lunes, 31 de julio de 2017

Lucha por la inmortalidad

 

Esta semana se estrenará La desobediencia de Marte, pieza escénica de Juan Villoro dirigida por Antonio Castro, en el Centro Cultural Helénico. Los actores José María de Tavira y Joaquín Cosío son los encargados de darle vida a los científicos Johannes Kepler y Tycho Brahe, respectivamente.

 

La historia es la siguiente: Brahe, astrónomo que tenía las mejores tablas de medición, y Kepler, el mejor matemático de su época, se necesitaban pero desconfiaban uno del otro; de esa mezcla de rivalidad y dependencia surgió la teoría que permitió descifrar las órbitas de los planetas.

 

Platicamos con José María de Tavira sobre su trabajo al interpretar a Kepler, una figura clave de la revolución científica, colaborador de Kepler, a quien sustituyó como matemático en la corte de Rodolfo II.  

 

En la obra El corazón de la materia, Teilhard, el jesuita, a inicios de este año, interpretaste al paleontólogo que le da título. Esta es la segunda vez que das vida a un científico en el teatro. ¿Se trata de una coincidencia o de una decisión deliberada?

 

Soy un apasionado de la ciencia. Me hace sentir muy orgulloso ser parte de los esfuerzos de traducir los conceptos científicos al lenguaje coloquial. Carl Sagan y Richard Dawkins, dos hombres muy importantes en la divulgación de la ciencia, me cambiaron la vida. Una de las grandes virtudes de mi profesión es que es muy variable, así es que esta vez estoy haciendo mis pinitos en la astronomía.

 

¿De qué forma te aproximaste al texto de Juan Villoro para encarnar a Kepler?

 

En el texto se toma el encuentro mítico entre Kepler y Tycho Brahe. Se trata de una disyuntiva entre las personalidades de los dos astrónomos: mientras que Tycho es hedonista y hombre de mundo, Johannes es un tipo puritano, luterano, misantrópico. El conflicto de Kepler me conmueve. Él quería convencer al mundo de que el sistema solar encajaba con la idea de los círculos perfectos, que proviene a su vez de la idea de Dios. Por primera vez un científico decide ir en contra de sus creencias y sucumbe ante lo evidente: los círculos perfectos no existen.

 

La pieza parece jugar con el antagonismo masculino, no sólo en términos científicos…   

 

Aborda problemáticas que se identifican con la masculinidad. Por un lado, hay un conflicto entre las figuras padre e hijo. La historia ocurre cuando Brahe, que posee un registro astronómico de treinta años, está en los últimos meses de su vida. Sólo que él no le puede dar sentido a esa investigación. El único capaz de hacerlo es Kepler, pero eso significa darle paso a la inmortalidad, que es una preocupación muy masculina. La rivalidad no sólo nace por la competencia por una mujer o desemboca en la violencia. Aquí se trata de una rivalidad intelectual, de quien tiene la razón. ¿Quién fue el verdadero visionario? La obra también plantea cómo dos actores intentan darle vida a los científicos…

 

¿Qué reto supone darle vida a una figura histórica?  

 

Es complejo abordar a una figura histórica, pero no lo veo así, finalmente estoy interpretando al Kepler de Villoro. El Kepler real es inaccesible, está demasiado lejos. Yo le tengo que dar sentido a la canción que se toca en ese texto y cantarla lo mejor que se pueda. Actuar es como jugar e intentar una y otra vez. A veces, al estar en escena sientes que en la función 26, por decir algo, te acercaste de verdad al personaje por diez minutos, aunque luego la gente te contradiga y exprese que estuviste genial en el momento en el que te sentiste menos compenetrado. Es raro.



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Lucha por la inmortalidad

 

Esta semana se estrenará La desobediencia de Marte, pieza escénica de Juan Villoro dirigida por Antonio Castro, en el Centro Cultural Helénico. Los actores José María de Tavira y Joaquín Cosío son los encargados de darle vida a los científicos Johannes Kepler y Tycho Brahe, respectivamente.

 

La historia es la siguiente: Brahe, astrónomo que tenía las mejores tablas de medición, y Kepler, el mejor matemático de su época, se necesitaban pero desconfiaban uno del otro; de esa mezcla de rivalidad y dependencia surgió la teoría que permitió descifrar las órbitas de los planetas.

 

Platicamos con José María de Tavira sobre su trabajo al interpretar a Kepler, una figura clave de la revolución científica, colaborador de Kepler, a quien sustituyó como matemático en la corte de Rodolfo II.  

 

En la obra El corazón de la materia, Teilhard, el jesuita, a inicios de este año, interpretaste al paleontólogo que le da título. Esta es la segunda vez que das vida a un científico en el teatro. ¿Se trata de una coincidencia o de una decisión deliberada?

 

Soy un apasionado de la ciencia. Me hace sentir muy orgulloso ser parte de los esfuerzos de traducir los conceptos científicos al lenguaje coloquial. Carl Sagan y Richard Dawkins, dos hombres muy importantes en la divulgación de la ciencia, me cambiaron la vida. Una de las grandes virtudes de mi profesión es que es muy variable, así es que esta vez estoy haciendo mis pinitos en la astronomía.

 

¿De qué forma te aproximaste al texto de Juan Villoro para encarnar a Kepler?

 

En el texto se toma el encuentro mítico entre Kepler y Tycho Brahe. Se trata de una disyuntiva entre las personalidades de los dos astrónomos: mientras que Tycho es hedonista y hombre de mundo, Johannes es un tipo puritano, luterano, misantrópico. El conflicto de Kepler me conmueve. Él quería convencer al mundo de que el sistema solar encajaba con la idea de los círculos perfectos, que proviene a su vez de la idea de Dios. Por primera vez un científico decide ir en contra de sus creencias y sucumbe ante lo evidente: los círculos perfectos no existen.

 

La pieza parece jugar con el antagonismo masculino, no sólo en términos científicos…   

 

Aborda problemáticas que se identifican con la masculinidad. Por un lado, hay un conflicto entre las figuras padre e hijo. La historia ocurre cuando Brahe, que posee un registro astronómico de treinta años, está en los últimos meses de su vida. Sólo que él no le puede dar sentido a esa investigación. El único capaz de hacerlo es Kepler, pero eso significa darle paso a la inmortalidad, que es una preocupación muy masculina. La rivalidad no sólo nace por la competencia por una mujer o desemboca en la violencia. Aquí se trata de una rivalidad intelectual, de quien tiene la razón. ¿Quién fue el verdadero visionario? La obra también plantea cómo dos actores intentan darle vida a los científicos…

 

¿Qué reto supone darle vida a una figura histórica?  

 

Es complejo abordar a una figura histórica, pero no lo veo así, finalmente estoy interpretando al Kepler de Villoro. El Kepler real es inaccesible, está demasiado lejos. Yo le tengo que dar sentido a la canción que se toca en ese texto y cantarla lo mejor que se pueda. Actuar es como jugar e intentar una y otra vez. A veces, al estar en escena sientes que en la función 26, por decir algo, te acercaste de verdad al personaje por diez minutos, aunque luego la gente te contradiga y exprese que estuviste genial en el momento en el que te sentiste menos compenetrado. Es raro.



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Próxima cita del arte

 

Con el objetivo de derribar las fronteras del arte nace la primera Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur (BienalSur), que conectará a más de treinta ciudades de quince países a través de muestras, eventos y pantallas que, en simultáneo, proyectarán exposiciones de diversos territorios del mundo. La Bienal tendrá lugar entre septiembre y diciembre de este año, a instancias de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), dirigida por Aníbal Jozami, sociólogo y director de la institución con sede en la Provincia de Buenos Aires.

 

El espíritu del encuentro, según sus organizadores, es renovar el formato en el que se cimentan los más famosos encuentros de arte del mundo. Por ejemplo, la Bienal de Venecia, nacido en el ocaso del siglo XIX, que por su longevidad e historia es considerado el evento más prestigioso en su tipo y que ha marcado una pauta para el desarrollo de otras bienales de peso, como la de São Paulo y la de Berlín. A pesar de que estos encuentros amplían cada vez más sus espacios para la participación de artistas de distintas latitudes, con el paso de los años su modelo ha empezado a resultar alejado de las necesidades del mundo hiperconectado.

 

La BienalSur propone no definir su proyecto curatorial a partir de la nacionalidad. Su idea es generar una red de colaboración que elimine distancias y fronteras con ayuda de la tecnología. La organización creó una cartografía propia, un territorio cuyo recorrido tiene como punto de partida Buenos Aires, nodo que se abre a otras ciudades argentinas (como Tigre, Rosario o Córdoba), a países de América Latina como México, Uruguay, Paraguay, Chile, Brasil, Perú, Colombia, México y Cuba, a naciones europeas, a una africana y a una asiática: España, Francia y Alemania, Benin y Japón.  

 

La navegación sobre este extenso paisaje es guiada por un Consejo Internacional de Curaduría, con representantes de quince países conformado, entre otros, por Hans Ulrich Obrist (Suiza/ Reino Unido), Néstor García Canclini (Argentina / México), Liliana Piñeiro (Argentina), Tadeu Chiarelli (Brasil), Estrella De Diego (España), Albertine de Galbert (Francia), Jeanine Meerapfel (Alemania) y Rodrigo Quijano (Perú).

