lunes, 30 de octubre de 2017

Derivas del diseño

Estos días la Galería de Arte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público exhibe los proyectos seleccionados para la novena edición de la Bienal Nacional de Diseño que ofrece un panorama de los intereses de los profesionales de la disciplina en sus diferentes vertientes: social, industrial, editorial, gráfico y de moda.

 

Hace unos días el comité de selección de la bienal reveló a los ganadores del concurso. En la categoría de “Diseño socialmente responsable con contenido social o participativo” ganó el proyecto Simulación ritual, de Dayrón de Jesús López, Raymundo Rocha y Christian Mariano Becerra. Su propuesta consiste en un taller donde los participantes diseñaron un motivo gráfico representativo de su territorio, tanto geográfico como simbólico, e historia personal para reflexionar sobre su identidad y tatuárselo en el cuerpo. En la terna “Colección de joyería de plata y madera” el premio recayó en colección Avervo.924, de Aranza Becerril, conformada por piezas de plata y madera de nogal, inspirada en mecanismo de juguetes populares latinoamericanos. P-01 Diseño y desarrollo de prótesis mecánica parcial para mano de niños en impresión 3D, de David Ortiz, se hizo con la reconocimiento en la categoría de “Estudiantes”.

 

La muestra de la Bienal, que podrá verse hasta el 13 de noviembre, también presenta los trabajos de Ignacio Barrera y Mauricio Aguilar, creadores del Manual de procedimientos del Experimental Fashion Day EDINBA, taller de diseño colaborativo de la Escuela Nacional de Diseño; también los trabajos en plata de Erick Juskani Alonso, diseñador industrial; las prendas de la colección Aztecas, de Francisco Cancino; el desarrollo de la aplicación para la muestra de Anish Kapoor en el MUAC, de Rodrigo García; y el libro del proyecto Memorial a las víctimas de la violencia en México, de Erick Rodríguez, entre otros.  

 

La Galería de Arte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se encuentra en la calle de República de Guatemala 8.



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Derivas del diseño

Estos días la Galería de Arte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público exhibe los proyectos seleccionados para la novena edición de la Bienal Nacional de Diseño que ofrece un panorama de los intereses de los profesionales de la disciplina en sus diferentes vertientes: social, industrial, editorial, gráfico y de moda.

 

Hace unos días el comité de selección de la bienal reveló a los ganadores del concurso. En la categoría de “Diseño socialmente responsable con contenido social o participativo” ganó el proyecto Simulación ritual, de Dayrón de Jesús López, Raymundo Rocha y Christian Mariano Becerra. Su propuesta consiste en un taller donde los participantes diseñaron un motivo gráfico representativo de su territorio, tanto geográfico como simbólico, e historia personal para reflexionar sobre su identidad y tatuárselo en el cuerpo. En la terna “Colección de joyería de plata y madera” el premio recayó en colección Avervo.924, de Aranza Becerril, conformada por piezas de plata y madera de nogal, inspirada en mecanismo de juguetes populares latinoamericanos. P-01 Diseño y desarrollo de prótesis mecánica parcial para mano de niños en impresión 3D, de David Ortiz, se hizo con la reconocimiento en la categoría de “Estudiantes”.

 

La muestra de la Bienal, que podrá verse hasta el 13 de noviembre, también presenta los trabajos de Ignacio Barrera y Mauricio Aguilar, creadores del Manual de procedimientos del Experimental Fashion Day EDINBA, taller de diseño colaborativo de la Escuela Nacional de Diseño; también los trabajos en plata de Erick Juskani Alonso, diseñador industrial; las prendas de la colección Aztecas, de Francisco Cancino; el desarrollo de la aplicación para la muestra de Anish Kapoor en el MUAC, de Rodrigo García; y el libro del proyecto Memorial a las víctimas de la violencia en México, de Erick Rodríguez, entre otros.  

 

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Convenciones realistas

Este año Era reeditó el libro de relatos Marcianos leninistas, de Mario González Suárez (Ciudad de México, 1964), que originalmente fue publicado por Tusquets en 2002. Aunque el texto de la contratapa se apura a informarnos que se trata de una “novela disfrazada de libro de cuentos” vale la pena comentar algo más sobre su forma. Es cierto, podemos conceder que tiene algunos parecidos de familia con otros libros de narrativa mexicanos recientes, especialmente en sus estrategias. Ya dimos cuenta en este espacio de La vaga ambición, el libro de relatos de Antonio Ortuño en el que se revisitan varios momentos en la vida de un solo personaje, el escritor Arturo Murray. De una lectura apresurada de estos libros se podría concluir que, en efecto, se tratan de “novelas en rebanadas”, pero el resultado de la estrategia es otro: constreñir el tema de un libro de relatos (digamos, en el caso de Ortuño, al mundo del escritor profesional mexicano; en el de González Suárez, a cierto imaginario que evoca, desde México, los tiempos paranoicos de la Guerra Fría) ayuda a redondear un mundo, visitando sus distintas geografías.

 

El caso de Marcianos leninistas, además, destaca por serle infiel a las convenciones del relato realista. Aunque, como muchos escritores mexicanos, González Suárez también se demora en las anécdotas de infancia, las intrigas familiares o los recuentos de viajes, en este libro también se permite coquetear con las intrigantes formas y temáticas de géneros populares, como la ciencia ficción o el thriller político. A menudo el encuentro de ese imaginario con el lenguaje chusco y dicharachero del habla mexicana resulta en momentos particularmente cómicos, que contrastan con las enigmáticas “Qualia” que puntean al libro: como si fuera un cuaderno de lugares comunes, González Suárez acompaña a sus relatos por fragmentos de noticias, entradas de diario, citas y demás prosas que ayudan a establecer una constelación en la que se lee todavía mejor el universo cerrado que busca recobrar (se incluye, por ejemplo, una especie de decálogo copiado de una “esquela del clandestino Club Bakunin de la Ciudad de México”; un fragmento de El capital; pero también pasajes de filosofía de la mente que ayudan a enrarecer la lectura).

 

Finalmente hay que notar la puntualidad actual de la temática del libro de González Suárez. Es una buena noticia que Marcianos leninistas se publique ahora en Era, donde convive en su catálogo con la novela breve Yo te conozco, de 2014, de Héctor Manjarrez, escrita desde coordenadas similares. Pero si cuando este libro de relatos se publicó originalmente, a finales de 2002, el mundo parecía estar dividido en occidentales civilizados y bárbaros terroristas, ahora es claro que varios de los fantasmas geopolíticos de la Guerra Fría (el temor a una guerra nuclear, la relación tensa entre los EEUU y Rusia, ansiedades expresadas en fantasías extraterrestres…) han sido históricamente reeditados. No es mal momento, en fin, para acercarse a ese (este) mundo desde la ficción.



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Convenciones realistas

Este año Era reeditó el libro de relatos Marcianos leninistas, de Mario González Suárez (Ciudad de México, 1964), que originalmente fue publicado por Tusquets en 2002. Aunque el texto de la contratapa se apura a informarnos que se trata de una “novela disfrazada de libro de cuentos” vale la pena comentar algo más sobre su forma. Es cierto, podemos conceder que tiene algunos parecidos de familia con otros libros de narrativa mexicanos recientes, especialmente en sus estrategias. Ya dimos cuenta en este espacio de La vaga ambición, el libro de relatos de Antonio Ortuño en el que se revisitan varios momentos en la vida de un solo personaje, el escritor Arturo Murray. De una lectura apresurada de estos libros se podría concluir que, en efecto, se tratan de “novelas en rebanadas”, pero el resultado de la estrategia es otro: constreñir el tema de un libro de relatos (digamos, en el caso de Ortuño, al mundo del escritor profesional mexicano; en el de González Suárez, a cierto imaginario que evoca, desde México, los tiempos paranoicos de la Guerra Fría) ayuda a redondear un mundo, visitando sus distintas geografías.

 

El caso de Marcianos leninistas, además, destaca por serle infiel a las convenciones del relato realista. Aunque, como muchos escritores mexicanos, González Suárez también se demora en las anécdotas de infancia, las intrigas familiares o los recuentos de viajes, en este libro también se permite coquetear con las intrigantes formas y temáticas de géneros populares, como la ciencia ficción o el thriller político. A menudo el encuentro de ese imaginario con el lenguaje chusco y dicharachero del habla mexicana resulta en momentos particularmente cómicos, que contrastan con las enigmáticas “Qualia” que puntean al libro: como si fuera un cuaderno de lugares comunes, González Suárez acompaña a sus relatos por fragmentos de noticias, entradas de diario, citas y demás prosas que ayudan a establecer una constelación en la que se lee todavía mejor el universo cerrado que busca recobrar (se incluye, por ejemplo, una especie de decálogo copiado de una “esquela del clandestino Club Bakunin de la Ciudad de México”; un fragmento de El capital; pero también pasajes de filosofía de la mente que ayudan a enrarecer la lectura).

 

Finalmente hay que notar la puntualidad actual de la temática del libro de González Suárez. Es una buena noticia que Marcianos leninistas se publique ahora en Era, donde convive en su catálogo con la novela breve Yo te conozco, de 2014, de Héctor Manjarrez, escrita desde coordenadas similares. Pero si cuando este libro de relatos se publicó originalmente, a finales de 2002, el mundo parecía estar dividido en occidentales civilizados y bárbaros terroristas, ahora es claro que varios de los fantasmas geopolíticos de la Guerra Fría (el temor a una guerra nuclear, la relación tensa entre los EEUU y Rusia, ansiedades expresadas en fantasías extraterrestres…) han sido históricamente reeditados. No es mal momento, en fin, para acercarse a ese (este) mundo desde la ficción.



