miércoles, 28 de marzo de 2018

Rupturas constantes

Todo film conlleva siempre otro film secreto, y para descubrirlo,

basta desarrollar el don de la doble visión que … consiste en ver en una cinta

no ya la secuencia narrativa que se da a ver efectivamente, sino el potencial simbólico

y narrativo de las imágenes y de los sonidos aislados del contexto.

Raúl Ruiz

Maestro del cine que se piensa a sí mismo, Raúl Ruiz fue un director cuyas películas producen fascinación e incomodidad, extrañeza. A lo largo de más de cuarenta años de trayectoria advertimos una constante en su cine: no ceñirse a esquemas narrativos y visuales convencionales. Siempre quiso que las historias se llenaran de trampas y claves oblicuas y, también, que la emoción estuviera acompañada de juegos intelectuales. Un ejemplo: Tres tristes tigres (1968), una de sus primeras películas, que fue bien recibida por la crítica internacional de su tiempo. Ruiz, que realizó más de cien películas entre cortos, largometrajes y series de televisión, también escribió teatro y narrativa, además de su Poética del cine, un documento imprescindible que reúne textos que constatan su interés por la experimentación.

A principios de los años noventa el chileno filmó La telenovela errante, luego del fin de la dictadura de Pinochet. Ruiz, sin embargo, abandonó el proyecto antes de concluirlo. Veintisiete años después la película, que abrió la más reciente edición de FICUNAM, fue finalizada. Valeria Sarmiento, editora de gran parte de la filmografía de Ruiz, se encargó del montaje. Se trata de una película libérrima, crítica y jocosa que diserta humorísticamente sobre la televisión en América Latina y que, por otro lado, desmonta los discursos banales de la pantalla chica que se caracteriza por perpetuar estereotipos. El crítico Roger Koza señala, a su vez, que el filme se finca en la idiosincrasia chilena y el peculiar modo de habitar el lenguaje de un pueblo.

Dividida en siete segmentos, La telenovela errante es una suma de sketches realizados por actores de televisión que a través de la parodia corrosiva y poco condescendiente representan situaciones que ridiculizan las características del melodrama televisivo. Aparece así, durante la primera parte del filme, una pareja de amantes que mantienen un diálogo peculiar, a veces hilarante. Ella rechaza los embates del hermano de su esposo con un nos están viendo (los espectadores, claro) y le pide que sólo la desnude con la mirada. Aquí, Ruiz reflexiona sobre los límites de la representación y lo representado. En algún momento el hombre, un socialista convencido, dirá que su formación política no apoya que el divorcio sea legal en Chile porque estarían atentando contra los principios más profundos de varios militantes socialistas, católicos, entre ellos su hermano. En otro episodio un grupo de actrices, al parecer en una isla, se rebelan contra el sistema hegemónico patriarcal y se divorcian de forma grupal. El segmento que presenta la historia de Homero y Hermes, los con H, propone una comedia de enredos que desemboca en una reunión en un bar donde una televisión proyecta una telenovela que conduce a un juego de espejos interminable.

El montaje del filme deja ver las fisuras, lo inacabado, lo imperfecto. Parte inherente del oficio cinematográfico del Ruiz, uno de los creadores fílmicos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, fue su interés por la experimentación e improvisación. Esto dio como resultado una constante ruptura en las convenciones narrativas del cine.    



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Rupturas constantes

Todo film conlleva siempre otro film secreto, y para descubrirlo,

basta desarrollar el don de la doble visión que … consiste en ver en una cinta

no ya la secuencia narrativa que se da a ver efectivamente, sino el potencial simbólico

y narrativo de las imágenes y de los sonidos aislados del contexto.

Raúl Ruiz

Maestro del cine que se piensa a sí mismo, Raúl Ruiz fue un director cuyas películas producen fascinación e incomodidad, extrañeza. A lo largo de más de cuarenta años de trayectoria advertimos una constante en su cine: no ceñirse a esquemas narrativos y visuales convencionales. Siempre quiso que las historias se llenaran de trampas y claves oblicuas y, también, que la emoción estuviera acompañada de juegos intelectuales. Un ejemplo: Tres tristes tigres (1968), una de sus primeras películas, que fue bien recibida por la crítica internacional de su tiempo. Ruiz, que realizó más de cien películas entre cortos, largometrajes y series de televisión, también escribió teatro y narrativa, además de su Poética del cine, un documento imprescindible que reúne textos que constatan su interés por la experimentación.

