miércoles, 5 de marzo de 2025

El sol, la luna y Ugo Rondinone

La presencia de Ugo Rondinone en México ha sido constante y siempre distintiva, desde que en 2008 participó en dos exposiciones colectivas: Schweiz über alles, dedicada a artistas suizos de la Colección Jumex en su sede de Ecatepec, y La invención de lo cotidiano, en el Museo Nacional de Arte de la Ciudad de México. A partir de entonces ha tenido muestras individuales en dos museos capitalinos, el Anahuacalli y el Tamayo, así como en la fundación Casa Wabi en Puerto Escondido. Desde el pasado 9 de febrero su trabajo puede experimentarse en Arte Abierto, que alberga long last happy en su sorprendente sede dentro del centro comercial Artz Pedregal.

“El rico patrimonio cultural del país y su vibrante escena artística contemporánea han sido una fuente continua de inspiración para mí”, explica Rondinone al preguntarle sobre sus experiencias mexicanas. “Colaborar con las comunidades locales, especialmente con niños, ha profundizado mi aprecio por el espíritu artístico de México. Por ejemplo, durante mi exposición your age and my age and the age of the sun en Casa Wabi, en 2018, trabajé con más de 500 niños de escuelas locales para crear dibujos del sol. Esta experiencia puso de relieve la profunda creatividad inherente a la cultura mexicana”.

Una nueva versión de la pieza mencionada (que ha elaborado desde 2013) puede verse en long last happy, en un espacio contiguo al que habita your age and my age and the age of the moon (2020 a la fecha). Mil 600 niños de distintos orígenes fueron invitados por Arte Abierto a elaborar dibujos del Sol y de la Luna, con el compromiso de que serían exhibidos como parte de la instalación. Colgados uno junto al otro, ofrecen todo tipo de representaciones de los astros, con diversidad de técnicas y una carga subjetiva muchas veces hilarante. Un ambiente festivo impregna la galería.

Ugo Rondinone

Ugo Rondinone, your age and my age and the age of the sun (2013 a la fecha). Cortesía de Arte Abierto, Ciudad de México

Los niños no suelen ser el público meta de los artistas contemporáneos, y mucho menos sus colaboradores. Pero para Ugo Rondinone es distinto: “Poseen una creatividad sin filtros y un sentido de lo maravilloso que resuenan profundamente en mi visión artística. Incorporar sus perspectivas permite una expresión más pura y espontánea de los temas centrales de mi trabajo. Proyectos como your age and my age and the age of the moon, que presentó más de cinco mil 200 dibujos de niños sobre la Luna en la Schirn Kunsthalle de Fráncfort en 2022, ejemplifican este enfoque. Mi objetivo es crear experiencias inmersivas con un público joven que salven las diferencias generacionales e inviten a todos los visitantes a reconectar con la creatividad innata de su juventud”.

“Los niños poseen una creatividad sin filtros y un sentido de lo maravilloso que resuenan profundamente en mi visión artística. Incorporar sus perspectivas permite una expresión más pura y espontánea de los temas centrales de mi trabajo”: Ugo Rondinone.

La exposición comienza antes de entrar a Arte Abierto, que en su azotea sostiene la pieza que da nombre a la muestra. long last happy (2020) es un arcoíris de neón de diez metros de largo; en palabras del artista, se trata de “una declaración poética dirigida a los transeúntes”: por fin felices. Tras subir las escaleras que llevan al interior del espacio, encontramos dos esculturas de gran formato, que de algún modo portican las habitaciones con los trabajos infantiles. Es la primera vez que the sun y the moon (2022) se exhiben juntas en el espacio de una galería, y producen un efecto paradójico: sus cinco metros de diámetro forman portales –dorado uno, plateado el otro–, y al mismo tiempo enmarcan el vacío.

long last happy es una exploración de los elementos celestes –el sol, la luna y el arcoíris– como metáforas de la espiritualidad y la introspección humanas. La exposición presenta esculturas de gran escala, como the sun y the moon, elaboradas con ramas de árbol de bronce fundido, que simbolizan la naturaleza cíclica del tiempo y la existencia”, explica Ugo Rondinone, que visitó la Ciudad de México para inaugurar la muestra durante la Semana del Arte. La naturaleza es central en la práctica del artista desde finales de los años ochenta. Tras perder a su pareja, Manfred Welser, por complicaciones del sida, encontró en ella una zona de resonancia entre sacralidad y mundanidad.