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jueves, 26 de octubre de 2017

El ruido en el lienzo

Por ahí, una exposición que surge de una investigación; por allá, una exposición que pone el dedo en la llaga; en otro lado, una exposición genérica de algún artista famoso; y acullá la exposición de un curador; y también podemos ver Brotan claveles las solapas, de Vivian Suter, en el Museo Experimental el Eco.

 

Son más las exposiciones que plantean respuestas y menos las que proponen preguntas, sin embargo los lienzos de Suter en el museo de Goeritz abonan, más bien, a la cavilación. Es un arte contra la comunicación, justamente en días de la hipercomunicatividad. Brotan claveles… no se inserta en el flujo público de lo político, quizá porque desde 1982 Suter vive y pinta a orillas del lago Atitlán, en Guatemala. Es curioso: en una capilla del silencio como El Eco, los pinturas de Suter introducen ruidos. No hablamos de pensamiento mágico, sino de un fenómeno neurofisiológico explorado tanto por Kandinsky como por Feldman a partir de Rothko, y tantos más: la sonoridad de la pintura. En Brotan claveles… el trópico (la carne) se apropia del recinto moderno (la inteligencia).

 

Vivian Suter pinta lo mismo dentro que fuera de su casa, ubicada en una antigua platanción de café, a la sombra de los aguacatales y mangos. Los lienzos pueden colgar de los árboles o estar sujetos a un bastidor bajo techo. Sus pinturas siempre están expuestas a la intervención de la intemperie, del clima, o –si es que uno cree en tal cosa– de la naturaleza.

 

“Sus perros la adelantan. Vivian tiene una tela sin imprimir extendida en un bastidor. El piso del estudio está repleto de decenas de botes con pintura y hojarasca. Hace calor. Bonzo, su perro, se echa en el piso y la observa pintar. Vivian trabaja siempre en silencio, o mejor, nunca la acompaña otra música que la de las hojas de los árboles que el viento mece. La cadencia de su cuerpo es inefable y sus obras transmiten el sosiego con el que labora”, escribió Mauricio Marcín a manera de texto de sala.

 

Vida y obra de Vivian Suter, hoy, desde la Ciudad de México se antojan anacrónicos o susurran utopía: la vida en silencio, la vida sin concreto. El arte como forma de vida no laboral.

 

Brotan claveles las solapas se podrá ver hasta el 29 de noviembre.



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El ruido en el lienzo

Por ahí, una exposición que surge de una investigación; por allá, una exposición que pone el dedo en la llaga; en otro lado, una exposición genérica de algún artista famoso; y acullá la exposición de un curador; y también podemos ver Brotan claveles las solapas, de Vivian Suter, en el Museo Experimental el Eco.

 

Son más las exposiciones que plantean respuestas y menos las que proponen preguntas, sin embargo los lienzos de Suter en el museo de Goeritz abonan, más bien, a la cavilación. Es un arte contra la comunicación, justamente en días de la hipercomunicatividad. Brotan claveles… no se inserta en el flujo público de lo político, quizá porque desde 1982 Suter vive y pinta a orillas del lago Atitlán, en Guatemala. Es curioso: en una capilla del silencio como El Eco, los pinturas de Suter introducen ruidos. No hablamos de pensamiento mágico, sino de un fenómeno neurofisiológico explorado tanto por Kandinsky como por Feldman a partir de Rothko, y tantos más: la sonoridad de la pintura. En Brotan claveles… el trópico (la carne) se apropia del recinto moderno (la inteligencia).

 

Vivian Suter pinta lo mismo dentro que fuera de su casa, ubicada en una antigua platanción de café, a la sombra de los aguacatales y mangos. Los lienzos pueden colgar de los árboles o estar sujetos a un bastidor bajo techo. Sus pinturas siempre están expuestas a la intervención de la intemperie, del clima, o –si es que uno cree en tal cosa– de la naturaleza.

 

“Sus perros la adelantan. Vivian tiene una tela sin imprimir extendida en un bastidor. El piso del estudio está repleto de decenas de botes con pintura y hojarasca. Hace calor. Bonzo, su perro, se echa en el piso y la observa pintar. Vivian trabaja siempre en silencio, o mejor, nunca la acompaña otra música que la de las hojas de los árboles que el viento mece. La cadencia de su cuerpo es inefable y sus obras transmiten el sosiego con el que labora”, escribió Mauricio Marcín a manera de texto de sala.

 

Vida y obra de Vivian Suter, hoy, desde la Ciudad de México se antojan anacrónicos o susurran utopía: la vida en silencio, la vida sin concreto. El arte como forma de vida no laboral.

 

Brotan claveles las solapas se podrá ver hasta el 29 de noviembre.



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miércoles, 25 de octubre de 2017

Arte post 9/11

Mañana el Museo Imperial de la Guerra abrirá la muestra Age of Terror: Art since 9/11, la primera exposición en Reino Unido que explora las respuestas de artistas como Alfredo Jaar, Jake y Dinos Chapman, Iván Navarro y Ai Weiwei al conflicto de la guerra y los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

 

“Las representaciones artísticas de los creadores proporcionan diferentes niveles de comprensión. Las historias que cuentan, ya sea de primera o de segunda mano, provienen de puntos de vista alternativos que no siempre se reflejan en los medios de comunicación principales, a menudo desafían nuestras percepciones”, anuncia la institución.

 

La muestra incluye cincuenta obras en video, escultura, pintura, instalación, fotografía y otros impresos organizados a partir de cuatro ejes: las respuestas directas o inmediatas que responden a los eventos del 11 de septiembre; las problemáticas de vigilancia y seguridad; la compleja relación con armas de fuego, bombas y dones; y, finalmente, la destrucción del paisaje, la arquitectura y la gente.

 

La muestra, que se podrá ver hasta el 28 de mayo de 2018, también incluye obras de Francis Alÿs, Coco Fusco, Mon Holzer, Martha Rosler, Santiago Sierra y Salid Siti.



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Arte post 9/11

Mañana el Museo Imperial de la Guerra abrirá la muestra Age of Terror: Art since 9/11, la primera exposición en Reino Unido que explora las respuestas de artistas como Alfredo Jaar, Jake y Dinos Chapman, Iván Navarro y Ai Weiwei al conflicto de la guerra y los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

 

“Las representaciones artísticas de los creadores proporcionan diferentes niveles de comprensión. Las historias que cuentan, ya sea de primera o de segunda mano, provienen de puntos de vista alternativos que no siempre se reflejan en los medios de comunicación principales, a menudo desafían nuestras percepciones”, anuncia la institución.

 

La muestra incluye cincuenta obras en video, escultura, pintura, instalación, fotografía y otros impresos organizados a partir de cuatro ejes: las respuestas directas o inmediatas que responden a los eventos del 11 de septiembre; las problemáticas de vigilancia y seguridad; la compleja relación con armas de fuego, bombas y dones; y, finalmente, la destrucción del paisaje, la arquitectura y la gente.

 

La muestra, que se podrá ver hasta el 28 de mayo de 2018, también incluye obras de Francis Alÿs, Coco Fusco, Mon Holzer, Martha Rosler, Santiago Sierra y Salid Siti.



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Pabellón Eco 2018, finalistas

El Museo Experimental El Eco dio a conocer a los finalistas del concurso Pabellón Eco 2018. La institución propuso el tema “Saber hacer” a los estudios interesados en participar en la convocatoria. “La temática vuelve la mirada hacia las bases más elementales del hacer arquitectura con la intención de reivindicar el papel que el dominio del oficio juega en el quehacer de los arquitectos de este siglo”, anuncia El Eco en su página web.

 

El jurado seleccionó cuatro proyectos que propusieron una reflexión crítica a los lineamientos del tema fijado para el diseño del pabellón.

 

Las propuestas consideradas son:

 

Álvaro Lara / Taller Estudio (CDMX)

Práctica Arquitectura (Monterrey)

Lanza Atelier (CDMX)

Casa Blanca – Oficina de Arquitectura (León)

Taco Taller de Arquitectura Contextual (Mérida)

T O (CDMX)

 

El 12 de diciembre se dará a conocer el proyecto ganador. La inauguración del Pabellón Eco 2018 se realizará el 10 de marzo de 2018.



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Pabellón Eco 2018, finalistas

El Museo Experimental El Eco dio a conocer a los finalistas del concurso Pabellón Eco 2018. La institución propuso el tema “Saber hacer” a los estudios interesados en participar en la convocatoria. “La temática vuelve la mirada hacia las bases más elementales del hacer arquitectura con la intención de reivindicar el papel que el dominio del oficio juega en el quehacer de los arquitectos de este siglo”, anuncia El Eco en su página web.

 

El jurado seleccionó cuatro proyectos que propusieron una reflexión crítica a los lineamientos del tema fijado para el diseño del pabellón.

 

Las propuestas consideradas son:

 

Álvaro Lara / Taller Estudio (CDMX)

Práctica Arquitectura (Monterrey)

Lanza Atelier (CDMX)

Casa Blanca – Oficina de Arquitectura (León)

Taco Taller de Arquitectura Contextual (Mérida)

T O (CDMX)

 

El 12 de diciembre se dará a conocer el proyecto ganador. La inauguración del Pabellón Eco 2018 se realizará el 10 de marzo de 2018.



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Ocupación real y simbólica

¿En qué consiste la ocupación real y simbólica del espacio público? La muestra Monumentos, anti-monumentos y nueva escultura pública, que abre hoy en el Museo Universitario del Chopo, cuestiona las ideas de memoria, monumento y escultura pública. La identidad, la construcción de ideologías, la vinculación de los ciudadanos con el espacio público y la noción de espectador son algunas de las reflexiones de la exposición, curada por Pablo León de la Barra.