 

Los artistas participantes fueron elegidos a través de una convocatoria que recibió más de 2 mil 500 proyectos, de los que fueron seleccionados ochenta y siete creadores. Algunos de los que tendrán presencia son el francés Christian Boltanski, el japonés Katsuhiko Hibino, los brasileños Eduardo Srur y Regina Silveira, el venezolano Alexander Apóstol, y la argentina Alicia Herrero.

 

Uno de los intereses de la organización es que las obras artísticas invadan los espacios públicos y salgan de los lugares de exhibición tradicional. En las semanas próximas se dará a conocer su programa completo. El 14 de septiembre iniciarán las actividades de la Bienal, que se extenderán hasta diciembre.

 

 



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Próxima cita del arte

 

Con el objetivo de derribar las fronteras del arte nace la primera Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur (BienalSur), que conectará a más de treinta ciudades de quince países a través de muestras, eventos y pantallas que, en simultáneo, proyectarán exposiciones de diversos territorios del mundo. La Bienal tendrá lugar entre septiembre y diciembre de este año, a instancias de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), dirigida por Aníbal Jozami, sociólogo y director de la institución con sede en la Provincia de Buenos Aires.

 

El espíritu del encuentro, según sus organizadores, es renovar el formato en el que se cimentan los más famosos encuentros de arte del mundo. Por ejemplo, la Bienal de Venecia, nacido en el ocaso del siglo XIX, que por su longevidad e historia es considerado el evento más prestigioso en su tipo y que ha marcado una pauta para el desarrollo de otras bienales de peso, como la de São Paulo y la de Berlín. A pesar de que estos encuentros amplían cada vez más sus espacios para la participación de artistas de distintas latitudes, con el paso de los años su modelo ha empezado a resultar alejado de las necesidades del mundo hiperconectado.

 

La BienalSur propone no definir su proyecto curatorial a partir de la nacionalidad. Su idea es generar una red de colaboración que elimine distancias y fronteras con ayuda de la tecnología. La organización creó una cartografía propia, un territorio cuyo recorrido tiene como punto de partida Buenos Aires, nodo que se abre a otras ciudades argentinas (como Tigre, Rosario o Córdoba), a países de América Latina como México, Uruguay, Paraguay, Chile, Brasil, Perú, Colombia, México y Cuba, a naciones europeas, a una africana y a una asiática: España, Francia y Alemania, Benin y Japón.  

 

La navegación sobre este extenso paisaje es guiada por un Consejo Internacional de Curaduría, con representantes de quince países conformado, entre otros, por Hans Ulrich Obrist (Suiza/ Reino Unido), Néstor García Canclini (Argentina / México), Liliana Piñeiro (Argentina), Tadeu Chiarelli (Brasil), Estrella De Diego (España), Albertine de Galbert (Francia), Jeanine Meerapfel (Alemania) y Rodrigo Quijano (Perú).

 

Los artistas participantes fueron elegidos a través de una convocatoria que recibió más de 2 mil 500 proyectos, de los que fueron seleccionados ochenta y siete creadores. Algunos de los que tendrán presencia son el francés Christian Boltanski, el japonés Katsuhiko Hibino, los brasileños Eduardo Srur y Regina Silveira, el venezolano Alexander Apóstol, y la argentina Alicia Herrero.

 

Uno de los intereses de la organización es que las obras artísticas invadan los espacios públicos y salgan de los lugares de exhibición tradicional. En las semanas próximas se dará a conocer su programa completo. El 14 de septiembre iniciarán las actividades de la Bienal, que se extenderán hasta diciembre.

 

 



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De luto doble

Es un día de luto para el cine. Hoy murieron dos leyendas de la pantalla grande: la actriz y directora francesa Jeanne Moreau (1928-2017) y el actor y dramaturgo estadounidense Sam Shepard (1943-2017). A continuación un recuento muy breve de sus carreras.

 

Jeanne Moreau fascinó a varios de los más grandes directores del siglo XX con su talento, belleza e inimitable voz grave. La actriz, que nació en París el 23 de enero de 1928, es uno de los ícono del cine galo. A Moreau no sólo se le recordará como “la actriz más grande del mundo”, como la nombró Orson Welles, que la dirigió en El proceso (1962), sino también como un símbolo feminista, emblema de la emancipación femenina por varios de sus trabajos. En La noche, de Michelangelo Antonioni, por ejemplo, interpreta a la pareja de Marcello Mastroianni en una relación desecha que se termina luego de una turbulenta fiesta. En Jules y Jim (1962), de Francois Truffaut, otra de las cumbres de Moreau, da vida a Catherine, personaje que mostró una feminidad más libre, menos idealizada que la de las musas hollywoodenses, y llena de contradicciones, algo que se había visto muy poco hasta ese momento en el cine. La francesa, que participó en más de 145 proyectos audiovisuales, también trabajó detrás de la cámara. Dirigió dos filmes de ficción y un documental sobre la actriz de Hollywood Lillian Gish. Luis Buñuel, Louis Malle y Rainer Werner Fassbinder fueron otros creadores que la inmortalizaron. En 2005 François Ozon la invitó a realizar una participación emblemática en El tiempo que queda (2005), filme en el que interpreta a la abuela amorosa y liberal de un joven desahuciado.

 

Sam Shepard, nacido el 5 de noviembre de 1943 en Illinois, saltó a la fama como actor en Días de cielo (1978), de Terrence Malick, donde interpretó a un cazafortunas que obliga a la mujer que ama a casarse con su jefe moribundo. Shepard, que siempre tuvo imagen de cowboy contemporáneo, intervino en filmes dramáticos al lado de varias de las actrices más célebres de los años ochenta: Jessica Lange, Diane Keaton o Sissy Spacek. Sin embargo, su gran oportunidad se la dio el director alemán Volker Schlöndorff en El viajero (1991), adaptación de la la novela Homo Faber (1957), de Max Frisch. El filme, en el que Shepard compartió créditos con Julie Delpy y Barbara Sukowa, es una alegoría de la pérdida de la confianza en la razón y el progreso. Como Walter Faber, nombre del personaje, el actor se convirtió en un referente importante de la representación de la crisis masculina en el cine anglosajón. Otra de las facetas del estadounidense es la de guionista y dramaturgo. Colaboró en los guiones de Zabriskie Point (1970), el filme americano de Antonioni, y de París, Texas (1984), de Wim Wenders. En 1979 ganó el premio Pulitzer por su obra Buried Child. Este año estrenó Never Here, de Camille Thoman, filme en clave de thriller que se presentó en el Festival de Cine de Los Ángeles.



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De luto doble

Es un día de luto para el cine. Hoy murieron dos leyendas de la pantalla grande: la actriz y directora francesa Jeanne Moreau (1928-2017) y el actor y dramaturgo estadounidense Sam Shepard (1943-2017). A continuación un recuento muy breve de sus carreras.

 

Jeanne Moreau fascinó a varios de los más grandes directores del siglo XX con su talento, belleza e inimitable voz grave. La actriz, que nació en París el 23 de enero de 1928, es uno de los ícono del cine galo. A Moreau no sólo se le recordará como “la actriz más grande del mundo”, como la nombró Orson Welles, que la dirigió en El proceso (1962), sino también como un símbolo feminista, emblema de la emancipación femenina por varios de sus trabajos. En La noche, de Michelangelo Antonioni, por ejemplo, interpreta a la pareja de Marcello Mastroianni en una relación desecha que se termina luego de una turbulenta fiesta. En Jules y Jim (1962), de Francois Truffaut, otra de las cumbres de Moreau, da vida a Catherine, personaje que mostró una feminidad más libre, menos idealizada que la de las musas hollywoodenses, y llena de contradicciones, algo que se había visto muy poco hasta ese momento en el cine. La francesa, que participó en más de 145 proyectos audiovisuales, también trabajó detrás de la cámara. Dirigió dos filmes de ficción y un documental sobre la actriz de Hollywood Lillian Gish. Luis Buñuel, Louis Malle y Rainer Werner Fassbinder fueron otros creadores que la inmortalizaron. En 2005 François Ozon la invitó a realizar una participación emblemática en El tiempo que queda (2005), filme en el que interpreta a la abuela amorosa y liberal de un joven desahuciado.

 

Sam Shepard, nacido el 5 de noviembre de 1943 en Illinois, saltó a la fama como actor en Días de cielo (1978), de Terrence Malick, donde interpretó a un cazafortunas que obliga a la mujer que ama a casarse con su jefe moribundo. Shepard, que siempre tuvo imagen de cowboy contemporáneo, intervino en filmes dramáticos al lado de varias de las actrices más célebres de los años ochenta: Jessica Lange, Diane Keaton o Sissy Spacek. Sin embargo, su gran oportunidad se la dio el director alemán Volker Schlöndorff en El viajero (1991), adaptación de la la novela Homo Faber (1957), de Max Frisch. El filme, en el que Shepard compartió créditos con Julie Delpy y Barbara Sukowa, es una alegoría de la pérdida de la confianza en la razón y el progreso. Como Walter Faber, nombre del personaje, el actor se convirtió en un referente importante de la representación de la crisis masculina en el cine anglosajón. Otra de las facetas del estadounidense es la de guionista y dramaturgo. Colaboró en los guiones de Zabriskie Point (1970), el filme americano de Antonioni, y de París, Texas (1984), de Wim Wenders. En 1979 ganó el premio Pulitzer por su obra Buried Child. Este año estrenó Never Here, de Camille Thoman, filme en clave de thriller que se presentó en el Festival de Cine de Los Ángeles.