A principios de los años noventa el chileno filmó La telenovela errante, luego del fin de la dictadura de Pinochet. Ruiz, sin embargo, abandonó el proyecto antes de concluirlo. Veintisiete años después la película, que abrió la más reciente edición de FICUNAM, fue finalizada. Valeria Sarmiento, editora de gran parte de la filmografía de Ruiz, se encargó del montaje. Se trata de una película libérrima, crítica y jocosa que diserta humorísticamente sobre la televisión en América Latina y que, por otro lado, desmonta los discursos banales de la pantalla chica que se caracteriza por perpetuar estereotipos. El crítico Roger Koza señala, a su vez, que el filme se finca en la idiosincrasia chilena y el peculiar modo de habitar el lenguaje de un pueblo.

Dividida en siete segmentos, La telenovela errante es una suma de sketches realizados por actores de televisión que a través de la parodia corrosiva y poco condescendiente representan situaciones que ridiculizan las características del melodrama televisivo. Aparece así, durante la primera parte del filme, una pareja de amantes que mantienen un diálogo peculiar, a veces hilarante. Ella rechaza los embates del hermano de su esposo con un nos están viendo (los espectadores, claro) y le pide que sólo la desnude con la mirada. Aquí, Ruiz reflexiona sobre los límites de la representación y lo representado. En algún momento el hombre, un socialista convencido, dirá que su formación política no apoya que el divorcio sea legal en Chile porque estarían atentando contra los principios más profundos de varios militantes socialistas, católicos, entre ellos su hermano. En otro episodio un grupo de actrices, al parecer en una isla, se rebelan contra el sistema hegemónico patriarcal y se divorcian de forma grupal. El segmento que presenta la historia de Homero y Hermes, los con H, propone una comedia de enredos que desemboca en una reunión en un bar donde una televisión proyecta una telenovela que conduce a un juego de espejos interminable.

El montaje del filme deja ver las fisuras, lo inacabado, lo imperfecto. Parte inherente del oficio cinematográfico del Ruiz, uno de los creadores fílmicos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, fue su interés por la experimentación e improvisación. Esto dio como resultado una constante ruptura en las convenciones narrativas del cine.    



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Cruzvillegas y Foulkes en Nueva York

Abraham Cruzvillegas presentará en abril el performance Insistir Insistir Insistir, que consiste en el establecimiento de un diálogo con la coreógrafa Bárbara Foulkes, en The Kitchen, un espacio dedicado a las expresiones artísticas emergentes en Chelsea, barrio de la ciudad de Nueva York.

Para su primer trabajo institucional en Nueva York desde 2007, Cruzvillegas combina elementos de escultura, danza y música para construir sobre su metodología de trabajo de autoconstrucción. El artista producirá una escultura con objetos de uso cotidiano y material de desecho procedente de las inmediaciones de The Kitchen. Este trabajo se activará en una actuación de veinte minutos de Foulkes, cuya improvisada danza aérea refleja la suspensión de los objetos en exhibición. La actuación presentará la intervención musical de Andrés García Nestitla. Organizado por Tim Griffin y Rachel Valinsky.

Insistir Insistir Insistir –que Cruzvillegas define como “un intercambio, un entendimiento de diferentes lenguajes, desde áreas distintas aunque afines”– se presentó en año pasado en Pista.  En The Kitchen se podrá ver del 5 al 7 de abril. La entrada es libre. 



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Cruzvillegas y Foulkes en Nueva York

Abraham Cruzvillegas presentará en abril el performance Insistir Insistir Insistir, que consiste en el establecimiento de un diálogo con la coreógrafa Bárbara Foulkes, en The Kitchen, un espacio dedicado a las expresiones artísticas emergentes en Chelsea, barrio de la ciudad de Nueva York.

Para su primer trabajo institucional en Nueva York desde 2007, Cruzvillegas combina elementos de escultura, danza y música para construir sobre su metodología de trabajo de autoconstrucción. El artista producirá una escultura con objetos de uso cotidiano y material de desecho procedente de las inmediaciones de The Kitchen. Este trabajo se activará en una actuación de veinte minutos de Foulkes, cuya improvisada danza aérea refleja la suspensión de los objetos en exhibición. La actuación presentará la intervención musical de Andrés García Nestitla. Organizado por Tim Griffin y Rachel Valinsky.