 

El punto de arranque de la exhibición, que se presentó en marzo de este año en el Museo de Arte de Zapopan (MAZ), es una serie de materiales históricos acerca del proyecto de la Ruta de la Amistad, organizado por Mathias Goeritz para los Juegos Olímpicos de 1968: un conjunto de esculturas abstractas y monumentales que fueron instaladas en las inmediaciones de las áreas deportivas que implicó la participación de veintidós artistas de diferentes nacionalidades. La muestra explora, también, los bustos de héroes, la representación alegórica de la patria, la historia prehispánica, etc. Un tercer momento de la exposición se detiene en el trabajo de creadores contemporáneos que cuestionan los monumentos ligados a figuras políticas en dictaduras, la conmemoración de tragedias e historia colectivas.

 

La exposición, que consta de fotografías, videos, instalaciones y esculturas monumentales, se nutre de obras de, entre otros, Eduardo Abaroa, Miguel Andrade Valdez, Iván Argote, Marcelo Cidade, Abraham Cruzvillegas, Cynthia Gutiérrez, Pablo Helguera, Ximena Labra, Gonzalo Lebrija, Damián Ortega, Amalia Pica y Terceroquinto.



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Ocupación real y simbólica

¿En qué consiste la ocupación real y simbólica del espacio público? La muestra Monumentos, anti-monumentos y nueva escultura pública, que abre hoy en el Museo Universitario del Chopo, cuestiona las ideas de memoria, monumento y escultura pública. La identidad, la construcción de ideologías, la vinculación de los ciudadanos con el espacio público y la noción de espectador son algunas de las reflexiones de la exposición, curada por Pablo León de la Barra.

 

El punto de arranque de la exhibición, que se presentó en marzo de este año en el Museo de Arte de Zapopan (MAZ), es una serie de materiales históricos acerca del proyecto de la Ruta de la Amistad, organizado por Mathias Goeritz para los Juegos Olímpicos de 1968: un conjunto de esculturas abstractas y monumentales que fueron instaladas en las inmediaciones de las áreas deportivas que implicó la participación de veintidós artistas de diferentes nacionalidades. La muestra explora, también, los bustos de héroes, la representación alegórica de la patria, la historia prehispánica, etc. Un tercer momento de la exposición se detiene en el trabajo de creadores contemporáneos que cuestionan los monumentos ligados a figuras políticas en dictaduras, la conmemoración de tragedias e historia colectivas.

 

La exposición, que consta de fotografías, videos, instalaciones y esculturas monumentales, se nutre de obras de, entre otros, Eduardo Abaroa, Miguel Andrade Valdez, Iván Argote, Marcelo Cidade, Abraham Cruzvillegas, Cynthia Gutiérrez, Pablo Helguera, Ximena Labra, Gonzalo Lebrija, Damián Ortega, Amalia Pica y Terceroquinto.



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Cincuenta años de ‘El samurai’

Hoy se cumplen cincuenta años del estreno de El samurai (1967), que pudo verse como parte de la retrospectiva dedicada a Jean Pierre-Melville, que sigue en exhibición en la Cineteca Nacional (como anunciamos el viernes pasado). El próximo 14 de noviembre Criterion Collection lanzará una versión en alta definición (en Blu-Ray y DVD) acompañada, como acostumbra, por documentación que será de interés para los cinéfilos: una entrevista con el editor de Melville on Melville, Rui Nogueira, así como con el autor de Jean-Pierre Melville: An American in Paris, de Ginette Vicendeau. También se incluyen entrevistas con parte del reparto: Alain Delon, François Périer, Nathalie Delon, y Cathy Rosier. El documental breve Melville-Delon: D’honneur et de nuit, de 2011, también es parte de la edición, así como un ensayo de David Thomson y un comentario apreciativo de John Woo, quien famosamente ha considerado El samurai su filme preferido.

 

Woo no está solo: la mezcla singular de cine negro, con un protagonista desapegado y la estilización pop de algunos de sus escenarios, ha impactado el cine de directores que han hecho del mundo del crimen una parte vertebral de su obra (como Martin Scorsese, Quentin Tarantino, Francis Ford Coppola, Michael Mann, Nicolas Winding Refn, los hermanos Coen y David Fincher), pero también ha inspirado a cineastas disímiles como Aki Kaurismäki, Bernardo Bertolucci, John Frankenheimer o Jim Jarmusch, cuyo Ghost Dog: el camino del samurai (1999) le debe algunos elementos temáticos.

 

El samurai, cuyo protagonista sigue al pie de la letra la figura del matón estólido, un pistolero con un código propio e inquebrantable (y que habríamos de volver a ver incontables veces en el cine negro), tal vez sea más interesante por su tono: con una banda sonora que oscila entre el jazz y temas ominosos (de Francois de Roubaix) y una pátina preponderantemente plateada y gris (la cinematografía es de Henri Decaë), el filme -a pesar de los deseos de Melville, quien aspiraba a crear una obra que no pudiera identificarse con un periodo histórico- evoca una modernidad que ha irrumpido en un entorno tradicional parisiense. En este sentido son interesantes las cercanías estilísticas que tiene con Playtime, de Jacques Tati, que se estrenó el mismo año. Por supuesto, El samurai no se demora tanto como Playtime en los contrastes entre lo “nuevo” y lo “viejo”, pero allí están también: en sus calles y las ocasionales incursiones a una periferia más o menos abandonada donde aún se encuentran elementos del viejo París, hasta los bares y oficinas modernos.

 

Pero hay otras razones para volver a ver el filme de Melville, como escribe Thomson en este ensayo: “Vista de nuevo ahora, El samurai parece un filme de una época en que los grandes filmes no sólo eran necesarios sino constantes, pues demostraban y cumplían con la naturaleza del medio”.

 

 



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Cincuenta años de ‘El samurai’

Hoy se cumplen cincuenta años del estreno de El samurai (1967), que pudo verse como parte de la retrospectiva dedicada a Jean Pierre-Melville, que sigue en exhibición en la Cineteca Nacional (como anunciamos el viernes pasado). El próximo 14 de noviembre Criterion Collection lanzará una versión en alta definición (en Blu-Ray y DVD) acompañada, como acostumbra, por documentación que será de interés para los cinéfilos: una entrevista con el editor de Melville on Melville, Rui Nogueira, así como con el autor de Jean-Pierre Melville: An American in Paris, de Ginette Vicendeau. También se incluyen entrevistas con parte del reparto: Alain Delon, François Périer, Nathalie Delon, y Cathy Rosier. El documental breve Melville-Delon: D’honneur et de nuit, de 2011, también es parte de la edición, así como un ensayo de David Thomson y un comentario apreciativo de John Woo, quien famosamente ha considerado El samurai su filme preferido.

 

Woo no está solo: la mezcla singular de cine negro, con un protagonista desapegado y la estilización pop de algunos de sus escenarios, ha impactado el cine de directores que han hecho del mundo del crimen una parte vertebral de su obra (como Martin Scorsese, Quentin Tarantino, Francis Ford Coppola, Michael Mann, Nicolas Winding Refn, los hermanos Coen y David Fincher), pero también ha inspirado a cineastas disímiles como Aki Kaurismäki, Bernardo Bertolucci, John Frankenheimer o Jim Jarmusch, cuyo Ghost Dog: el camino del samurai (1999) le debe algunos elementos temáticos.

 

El samurai, cuyo protagonista sigue al pie de la letra la figura del matón estólido, un pistolero con un código propio e inquebrantable (y que habríamos de volver a ver incontables veces en el cine negro), tal vez sea más interesante por su tono: con una banda sonora que oscila entre el jazz y temas ominosos (de Francois de Roubaix) y una pátina preponderantemente plateada y gris (la cinematografía es de Henri Decaë), el filme -a pesar de los deseos de Melville, quien aspiraba a crear una obra que no pudiera identificarse con un periodo histórico- evoca una modernidad que ha irrumpido en un entorno tradicional parisiense. En este sentido son interesantes las cercanías estilísticas que tiene con Playtime, de Jacques Tati, que se estrenó el mismo año. Por supuesto, El samurai no se demora tanto como Playtime en los contrastes entre lo “nuevo” y lo “viejo”, pero allí están también: en sus calles y las ocasionales incursiones a una periferia más o menos abandonada donde aún se encuentran elementos del viejo París, hasta los bares y oficinas modernos.

 

Pero hay otras razones para volver a ver el filme de Melville, como escribe Thomson en este ensayo: “Vista de nuevo ahora, El samurai parece un filme de una época en que los grandes filmes no sólo eran necesarios sino constantes, pues demostraban y cumplían con la naturaleza del medio”.

 

 



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Los rumbos del diseño

Ana Elena Mallet (Ciudad de México, 1971), curadora independiente especializada en diseño moderno y contemporáneo, contestó el cuestionario de la serie “Los rumbos del diseño”, que se enfoca en conocer el estado de la disciplina en México. A Mallet le interesan especialmente los cruces entre el arte contemporáneo y el diseño, además de la relación de ambas disciplinas con la cultura popular. Trabajó como curadora en el Museo Soumaya, en el Museo de Arte Carrillo Gil y fue subdirectora de programación del Museo Tamayo. El año pasado curó la muestra El arte de la indumentaria y la moda en México. 1940-2015, que se presentó en el Palacio de Iturbide. Fue curadora en jefe del Museo del Objeto el Objeto desde su Fundación en octubre de 2010 hasta Noviembre de 2011

 

¿Consideras que el nivel de educación o la enseñanza de las distintas prácticas del diseño, en México, es más alto o más bajo que hace cinco años?

 

Creo que el nivel es más alto. Existen nuevas aproximaciones al diseño y muchas universidades ofrecen ya la licenciatura, así como especialidades en distintas ramas.