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Una novela de espías

Alguna vez George Orwell señaló, no sin ironía, que las balas ficticias ayudan a distraernos de las balas reales. Lo decía a propósito del éxito que, en épocas de guerra, habían cobrado algunas novelas de detectives. Me temo que ahora que se viven nuevas guerras, calientes pero también frías, algo similar debería decirse sobre las novelas de espionaje. Pero∫ puedo ahorrarme el detalle, Jean Echenoz (Orange, Francia, 1947) se ha adelantado con una novela que se niega a decidirse a ser un homenaje o una parodia del género en cuestión, a saber, Enviada especial (que se publicó en Francia el año pasado). Hay, claro, una trama (¿o es apenas una anécdota?) que podría haber salido de la imaginación (prolífica y, supongo, redituable) de un Ian Fleming o un John le Carré: aprovechando que una mujer, Constance, fue la esposa de un exitoso compositor de canciones pop (incluso, interpretó su canción más sonada), es secuestrada; pero como la canción tuvo alcance internacional (sigue siendo un éxito entre algunas élites militares), resulta que el secuestro es parte del plan maestro de un general francés… ¡para desestabilizar a Corea del Norte!

 

Por supuesto, esto no es sólo una novela de espías, sino que es una novela de espías escrita por Echenoz. Como podrá esperarse, la trama da un poco igual, a ratos uno tiene la impresión de estar viendo, que no leyendo, una película que, a su vez, parodia los bien masticados thrillers. Digamos, una película de los hermanos Coen (hay guiños, como la cuestión del dedo mutilado, a El gran Lebowski, pero también a Quémese después de leerse; el general del plan maestro en realidad es un viejecillo ridículo; un personaje, Paul Objat –a veces Victor–, se parece –según el narrador– a Billy Bob Thornton…).

 

Pero hemos invocado ya al narrador y, así, llegado a la cuestión: Echenoz no sólo entrega datos e información lentamente, permitiendo saborear los giros improbables de la novela típica de espías, sino que ha elegido una voz exasperante y juguetona, que tensa y destensa, que ofrece digresiones que parecen no venir al caso. El extrañamiento funciona: llamar la atención constantemente sobre los recursos cinematográficos que se utilizan (se toman prestados fundidos a negro, por ejemplo) nos recuerda que es algo más que una trama llena de acción e intriga a lo que nos enfrentamos. Es, en cambio, literatura difícil de roer pero que se ha camuflado con las convenciones de la novela de aeropuerto. De pronto, en una “escena” relacionada con el cautiverio de Constance, el narrador desliza información precisa sobre la biología de los elefantes. De inmediato, un plural mayestático se apura a aclarar: “Hemos pensado que no estaba mal que ese fenómeno zoológico, demasiado ignorado a nuestro entender, se dé a conocer al público. Cierto que el público tiene derecho a objetar que tal información no parece sino una pura digresión, una suerte de diversión didáctica que permite dar fin a un capítulo como quien no quiere la cosa sin vínculo alguno con nuestro relato. A esa reserva, por supuesto admisible, responderemos como antes: por el momento”. Fin del capítulo.

 

Enviada especial vuelve a llamar la atención a la tensa relación entre alta y baja cultura, y el curioso lugar que ocupa entre ellas el entretenimiento. Tal vez sea cierto, como parece sugerirse a lo largo de esta divertida (y elíptica) novela: las novelas de intrigas y balazos puede ser tan importantes para nuestras vidas como las fantasías que nos permitimos rumiar para distraernos.

 

Jean Echenoz, Enviada especial

Traducción del francés de Javier Albiñana

Anagrama, Barcelona, 2017



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Una novela de espías

Alguna vez George Orwell señaló, no sin ironía, que las balas ficticias ayudan a distraernos de las balas reales. Lo decía a propósito del éxito que, en épocas de guerra, habían cobrado algunas novelas de detectives. Me temo que ahora que se viven nuevas guerras, calientes pero también frías, algo similar debería decirse sobre las novelas de espionaje. Pero∫ puedo ahorrarme el detalle, Jean Echenoz (Orange, Francia, 1947) se ha adelantado con una novela que se niega a decidirse a ser un homenaje o una parodia del género en cuestión, a saber, Enviada especial (que se publicó en Francia el año pasado). Hay, claro, una trama (¿o es apenas una anécdota?) que podría haber salido de la imaginación (prolífica y, supongo, redituable) de un Ian Fleming o un John le Carré: aprovechando que una mujer, Constance, fue la esposa de un exitoso compositor de canciones pop (incluso, interpretó su canción más sonada), es secuestrada; pero como la canción tuvo alcance internacional (sigue siendo un éxito entre algunas élites militares), resulta que el secuestro es parte del plan maestro de un general francés… ¡para desestabilizar a Corea del Norte!

 

Por supuesto, esto no es sólo una novela de espías, sino que es una novela de espías escrita por Echenoz. Como podrá esperarse, la trama da un poco igual, a ratos uno tiene la impresión de estar viendo, que no leyendo, una película que, a su vez, parodia los bien masticados thrillers. Digamos, una película de los hermanos Coen (hay guiños, como la cuestión del dedo mutilado, a El gran Lebowski, pero también a Quémese después de leerse; el general del plan maestro en realidad es un viejecillo ridículo; un personaje, Paul Objat –a veces Victor–, se parece –según el narrador– a Billy Bob Thornton…).

 

Pero hemos invocado ya al narrador y, así, llegado a la cuestión: Echenoz no sólo entrega datos e información lentamente, permitiendo saborear los giros improbables de la novela típica de espías, sino que ha elegido una voz exasperante y juguetona, que tensa y destensa, que ofrece digresiones que parecen no venir al caso. El extrañamiento funciona: llamar la atención constantemente sobre los recursos cinematográficos que se utilizan (se toman prestados fundidos a negro, por ejemplo) nos recuerda que es algo más que una trama llena de acción e intriga a lo que nos enfrentamos. Es, en cambio, literatura difícil de roer pero que se ha camuflado con las convenciones de la novela de aeropuerto. De pronto, en una “escena” relacionada con el cautiverio de Constance, el narrador desliza información precisa sobre la biología de los elefantes. De inmediato, un plural mayestático se apura a aclarar: “Hemos pensado que no estaba mal que ese fenómeno zoológico, demasiado ignorado a nuestro entender, se dé a conocer al público. Cierto que el público tiene derecho a objetar que tal información no parece sino una pura digresión, una suerte de diversión didáctica que permite dar fin a un capítulo como quien no quiere la cosa sin vínculo alguno con nuestro relato. A esa reserva, por supuesto admisible, responderemos como antes: por el momento”. Fin del capítulo.

 

Enviada especial vuelve a llamar la atención a la tensa relación entre alta y baja cultura, y el curioso lugar que ocupa entre ellas el entretenimiento. Tal vez sea cierto, como parece sugerirse a lo largo de esta divertida (y elíptica) novela: las novelas de intrigas y balazos puede ser tan importantes para nuestras vidas como las fantasías que nos permitimos rumiar para distraernos.

 

Jean Echenoz, Enviada especial

Traducción del francés de Javier Albiñana

Anagrama, Barcelona, 2017



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viernes, 28 de julio de 2017

Dos visiones, un diálogo

“Rechazamos el moralismo colaborativo que condena como poco recomendable la acción solitaria, la idea singular, el trabajo personal y la resistencia en primera persona”, comenta Viviana Kuri, directora del Museo de Arte de Zapopan (MAZ) en el texto que introduce Sed del infinito, la exposición de Octavio Abúndez y Edgar Cobián que inaugura el programa “Doble” del museo de Jalisco, en el cual dos artistas deben trabajar de forma individual un mismo tema para luego exponer los trabajos de manera conjunta.

 

La muestra, que se inauguró el miércoles, versa sobre la búsqueda de la identidad en el presente: plantea una confrontación entre dos visiones de una misma idea que conduzca a un diálogo. El objetivo es ampliar el entendimiento sin renunciar a lo individual ni a lo colaborativo.

 

Octavio Abúndez (Monterrey, 1981) es un artista cuya práctica explora tres áreas bien definidas: la fenomenología, la epistemología y la tipológica. “En su práctica reciente, se ha dedicado a indagar y estudiar las propuestas utópicas de la realidad tanto física como conceptual de la sociedad”, anuncia la galería Curro en su sitio web. Edgar Cobián (Guadalajara, 1978), por otro lado, también reflexiona sobre las nociones de utopía y de lo ideal como dispositivos de articulación y desmantelamiento de estructuras dominantes políticas, sociales y culturales.

 

La exposición presenta varias instalaciones de Cobián, en las que utilizó tenis, relojes y bolsos, basándose en la idea del consumo de Gilles Lipovetsky. El creador expone, de igual forma, un video con palabras que sirven de pretexto a la mercadotecnia: belleza, juventud, éxito, etc. La muestra también comprende dos proyecciones en un cuarto oscuro, autoría de Abúndez, en las que se crea un diálogo con fragmentos de varias películas en las que aparece el actor Keanu Reeves, jugando con la idea del alter ego.
 
Sed del infinito se podrá ver hasta el 6 de noviembre en la planta baja del MAZ.