Ugo Roninone

Ugo Rondinone, the moon y the sun (2022). Cortesía de Arte Abierto, Ciudad de México

Las dos piezas, alineadas en un eje este-oeste, representan la dualidad de la existencia: día y noche, luz y sombra, razón y sueño. Ugo Rondinone (nacido en Brunnen en 1964 y afincado en Nueva York desde 1997), sin embargo, aspira a que cada espectador cree significados, como los niños que, en los espacios ocultos tras la “puerta mágica” (el visitante descubrirá por qué), dibujan el sol y la luna de todas las maneras imaginables, a veces con un sentido trascendental, otras con un enfoque humorístico, siempre con gran expresividad.

“‘long last happy’ es una exploración de los elementos celestes –el sol, la luna y el arcoíris– como metáforas de la espiritualidad y la introspección humanas”: Ugo Rondinone.

long last happy podrá visitarse gratuitamente hasta el 27 de abril. Como en todas sus exposiciones, Arte Abierto la acompaña de un nutrido programa público. Los sábados 15 y 25 de marzo (a las 13:00 hrs.), por ejemplo, tendrá lugar el recorrido-taller “Poesía para llevar” donde, además de hablar sobre la obra del artista, se crearán poemas portátiles en forma de pulsera, charm, collar o llavero. Conviene estar pendiente de sus redes con el fin de enterarse de futuras actividades.

Desde su fundación en 2019, Arte Abierto opera como un laboratorio de experimentación para la creación y difusión de proyectos artísticos, un enclave dentro de la actividad comercial de Artz Pedregal, al sur de la Ciudad de México. Ha comisionado proyectos a artistas como Rafael Lozano-Hemmer, Julia Carrillo, Troika, Erick Meyenberg, Gabriela Galván y Mario García Torres.

Ugo Rondinone

Ugo Rondinone, long last happy (2020). Cortesía de Arte Abierto, Ciudad de México

Con información de Laura Pardo y Nicolás Cabral

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El sol, la luna y Ugo Rondinone

La presencia de Ugo Rondinone en México ha sido constante y siempre distintiva, desde que en 2008 participó en dos exposiciones colectivas: Schweiz über alles, dedicada a artistas suizos de la Colección Jumex en su sede de Ecatepec, y La invención de lo cotidiano, en el Museo Nacional de Arte de la Ciudad de México. A partir de entonces ha tenido muestras individuales en dos museos capitalinos, el Anahuacalli y el Tamayo, así como en la fundación Casa Wabi en Puerto Escondido. Desde el pasado 9 de febrero su trabajo puede experimentarse en Arte Abierto, que alberga long last happy en su sorprendente sede dentro del centro comercial Artz Pedregal.

“El rico patrimonio cultural del país y su vibrante escena artística contemporánea han sido una fuente continua de inspiración para mí”, explica Rondinone al preguntarle sobre sus experiencias mexicanas. “Colaborar con las comunidades locales, especialmente con niños, ha profundizado mi aprecio por el espíritu artístico de México. Por ejemplo, durante mi exposición your age and my age and the age of the sun en Casa Wabi, en 2018, trabajé con más de 500 niños de escuelas locales para crear dibujos del sol. Esta experiencia puso de relieve la profunda creatividad inherente a la cultura mexicana”.

Una nueva versión de la pieza mencionada (que ha elaborado desde 2013) puede verse en long last happy, en un espacio contiguo al que habita your age and my age and the age of the moon (2020 a la fecha). Mil 600 niños de distintos orígenes fueron invitados por Arte Abierto a elaborar dibujos del Sol y de la Luna, con el compromiso de que serían exhibidos como parte de la instalación. Colgados uno junto al otro, ofrecen todo tipo de representaciones de los astros, con diversidad de técnicas y una carga subjetiva muchas veces hilarante. Un ambiente festivo impregna la galería.