 

¿Qué tan posible es, hoy, hablar de una industria de diseño mexicana?  (Una industria, por supuesto que tome en cuenta a las producciones y los creadores locales)

 

Creo que está en construcción y, poco a poco, se está logrando.

 

En México, el diseño industrial y textil profesional vive un complicado romance laboral y creativo con las tradiciones artesanales. Desde tu punto de vista, ¿cómo calificas la salud actual de esta relación? Los buenos y los malos momentos.

 

Es necesario asimilar en dónde vivimos y qué recursos hay: trabajar a partir de ello. Considero que eso es parte de trabajar con el sector artesanal. Hoy los diseñadores deben entender que los artesanos no son sólo proveedores; ambos deben comprender que el diálogo y la colaboración es en favor del aprendizaje y el beneficio mutuo.

 

Desde 2009, la industria editorial vive en crisis: las revistas de papel viven una vida precaria, en una economía frágil; mientras que las publicaciones digitales carecen de rigor periodístico y de reflexiones profundas. En el país, las revistas enfocadas en diseño son pocas; si bien nunca han abundado, entre 2012 y 2014 podíamos contar con un par de títulos más que hoy. ¿Podrías describir el panorama editorial ante el que estamos parados, para las revistas –impresas y digitales– mexicanas?

 

Es triste. En este país la crítica es casi inexistente, en todas las áreas. El diseño ha sido considerado en pocas ocasiones como disciplina formal en las publicaciones especializadas, es más bien un accesorio o un relleno. Creo que desde el gremio debíamos procurar construir una masa crítica, dar herramientas para entender porqué un diseño es bueno o esté bien resuelto. Aún debemos trabajar mucho en la parte editorial

 

¿Cuáles son las plataformas de exhibición y los escaparates de venta con las que cuentan los productores y los consumidores de diseño en México?, ¿seguimos concentrados en circuitos locales? ¿Se ha conseguido ensanchar la entrada a los circuitos internacionales o extranjeros?

 

Creo que aún es poco pero va creciendo. Kichink ha ayudado mucho a los diseñadores y los productores. A nivel internacional, Plataformas como Adorno y otras como Disenia, a nivel latinoamericano, han impulsado ventas y difusión. Se han abierto espacios en tiendas de museos internacionales pero es verdad que nuestros precios de diseño son poco competitivos. Esta es un área que hace falta entender y saber abordar.

 

Hace unos años el diseño joven, o emergente, se caracterizó por su inclinación hacia las prácticas sociales, el diálogo y los eventos públicos y la asimilación de un idioma diseñístico global. Hoy, ¿cómo describirías al diseño joven?

 

Creo que es una búsqueda constante. No podía decir que el diseño emergente va por un sólo camino sino que son múltiples. México es lo mismo un país artesanal que un país de maquila o donde se producen polímeros y turbinas. Tenemos un amplio panorama para que el diseño joven pueda crecer. Es cuestión de acercar cada vez más la industria y el diseño para lograr un diseño sólido y útil.



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Los rumbos del diseño

Ana Elena Mallet (Ciudad de México, 1971), curadora independiente especializada en diseño moderno y contemporáneo, contestó el cuestionario de la serie “Los rumbos del diseño”, que se enfoca en conocer el estado de la disciplina en México. A Mallet le interesan especialmente los cruces entre el arte contemporáneo y el diseño, además de la relación de ambas disciplinas con la cultura popular. Trabajó como curadora en el Museo Soumaya, en el Museo de Arte Carrillo Gil y fue subdirectora de programación del Museo Tamayo. El año pasado curó la muestra El arte de la indumentaria y la moda en México. 1940-2015, que se presentó en el Palacio de Iturbide. Fue curadora en jefe del Museo del Objeto el Objeto desde su Fundación en octubre de 2010 hasta Noviembre de 2011

 

¿Consideras que el nivel de educación o la enseñanza de las distintas prácticas del diseño, en México, es más alto o más bajo que hace cinco años?

 

Creo que el nivel es más alto. Existen nuevas aproximaciones al diseño y muchas universidades ofrecen ya la licenciatura, así como especialidades en distintas ramas.

 

¿Qué tan posible es, hoy, hablar de una industria de diseño mexicana?  (Una industria, por supuesto que tome en cuenta a las producciones y los creadores locales)

 

Creo que está en construcción y, poco a poco, se está logrando.

 

En México, el diseño industrial y textil profesional vive un complicado romance laboral y creativo con las tradiciones artesanales. Desde tu punto de vista, ¿cómo calificas la salud actual de esta relación? Los buenos y los malos momentos.

 

Es necesario asimilar en dónde vivimos y qué recursos hay: trabajar a partir de ello. Considero que eso es parte de trabajar con el sector artesanal. Hoy los diseñadores deben entender que los artesanos no son sólo proveedores; ambos deben comprender que el diálogo y la colaboración es en favor del aprendizaje y el beneficio mutuo.

 

Desde 2009, la industria editorial vive en crisis: las revistas de papel viven una vida precaria, en una economía frágil; mientras que las publicaciones digitales carecen de rigor periodístico y de reflexiones profundas. En el país, las revistas enfocadas en diseño son pocas; si bien nunca han abundado, entre 2012 y 2014 podíamos contar con un par de títulos más que hoy. ¿Podrías describir el panorama editorial ante el que estamos parados, para las revistas –impresas y digitales– mexicanas?

 

Es triste. En este país la crítica es casi inexistente, en todas las áreas. El diseño ha sido considerado en pocas ocasiones como disciplina formal en las publicaciones especializadas, es más bien un accesorio o un relleno. Creo que desde el gremio debíamos procurar construir una masa crítica, dar herramientas para entender porqué un diseño es bueno o esté bien resuelto. Aún debemos trabajar mucho en la parte editorial

 

¿Cuáles son las plataformas de exhibición y los escaparates de venta con las que cuentan los productores y los consumidores de diseño en México?, ¿seguimos concentrados en circuitos locales? ¿Se ha conseguido ensanchar la entrada a los circuitos internacionales o extranjeros?

 

Creo que aún es poco pero va creciendo. Kichink ha ayudado mucho a los diseñadores y los productores. A nivel internacional, Plataformas como Adorno y otras como Disenia, a nivel latinoamericano, han impulsado ventas y difusión. Se han abierto espacios en tiendas de museos internacionales pero es verdad que nuestros precios de diseño son poco competitivos. Esta es un área que hace falta entender y saber abordar.

 

Hace unos años el diseño joven, o emergente, se caracterizó por su inclinación hacia las prácticas sociales, el diálogo y los eventos públicos y la asimilación de un idioma diseñístico global. Hoy, ¿cómo describirías al diseño joven?

 

Creo que es una búsqueda constante. No podía decir que el diseño emergente va por un sólo camino sino que son múltiples. México es lo mismo un país artesanal que un país de maquila o donde se producen polímeros y turbinas. Tenemos un amplio panorama para que el diseño joven pueda crecer. Es cuestión de acercar cada vez más la industria y el diseño para lograr un diseño sólido y útil.



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martes, 24 de octubre de 2017

Protesta contra Roman Polanski

El lunes 30 de octubre la Cinemateca francesa realizará la inauguración de la retrospectiva dedicada al director polaco Roman Polanski, homenaje al que se opone la organización feminista Osez, que ha convocado a una protesta durante la apertura del evento, a la que asistirá el director de El bebé de Rosemary (1968). “No podemos continuar con la glorificación de hombres como Polanski”, anuncia Osez, que refiere los cargos de violación que ha enfrentado el director durante décadas. La Cinemateca argumenta la retrospectiva, que comprende todas las películas de Polanski, al describirlo como creador de “un arte visionario”.

 

El realizador fue acusado de abusar a una menor en 1977. “Por la decisión de asumir la retrospectiva, por la negación de los actos criminales de los que se le acusa, la Cinemateca participa de la idea de que violar a una menor no es tan grave frente al genio del artista”, señala Osez. El llamado a la protesta coincide con las acusaciones de acoso al productor de cine estadounidense Harvey Weinstein. Sin embargo la manifestación de Osez, que también evidencia que las retrospectivas dedicadas a las creadoras son menos frecuentes, se planeó desde antes, anuncia el diario francés Libération.

 

El caso también entronca con la reciente portada de la revista Inrocks, en la que aparece el cantante Bertrand Cantat, condenado a prisión por haber matado a Marie Trintignant, actriz conocida por su participación en los filmes de Claude Chabrol Un asunto de mujeres (1988) y Betty (1992). Otro dato: el 26 de septiembre de este año la actriz alemana Renate Langer acusó a Polanski de haber abusado de ella en 1973.

 

Por su lado, la Cinemateca expresó que en los siguientes días dará a conocer su postura a través de un comunicado, aunque afirmó que la retrospectiva se mantendrá hasta el 3 de diciembre, como fue planeada.  



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Protesta contra Roman Polanski

El lunes 30 de octubre la Cinemateca francesa realizará la inauguración de la retrospectiva dedicada al director polaco Roman Polanski, homenaje al que se opone la organización feminista Osez, que ha convocado a una protesta durante la apertura del evento, a la que asistirá el director de El bebé de Rosemary (1968). “No podemos continuar con la glorificación de hombres como Polanski”, anuncia Osez, que refiere los cargos de violación que ha enfrentado el director durante décadas. La Cinemateca argumenta la retrospectiva, que comprende todas las películas de Polanski, al describirlo como creador de “un arte visionario”.