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Dos visiones, un diálogo

 

“Rechazamos el moralismo colaborativo que condena como poco recomendable la acción solitaria, la idea singular, el trabajo personal y la resistencia en primera persona”, comenta Viviana Kuri, directora del Museo de Arte de Zapopan (MAZ) en el texto que introduce Sed del infinito, la exposición de Octavio Abúndez y Edgar Cobián que inaugura el programa “Doble” del museo de Jalisco, en el cual dos artistas deben trabajar de forma individual un mismo tema para luego exponer los trabajos de manera conjunta.

 

La muestra, que se inauguró el miércoles, versa sobre la búsqueda de la identidad en el presente: plantea una confrontación entre dos visiones de una misma idea que conduzca a un diálogo. El objetivo es ampliar el entendimiento sin renunciar a lo individual ni a lo colaborativo.

 

Octavio Abúndez (Monterrey, 1981) es un artista cuya práctica explora tres áreas bien definidas: la fenomenología, la epistemología y la tipológica. “En su práctica reciente, se ha dedicado a indagar y estudiar las propuestas utópicas de la realidad tanto física como conceptual de la sociedad”, anuncia la galería Curro en su sitio web. Edgar Cobián (Guadalajara, 1978), por otro lado, también reflexiona sobre las nociones de utopía y de lo ideal como dispositivos de articulación y desmantelamiento de estructuras dominantes políticas, sociales y culturales.

 

La exposición presenta varias instalaciones de Cobián, en las que utilizó tenis, relojes y bolsos, basándose en la idea del consumo de Gilles Lipovetsky. El creador expone, de igual forma, un video con palabras que sirven de pretexto a la mercadotecnia: belleza, juventud, éxito, etc. La muestra también comprende dos proyecciones en un cuarto oscuro, autoría de Abúndez, en las que se crea un diálogo con fragmentos de varias películas en las que aparece el actor Keanu Reeves, jugando con la idea del alter ego.
Sed del infinito se podrá ver hasta el 6 de noviembre en la planta baja del MAZ.



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La Ciudad como motor

 

El año pasado surgieron los Premios Ciudad de México, que reconocen aquellos proyectos ciudadanos, culturales, tecnológicos y de entretenimiento con impacto positivo en la urbe. Recientemente la asociación abrió la convocatoria para su segunda edición, que refrenda su interés en visibilizar las expresiones más relevantes de la ciudad.

 

Premios Ciudad de México convoca a ciudadanos, organizaciones, empresarios, profesionistas y público en general a inscribir sus propuestas –presentadas a partir de octubre de 2016 y hasta el 31 de agosto de este año– en categorías como “Actividad escénica”, que engloba puestas teatrales, coreográficas o performáticas; “Evento”, que incluye conciertos, ferias o festivales que tengan la Ciudad de México como locación; “Exposición”, que considera las muestras museográficas exhibidas en instancias públicas o privadas; y “Galería”, categoría en la que se toma en cuenta el programa curatorial de un espacio expositivo.  

 

Una nueva categoría se añadió para esta edición. Se trata de” Talento emergente”, que concierne a cartel, fotografía o crónica que tenga como tema central la Ciudad de México. El trabajo debe ser inédito.

 

El jurado encargado de valorar las propuestas está integrado por especialistas de diferentes ámbitos. Laura Hernández, vocera de los premios, considera que en la elección de los miembros del comité trataron de conjuntar muchas voces distintas para juzgar las propuestas.

 

Algunos de los integrantes son: Alejandro Cruz Atienza, fundador y director editorial de la Caja de Cerillos Ediciones; Javier Risco, periodista; Diego Rabasa, editor e integrante del consejo editorial de Sexto Piso; Elena Fortes, cineasta y directora del Centro de Cultura Digital; Jorge Michael Grau, cineasta; Saraí Campech, reportera cultural de Once Noticias, Leonora Milán, bióloga, filósofa y conductora y Jorge Pedro Uribe, comunicador y cronista.

 

El año pasado Labor, fundada por Pamela Echeverría, ganó en la categoría de “Galería”. Por otro lado, la muestra Pseudomatismos, de Rafael Lozano-Hemmer, que albergó el MUAC de octubre de 2015 a abril de 2016, ganó en la terna de “Exposición”.  

 

Los triunfadores de este año recibirán el premio Tláloc, una estatuilla diseñada por el artista Grand Chamaco, inspirada en la fuente y el mural de Diego Rivera que se ubica en el Cárcamo de Dolores de la Segunda Sección de Chapultepec.

 

La convocatoria estará vigente hasta el 31 de agosto. La ceremonia de premiación se realizará el jueves 19 de octubre en el Cárcamo de Dolores.



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La Ciudad como motor

 

El año pasado surgieron los Premios Ciudad de México, que reconocen aquellos proyectos ciudadanos, culturales, tecnológicos y de entretenimiento con impacto positivo en la urbe. Recientemente la asociación abrió la convocatoria para su segunda edición, que refrenda su interés en visibilizar las expresiones más relevantes de la ciudad.

 

Premios Ciudad de México convoca a ciudadanos, organizaciones, empresarios, profesionistas y público en general a inscribir sus propuestas –presentadas a partir de octubre de 2016 y hasta el 31 de agosto de este año– en categorías como “Actividad escénica”, que engloba puestas teatrales, coreográficas o performáticas; “Evento”, que incluye conciertos, ferias o festivales que tengan la Ciudad de México como locación; “Exposición”, que considera las muestras museográficas exhibidas en instancias públicas o privadas; y “Galería”, categoría en la que se toma en cuenta el programa curatorial de un espacio expositivo.  

 

Una nueva categoría se añadió para esta edición. Se trata de” Talento emergente”, que concierne a cartel, fotografía o crónica que tenga como tema central la Ciudad de México. El trabajo debe ser inédito.

 

El jurado encargado de valorar las propuestas está integrado por especialistas de diferentes ámbitos. Laura Hernández, vocera de los premios, considera que en la elección de los miembros del comité trataron de conjuntar muchas voces distintas para juzgar las propuestas.

 

Algunos de los integrantes son: Alejandro Cruz Atienza, fundador y director editorial de la Caja de Cerillos Ediciones; Javier Risco, periodista; Diego Rabasa, editor e integrante del consejo editorial de Sexto Piso; Elena Fortes, cineasta y directora del Centro de Cultura Digital; Jorge Michael Grau, cineasta; Saraí Campech, reportera cultural de Once Noticias, Leonora Milán, bióloga, filósofa y conductora y Jorge Pedro Uribe, comunicador y cronista.

 

El año pasado Labor, fundada por Pamela Echeverría, ganó en la categoría de “Galería”. Por otro lado, la muestra Pseudomatismos, de Rafael Lozano-Hemmer, que albergó el MUAC de octubre de 2015 a abril de 2016, ganó en la terna de “Exposición”.  

 

Los triunfadores de este año recibirán el premio Tláloc, una estatuilla diseñada por el artista Grand Chamaco, inspirada en la fuente y el mural de Diego Rivera que se ubica en el Cárcamo de Dolores de la Segunda Sección de Chapultepec.

 

La convocatoria estará vigente hasta el 31 de agosto. La ceremonia de premiación se realizará el jueves 19 de octubre en el Cárcamo de Dolores.



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La racionalidad televisada

 

 

Las tres novelas de Héctor Toledano (Ciudad de México, 1962) que tienen a la capital mexicana como una presencia central se completa con su libro más reciente, Lara (Grijalbo). Precedida por Las puertas del reino (2005) y La casa de K (2013), Lara se desmarca al presentar un relato realista en clave de thriller político: un estudio de personaje sobre la decadencia moral de su protagonista, un comentarista político con ínfulas intelectuales que trabaja en la televisión (no en vano, el protagonista lleva el nombre de una de las náyades romanas –caracterizada por ser una bella charlatana– que fueron condenadas al inframundo).

 

En la novela, conocemos a Martín Lara cuando ya está establecido como un periodista cultural con cierta influencia en el entorno mexicano, pues trabaja para una de las televisoras más importantes del país, como explica Toledano: “Uno de los temas centrales de la novela, el entorno donde se mueve el personaje principal, es el mundo de la televisión, visto como pieza fundamental de una especie de maquinaria mediática que fabrica la “realidad” para consumo público. El funcionamiento de esa maquinaria, me parece, es extremadamente complejo y por lo tanto no resulta fácil simplificarlo ni creo que convenga hacerlo. Parte de su complejidad, a estas alturas, radica en que no se limita a producir un sólo mensaje arrollador, a la manera soviética o de nuestro PRI de antes, sino que proyecta una imagen de pluralidad, que es en parte real y en parte ficticia, lo que la vuelve mucho más efectiva y difícil de descalificar”.

 

«El tema central de Lara, en efecto, es el derrumbe moral de su protagonista y siempre creí que ese tema reclamaba un tratamiento realista»

 

La cercanía de la novela con la realidad mexicana es inquietante: contamos con intelectuales públicos, algunos mediatizados, pero su capacidad para incidir en la política real parece ser casi nula. Apenas se comentan hechos, a veces de manera cómplice con el poder. Por supuesto, Lara recupera algunas de las convenciones pesimistas del noir o el thiller político: “Mi convicción (y la de la novela), es que el propósito de esa maquinaria mediática no responde en ninguna medida relevante a la búsqueda de la verdad y que sus componentes fundamentales están estrechamente ligados a la dinámica política del poder. El papel de los intelectuales en dicho mecanismo –en un sentido amplio, la mayoría de las personas que participan en él lo son– sería también muy complejo de analizar a fondo y la novela en realidad no se lo propone (más bien usa ese ambiente como escenario y pretexto). A fin de cuentas, es una novela pesimista, como señalas, así que lo que postula, a grandes rasgos, es que con ese monstruo siempre vas a perder, que por buenas que puedan ser tus intenciones siempre vas a acabar apuntalando intereses que tal vez ni siquiera vislumbras”.