Ugo Rondinone

Ugo Rondinone, your age and my age and the age of the sun (2013 a la fecha). Cortesía de Arte Abierto, Ciudad de México

Los niños no suelen ser el público meta de los artistas contemporáneos, y mucho menos sus colaboradores. Pero para Ugo Rondinone es distinto: “Poseen una creatividad sin filtros y un sentido de lo maravilloso que resuenan profundamente en mi visión artística. Incorporar sus perspectivas permite una expresión más pura y espontánea de los temas centrales de mi trabajo. Proyectos como your age and my age and the age of the moon, que presentó más de cinco mil 200 dibujos de niños sobre la Luna en la Schirn Kunsthalle de Fráncfort en 2022, ejemplifican este enfoque. Mi objetivo es crear experiencias inmersivas con un público joven que salven las diferencias generacionales e inviten a todos los visitantes a reconectar con la creatividad innata de su juventud”.

“Los niños poseen una creatividad sin filtros y un sentido de lo maravilloso que resuenan profundamente en mi visión artística. Incorporar sus perspectivas permite una expresión más pura y espontánea de los temas centrales de mi trabajo”: Ugo Rondinone.

La exposición comienza antes de entrar a Arte Abierto, que en su azotea sostiene la pieza que da nombre a la muestra. long last happy (2020) es un arcoíris de neón de diez metros de largo; en palabras del artista, se trata de “una declaración poética dirigida a los transeúntes”: por fin felices. Tras subir las escaleras que llevan al interior del espacio, encontramos dos esculturas de gran formato, que de algún modo portican las habitaciones con los trabajos infantiles. Es la primera vez que the sun y the moon (2022) se exhiben juntas en el espacio de una galería, y producen un efecto paradójico: sus cinco metros de diámetro forman portales –dorado uno, plateado el otro–, y al mismo tiempo enmarcan el vacío.

long last happy es una exploración de los elementos celestes –el sol, la luna y el arcoíris– como metáforas de la espiritualidad y la introspección humanas. La exposición presenta esculturas de gran escala, como the sun y the moon, elaboradas con ramas de árbol de bronce fundido, que simbolizan la naturaleza cíclica del tiempo y la existencia”, explica Ugo Rondinone, que visitó la Ciudad de México para inaugurar la muestra durante la Semana del Arte. La naturaleza es central en la práctica del artista desde finales de los años ochenta. Tras perder a su pareja, Manfred Welser, por complicaciones del sida, encontró en ella una zona de resonancia entre sacralidad y mundanidad.

Ugo Roninone

Ugo Rondinone, the moon y the sun (2022). Cortesía de Arte Abierto, Ciudad de México

Las dos piezas, alineadas en un eje este-oeste, representan la dualidad de la existencia: día y noche, luz y sombra, razón y sueño. Ugo Rondinone (nacido en Brunnen en 1964 y afincado en Nueva York desde 1997), sin embargo, aspira a que cada espectador cree significados, como los niños que, en los espacios ocultos tras la “puerta mágica” (el visitante descubrirá por qué), dibujan el sol y la luna de todas las maneras imaginables, a veces con un sentido trascendental, otras con un enfoque humorístico, siempre con gran expresividad.

“‘long last happy’ es una exploración de los elementos celestes –el sol, la luna y el arcoíris– como metáforas de la espiritualidad y la introspección humanas”: Ugo Rondinone.

long last happy podrá visitarse gratuitamente hasta el 27 de abril. Como en todas sus exposiciones, Arte Abierto la acompaña de un nutrido programa público. Los sábados 15 y 25 de marzo (a las 13:00 hrs.), por ejemplo, tendrá lugar el recorrido-taller “Poesía para llevar” donde, además de hablar sobre la obra del artista, se crearán poemas portátiles en forma de pulsera, charm, collar o llavero. Conviene estar pendiente de sus redes con el fin de enterarse de futuras actividades.

Desde su fundación en 2019, Arte Abierto opera como un laboratorio de experimentación para la creación y difusión de proyectos artísticos, un enclave dentro de la actividad comercial de Artz Pedregal, al sur de la Ciudad de México. Ha comisionado proyectos a artistas como Rafael Lozano-Hemmer, Julia Carrillo, Troika, Erick Meyenberg, Gabriela Galván y Mario García Torres.

Ugo Rondinone

Ugo Rondinone, long last happy (2020). Cortesía de Arte Abierto, Ciudad de México

Con información de Laura Pardo y Nicolás Cabral

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martes, 4 de marzo de 2025

Liu Jiakun: lo lírico y lo práctico

“A través de un extraordinario cuerpo de obra de coherencia profunda y calidad constante, Liu Jiakun imagina y construye nuevos mundos, libre de cualquier restricción estética o estilística. En lugar de un estilo ha desarrollado una estrategia que no se basa en un método recurrente, sino en evaluar de forma distinta las características y los requisitos específicos de cada proyecto”, declaró el jurado que otorgó el Premio Pritzker 2025 al arquitecto chino nacido en Chengdu, capital de Sichuan, en 1956.