 

El realizador fue acusado de abusar a una menor en 1977. “Por la decisión de asumir la retrospectiva, por la negación de los actos criminales de los que se le acusa, la Cinemateca participa de la idea de que violar a una menor no es tan grave frente al genio del artista”, señala Osez. El llamado a la protesta coincide con las acusaciones de acoso al productor de cine estadounidense Harvey Weinstein. Sin embargo la manifestación de Osez, que también evidencia que las retrospectivas dedicadas a las creadoras son menos frecuentes, se planeó desde antes, anuncia el diario francés Libération.

 

El caso también entronca con la reciente portada de la revista Inrocks, en la que aparece el cantante Bertrand Cantat, condenado a prisión por haber matado a Marie Trintignant, actriz conocida por su participación en los filmes de Claude Chabrol Un asunto de mujeres (1988) y Betty (1992). Otro dato: el 26 de septiembre de este año la actriz alemana Renate Langer acusó a Polanski de haber abusado de ella en 1973.

 

Por su lado, la Cinemateca expresó que en los siguientes días dará a conocer su postura a través de un comunicado, aunque afirmó que la retrospectiva se mantendrá hasta el 3 de diciembre, como fue planeada.  



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Ya viene el CutOut Fest

El CutOut Fest ha sido uno de los foros que ha impulsado la descentralización de las actividades culturales y artísticas del país, que suelen concentrarse en ciertos puntos de la Ciudad de México. En noviembre el festival, dedicado al cine de animación y el arte digital, celebrará su novena edición en la ciudad de Querétaro. Aunque la programación del encuentro es diversa, este año hay interés específico por explorar el tema de la inteligencia artificial. El animador hongkonés Saiman Chow, el ilustrador mexicano Lepapel y el artista digital TRAUM INC, entre otros, atenderán el evento.

 

El festival organizó las 221 obras animadas en las siguientes categorías: “Cortometraje narrativo”, “Cortometraje Experimental”, “Cortometraje Universitario”, “Videoclip”, “Spot Publicitario”, “Títulos de crédito” y “GIF”.

 

Uno de los atractivos principales del CutOut Fest es que su programa está enfocado en la interacción con las audiencias. Esta ocasión se presentará una sección titulada “CutOut Interactive”, que se verá en el Museo de la Ciudad de Querétaro, dedicada a la experimentación; también habrá reuniones con los artistas invitados y batallas de GIFs.

 

Otras de las actividades del festival son los talleres que imparten expertos del ámbito de la animación. Esta ocasión se compartirán saberes en temas de “Arte interactivo con Processing”, “Procedural Animation Loops”, “Creación de personajes en 3D”, “Ilustración” y y “Mutación y sinestesia”.  

 

El encuentro, que se realizará del 9 al 12 de noviembre, proyectará filmes de todo el mundo. La participación en las actividades, que no tienen ningún costo, requiere de inscripción previa.



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Novena edición del CutOut Fest

El CutOut Fest ha sido uno de los foros que ha impulsado la descentralización de las actividades culturales y artísticas del país, que suelen concentrarse en ciertos puntos de la Ciudad de México. En noviembre el festival, dedicado al cine de animación y el arte digital, celebrará su novena edición en la ciudad de Querétaro. Aunque la programación del encuentro es diversa, este año hay interés específico por explorar el tema de la inteligencia artificial. El animador hongkonés Saiman Chow, el ilustrador mexicano Lepapel y el artista digital TRAUM INC, entre otros, atenderán el evento.

 

El festival organizó las 221 obras animadas en las siguientes categorías: “Cortometraje narrativo”, “Cortometraje Experimental”, “Cortometraje Universitario”, “Videoclip”, “Spot Publicitario”, “Títulos de crédito” y “GIF”.

 

Uno de los atractivos principales del CutOut Fest es que su programa está enfocado en la interacción con las audiencias. Esta ocasión se presentará una sección titulada “CutOut Interactive”, que se verá en el Museo de la Ciudad de Querétaro, dedicada a la experimentación; también habrá reuniones con los artistas invitados y batallas de GIFs.

 

Otras de las actividades del festival son los talleres que imparten expertos del ámbito de la animación. Esta ocasión se compartirán saberes en temas de “Arte interactivo con Processing”, “Procedural Animation Loops”, “Creación de personajes en 3D”, “Ilustración” y y “Mutación y sinestesia”.  

 

El encuentro, que se realizará del 9 al 12 de noviembre, proyectará filmes de todo el mundo. La participación en las actividades, que no tienen ningún costo, requiere de inscripción previa.



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Diamela Eltit en México

La Feria del Libro del Zócalo, que este año tuvo a las letras de Chile como protagonista, concluyó el domingo de ayer. Desde el pasado 12 de octubre se presentó allí una cartelera que lo mismo le dio espacio a autores jóvenes chilenos (Alejandro Zambra, Diego Zúñiga, Carolina Melys, Richard Sandoval, entre otros) como a figuras consagradas: hubo mesas de discusión en torno a Pablo Neruda, Violeta Parra (que este año cumplió su centenario), el popular Roberto Bolaño y un homenaje a Pedro Lemebel, quien falleció en 2015.

 

De los treinta y cinco chilenos que visitaron el país llama la atención la presencia de Diamela Eltit (Santiago de Chile, 1949), quien tuvo una agenda dinámica: el martes 17 participó en el homenaje a Lemebel, con Carmen Berenguer y Humberto Guerra; el miércoles 18 sostuvo una conversación con Sandra Lorenzano; y jueves 19 apoyó en la presentación de Cadáver exquisito, de Malú Urriola (acompañada por Ximena Bedregal).

 

Pero durante su visita a la Ciudad de México las actividades de Eltit fueron más allá de su participación en la FIL del Zócalo. También el jueves pasado sostuvo un diálogo con alumnos de la Universidad Iberoamericana, durante el cual dio un repaso a su obra con especial atención a la escrita durante la dictadura chilena (Lumpérica, su primera novela, fue publicada en 1983). Su paso por la universidad refleja bien el perfil de Eltit, quien no sólo ha estado cerca del mundo académico sino que, durante su carrera, ha orbitado desde los márgenes: fue cofundadora del CADA, que revolucionó la escena artística chilena en tiempos de Pinochet; y desde entonces ha creado una obra que ofrece resistencia.

 

Eltit ha publicado lo mismo en tiempos donde la censura oficial era cotidiana, como en el momento de transición hacia la democracia. Estos distintos momentos (de El cuarto mundo, de 1988, hasta la aparición de novelas recientes como Jamás el fuego nunca de 2007 o Fuerzas especiales, de 2013)  implicaron también, como señaló el jueves, distintas formas de acercarse a la escritura pues ambos proponían distintas visiones del cuerpo. “El cuerpo es un espacio discursivo y cada época propone un cuerpo distinto, es decir, un deseo distinto, complejo e incómodo”.

 

En su obra Eltit ha establecido una distancia entre el texto producido por la academia así como por el exigido por un régimen literario comercial. Su libro más reciente, Réplicas. Escritos sobre literatura, arte y política (2016), es una colección de ensayos en la que se aprecia su forma distintiva de enfrentarse a la escritura: “Más allá de los mandatos académicos la crítica también necesita de un destello cautivador”, explicó. “Veo a la literatura como un objeto de deseo. Mi tema más intenso es la escritura como práctica, la escritura como cuerpo. ¿Cómo darle una perspectiva que permita crear asociaciones sorprendentes?”. Para una escritora de literatura esa se trata de una pregunta clave que se opone al origen de la palabra escrita que, para Eltit, fue “afianzar pactos burocráticos”.

 

El caso de Eltit no sólo destaca por su obra singular sino por sus estrategias para definirse como una autora latinoamericana. Es algo de lo que Marcelo Mellado da cuenta en “El lugar ocupado” (ver La Tempestad 102): “De algún modo se cagó a los machotes locales, que quisieron reproducir la generación del 50 (oligarca y parisina) contra la generación del 38, más proleta y semiurbana. Su escritura es la centralización de un margen que tiene como eje a un sujeto corporal invalidado institucionalmente, pero capaz de armar un sistema poderoso que cambia la tortilla; la construcción de un texto narrativo, cuya historia se diluye en imágenes que simbolizan los grandes conflictos del tejido social…”.

 

En efecto, la obra de Eltit, como se aprecia en la fluctuante Vaca sagrada (1991) y en las otras formas “interrumpidas” que le dan cuerpo a sus novelas, refleja la visión particular que tiene del cuerpo: “Nunca he podido elaborar cuerpos enteros sino fragmentarios, que es como opera el cuerpo precisamente. Tengo la noción de un cuerpo escurridizo, más probable que real. Un cuerpo sostenido por la palabra”.



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Diamela Eltit en México

La Feria del Libro del Zócalo, que este año tuvo a las letras de Chile como protagonista, concluyó el domingo de ayer. Desde el pasado 12 de octubre se presentó allí una cartelera que lo mismo le dio espacio a autores jóvenes chilenos (Alejandro Zambra, Diego Zúñiga, Carolina Melys, Richard Sandoval, entre otros) como a figuras consagradas: hubo mesas de discusión en torno a Pablo Neruda, Violeta Parra (que este año cumplió su centenario), el popular Roberto Bolaño y un homenaje a Pedro Lemebel, quien falleció en 2015.

 

De los treinta y cinco chilenos que visitaron el país llama la atención la presencia de Diamela Eltit (Santiago de Chile, 1949), quien tuvo una agenda dinámica: el martes 17 participó en el homenaje a Lemebel, con Carmen Berenguer y Humberto Guerra; el miércoles 18 sostuvo una conversación con Sandra Lorenzano; y jueves 19 apoyó en la presentación de Cadáver exquisito, de Malú Urriola (acompañada por Ximena Bedregal).

