adoctrinar y dominar o para imponer valores morales o éticos de diversos tipos. Es decir: la educación es una herramienta para erradicar el limbo.
En nuestra siguiente sesión, el grupo de Alumnos se reunirá en Chalco, donde en el siglo XIX el anarquista griego Plotino Rhodakanaty abrió una escuela para introducir a los campesinos mexicanos en los principios del socialismo. La escuela libre de Chalco de Rhodakanaty se considera un proyecto importante en el desarrollo del pensamiento revolucionario y el comienzo del anarquismo en México.
Pero quisiera añadir, quizá para complicar las cosas y a riesgo de sonar un poco hermético, que lo que me interesa en este curso no es sólo la posibilidad de explorar colectivamente el proceso de concientización freireriano, sino el uso mismo del limbo como estrategia artística. Quiero decir que el arte de interacción social (con el que se me suele asociar) se suele caracterizar por generar un espacio de ambivalencia, de ambigüedad, de multivalencia, dentro del cual se pueden generar nuevas reflexiones. De ahí que este curso sea de “capacitación y uso” del limbo: teoría y práctica.
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