Ciertamente, cuando se revisa la diversidad de enfoques de los edificios de Liu Jiakun, se podría pensar en eclecticismo. Pero la declaración del jurado da la clave: estrategia antes que estilo. De ahí que el lirismo y la practicidad coexistan en la trayectoria del diseñador. A partir de su trabajo en el Instituto de Investigación y Diseño Arquitectónico de Chengdu, su práctica se inscribe en las transformaciones que han cambiado la faz de las urbes chinas.

Con tres decenas de obras en su haber, Liu es un arquitecto-escritor, autor de varias novelas, lo que podría explicar el sentido narrativo que poseen algunos de sus edificios. Ha publicado además ensayos sobre la realidad china, la tecnología y la tensión entre utopía y vida cotidiana. “La arquitectura debe revelar algo: debe abstraer, destilar y hacer visibles las cualidades inherentes a la población local. Tiene el poder de moldear el comportamiento humano y crear atmósferas, ofreciendo una sensación de serenidad y poesía, evocando la compasión y la misericordia, y cultivando un sentimiento de comunidad compartida”, declara Liu Jiakun.

Elegimos cinco obras del arquitecto premiado como introducción a su significativo trabajo.

Museo de Escultura en Piedra Luyeyuan

Chengdu, 2002

Un juego de volúmenes ciegos de concreto, articulados por espacios intersticiales por los que penetra la luz natural. Dentro y fuera del edificio, una colección privada de esculturas budistas, realizadas en piedra. Con los años, la construcción ha ido integrándose al entorno con más fuerza, incorporando el paso del tiempo.

Liu Jiakun

Fotografía: cortesía de Bi Kejian

Museo del Reloj de la Revolución Cultural

Chengdu, 2007

Parte del Complejo de Museos de Jianchuan, situado en una agitada zona comercial, el edificio se encierra sobre sí mismo creando espacios para la meditación y la reflexión sobre la historia moderna china, específicamente el período de la Revolución Cultural. Los muros de ladrillo y la estructura de concreto componen formas de expresividad cruda.

Liu Jiakun

Fotografía: cortesía de Bi Kejian

Aldea del Oeste

Chengdu, 2015

A la vez arquitectura e infraestructura, el diseño de toda la manzana maximiza el espacio interior verde, con áreas deportivas y parque, con la voluntad de dar cabida a una vida pública diversa. En el perímetro, espacios comerciales y una pista de bicicletas en las que se puede andar a distintas alturas. Una utopía cálida.

Liu Jiakun

Fotografía: cortesía de Chen Chen

Barrio Cultural de Songyang

Lishui, 2020

Un ejercicio de acupuntura urbana, que adiciona infraestructura cultural (museo, hotel, café y librería) a una zona tradicional del distrito de Songyang, en Lishui, decaído en los inicios del siglo XXI. La zona, animada por el Templo Confucionista y el Templo de Chenghuang, es un centro cultural y espiritual que busca recuperar su vitalidad.

Liu Jiakun

Fotografía: cortesía de Arch-Exist

Renovación del Distrito de la Cueva de Tianbao

Luzhou, 2021

En medio de un paisaje exuberante, en una región conocida por los licores Lang, almacenados en cuevas naturales, Liu Jiakun erigió un pabellón para degustar las bebidas mientras se observa el entorno. Con resonancias de la arquitectura tradicional china, el complejo incluye un museo de la marca en una construcción caracterizada por sus voladizos.

Liu Jiakun

Fotografía: cortesía de Arch-Exist

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Liu Jiakun: lo lírico y lo práctico

“A través de un extraordinario cuerpo de obra de coherencia profunda y calidad constante, Liu Jiakun imagina y construye nuevos mundos, libre de cualquier restricción estética o estilística. En lugar de un estilo ha desarrollado una estrategia que no se basa en un método recurrente, sino en evaluar de forma distinta las características y los requisitos específicos de cada proyecto”, declaró el jurado que otorgó el Premio Pritzker 2025 al arquitecto chino nacido en Chengdu, capital de Sichuan, en 1956.