 

Pero durante su visita a la Ciudad de México las actividades de Eltit fueron más allá de su participación en la FIL del Zócalo. También el jueves pasado sostuvo un diálogo con alumnos de la Universidad Iberoamericana, durante el cual dio un repaso a su obra con especial atención a la escrita durante la dictadura chilena (Lumpérica, su primera novela, fue publicada en 1983). Su paso por la universidad refleja bien el perfil de Eltit, quien no sólo ha estado cerca del mundo académico sino que, durante su carrera, ha orbitado desde los márgenes: fue cofundadora del CADA, que revolucionó la escena artística chilena en tiempos de Pinochet; y desde entonces ha creado una obra que ofrece resistencia.

 

Eltit ha publicado lo mismo en tiempos donde la censura oficial era cotidiana, como en el momento de transición hacia la democracia. Estos distintos momentos (de El cuarto mundo, de 1988, hasta la aparición de novelas recientes como Jamás el fuego nunca de 2007 o Fuerzas especiales, de 2013)  implicaron también, como señaló el jueves, distintas formas de acercarse a la escritura pues ambos proponían distintas visiones del cuerpo. “El cuerpo es un espacio discursivo y cada época propone un cuerpo distinto, es decir, un deseo distinto, complejo e incómodo”.

 

En su obra Eltit ha establecido una distancia entre el texto producido por la academia así como por el exigido por un régimen literario comercial. Su libro más reciente, Réplicas. Escritos sobre literatura, arte y política (2016), es una colección de ensayos en la que se aprecia su forma distintiva de enfrentarse a la escritura: “Más allá de los mandatos académicos la crítica también necesita de un destello cautivador”, explicó. “Veo a la literatura como un objeto de deseo. Mi tema más intenso es la escritura como práctica, la escritura como cuerpo. ¿Cómo darle una perspectiva que permita crear asociaciones sorprendentes?”. Para una escritora de literatura esa se trata de una pregunta clave que se opone al origen de la palabra escrita que, para Eltit, fue “afianzar pactos burocráticos”.

 

El caso de Eltit no sólo destaca por su obra singular sino por sus estrategias para definirse como una autora latinoamericana. Es algo de lo que Marcelo Mellado da cuenta en “El lugar ocupado” (ver La Tempestad 102): “De algún modo se cagó a los machotes locales, que quisieron reproducir la generación del 50 (oligarca y parisina) contra la generación del 38, más proleta y semiurbana. Su escritura es la centralización de un margen que tiene como eje a un sujeto corporal invalidado institucionalmente, pero capaz de armar un sistema poderoso que cambia la tortilla; la construcción de un texto narrativo, cuya historia se diluye en imágenes que simbolizan los grandes conflictos del tejido social…”.

 

En efecto, la obra de Eltit, como se aprecia en la fluctuante Vaca sagrada (1991) y en las otras formas “interrumpidas” que le dan cuerpo a sus novelas, refleja la visión particular que tiene del cuerpo: “Nunca he podido elaborar cuerpos enteros sino fragmentarios, que es como opera el cuerpo precisamente. Tengo la noción de un cuerpo escurridizo, más probable que real. Un cuerpo sostenido por la palabra”.



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Desbordes de Benjamin Clementine

Es una sensación extraña ver los videos de Benjamin Clementine (Londres, 1988) cantando en el metro de París. Datan de hace apenas cinco años –de tiempos en los que, se dice, oscilaba entre la pobreza y la indigencia– e interpreta, sin mayor brillo, temas muy populares de Marvin Gaye, Sam Cooke o Bob Marley. No tendrían mayor relevancia si su carrera no hubiera despegado tres años después con la publicación de su sorprendente disco debut At Least For Now (2015), ganador del Mercury Prize (que reconoce el mejor disco británico del año y que ha sido otorgado a músicos como Portishead, PJ Harvey o Antony & The Johnsons). Su historia, entonces, podría limitarse a ser un simple cliché (similar a la de los programas televisivos de canto): el desclasado que, descubierto azarosamente por un manager, logra triunfar en los escenarios más reputados del mundo. Y sus videos callejeros funcionarían como una especie de credencial que demostraría la autenticidad de sus orígenes. Pero el salto de Clementine es distinto: no sólo es el de un músico que accede a mayores audiencias, sino el del individuo que pasa de habitar un entorno en donde apenas puede expresarse a otro donde puede construir, artesanalmente, cada arista de su obra. Es el paso del anonimato a la autoría; cuantitativo y cualitativo. El canto impersonal del metro se interna en una paleta expresiva amplísima, donde confluyen influencias que van de lo clásico a lo pop. La temática misma de sus canciones se impregna irremediablemente de este salto: no es que sean autobiográficas –o, mejor dicho, no es que eso importe– sino que son personales, es decir, están moldeadas por esas experiencias sin convertirse en caricaturas de lo autorreferencial. Basta escuchar un tema como “Adios”, donde cuenta en primera persona las razones y virtudes de una despedida; la canción súbitamente entra en un impasse, donde Clementine cuenta su encuentro con ángeles –y comparte, interpretándolas, las melodías que le cantaron–, no sin antes disculparse con el oyente por «disponer de su tiempo», como si todavía se encontrara en el metro y no frente a una audiencia atenta.

 

 

Este impasse importa por más razones: muestra la amplitud de su registro vocal y las técnicas que domina casi intuitivamente (un tenor lírico que en otros contextos se denomina spinto); revela su histrionismo, lo que en adelante será una de sus principales características; y demuestra que los rasgos personales con los que construye su obra están lejos de ser una simple marca identitaria: se articulan, al contrario, de fabulaciones y ficciones.

 

 

Las comparaciones con Antony Hegarty y Rufus Wainwright (ambos con carreras iniciadas alrededor del cambio de siglo, cuando Clementine era todavía un adolescente) son naturales: los tres compositores perviven en un mismo contexto, al menos en lo que se refiere a la industria musical, y comparten muchas de las características antes mencionadas (Clementine incluso menciona a Antony como un punto de inflexión para convertirse en músico). Las comparaciones con Nina Simone o Edith Piaf son ciertamente más arriesgadas, pero dan cuenta al menos de cierto ethos común: melancólico, doloroso, profundo. Pero hay otra influencia, atendida por algunos críticos, que encuentro fundamental para entender las formas en que la música de Clementine se desenvuelve (si es una influencia directa en su obra, lo ignoramos): nos referimos a Bola de Nieve. ¿Por qué? Porque el cantante cubano inventó, al menos para la música popular del siglo XX, una forma de interpretación pianística donde música y canto se estrechaban al punto de parecer corrientes de la misma naturaleza: ambas podían ser igualmente expresivas; influenciarse y corresponderse. Esa doble corriente convertía al producto final en un ente sonoro inmanejable, por lo que la estructura de la canción se flexibilizaba e incluso pasaba a un segundo plano en pos de la personalidad del intérprete-instrumento (por supuesto, en términos de estructura libre del piano antes de Bola de Nieve está Claude Debussy pero, para resumirlo drásticamente, creemos que el cubano filtra para el modo canción lo que el francés revolucionó para el sonido).

 

 

Muchas de estas características encuentran un nuevo cauce en I Tell A Fly (2017), su producción discográfica más reciente. “Farewell Sonata”, el primer tema, ya establece que los caminos del álbum serán aún más intrincados que en At Least For Now. Un piano impresionista se verá abruptamente interrumpido por una batería más cercana al rock para, finalmente, volver a caer en su sonoridad delicada. Es un inicio arriesgado porque, según el cristal, puede escucharse sorprendente y refrescante o forzado y artificial. Es el borde, indisciplinado, en donde Clementine está dispuesto a caminar. Su voz se engrosa emparejándose con la batería en “God Save The Jungle” y, a la altura de “Better Sorry Than Asafe”, el tercer corte, ya ha terminado de establecerse en ese tono histriónico, que lo mismo acentúa o alarga los tonos y que, en general, le da un aire narrativo al recorrido de sus álbumes. Característica que hace que su música (como la de Anthony o la de Wainwright) sea comprendida también desde lo operístico. “Phantom of Aleppoville”, el primer sencillo del álbum, es el colmo de este proceso: el canto de Clementine se vuelve gestual, se asienta nuevamente sobre el piano que, a su vez, es contrapunteado por un clavicordio. Los elementos se superponen conformando un escenario barroco. Ya no habrá vuelta atrás: “One Awkard Fish” incluye una base rítmica que recuerda al drum and bass que se estilaba en Inglaterra a finales de los noventa; “Quintessence”, por el contrario, es un tema directamente debussiano, etcétera…Tal vez desde Tom Waits, tras su transformación a partir de Swordfishtrombones (1983), no se escuchaba un despliegue de gestos teatrales-musicales de alcances tan altos, si bien con intenciones muy distintas. Benjamin Clementine ha afrontado la «prueba del segundo álbum» con aplomo: la cantidad de elementos que hace confluir son riesgosos, decíamos, pero conforman su riqueza particular. Son las tentativas, acertadas o no, es lo de menos, de un músico que parece desbordarse.