     

Si Las puertas del reino y La casa de K retomaron elementos imaginativos de la ciencia ficción con guiños distópicos, en Lara parece operar un movimiento pendular, pues opta por el camino realista de la novela negra (que busca “reflejar” la parte criminal –y algunos dirían, más real– de nuestro entorno). Con todo, hay una continuidad, al menos de La casa de K a Lara: el narrador de la primera y el protagonista de la segunda inician como cínicos desapegados, interesados en cotos de poder y en complacer a sus superiores, hasta que se descubren moralmente implicados. “Yo siempre he visto las tres novelas como parte de un ciclo, cuyo eje aglutinador es la Ciudad de México”, explica Toledano. “La ciudad es muy distinta en cada una de ellas, pero en todas tiene una presencia prominente y actuante. Cada libro se ocupa a su vez de temas diferentes y por eso cada uno tiene un tratamiento distinto, el que a mí me pareció que mejor correspondía con su tema. El tema central de Lara, en efecto, es el derrumbe moral de su protagonista y siempre creí que ese tema reclamaba un tratamiento realista. Pensé que al ubicar la historia en un escenario fácilmente reconocible y ligarla con eventos conocidos por todos, su mensaje tendría mayor impacto, en la medida en que estaría más cerca de la experiencia directa del lector. Otro elemento común a las tres obras, aunque no tan evidente, es un cierto escepticismo con respecto al lenguaje, tanto como vehículo de comunicación interpersonal cuanto como herramienta objetiva para representarnos la realidad que nos rodea. Esa crítica al lenguaje conduce de manera natural a una crítica de la racionalidad misma y de lo que la ideología de la modernidad nos tiene condicionados a esperar de ella. Creo que esa es una de las crisis medulares de la cultura en nuestro tiempo”.



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La racionalidad televisada

 

 

Las tres novelas de Héctor Toledano (Ciudad de México, 1962) que tienen a la capital mexicana como una presencia central se completa con su libro más reciente, Lara (Grijalbo). Precedida por Las puertas del reino (2005) y La casa de K (2013), Lara se desmarca al presentar un relato realista en clave de thriller político: un estudio de personaje sobre la decadencia moral de su protagonista, un comentarista político con ínfulas intelectuales que trabaja en la televisión (no en vano, el protagonista lleva el nombre de una de las náyades romanas –caracterizada por ser una bella charlatana– que fueron condenadas al inframundo).

 

En la novela, conocemos a Martín Lara cuando ya está establecido como un periodista cultural con cierta influencia en el entorno mexicano, pues trabaja para una de las televisoras más importantes del país, como explica Toledano: “Uno de los temas centrales de la novela, el entorno donde se mueve el personaje principal, es el mundo de la televisión, visto como pieza fundamental de una especie de maquinaria mediática que fabrica la “realidad” para consumo público. El funcionamiento de esa maquinaria, me parece, es extremadamente complejo y por lo tanto no resulta fácil simplificarlo ni creo que convenga hacerlo. Parte de su complejidad, a estas alturas, radica en que no se limita a producir un sólo mensaje arrollador, a la manera soviética o de nuestro PRI de antes, sino que proyecta una imagen de pluralidad, que es en parte real y en parte ficticia, lo que la vuelve mucho más efectiva y difícil de descalificar”.

 

«El tema central de Lara, en efecto, es el derrumbe moral de su protagonista y siempre creí que ese tema reclamaba un tratamiento realista»

 

La cercanía de la novela con la realidad mexicana es inquietante: contamos con intelectuales públicos, algunos mediatizados, pero su capacidad para incidir en la política real parece ser casi nula. Apenas se comentan hechos, a veces de manera cómplice con el poder. Por supuesto, Lara recupera algunas de las convenciones pesimistas del noir o el thiller político: “Mi convicción (y la de la novela), es que el propósito de esa maquinaria mediática no responde en ninguna medida relevante a la búsqueda de la verdad y que sus componentes fundamentales están estrechamente ligados a la dinámica política del poder. El papel de los intelectuales en dicho mecanismo –en un sentido amplio, la mayoría de las personas que participan en él lo son– sería también muy complejo de analizar a fondo y la novela en realidad no se lo propone (más bien usa ese ambiente como escenario y pretexto). A fin de cuentas, es una novela pesimista, como señalas, así que lo que postula, a grandes rasgos, es que con ese monstruo siempre vas a perder, que por buenas que puedan ser tus intenciones siempre vas a acabar apuntalando intereses que tal vez ni siquiera vislumbras”.

     

Si Las puertas del reino y La casa de K retomaron elementos imaginativos de la ciencia ficción con guiños distópicos, en Lara parece operar un movimiento pendular, pues opta por el camino realista de la novela negra (que busca “reflejar” la parte criminal –y algunos dirían, más real– de nuestro entorno). Con todo, hay una continuidad, al menos de La casa de K a Lara: el narrador de la primera y el protagonista de la segunda inician como cínicos desapegados, interesados en cotos de poder y en complacer a sus superiores, hasta que se descubren moralmente implicados. “Yo siempre he visto las tres novelas como parte de un ciclo, cuyo eje aglutinador es la Ciudad de México”, explica Toledano. “La ciudad es muy distinta en cada una de ellas, pero en todas tiene una presencia prominente y actuante. Cada libro se ocupa a su vez de temas diferentes y por eso cada uno tiene un tratamiento distinto, el que a mí me pareció que mejor correspondía con su tema. El tema central de Lara, en efecto, es el derrumbe moral de su protagonista y siempre creí que ese tema reclamaba un tratamiento realista. Pensé que al ubicar la historia en un escenario fácilmente reconocible y ligarla con eventos conocidos por todos, su mensaje tendría mayor impacto, en la medida en que estaría más cerca de la experiencia directa del lector. Otro elemento común a las tres obras, aunque no tan evidente, es un cierto escepticismo con respecto al lenguaje, tanto como vehículo de comunicación interpersonal cuanto como herramienta objetiva para representarnos la realidad que nos rodea. Esa crítica al lenguaje conduce de manera natural a una crítica de la racionalidad misma y de lo que la ideología de la modernidad nos tiene condicionados a esperar de ella. Creo que esa es una de las crisis medulares de la cultura en nuestro tiempo”.



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Agenda de fin de semana

Mientras avanzan las vacaciones escolares, la cartelera cultural ofrece alternativas que vinculan diversas disciplinas. Es lo que ocurre con La letra con arte entra, muestra que conjunta el diseño con las artes visuales. Desde la redacción de La Tempestad, más opciones para el fin de semana.

 

 

Película

 

 

Dunkerque (2016), de Christopher Nolan

 

El director británico se inscribe en larga tradición de cintas bélicas con esta historia, que narra la emboscada del ejército alemán a los soldados de Bélgica, Gran Bretaña y Francia en la ciudad francesa de Dunkerque, durante la Segunda Guerra Mundial. La crítica no ha escatimado en elogios para la nueva aventura de Nolan, que presume un elenco notable: Kenneth Branagh, Mark Rylance y Tom Hardy, entre otros. El filme está prácticamente en todas las salas comerciales.

 

Paseo

 

 

Recorrido por el barrio de Tlatelolco

 

El Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCU) propone un recorrido por sus inmediaciones. El objetivo es descubrir lo que los edificios dicen del barrio, que existe desde la época prehispánica y sigue siendo un espacio de reflexión, encuentro y construcción de identidades.

 

Punto de reunión: entrada principal del CCC Tlatelolco

Domingo 30 de julio, 11:00 horas

Entrada libre

 

Diseño

 

 

La letra con arte entra

Varios artistas

 

Esta muestra, curada por Luis Miguel León, revisa la presencia de la tipografía en el arte y la vida cotidiana. El origen de la actividad de tipógrafos, diseñadores gráficos y artistas es antiguo y se vincula a la caligrafía y los manuscritos. El nombre de “tipo” se le otorgó a partir de la invención de la imprenta.

 

Museo de Arte Moderno

Martes a domingo de 10:15 a 17:30 horas

$60; domingo entrada libre

Entrada gratuita con credencial de profesor, estudiante e INAPAM

Hasta el 5 de noviembre



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Agenda de fin de semana

Mientras avanzan las vacaciones escolares, la cartelera cultural ofrece alternativas que vinculan diversas disciplinas. Es lo que ocurre con La letra con arte entra, muestra que conjunta el diseño con las artes visuales. Desde la redacción de La Tempestad, más opciones para el fin de semana.

 

 

Película

 

 

Dunkerque (2016), de Christopher Nolan

 

El director británico se inscribe en larga tradición de cintas bélicas con esta historia, que narra la emboscada del ejército alemán a los soldados de Bélgica, Gran Bretaña y Francia en la ciudad francesa de Dunkerque, durante la Segunda Guerra Mundial. La crítica no ha escatimado en elogios para la nueva aventura de Nolan, que presume un elenco notable: Kenneth Branagh, Mark Rylance y Tom Hardy, entre otros. El filme está prácticamente en todas las salas comerciales.