Ciertamente, cuando se revisa la diversidad de enfoques de los edificios de Liu Jiakun, se podría pensar en eclecticismo. Pero la declaración del jurado da la clave: estrategia antes que estilo. De ahí que el lirismo y la practicidad coexistan en la trayectoria del diseñador. A partir de su trabajo en el Instituto de Investigación y Diseño Arquitectónico de Chengdu, su práctica se inscribe en las transformaciones que han cambiado la faz de las urbes chinas.

Con tres decenas de obras en su haber, Liu es un arquitecto-escritor, autor de varias novelas, lo que podría explicar el sentido narrativo que poseen algunos de sus edificios. Ha publicado además ensayos sobre la realidad china, la tecnología y la tensión entre utopía y vida cotidiana. “La arquitectura debe revelar algo: debe abstraer, destilar y hacer visibles las cualidades inherentes a la población local. Tiene el poder de moldear el comportamiento humano y crear atmósferas, ofreciendo una sensación de serenidad y poesía, evocando la compasión y la misericordia, y cultivando un sentimiento de comunidad compartida”, declara Liu Jiakun.

Elegimos cinco obras del arquitecto premiado como introducción a su significativo trabajo.

Museo de Escultura en Piedra Luyeyuan

Chengdu, 2002

Un juego de volúmenes ciegos de concreto, articulados por espacios intersticiales por los que penetra la luz natural. Dentro y fuera del edificio, una colección privada de esculturas budistas, realizadas en piedra. Con los años, la construcción ha ido integrándose al entorno con más fuerza, incorporando el paso del tiempo.

Liu Jiakun

Fotografía: cortesía de Bi Kejian

Museo del Reloj de la Revolución Cultural

Chengdu, 2007

Parte del Complejo de Museos de Jianchuan, situado en una agitada zona comercial, el edificio se encierra sobre sí mismo creando espacios para la meditación y la reflexión sobre la historia moderna china, específicamente el período de la Revolución Cultural. Los muros de ladrillo y la estructura de concreto componen formas de expresividad cruda.

Liu Jiakun

Fotografía: cortesía de Bi Kejian

Aldea del Oeste

Chengdu, 2015

A la vez arquitectura e infraestructura, el diseño de toda la manzana maximiza el espacio interior verde, con áreas deportivas y parque, con la voluntad de dar cabida a una vida pública diversa. En el perímetro, espacios comerciales y una pista de bicicletas en las que se puede andar a distintas alturas. Una utopía cálida.

Liu Jiakun

Fotografía: cortesía de Chen Chen

Barrio Cultural de Songyang

Lishui, 2020

Un ejercicio de acupuntura urbana, que adiciona infraestructura cultural (museo, hotel, café y librería) a una zona tradicional del distrito de Songyang, en Lishui, decaído en los inicios del siglo XXI. La zona, animada por el Templo Confucionista y el Templo de Chenghuang, es un centro cultural y espiritual que busca recuperar su vitalidad.

Liu Jiakun

Fotografía: cortesía de Arch-Exist

Renovación del Distrito de la Cueva de Tianbao

Luzhou, 2021

En medio de un paisaje exuberante, en una región conocida por los licores Lang, almacenados en cuevas naturales, Liu Jiakun erigió un pabellón para degustar las bebidas mientras se observa el entorno. Con resonancias de la arquitectura tradicional china, el complejo incluye un museo de la marca en una construcción caracterizada por sus voladizos.

Liu Jiakun

Fotografía: cortesía de Arch-Exist

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Novela y posficción

Algunos académicos anglosajones han empezado a hablar de la posficción, que rebasa los marcos de la literatura y opera en lo real. Cada persona, gracias a las herramientas digitales, hace una novela de su propia vida. La posficción, además, entronca con el contexto de la posverdad en que los hechos “objetivos” pierden peso ante las narraciones y la emoción. Ello explicaría por qué, a decir de estos críticos, la literatura en su formato tradicional se siente atrapada en la obsolescencia: en un mundo atravesado por la ficción las novelas se tornan redundantes. 