 

 

 



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Desbordes de Benjamin Clementine

Es una sensación extraña ver los videos de Benjamin Clementine (Londres, 1988) cantando en el metro de París. Datan de hace apenas cinco años –de tiempos en los que, se dice, oscilaba entre la pobreza y la indigencia– e interpreta, sin mayor brillo, temas muy populares de Marvin Gaye, Sam Cooke o Bob Marley. No tendrían mayor relevancia si su carrera no hubiera despegado tres años después con la publicación de su sorprendente disco debut At Least For Now (2015), ganador del Mercury Prize (que reconoce el mejor disco británico del año y que ha sido otorgado a músicos como Portishead, PJ Harvey o Antony & The Johnsons). Su historia, entonces, podría limitarse a ser un simple cliché (similar a la de los programas televisivos de canto): el desclasado que, descubierto azarosamente por un manager, logra triunfar en los escenarios más reputados del mundo. Y sus videos callejeros funcionarían como una especie de credencial que demostraría la autenticidad de sus orígenes. Pero el salto de Clementine es distinto: no sólo es el de un músico que accede a mayores audiencias, sino el del individuo que pasa de habitar un entorno en donde apenas puede expresarse a otro donde puede construir, artesanalmente, cada arista de su obra. Es el paso del anonimato a la autoría; cuantitativo y cualitativo. El canto impersonal del metro se interna en una paleta expresiva amplísima, donde confluyen influencias que van de lo clásico a lo pop. La temática misma de sus canciones se impregna irremediablemente de este salto: no es que sean autobiográficas –o, mejor dicho, no es que eso importe– sino que son personales, es decir, están moldeadas por esas experiencias sin convertirse en caricaturas de lo autorreferencial. Basta escuchar un tema como “Adios”, donde cuenta en primera persona las razones y virtudes de una despedida; la canción súbitamente entra en un impasse, donde Clementine cuenta su encuentro con ángeles –y comparte, interpretándolas, las melodías que le cantaron–, no sin antes disculparse con el oyente por «disponer de su tiempo», como si todavía se encontrara en el metro y no frente a una audiencia atenta.

 

 

Este impasse importa por más razones: muestra la amplitud de su registro vocal y las técnicas que domina casi intuitivamente (un tenor lírico que en otros contextos se denomina spinto); revela su histrionismo, lo que en adelante será una de sus principales características; y demuestra que los rasgos personales con los que construye su obra están lejos de ser una simple marca identitaria: se articulan, al contrario, de fabulaciones y ficciones.

 

 

Las comparaciones con Antony Hegarty y Rufus Wainwright (ambos con carreras iniciadas alrededor del cambio de siglo, cuando Clementine era todavía un adolescente) son naturales: los tres compositores perviven en un mismo contexto, al menos en lo que se refiere a la industria musical, y comparten muchas de las características antes mencionadas (Clementine incluso menciona a Antony como un punto de inflexión para convertirse en músico). Las comparaciones con Nina Simone o Edith Piaf son ciertamente más arriesgadas, pero dan cuenta al menos de cierto ethos común: melancólico, doloroso, profundo. Pero hay otra influencia, atendida por algunos críticos, que encuentro fundamental para entender las formas en que la música de Clementine se desenvuelve (si es una influencia directa en su obra, lo ignoramos): nos referimos a Bola de Nieve. ¿Por qué? Porque el cantante cubano inventó, al menos para la música popular del siglo XX, una forma de interpretación pianística donde música y canto se estrechaban al punto de parecer corrientes de la misma naturaleza: ambas podían ser igualmente expresivas; influenciarse y corresponderse. Esa doble corriente convertía al producto final en un ente sonoro inmanejable, por lo que la estructura de la canción se flexibilizaba e incluso pasaba a un segundo plano en pos de la personalidad del intérprete-instrumento (por supuesto, en términos de estructura libre del piano antes de Bola de Nieve está Claude Debussy pero, para resumirlo drásticamente, creemos que el cubano filtra para el modo canción lo que el francés revolucionó para el sonido).

 

 

Muchas de estas características encuentran un nuevo cauce en I Tell A Fly (2017), su producción discográfica más reciente. “Farewell Sonata”, el primer tema, ya establece que los caminos del álbum serán aún más intrincados que en At Least For Now. Un piano impresionista se verá abruptamente interrumpido por una batería más cercana al rock para, finalmente, volver a caer en su sonoridad delicada. Es un inicio arriesgado porque, según el cristal, puede escucharse sorprendente y refrescante o forzado y artificial. Es el borde, indisciplinado, en donde Clementine está dispuesto a caminar. Su voz se engrosa emparejándose con la batería en “God Save The Jungle” y, a la altura de “Better Sorry Than Asafe”, el tercer corte, ya ha terminado de establecerse en ese tono histriónico, que lo mismo acentúa o alarga los tonos y que, en general, le da un aire narrativo al recorrido de sus álbumes. Característica que hace que su música (como la de Anthony o la de Wainwright) sea comprendida también desde lo operístico. “Phantom of Aleppoville”, el primer sencillo del álbum, es el colmo de este proceso: el canto de Clementine se vuelve gestual, se asienta nuevamente sobre el piano que, a su vez, es contrapunteado por un clavicordio. Los elementos se superponen conformando un escenario barroco. Ya no habrá vuelta atrás: “One Awkard Fish” incluye una base rítmica que recuerda al drum and bass que se estilaba en Inglaterra a finales de los noventa; “Quintessence”, por el contrario, es un tema directamente debussiano, etcétera…Tal vez desde Tom Waits, tras su transformación a partir de Swordfishtrombones (1983), no se escuchaba un despliegue de gestos teatrales-musicales de alcances tan altos, si bien con intenciones muy distintas. Benjamin Clementine ha afrontado la «prueba del segundo álbum» con aplomo: la cantidad de elementos que hace confluir son riesgosos, decíamos, pero conforman su riqueza particular. Son las tentativas, acertadas o no, es lo de menos, de un músico que parece desbordarse.

 

 

 



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lunes, 23 de octubre de 2017

Fantasías mediáticas

La práctica artística de Josephine Meckseper (Alemania, 1964) tiene como premisa el consumo visual y material, la historia del arte, la contracultura, así como distintos métodos de exhibición del siglo XX. Las estrategias de la creadora alemana refieren a las del consumo que fomenta el capitalismo: vitrinas, estanterías y escaparates que subvierten su función para reflejar una cultura de fantasías mediáticas y explotación. Aquí, una charla con Meckseper que expone de forma individual en la Ciudad de México por primera vez. La muestra Josephine Meckseper se podrá ver en Proyectos Monclova, galería de la Ciudad de México, hasta el 28 de octubre.

 

Usas formas de presentación comercial (vitrinas, ventanas, revistas) para yuxtaponer algunas piezas. ¿Cuál es el trasfondo de la utilización de este recurso?

 

Durante las acciones de las protestas de Seattle World Trade Organizations en 1999, el enfoque en las configuraciones de visualización (tales como escaparates, estanterías y plataformas) se convirtió en un intento de capturar no sólo las protestas reales, sino el rol del escaparate como símbolo de la cultura de consumo y el capitalismo. A raíz del 11 de septiembre, el emparejamiento de voces de oposición, como el lenguaje publicitario y la señalización de protesta, fue un factor crucial en la conceptualización de mis primeras piezas de vitrina. Comencé a establecer esta relación filmando las protestas contra la guerra y el capitalismo en las calles de Nueva York y los escaparates de las tiendas urbanas circundantes que a menudo se vandalizaron.

 

 

Has declarado que Duchamp y Benjamin son tus referentes. ¿De qué manera confluyen las ideas de estos pensadores en tu argumentación del consumo visual y material de la sociedad?

 

Mi trabajo es fundamentalmente conceptual. Los materiales encontrados y las imágenes publicitarias crean un “registro” de un entorno o situación temporal en una arqueología del presente. Es una fascinación que tiene sus raíces en el legado de las obras de Marcel Duchamp o Martin Kippenberger, artistas que utilizaron los objetos más banales para socavar la exclusividad del arte. Mis vitrinas de acero y vidrio hacen referencia a las formas tradicionales de los escaparates con su estatus implícito como un símbolo tenue del consumismo, insertan una combinación de objetos de consumo banales con artefactos de eventos históricos y políticos. Estas piezas están, en parte, también inspiradas en El proyecto de arcadas de Walter Benjamin en el que describe una nueva forma de vida urbana con galerías comerciales y el surgimiento del flâneur moderno en ciudades europeas como París.

 

¿A qué necesidad expresiva responde la elección de materiales y objetos como textiles, ropa interior, zapatos, instrumentos de limpieza, para configurar tus instalaciones?

 

Veo mi trabajo como una ventana que da hacia nuestro tiempo, como si se tratara de vislumbrar una cultura a través de los ojos de los futuros seres humanos. El cepillo para el baño, el maniquí, la bandera o la zapatería: los objetos crean una tensión entre su propia materialidad y la ilusión de un paisaje urbano de oferta y demanda infinitas. También exploran la relación de la vitrina y los objetos con los espectadores, así como con un mundo abstracto fuera de nuestra percepción humana.

 

 

Tu trabajo plantea un desplazamiento del interés comercial hacia lo político, relación que, por otro lado, siempre es negada por el poder. ¿Qué aspectos de la realidad te parecen más relevantes para demostrar esta unión indisoluble entre el consumo y la política?  

 

Son tema de mi trabajo la realidad del milagro de nuestro universo y de la vida en este planeta son los aspectos más relevantes. Posteriormente, todos aquellos de lo que se constituye nuestra condición humana, incluidos los asuntos políticos y económicos. Sin embargo, la crítica cultural es solo una faceta, también hay un aspecto literario y filosófico de mi trabajo, en el sentido de contar historias con objetos y capturar la vida en todas sus manifestaciones. Es esta tensión entre los objetos mismos, pero también la relación de los objetos con nosotros y con un mundo abstracto. Las obras son, en muchos sentidos, sobre la percepción y la dialéctica entre “ser como un todo” y “seres específicos” como sugiere Heidegger. El drama y la tensión entre los objetos crean la esencia de lo que es el “tiempo” o “la cosa”. El conflicto y la “inespecificidad” de los objetos en mi trabajo apuntan a la pregunta de si existe un “mundo como un todo” o sólo una cadena infinita de correlaciones entre la materia y los objetos.

