jueves, 7 de julio de 2016

Para volver a Piazzolla

El 4 de julio se cumplieron 24 años de la muerte, pero nadie parece haberlo notado. Durante sus años como músico decían que lo suyo no era tango. Hoy, Astor Pantaleón Piazzolla (Mar del Plata, 1921-Buenos Aires, 1992), hijo único de Vicente Nonino Piazzolla y Asunta Manetti, es una de las figuras referentes de la música del siglo XX. Compuso alrededor de 750 obras entre conciertos, óperas y música para películas. Autor del “tango nuevo”, una evolución del tango tocado en los burdeles bonaerenses desde 1880, aquél llamado “reptil de lupanar” por Leopoldo Lugones, fue repudiado por los tangueros ortodoxos, los de la denominada Guardia Vieja, por sus innovaciones en el ritmo, el timbre y la armonía. Ante la hostilidad, Piazzolla respondía: «si todo ha cambiado también debe cambiar la música de Buenos Aires».

 

 

 

 

 

Nacido en Buenos Aires, de ascendencia italiana, en su niñez dos eventos marcaron su vida personal y profesional: los años que pasó en Nueva York donde entró en contacto con el jazz y la música de Bach, y el bandoneón que su padre le regaló a los ocho años; tres años después compondría su primer tango, La Catinga.

 

 


 

 

Los años posteriores son marcados por la amistad con Carlos Gardel, y el tiempo de estudio con Nadia Boulanger en París. Tras la muerte de su padre, en 1959, compone una de sus obras más célebres, Adiós Nonino, que tiene más de 170 versiones.  Un año después, forma el Quinteto Nuevo Tango, agrupación a la que volvería constantemente y que marcó su estilo musical de manera definitiva, integrado originalmente por Piazzolla en el bandoneón, Jaime Gosis en el piano, Simón Bajour en el violín, Kicho Díaz en el contrabajo y Horacio Malvicino en la guitarra eléctrica.

 

 

 

 

De sus detractores, Piazzolla señalaba: «Los oyentes de tangos tradicionales me odiaban […] la gente pensaba que me estaba volviendo loco. Todos los críticos de tango y las radios de Buenos Aires me llamaron payaso. Y por eso me hicieron popular. Los jóvenes que habían perdido el interés por el tango comenzaron a escucharme. Era una guerra de uno contra todos, pero en diez años, gané la guerra». Y es que como señala Guzmán Urrero, «el tanguismo por él inspirado se benefició con creciente maestría del servicio instrumental. En una linde alejada del folclore, el vuelo melódico del compositor se movía, cada vez más, dentro de una encrucijada de géneros».

 

 

 

 

Once años después de su muerte Natalio Gorin publica Astor Piazzolla. Memorias, un volumen que reúne historias privadas y su filosofía tanguera que «aparte de buscar apoyo en las correspondientes claves musicológicas, se distancia de las veredas del arrabal por medio de una matización cosmopolita».

 

 

 

 



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