Publicar buenos libros nunca enriqueció a nadie», señala Roberto Calasso, editor de Adelphi desde 1962, en La marca del editor (2013). Sin embargo, durante la última década hemos sido testigos del nacimiento de varias editoriales independientes en el país. Pese a la anunciada crisis de los impresos, varias son los sellos que se mantienen en activo. Pero, ¿a qué retos se enfrenta una editorial independiente en México?, ¿cómo sobrevive en un país con los más bajos índices de lectura?, ¿cuál es la razón para seguir publicando? Ante la duda, nos dimos a la tarea de entrevistar a varios editores para conocer cuáles son los problemas a los que se enfrentan y la razón que los lleva a seguir publicando, como parte del reportaje “Tribulaciones de la edición independiente” que aparecerá en la próxima edición de La Tempestad. Aquí la cuarta entrega: Taller de Ediciones Económicas, una editorial fundada en Guadalajara por Gabriela Castañeda y Nicolás Pradilla. (Previamente publicamos las entrevistas con Gabriela Jáuregui de Sur+ Ediciones, Diego Rabasa de Sexto Piso, y José Luis Bobadilla de Mangos de Hacha.)
¿Qué significa ser una editorial independiente?
Poseer los medios de reproducción, históricamente, ha sido la mejor manera de ser independiente, ya que uno puede publicar a bajo costo, haciéndose cargo de la mano de obra. Esto también conlleva una organización laboral determinada que da como resultado el escenario ideal: tener autonomía en el ámbito económico, donde ni el mercado ni instancias externas definen los contenidos a publicar; y en el ámbito burocrático, es decir, donde las decisiones sobre el contenido y sobre la manera de proceder no implican una larga espera de vistos buenos. Lograr esto es bastante complicado ya que el capital económico debe ser de la editorial. Si nos ponemos rigurosos, más de algún proyecto que se autodenomina “independiente” no entraría en tal descripción, porque ¿cómo se supone que deben fondearse las editoriales independientes? Hay editoriales que son relativamente independientes, pueden decidir qué publicar hasta cierto punto: dependen económicamente de una institución como el Estado, alguna universidad o empresa. Tal independencia es relativa pues cuando se quiere publicar algo que resulta incómodo para tal institución se puede perder el apoyo.
Dicho esto, creemos que poco a poco hará falta ir distinguiendo y matizando dentro del conglomerado de editoriales “independientes”, que por ahora se oponen a las grandes editoriales.
¿Por qué razones se es independiente?
La independencia ante el gobierno, las universidades o los partidos políticos permite deshegemonizar las corrientes de pensamiento y abrir una puerta a la diversidad de contenidos. Tal autonomía nos permite poner a circular ideas tangenciales, y en ocasiones dar voz a aquello que parecía ruido. Los proyectos editoriales independientes contribuyen a crear una oferta heterogénea.
¿La independencia significa tener una completa libertad creativa ante el mercado y el lector?
La idea de tener “completa libertad creativa” es una suerte de trampa, ya que los libros son tanto bienes simbólicos como mercancías. Es paradójico que la independencia esté ligada a publicar material que no necesariamente se traduce en signos de pesos –y en ese sentido no depende del mercado– por ejemplo, autores o textos poco conocidos. Sin embargo, sí hay un compromiso con nuestros lectores (que en términos estrictos son el mercado), ya que ellos son quienes acotan nuestra libertad, por así decirlo.
¿Cuáles son los retos de echar a andar una editorial en un país sin lectores? ¿Realmente somos un país sin lectores?
Como en todas las industrias culturales, se tiene que hacer una fuerte labor de creación de públicos. La salida fácil es decir que somos un país sin lectores y punto, cuando al mismo tiempo, podemos afirmar que en México no hay poder adquisitivo para acceder a libros ni suficientes bibliotecas. Sin embargo, somos un país de lectores en potencia, nos parece importante jamás subestimar al público. Aquí una cuestión clave es que los libros sean accesibles, baratos.
¿Ser independiente es adoptar una postura radical frente al mercado?
Ciertamente las editoriales independientes tenemos que subsistir, y la única manera de hacerlo es vendiendo libros o viviendo de becas. Tal vez habría que matizar distinguiendo entre el mercado mainstream y los pequeños mercados/públicos, que compran libros de editoriales independientes, y de quienes definitivamente dependemos. Haciendo esta distinción, podemos decir que sí adoptamos una postura radical frente al gran mercado.
¿Cuál es el lugar de la editorial independiente frente a los grandes grupos editoriales, frente a la digitalización del libro, frente a proyectos como Amazon?
De esto se habla mucho últimamente y la conclusión parece ser que tanto los modelos analógicos como los digitales podemos coexistir: el libro digital no suplantará al libro impreso, ni las editoriales grandes se comerán a las pequeñas. A fin de cuentas, quienes leen, leen en todas las plataformas posibles. Lo que definitivamente sí podría ponernos a todos en crisis es que se dejara de leer, que volviéramos de lleno a la oralidad. Cada modelo se enfrenta a distintos problemas, por ejemplo, los grandes grupos editoriales sufren con la piratería; los independientes tenemos problemas con la distribución y tenemos el reto de mantenernos independientes si queremos crecer.
Aquí me gustaría retomar una pregunta que Gilles Colleu plantea en su libro La edición independiente, ¿en qué medida la superproducción de libros representa una amenaza para la independencia de las ideas?
Desde Gutemberg había la inquietud de que la superproducción de libros habilitada por la recién inventada imprenta iba a homogeneizar las ideas. Desde entonces surgieron imprentas no-oficiales (no controladas por el régimen que ostentaba el poder), y a publicar textos anti-sistema (como los textos científicos prohibidos por la iglesia o de otro tipo). Siendo así, podemos concluir que las amenazas para la independencia de ideas tienen que ver no tanto con la superproducción, sino con que pocas cabezas sean las únicas que posean los medios para difundir ideas, que lo hagan de modo masivo, y que tales contenidos se distribuyan de manera gratuita.
¿Qué anima la idea de una colección?
Nos parece que en la colección es donde realmente se explaya el editor. Es ahí donde el editor fantasea con poder elaborar un discurso poniendo distintas cosas en un mismo saco. Desgraciadamente, pocos son los lectores que entienden el sentido de leer la colección como un todo. Ni siquiera las bibliotecas se preocupan demasiado por tener los títulos completos de las colecciones. Estaría bien que se compraran y se leyeran las series completas.
Me gustaría concluir con una pregunta planteada por Roberto Calasso en La marca del editor: ¿hasta qué extremo se puede llevar el arte de la edición?
Definitivamente el quehacer del editor está cambiando ante un panorama de información sobreabundante, ausencia de derechos de autor, de copyleft, de la auto-publicación. Por ejemplo, hemos visto que en hoy en día en el libro impreso se archiva y se editan cosas que provienen del Internet, que ahí se generaron. Nos fascina enfrentarnos como editorial a estas circunstancias.
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