 

En tus obras hay alusiones directas al mundo de la moda. ¿Te interesa subvertir a esta como fenómeno para criticar las implicaciones identitarias y de consumo que se reflejan en ámbito de la imagen y la belleza?

 

Las referencias al “cuerpo” en mi trabajo se relacionan principalmente con el argumento marxista del capitalismo siendo la segunda iteración del concepto cristiano de “caída del hombre”. Al mismo tiempo, las imágenes publicitarias de productos de belleza o lencería ejemplifican el cuerpo “sin función”, “separado de la naturaleza e instrumentalizado como fuerza de trabajo”. El acto de apropiación de estos conceptos expone la “explicitud” de la publicidad en una cultura del espectáculo, regida por los medios de comunicación y el capitalismo universal. O en las palabras de Herbert Marcuse: “En la sociedad próspera, las autoridades casi no se ven obligadas a justificar su dominio. Entregan los bienes; satisfacen la energía sexual y agresiva de sus sujetos. Como el inconsciente, el poder destructivo del que tan exitosamente representan, están a este lado del bien y del mal, y el principio de contradicción no tiene lugar en su lógica “.

 

 

¿Hay algún concepto específico a través del que dialoguen las piezas que se exhiben en la muestra de Proyectos Monclova?

 

La exposición es de alguna manera una visión general e introducción a mi trabajo, ya que es mi primera exposición individual en México. Se muestra una serie de obras en diálogo, una gran vitrina de acero y vidrio, esculturas de madera pintadas, un estante y pinturas sobre tela de mezclilla, así como un gran trabajo de ensamblaje de muros. También hay una nueva instalación en el piso con espejo y un video.

 

En 1994 fundaste la revista FAT. En una sociedad en la predomina el uso de Internet como fuente de información, ¿aún te parece pertinente la función de las revistas impresas?

 

La revista FAT se inspiró en el teórico político y editor radical Jean-Paul Marat, L’Ami du peuple, publicación que circuló durante la Revolución Francesa, y la tradición vanguardista de derribar las barreras entre el arte y la vida. Empecé la revista como una obra de arte conceptual para crear un marco accesible para el arte y la teoría a un público más amplio. Disfrazada de revista tabloide, FAT contó con numerosos artistas y escritores de renombre internacional que abordaron cuestiones críticas, y se distribuyó en quioscos regulares y en supermercados. Conceptualmente, FAT es más poderosa como un formato impreso, con una presencia física en el mundo real. Por el momento, estoy trabajando en una película en la que en una de las escenas las actrices hojean una revista que muestra imágenes de las protestas actuales en los Estados Unidos: se trata del nuevo número de FAT. Después de servir como elemento de utilería en el filme, será publicada y distribuida como una revista.

 

 

 

 



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Fantasías mediáticas

La práctica artística de Josephine Meckseper (Alemania, 1964) tiene como premisa el consumo visual y material, la historia del arte, la contracultura, así como distintos métodos de exhibición del siglo XX. Las estrategias de la creadora alemana refieren a las del consumo que fomenta el capitalismo: vitrinas, estanterías y escaparates que subvierten su función para reflejar una cultura de fantasías mediáticas y explotación. Aquí, una charla con Meckseper que expone de forma individual en la Ciudad de México por primera vez. La muestra Josephine Meckseper se podrá ver en Proyectos Monclova, galería de la Ciudad de México, hasta el 28 de octubre.

 

Usas formas de presentación comercial (vitrinas, ventanas, revistas) para yuxtaponer algunas piezas. ¿Cuál es el trasfondo de la utilización de este recurso?

 

Durante las acciones de las protestas de Seattle World Trade Organizations en 1999, el enfoque en las configuraciones de visualización (tales como escaparates, estanterías y plataformas) se convirtió en un intento de capturar no sólo las protestas reales, sino el rol del escaparate como símbolo de la cultura de consumo y el capitalismo. A raíz del 11 de septiembre, el emparejamiento de voces de oposición, como el lenguaje publicitario y la señalización de protesta, fue un factor crucial en la conceptualización de mis primeras piezas de vitrina. Comencé a establecer esta relación filmando las protestas contra la guerra y el capitalismo en las calles de Nueva York y los escaparates de las tiendas urbanas circundantes que a menudo se vandalizaron.

 

 

Has declarado que Duchamp y Benjamin son tus referentes. ¿De qué manera confluyen las ideas de estos pensadores en tu argumentación del consumo visual y material de la sociedad?

 

Mi trabajo es fundamentalmente conceptual. Los materiales encontrados y las imágenes publicitarias crean un “registro” de un entorno o situación temporal en una arqueología del presente. Es una fascinación que tiene sus raíces en el legado de las obras de Marcel Duchamp o Martin Kippenberger, artistas que utilizaron los objetos más banales para socavar la exclusividad del arte. Mis vitrinas de acero y vidrio hacen referencia a las formas tradicionales de los escaparates con su estatus implícito como un símbolo tenue del consumismo, insertan una combinación de objetos de consumo banales con artefactos de eventos históricos y políticos. Estas piezas están, en parte, también inspiradas en El proyecto de arcadas de Walter Benjamin en el que describe una nueva forma de vida urbana con galerías comerciales y el surgimiento del flâneur moderno en ciudades europeas como París.

 

¿A qué necesidad expresiva responde la elección de materiales y objetos como textiles, ropa interior, zapatos, instrumentos de limpieza, para configurar tus instalaciones?

 

Veo mi trabajo como una ventana que da hacia nuestro tiempo, como si se tratara de vislumbrar una cultura a través de los ojos de los futuros seres humanos. El cepillo para el baño, el maniquí, la bandera o la zapatería: los objetos crean una tensión entre su propia materialidad y la ilusión de un paisaje urbano de oferta y demanda infinitas. También exploran la relación de la vitrina y los objetos con los espectadores, así como con un mundo abstracto fuera de nuestra percepción humana.

 

 

Tu trabajo plantea un desplazamiento del interés comercial hacia lo político, relación que, por otro lado, siempre es negada por el poder. ¿Qué aspectos de la realidad te parecen más relevantes para demostrar esta unión indisoluble entre el consumo y la política?  

 

Son tema de mi trabajo la realidad del milagro de nuestro universo y de la vida en este planeta son los aspectos más relevantes. Posteriormente, todos aquellos de lo que se constituye nuestra condición humana, incluidos los asuntos políticos y económicos. Sin embargo, la crítica cultural es solo una faceta, también hay un aspecto literario y filosófico de mi trabajo, en el sentido de contar historias con objetos y capturar la vida en todas sus manifestaciones. Es esta tensión entre los objetos mismos, pero también la relación de los objetos con nosotros y con un mundo abstracto. Las obras son, en muchos sentidos, sobre la percepción y la dialéctica entre “ser como un todo” y “seres específicos” como sugiere Heidegger. El drama y la tensión entre los objetos crean la esencia de lo que es el “tiempo” o “la cosa”. El conflicto y la “inespecificidad” de los objetos en mi trabajo apuntan a la pregunta de si existe un “mundo como un todo” o sólo una cadena infinita de correlaciones entre la materia y los objetos.

 

En tus obras hay alusiones directas al mundo de la moda. ¿Te interesa subvertir a esta como fenómeno para criticar las implicaciones identitarias y de consumo que se reflejan en ámbito de la imagen y la belleza?

 

Las referencias al “cuerpo” en mi trabajo se relacionan principalmente con el argumento marxista del capitalismo siendo la segunda iteración del concepto cristiano de “caída del hombre”. Al mismo tiempo, las imágenes publicitarias de productos de belleza o lencería ejemplifican el cuerpo “sin función”, “separado de la naturaleza e instrumentalizado como fuerza de trabajo”. El acto de apropiación de estos conceptos expone la “explicitud” de la publicidad en una cultura del espectáculo, regida por los medios de comunicación y el capitalismo universal. O en las palabras de Herbert Marcuse: “En la sociedad próspera, las autoridades casi no se ven obligadas a justificar su dominio. Entregan los bienes; satisfacen la energía sexual y agresiva de sus sujetos. Como el inconsciente, el poder destructivo del que tan exitosamente representan, están a este lado del bien y del mal, y el principio de contradicción no tiene lugar en su lógica “.

 

 

¿Hay algún concepto específico a través del que dialoguen las piezas que se exhiben en la muestra de Proyectos Monclova?

 

La exposición es de alguna manera una visión general e introducción a mi trabajo, ya que es mi primera exposición individual en México. Se muestra una serie de obras en diálogo, una gran vitrina de acero y vidrio, esculturas de madera pintadas, un estante y pinturas sobre tela de mezclilla, así como un gran trabajo de ensamblaje de muros. También hay una nueva instalación en el piso con espejo y un video.

 

En 1994 fundaste la revista FAT. En una sociedad en la predomina el uso de Internet como fuente de información, ¿aún te parece pertinente la función de las revistas impresas?

 

La revista FAT se inspiró en el teórico político y editor radical Jean-Paul Marat, L’Ami du peuple, publicación que circuló durante la Revolución Francesa, y la tradición vanguardista de derribar las barreras entre el arte y la vida. Empecé la revista como una obra de arte conceptual para crear un marco accesible para el arte y la teoría a un público más amplio. Disfrazada de revista tabloide, FAT contó con numerosos artistas y escritores de renombre internacional que abordaron cuestiones críticas, y se distribuyó en quioscos regulares y en supermercados. Conceptualmente, FAT es más poderosa como un formato impreso, con una presencia física en el mundo real. Por el momento, estoy trabajando en una película en la que en una de las escenas las actrices hojean una revista que muestra imágenes de las protestas actuales en los Estados Unidos: se trata del nuevo número de FAT. Después de servir como elemento de utilería en el filme, será publicada y distribuida como una revista.

 

 

 

 



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