 

Paseo

 

 

Recorrido por el barrio de Tlatelolco

 

El Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCU) propone un recorrido por sus inmediaciones. El objetivo es descubrir lo que los edificios dicen del barrio, que existe desde la época prehispánica y sigue siendo un espacio de reflexión, encuentro y construcción de identidades.

 

Punto de reunión: entrada principal del CCC Tlatelolco

Domingo 30 de julio, 11:00 horas

Entrada libre

 

Diseño

 

 

La letra con arte entra

Varios artistas

 

Esta muestra, curada por Luis Miguel León, revisa la presencia de la tipografía en el arte y la vida cotidiana. El origen de la actividad de tipógrafos, diseñadores gráficos y artistas es antiguo y se vincula a la caligrafía y los manuscritos. El nombre de “tipo” se le otorgó a partir de la invención de la imprenta.

 

Museo de Arte Moderno

Martes a domingo de 10:15 a 17:30 horas

$60; domingo entrada libre

Entrada gratuita con credencial de profesor, estudiante e INAPAM

Hasta el 5 de noviembre



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jueves, 27 de julio de 2017

Squarepusher se suma al Mutek

Squarepusher, referente británico de la música electrónica, ha confirmado su participación en la edición 14 del Mutek. Se suma así al cartel del festival de música y artes digitales que presume, entre otros, a Alva Noto, The Orb y Babyfather.

 

Tom Jenkinson, nombre real de Squarepusher, se formó como baterista y bajista. Una de sus contribuciones principales a la escena electrónica fue introducir programaciones propias del drum and bass en la intelligent dance music (IDM), tendencia que surgió a principios de los noventa. Jenkinson es considerado un músico virtuoso, pionero de la electrónica y el funk abstractos.

 

Su trabajo para el sello Warp, influido por el drum and bass, el acid house, el jazz y la electroacústica, definió una época de la IDM. Su sonido se caracteriza por la instrumentación en vivo, las fuentes electrónicas y el procesamiento de señales digitales. El británico editó su primer disco, Feed Me Weird Things, en 1996. Su álbum más reciente es Damogen Furies (2015). En medio ha lanzado clásicos como Go Plastic (2001).

 

El músico, que actuará por primera vez en México, se presentará en el marco de la sección Nocturno, que se llevará a cabo el viernes 14 y sábado 15 de octubre. Telefon Tel Aviv, Emptyset, Rafael Anton Irisarri, Leafar Legov, Aurora Halal, Pattern, Chloé, Kettenkarussell, Second Woman, The Sight Below, Upgrayedd Smurphy, Nsdos, Camila Fuchs y Rødhåd, Actress y Lorenzo Senni completan el cartel del Mutek. Ayer se pusieron a la venta los abonos para dicho programa en la página del festival, que se realizará del 11 al 15 de octubre próximos.

 



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Squarepusher se suma al Mutek

Squarepusher, referente británico de la música electrónica, ha confirmado su participación en la edición 14 del Mutek. Se suma así al cartel del festival de música y artes digitales que presume, entre otros, a Alva Noto, The Orb y Babyfather.

 

Tom Jenkinson, nombre real de Squarepusher, se formó como baterista y bajista. Una de sus contribuciones principales a la escena electrónica fue introducir programaciones propias del drum and bass en la intelligent dance music (IDM), tendencia que surgió a principios de los noventa. Jenkinson es considerado un músico virtuoso, pionero de la electrónica y el funk abstractos.

 

Su trabajo para el sello Warp, influido por el drum and bass, el acid house, el jazz y la electroacústica, definió una época de la IDM. Su sonido se caracteriza por la instrumentación en vivo, las fuentes electrónicas y el procesamiento de señales digitales. El británico editó su primer disco, Feed Me Weird Things, en 1996. Su álbum más reciente es Damogen Furies (2015). En medio ha lanzado clásicos como Go Plastic (2001).

 

El músico, que actuará por primera vez en México, se presentará en el marco de la sección Nocturno, que se llevará a cabo el viernes 14 y sábado 15 de octubre. Telefon Tel Aviv, Emptyset, Rafael Anton Irisarri, Leafar Legov, Aurora Halal, Pattern, Chloé, Kettenkarussell, Second Woman, The Sight Below, Upgrayedd Smurphy, Nsdos, Camila Fuchs y Rødhåd, Actress y Lorenzo Senni completan el cartel del Mutek. Ayer se pusieron a la venta los abonos para dicho programa en la página del festival, que se realizará del 11 al 15 de octubre próximos.

 



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La mirada aguda de Edgardo Aragón

La práctica del artista visual Edgardo Aragón (Oaxaca, 1985) está anclada a los contextos de abuso, violencia y abandono que imperan en México, a partir de fotografías, videos,  instalaciones e intervenciones sonoras (como la que presentó el año pasado en Casa Barragán, sobre una colección de discos del arquitecto). Su mirada es aguda: parte de la revisión histórica para interpretar el presente a través de temas como el paisaje, por ejemplo, de larga tradición en el arte. O de herramientas como la música, en la pieza Tinieblas (2009), a la que considera una aliada narrativa: “la música da contexto y, además, cuenta una historia”, reconoce.

 

A partir de mañana Aragón expondrá Memoria tísica en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO). La muestra incluye, entre otras piezas, un video que formó parte del trabajo Mesoamérica: El efecto huracán –con el que ocupó la galería Jeu de Paume de París, el año pasado–, en el que propuso una visión crítica de la iniciativa política llamada Proyecto de Integración y Desarrollo Mesoamérica. Según su sitio web, el proyecto “busca beneficios de infraestructura, interconectividad y desarrollo social de Belice, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá y República Dominicana”.

 

El video muestra cómo Aragón lleva pilas a la isla de Cachimbo, Oaxaca, donde nunca ha habido electricidad y que, paradójicamente, se encuentra a ocho kilómetros de las estaciones eólicas. Así describe el creador el trasfondo de la pieza: “Es un ejemplo de la pornografía capitalista, de la corrupción, la tranza, del fracaso de la modernidad y de la ideología del progreso que no sólo ha intentado vender el Estado sino también las religiones. Me interesa evidenciar que a pesar de que todo el mundo está en línea en Internet, hay grandes problemas de comunicación”.

 

¿Qué aristas del Plan Mesoamérica te preocupan especialmente?

 

El plan es una trampa política que usa de forma incorrecta el término. El concepto de Mesoamérica, como se enseña en las escuelas, tiene que ver con cierto esplendor de las civilizaciones fundadoras. El nuevo uso de Mesoamérica alude a la destrucción, a la segregación y a la devastación, a una barrera más grande para la igualdad. Los pueblos originarios, que fueron despojados de sus territorios y formas de vida, hoy se encuentran en una profunda miseria. No sólo eso: son la ruta de trance para conseguir el sueño de Centroamérica, que es llegar a Estados Unidos y tener una vida mejor. En el pasado, supuestamente, esa vida mejor estaba en su región. Las presas y carreteras del plan son estructuras construidas para seguir estableciendo empresas privadas, para que las materias primas que se producen en el sur vayan hacia el norte. En esta ruta, que configura de otra forma el territorio centroamericano, también circulan armas, migrantes, dinero, drogas y otras mercancías del mercado negro.

 

¿Cuál es el marco estético y temporal de Memoria tísica?

 

La exposición es como una jam session, un recorrido por piezas ya existentes, aunque algunas de ellas no habían sido expuestas en Oaxaca. Me gusta pensar que es como una improvisación musical, como hacían John Coltrane o Miles Davis que, al ejecutar sus instrumentos en vivo, modificaban la música hasta convertirla en otra cosa, aunque partiendo de una base conocida. Se hizo eso, justamente: las pinturas de óxido y clorofila que hice el año pasado ahora son murales. También se exhibirán las piezas La trampa (2012) y Mesoamérica (2015). Hay una obra nueva: Caníbal. Es un registro del recorrido de varios músicos, que se disfrazaron de médicos forenses, por los cementerios zapotecos de Oaxaca. Usan una tumba abierta como caja de resonancia. La pieza hace un paralelismo entre las tumbas milenarias y las contemporáneas, estas últimas son las fosas clandestinas que se han vuelto noticia desde el sexenio de Felipe Calderón. En el patio del museo, como complemento, una fuente funge como estanque de pirañas, que la gente puede alimentar. Es una metáfora del miedo, del fascismo que se ha vivido y que aún impera en México. El título de la muestra, Memorias tísicas, refiere a la memoria a corto plazo de la sociedad que ha aprendido a vivir con la guerra, que la ignora para sobrevivir.

 

¿A partir de qué impulsos creativos generas imágenes en video, foto, instalaciones o sonidos?

 

Abordo los temas que me interesan –la migración, el narcotráfico, la pobreza, la riqueza y el territorio– a partir del contexto en el que crecí y en el que vivo; aunque éstos no son privativos de mi entorno se extienden: su alcance es global. Por ejemplo, hablo del narcotráfico porque es, básicamente, uno de los pilares que sostiene las economías a nivel global. Si no fuera por el dinero sucio de las drogas, en 2008 los bancos hubieran quebrado, especialmente en México y Estados Unidos. Con mi trabajo planteo situaciones económicas que tienen que ver con la supervivencia del ser humano, por eso toco temas con implicaciones políticas y económicas.

 

Al cuestionar la pobreza, la riqueza o la migración ¿crees que se potencia su carácter simbólico?