Debo confesar que cada vez que escucho el término posverdad me alcanza una flojera infinita. La creación de conceptos post implica una reducción de la historia; hay algo adolescente en esa manera de entender el devenir cultural. Es cierto que quizá la posverdad señala una situación inédita respecto de la tecnología, pero ¿no ha estado siempre la verdad en disputa? ¿No ha sido la modernidad precisamente el escenario de combates radicales en torno a ella? Lo más burdo: ¿apenas ahora empezaron a mentir los políticos, los magnates y los medios? ¿Se justifica realmente ese prefijo tajante?

En cuanto a que la literatura es redundante porque las ficciones operan ya en la vida y la realidad de cada persona, habría que preguntarnos igualmente qué tanto hay allí de novedad. La novela burguesa acompañó la irrupción de un momento cultural en que las identidades heredadas y colectivas parecían evaporarse, en que el individuo podía soñar con hacerse de una historia propia. Lo que vuelve singular la literatura francesa de la época es que, mientras los escritores rusos y alemanes seguían preocupados por la religión y la moral, y los ingleses defendían en el fondo las diferencias de clase, los novelistas franceses del XIX estaban interesados sobre todo en el éxito terrenal y lo hacían ver como un asunto de mera estrategia. La novela francesa decimonónica está llena de ascensos y fracasos, fortunas, ambiciones y cálculos, chismes, vanidad y glamour; incluso el amor es un asunto táctico. Tras la Revolución, fuera cierto o no, parecía que el mundo estaba al alcance de quien se arriesgara a tomarlo, y la novela era el manual de uso más explosivo.

Conceptos tan trillados como el quijotismo y el bovarismo ¿no son ya la prueba de que la literatura siempre ha estado en una comunicación íntima con las proyecciones de cada lector? ¿No estaba Alejandro Magno, que llevaba durante sus campañas una edición de lujo de la Ilíada en un cofrecillo, imitando a Aquiles? No hay que dar por sentado que las ficciones personales son más proliferantes que antes. En comparación con nuestro campo de posibilidad, dominado por corporaciones gigantescas, algoritmos y lógicas comerciales, el dandy clásico podía moldearse a sí mismo con una libertad que ya quisiéramos.

Lo que en realidad interesa a los partidarios de la posficción –ver los textos de David Childs y James Corby en The Cambridge Companion to the Essay o The Essay at the Limits es dar cuenta de lo que se percibe como una obsolescencia de la novela frente a otros medios y prácticas. El punto es que la novela ha perdido el lugar central para la ficción, ahora ocupado por el cine, la televisión e incluso las redes sociales. Childs y Corby abogan entonces por nuevas escrituras, híbridas, ensayísticas, por experimentaciones en formatos distintos al libro, por objetos textuales liminares. 

Si bien se puede estar de acuerdo con lo anterior, quizá lo verdaderamente notable aquí es que los mismos debates y problemas se repiten cada tanto, pero se presentan siempre a sí mismos como si ocurrieran por primera vez. De hecho, la novela realista pura duró muy poco tiempo antes de ser desfigurada; ya a partir de Flaubert empezaban a aparecer las grietas. La historia de la novela es la historia de sus perturbaciones. El cine ha sido una amenaza para la literatura desde 1930, y respecto a crear objetos liminares que se entrelazan con la vida “real”, parece que estamos condenados a reiterar las mismas propuestas de las vanguardias pero sin una verdadera pulsión revolucionaria.

Esto no quiere decir que no existan o no sean un problema las novelas convencionales: todo lo contrario. Pero quizá poner la discusión en términos post delata una visión lineal, mecanicista, y en vez de anunciar catástrofes milenaristas podríamos encontrar fuerza y sentido –o por lo menos nuestra verdadera medida– en las corrientes de la historia que están de nuestro lado. Acerca de la novela del XIX, quizás hace falta deshacernos, de una vez por todas, de su modelo de representación, al mismo tiempo que recuperamos la frescura, el placer y el ácido que había en su sustancia. Hace unos días escuchaba a un grupo de publicistas confesar su incapacidad para leer y una persona dijo: “Es que me gustaría que la literatura no fuera tan aburrida”. Ahí estamos de acuerdo.

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Novela y posficción

Algunos académicos anglosajones han empezado a hablar de la posficción, que rebasa los marcos de la literatura y opera en lo real. Cada persona, gracias a las herramientas digitales, hace una novela de su propia vida. La posficción, además, entronca con el contexto de la posverdad en que los hechos “objetivos” pierden peso ante las narraciones y la emoción. Ello explicaría por qué, a decir de estos críticos, la literatura en su formato tradicional se siente atrapada en la obsolescencia: en un mundo atravesado por la ficción las novelas se tornan redundantes. 