 

Se trata de ver todo a través de los ojos de la estética, en todas sus acepciones. Al ser artista no se puede perder el foco: uno de los grandes temas con los que se trabaja es la estética. Las soluciones de algunas piezas pueden ser, incluso, poéticas. En mi caso mi obra involucra, en ciertos momentos, al paisaje, un discurso de larga tradición en la historia del arte. Pero el trabajo no se detiene ahí, también hay muchos subtemas – económicos, políticos y antropológicos–,  ya que muchas de mis obras dan cuenta de cómo se adapta el hombre, de la tradición de migrar, cazar o recolectar, de fundar una civilización. Vuelvo al pasado para traer al presente estas inquietudes, que nacen de la curiosidad y de lo que necesito explicarme. Intento traducir lo que no entiendo.

 

La revisión histórica es otro elemento constante en tu trabajo. ¿Sigue siendo una herramienta útil?  

 

Depende lo que uno necesite. Muchas de las problemáticas contemporáneas tienen un reflejo inmediato en el pasado. Trato de ir a la raíz de los problemas. Me interesa explorar cómo se gestó el sistema político y el de las drogas en México, porque estos van de la mano, al igual que el monopolio de las comunicaciones. Esos elementos forman un conglomerado que no se puede dejar de lado para interpretar el presente. No podemos hablar de las fronteras, de la economía y del desgaste del tejido social sin remitirnos al sexenio de Carlos Salinas de Gortari y a la implantación del neoliberalismo. Recurro a las revisiones históricas para explicar lo que pasa.

 

Detalle del video "Mesoamérica: El efecto huracán "(2015) © Jeu de Paume

Detalle del video “Mesoamérica: El efecto huracán “(2015) © Jeu de Paume

 

Detalle del video "Mesoamérica: El efecto huracán "(2015) © Jeu de Paume

Detalle del video “Mesoamérica: El efecto huracán “(2015) © Jeu de Paume

 

Detalle del video "La trampa" (2012) © Edgardo Aragón

Detalle del video “La trampa” (2012) © Edgardo Aragón



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La mirada aguda de Edgardo Aragón

La práctica del artista visual Edgardo Aragón (Oaxaca, 1985) está anclada a los contextos de abuso, violencia y abandono que imperan en México, a partir de fotografías, videos,  instalaciones e intervenciones sonoras (como la que presentó el año pasado en Casa Barragán, sobre una colección de discos del arquitecto). Su mirada es aguda: parte de la revisión histórica para interpretar el presente a través de temas como el paisaje, por ejemplo, de larga tradición en el arte. O de herramientas como la música, en la pieza Tinieblas (2009), a la que considera una aliada narrativa: “la música da contexto y, además, cuenta una historia”, reconoce.

 

A partir de mañana Aragón expondrá Memoria tísica en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO). La muestra incluye, entre otras piezas, un video que formó parte del trabajo Mesoamérica: El efecto huracán –con el que ocupó la galería Jeu de Paume de París, el año pasado–, en el que propuso una visión crítica de la iniciativa política llamada Proyecto de Integración y Desarrollo Mesoamérica. Según su sitio web, el proyecto “busca beneficios de infraestructura, interconectividad y desarrollo social de Belice, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá y República Dominicana”.

 

El video muestra cómo Aragón lleva pilas a la isla de Cachimbo, Oaxaca, donde nunca ha habido electricidad y que, paradójicamente, se encuentra a ocho kilómetros de las estaciones eólicas. Así describe el creador el trasfondo de la pieza: “Es un ejemplo de la pornografía capitalista, de la corrupción, la tranza, del fracaso de la modernidad y de la ideología del progreso que no sólo ha intentado vender el Estado sino también las religiones. Me interesa evidenciar que a pesar de que todo el mundo está en línea en Internet, hay grandes problemas de comunicación”.

 

¿Qué aristas del Plan Mesoamérica te preocupan especialmente?

 

El plan es una trampa política que usa de forma incorrecta el término. El concepto de Mesoamérica, como se enseña en las escuelas, tiene que ver con cierto esplendor de las civilizaciones fundadoras. El nuevo uso de Mesoamérica alude a la destrucción, a la segregación y a la devastación, a una barrera más grande para la igualdad. Los pueblos originarios, que fueron despojados de sus territorios y formas de vida, hoy se encuentran en una profunda miseria. No sólo eso: son la ruta de trance para conseguir el sueño de Centroamérica, que es llegar a Estados Unidos y tener una vida mejor. En el pasado, supuestamente, esa vida mejor estaba en su región. Las presas y carreteras del plan son estructuras construidas para seguir estableciendo empresas privadas, para que las materias primas que se producen en el sur vayan hacia el norte. En esta ruta, que configura de otra forma el territorio centroamericano, también circulan armas, migrantes, dinero, drogas y otras mercancías del mercado negro.

 

¿Cuál es el marco estético y temporal de Memoria tísica?

 

La exposición es como una jam session, un recorrido por piezas ya existentes, aunque algunas de ellas no habían sido expuestas en Oaxaca. Me gusta pensar que es como una improvisación musical, como hacían John Coltrane o Miles Davis que, al ejecutar sus instrumentos en vivo, modificaban la música hasta convertirla en otra cosa, aunque partiendo de una base conocida. Se hizo eso, justamente: las pinturas de óxido y clorofila que hice el año pasado ahora son murales. También se exhibirán las piezas La trampa (2012) y Mesoamérica (2015). Hay una obra nueva: Caníbal. Es un registro del recorrido de varios músicos, que se disfrazaron de médicos forenses, por los cementerios zapotecos de Oaxaca. Usan una tumba abierta como caja de resonancia. La pieza hace un paralelismo entre las tumbas milenarias y las contemporáneas, estas últimas son las fosas clandestinas que se han vuelto noticia desde el sexenio de Felipe Calderón. En el patio del museo, como complemento, una fuente funge como estanque de pirañas, que la gente puede alimentar. Es una metáfora del miedo, del fascismo que se ha vivido y que aún impera en México. El título de la muestra, Memorias tísicas, refiere a la memoria a corto plazo de la sociedad que ha aprendido a vivir con la guerra, que la ignora para sobrevivir.

 

¿A partir de qué impulsos creativos generas imágenes en video, foto, instalaciones o sonidos?

 

Abordo los temas que me interesan –la migración, el narcotráfico, la pobreza, la riqueza y el territorio– a partir del contexto en el que crecí y en el que vivo; aunque éstos no son privativos de mi entorno se extienden: su alcance es global. Por ejemplo, hablo del narcotráfico porque es, básicamente, uno de los pilares que sostiene las economías a nivel global. Si no fuera por el dinero sucio de las drogas, en 2008 los bancos hubieran quebrado, especialmente en México y Estados Unidos. Con mi trabajo planteo situaciones económicas que tienen que ver con la supervivencia del ser humano, por eso toco temas con implicaciones políticas y económicas.

 

Al cuestionar la pobreza, la riqueza o la migración ¿crees que se potencia su carácter simbólico?

 

Se trata de ver todo a través de los ojos de la estética, en todas sus acepciones. Al ser artista no se puede perder el foco: uno de los grandes temas con los que se trabaja es la estética. Las soluciones de algunas piezas pueden ser, incluso, poéticas. En mi caso mi obra involucra, en ciertos momentos, al paisaje, un discurso de larga tradición en la historia del arte. Pero el trabajo no se detiene ahí, también hay muchos subtemas – económicos, políticos y antropológicos–,  ya que muchas de mis obras dan cuenta de cómo se adapta el hombre, de la tradición de migrar, cazar o recolectar, de fundar una civilización. Vuelvo al pasado para traer al presente estas inquietudes, que nacen de la curiosidad y de lo que necesito explicarme. Intento traducir lo que no entiendo.

 

La revisión histórica es otro elemento constante en tu trabajo. ¿Sigue siendo una herramienta útil?  

 

Depende lo que uno necesite. Muchas de las problemáticas contemporáneas tienen un reflejo inmediato en el pasado. Trato de ir a la raíz de los problemas. Me interesa explorar cómo se gestó el sistema político y el de las drogas en México, porque estos van de la mano, al igual que el monopolio de las comunicaciones. Esos elementos forman un conglomerado que no se puede dejar de lado para interpretar el presente. No podemos hablar de las fronteras, de la economía y del desgaste del tejido social sin remitirnos al sexenio de Carlos Salinas de Gortari y a la implantación del neoliberalismo. Recurro a las revisiones históricas para explicar lo que pasa.

 

Detalle del video "Mesoamérica: El efecto huracán "(2015) © Jeu de Paume

Detalle del video “Mesoamérica: El efecto huracán “(2015) © Jeu de Paume

 

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Detalle del video "La trampa" (2012) © Edgardo Aragón

Detalle del video “La trampa” (2012) © Edgardo Aragón



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Dos pérdidas sensibles

El campo cultural y artístico de México ha sufrido dos importantes pérdidas. La noche de ayer, el Instituto Veracruzano de Cultura dio a conocer que falleció, a los 91 años, la investigadora y académica Ida Rodríguez Prampolini, experta en el desarrollo de las artes visuales en México. Por su parte, el Instituto Nacional de Bellas Artes anunció que, también ayer, murió el poeta y filósofo Ramón Xirau, a los 93 años de edad.