Debo confesar que cada vez que escucho el término posverdad me alcanza una flojera infinita. La creación de conceptos post implica una reducción de la historia; hay algo adolescente en esa manera de entender el devenir cultural. Es cierto que quizá la posverdad señala una situación inédita respecto de la tecnología, pero ¿no ha estado siempre la verdad en disputa? ¿No ha sido la modernidad precisamente el escenario de combates radicales en torno a ella? Lo más burdo: ¿apenas ahora empezaron a mentir los políticos, los magnates y los medios? ¿Se justifica realmente ese prefijo tajante?

En cuanto a que la literatura es redundante porque las ficciones operan ya en la vida y la realidad de cada persona, habría que preguntarnos igualmente qué tanto hay allí de novedad. La novela burguesa acompañó la irrupción de un momento cultural en que las identidades heredadas y colectivas parecían evaporarse, en que el individuo podía soñar con hacerse de una historia propia. Lo que vuelve singular la literatura francesa de la época es que, mientras los escritores rusos y alemanes seguían preocupados por la religión y la moral, y los ingleses defendían en el fondo las diferencias de clase, los novelistas franceses del XIX estaban interesados sobre todo en el éxito terrenal y lo hacían ver como un asunto de mera estrategia. La novela francesa decimonónica está llena de ascensos y fracasos, fortunas, ambiciones y cálculos, chismes, vanidad y glamour; incluso el amor es un asunto táctico. Tras la Revolución, fuera cierto o no, parecía que el mundo estaba al alcance de quien se arriesgara a tomarlo, y la novela era el manual de uso más explosivo.

Conceptos tan trillados como el quijotismo y el bovarismo ¿no son ya la prueba de que la literatura siempre ha estado en una comunicación íntima con las proyecciones de cada lector? ¿No estaba Alejandro Magno, que llevaba durante sus campañas una edición de lujo de la Ilíada en un cofrecillo, imitando a Aquiles? No hay que dar por sentado que las ficciones personales son más proliferantes que antes. En comparación con nuestro campo de posibilidad, dominado por corporaciones gigantescas, algoritmos y lógicas comerciales, el dandy clásico podía moldearse a sí mismo con una libertad que ya quisiéramos.

Lo que en realidad interesa a los partidarios de la posficción –ver los textos de David Childs y James Corby en The Cambridge Companion to the Essay o The Essay at the Limits es dar cuenta de lo que se percibe como una obsolescencia de la novela frente a otros medios y prácticas. El punto es que la novela ha perdido el lugar central para la ficción, ahora ocupado por el cine, la televisión e incluso las redes sociales. Childs y Corby abogan entonces por nuevas escrituras, híbridas, ensayísticas, por experimentaciones en formatos distintos al libro, por objetos textuales liminares. 

Si bien se puede estar de acuerdo con lo anterior, quizá lo verdaderamente notable aquí es que los mismos debates y problemas se repiten cada tanto, pero se presentan siempre a sí mismos como si ocurrieran por primera vez. De hecho, la novela realista pura duró muy poco tiempo antes de ser desfigurada; ya a partir de Flaubert empezaban a aparecer las grietas. La historia de la novela es la historia de sus perturbaciones. El cine ha sido una amenaza para la literatura desde 1930, y respecto a crear objetos liminares que se entrelazan con la vida “real”, parece que estamos condenados a reiterar las mismas propuestas de las vanguardias pero sin una verdadera pulsión revolucionaria.

Esto no quiere decir que no existan o no sean un problema las novelas convencionales: todo lo contrario. Pero quizá poner la discusión en términos post delata una visión lineal, mecanicista, y en vez de anunciar catástrofes milenaristas podríamos encontrar fuerza y sentido –o por lo menos nuestra verdadera medida– en las corrientes de la historia que están de nuestro lado. Acerca de la novela del XIX, quizás hace falta deshacernos, de una vez por todas, de su modelo de representación, al mismo tiempo que recuperamos la frescura, el placer y el ácido que había en su sustancia. Hace unos días escuchaba a un grupo de publicistas confesar su incapacidad para leer y una persona dijo: “Es que me gustaría que la literatura no fuera tan aburrida”. Ahí estamos de acuerdo.

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