 

Ida Rodríguez Prampolini, que nació en 1925, es una figura señera de la historiografía del arte mexicano. La docente mexicana, que perteneció a la Academia Mexicana de la Historia, fundó y dirigió el Instituto Veracruzano de Cultura. Es autora de una extensa obra ensayística sobre cuestiones estéticas. Entre sus libros más importantes se cuentan El arte contemporáneo. Esplendor y agonía (1964), La crítica del arte en México en el siglo XIX. 1810-1903 (1964), El surrealismo y el arte fantástico en México (1969), Juan O’Gorman. Arquitecto y pintor (1982), Ensayo sobre Cuevas (1988), El palacio de Sonambulópolis de Pedro Friedeberg (1999), Luis Nishizawa. Naturaleza exterior, naturaleza interior (2000) y El canon de la belleza americana. Francisco Zúñiga (2002).

 

Nacido en 1924, Ramón Xirau fue un importante estudioso de la poesía mexicana. El académico de origen español, que se naturalizó mexicano en 1955, dio a imprenta libros como Introducción a la historia de la filosofía (1964), texto de referencia para varias generaciones de universitarios en el que, entre otros aportes, cuestionó el sentido de la vida desde el pensamiento reflexivo. Xirau, investigador emérito de la UNAM y miembro del Colegio Nacional, estudió a profundidad la obra poética de Octavio Paz y Xavier Villaurrutia, entre otros. Otros de sus libros son Duración y existencia (1947), Mito y poesía (1964), Poesía y conocimiento (1979), El tiempo vivido (1985), Cuatro filósofos y lo sagrado (1986) y Genio y figura de Sor Juana Inés de la Cruz (1997).  



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El campo cultural y artístico de México ha sufrido dos importantes pérdidas. La noche de ayer, el Instituto Veracruzano de Cultura dio a conocer que falleció, a los 91 años, la investigadora y académica Ida Rodríguez Prampolini, experta en el desarrollo de las artes visuales en México. Por su parte, el Instituto Nacional de Bellas Artes anunció que, también ayer, murió el poeta y filósofo Ramón Xirau, a los 93 años de edad.

 

Ida Rodríguez Prampolini, que nació en 1925, es una figura señera de la historiografía del arte mexicano. La docente mexicana, que perteneció a la Academia Mexicana de la Historia, fundó y dirigió el Instituto Veracruzano de Cultura. Es autora de una extensa obra ensayística sobre cuestiones estéticas. Entre sus libros más importantes se cuentan El arte contemporáneo. Esplendor y agonía (1964), La crítica del arte en México en el siglo XIX. 1810-1903 (1964), El surrealismo y el arte fantástico en México (1969), Juan O’Gorman. Arquitecto y pintor (1982), Ensayo sobre Cuevas (1988), El palacio de Sonambulópolis de Pedro Friedeberg (1999), Luis Nishizawa. Naturaleza exterior, naturaleza interior (2000) y El canon de la belleza americana. Francisco Zúñiga (2002).

 

Nacido en 1924, Ramón Xirau fue un importante estudioso de la poesía mexicana. El académico de origen español, que se naturalizó mexicano en 1955, dio a imprenta libros como Introducción a la historia de la filosofía (1964), texto de referencia para varias generaciones de universitarios en el que, entre otros aportes, cuestionó el sentido de la vida desde el pensamiento reflexivo. Xirau, investigador emérito de la UNAM y miembro del Colegio Nacional, estudió a profundidad la obra poética de Octavio Paz y Xavier Villaurrutia, entre otros. Otros de sus libros son Duración y existencia (1947), Mito y poesía (1964), Poesía y conocimiento (1979), El tiempo vivido (1985), Cuatro filósofos y lo sagrado (1986) y Genio y figura de Sor Juana Inés de la Cruz (1997).  



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Panorama del cuento mexicano

Cada tanto, en alguna presentación de libro, con un tono entre la queja y la elegía, o en alguna nota de suplemento cultural, se escucha que el cuento (pero también el ensayo o la poesía) no goza de tanta popularidad como otros géneros –se culpa, en contraste, a la novela y su gran rendimiento comercial. Tal vez haya algo de cierto en esto, pero la aparición reciente de nuevos libros de cuentos nos obliga a darle un vistazo, aunque sea panorámico, al momento actual del relato mexicano. Para mayor referencia, en la edición de marzo (120) de La Tempestad dimos cuenta de tres libros de relatos breves publicados en meses pasados: La superficie más honda (Literatura Random House), de Emiliano Monge; Madres y perros (Sexto Piso), de Fabio Morábito; y Los niños están locos (Era), de Héctor Manjarrez. También circula La vaga ambición (Páginas de Espuma), de Antonio Ortuño (aquí, una entrevista con el autor).

 

Pero pongamos atención a lo que se ha repetido: el cuento en México no goza de tanta popularidad como la novela. Antonio Jiménez Morato, autor, entre otros, del libro de ensayos sobre literatura latinoamericana La piedra que se escribe (2016), aventura el siguiente diagnóstico: “Aunque siempre se dice que Juan Rulfo pasó a la historia de la literatura por apenas 300 páginas, pareciera que fueron sólo las 150 de Pedro Páramo las que han germinado en la literatura mexicana. Hay, sí, muchos libros de cuentos, en algunos casos excelentes, pero, salvo la presencia tutelar de Arreola, al que cada vez se cita menos, no ha sido la mexicana una literatura de cuentistas. Frente a otras tradiciones, la novohispana parece haberse decantado por la novela. Basta con repasar los libros de referencia de la literatura mexicana del siglo XX y lo que llevamos andado del XXI para encontrar novelas. Muchas novelas. Incluso novelas escritas por mexicanos de adopción como Bolaño. Pero tras la publicación de El Llano en llamas no ha habido una colección de cuentos que, de modo recurrente, se nombre como un libro de referencia”.

 

El diagnóstico, por supuesto, no es compartido por todos los lectores mexicanos. Editoriales como Paraíso Perdido (fundada en Guadalajara en 1998), sin descuidar otros géneros, han hecho del cuento o la narrativa breve una importante parte de su catálogo (en este caso, a través de la colección Taller del Amanuense). Destaca, también, el caso de Ficticia, que desde 1999 ha publicado tanto a cuentistas noveles como a consolidados, o bien, que han creado una obra cuentística a lo largo de los años, a través de la editorial. Su editor, Marcial Fernández, explica que la editorial “se ha especializado en cuento porque es el género que más me gusta y el que mejor manejo”. Considera que “después de la poesía, el cuento es el género que más se escribe en México. Que la novela es la que más se vende es una idea en que las grandes editoriales imponen en el ambiente para vender sus productos, pero si hablamos de novelistas importantes, todos, al menos, tienen un libro de cuentos muy superior a su novela, y muchos cuentistas, algunos con libros excepcionales, nunca escribieron novela. En lo que respecta al cuento actual mexicano puedo decir que su calidad y cantidad es inversamente proporcional a las pocas ventas que genera. Esto, claro, es paradójico, pero ¿cómo no va a ser paradójico si los entendidos del género sólo hablan de los libros de cuentistas que, por uno u otro motivo –no siempre literario–, se convierten en autores oficiales del sistema por el mero hecho de publicar en sellos transnacionales? Así, el poco público que hay en México se ha acostumbrado a cuentistas comerciales, y es difícil que llegue a otro tipo de autores”.

 

Es cierto que muchos cuentistas mexicanos se adhieren a la tradición más conocida, ortodoxa, del cuento (interesada en los personajes y las atmósferas, un poco en la estela de Chéjov). El tema, que a menudo sigue al hecho y la coyuntura, sigue siendo el punto neurálgico de la narrativa breve mexicana (con todo, debe decirse que en el caso de Morábito, Manjarrez y Ortuño la historia, personal o no, ocupa el centro de sus relatos recientes). Pero lo cierto es que algunos también han explorado otras sendas. Destacan algunos casos, como la inventiva colección de relatos Las moradas (Periférica), de Nicolás Cabral, aparecido este año, un libro donde la forma cobra protagonismo. También llama la atención el trabajo de Gabriel Wolfson, que en 2015 publicó las arriesgadas colecciones de relatos Profesores (Conaculta) y Be y Pies (Tumbona). No deben dejar de mencionarse las prosas breves, también de ese año, de Gabriela Jáuregui, La memoria de las cosas (Sexto Piso), y el libro híbrido Óptica sanguínea (Tumbona), de Daniela Bojórquez. Pero es cierto: apenas es un puñado de libros. Parece que la atención de las grandes editoriales sigue estando en otro lado.
 

Volvamos a Jiménez Morato: “La pregunta, obvia, es ¿por qué es así? ¿Se debe a que el cuento es un género más acotado, más sofisticado o menos interesante? ¿Es en eso México diferente a otras literaturas? Acaso la búsqueda en pos de la ‘gran novela mexicana’ ha focalizado en torno al género la atención crítica y mediática despreciando a textos fundamentales. O quizás no sea así y México sea, ante todo, una tierra de novelas. Intensas y breves unas, como el mejor relato breve, o abrumadoras otras, como los cuentos completos de Chéjov. Puede ser que el cuento, tan obsesionado con su ortodoxia –nadie ha escrito un solo decálogo de la novela, por ejemplo– no le encaje a la literatura de un país desbordado y desbordante. O quizás sea que El Llano en llamas es más perfecto que Pedro Páramo y por eso los escritores se atreven a medirse con el libro menos bueno de Rulfo”.



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