Insistir Insistir Insistir –que Cruzvillegas define como “un intercambio, un entendimiento de diferentes lenguajes, desde áreas distintas aunque afines”– se presentó en año pasado en Pista.  En The Kitchen se podrá ver del 5 al 7 de abril. La entrada es libre. 



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martes, 27 de marzo de 2018

Un mito entre mitos

 

I

No sé bien cómo hablar de ustedes porque conozco sus piezas y sus registros teatrales, pero no a ustedes. Lo que me queda claro es que les gusta hablar de ustedes mismos y de los problemas que les parecen relevantes. De situaciones sobre la actual política neoliberal, la suya, en Rusia, y la nuestra, en México. El nombre de su colectivo es Chto Delat, que significa “¿Qué hacer?”. Empezaron sus actividades en 2003, en San Petersburgo. Su nombre deriva de la novela con ese nombre del escritor ruso del siglo XIX Nikolái Chernyshevski, que tuvo eco en las primeras organizaciones de trabajadores socialistas rusos y que Lenin actualizó en su propia publicación de 1902, que también tituló ¿Qué hacer?

Aquí estamos, nosotros y ustedes, en 2018. La pregunta sigue siendo relevante y sintomática de una formación histórica donde pensar y sentir se iluminan por la acción. Por eso no me sorprende ver una exposición suya en un museo de México, país donde la política siempre hace promesas de cambio, de que las cosas cambiarán. El título de su muestra es Cuando pensamos que teníamos todas las respuestas, la vida cambió las preguntas, evidenciando que su colectivo no sólo esta formado por artistas y coreógrafos, sino también por filósofos. La filosofía podría ser el arte de actualizar las preguntas para quebrar enunciados pasados y alumbrar otra situación.

II

La primera sala de la muestra rompe el esencialismo visual. Si bien las paredes altas y blancas están tapizadas con imágenes impresas en gran formato, que Chto Delat tomó de Internet, lo que el colectivo nos invita a ver no es una fotografía sino un fenómeno social. El ojo es sólo un elemento que detecta lo que hay para después interpretar lo que la cédula de la pieza ofrece: la naturaleza performativa que tanto los ciudadanos comunes como las autoridades organizan en Rusia y Ucrania.

En las fotografías vemos, por ejemplo, a Roman Zorin, visitante de la Biblioteca Regional de Krasnoyarsk para personas con problemas de visión, estudiando un retrato 3D de Vladimir Putin. O la cara del presidente de la Federación Rusa impresa en dos vestidos monocromáticos portados por modelos. Del otro lado de la moneda, miramos una protesta de mujeres de hule inflables frente al Palacio Mariinski. La performatividad es una educación estética que nos pertenece a todos y que atraviesa distintos tonos de la moral. La pieza lleva por título Prácticas performativas de nuestro tiempo (2017).

En la misma sala vemos una instalación. Sueño de un manifestante (2016) se compone por tres fotografías en blanco y negro de manifestantes solos y un video que incluye las reacciones de los paseantes cuando se encuentran con ellos. Las pancartas que llevan tienen frases como “Abrázame, soy tu enemigo” o “Golpéame, soy tu hermana”. Hay un guiño explícito a Bertolt Brecht y un comentario sobre la política rusa actual, en donde la única forma de protesta legal es la manifestación solitaria.

De la luz pasamos a la oscuridad. Una sala donde se proyecta una videoinstalación de cuatro canales. Los excluidos en el momento del peligro (2014) está formada por doce capítulos. En el principio está el rostro, la cara metida en la computadora o el celular. Los participantes se conectan para conocerse. A partir de ahí enuncian quiénes son, siempre viendo de frente al espectador, concentrando su ser visual en los gestos y los labios que pronuncian hechos históricos. Alguien dice “Estoy a 49 años del primer Sputnik”; alguien más, “Estoy a 28 años de la catástrofe de Chernóbil”. También aparecen los afectos: “Estoy a un brazo de distancia de mi mejor amigo”. En el capítulo cinco aparece un prop que se volverá fundamental, “La oreja de la sociedad”, que comienza a latir en el capítulo siete y, más tarde, es golpeada. ¿Quién golpeó a la oreja de la sociedad?, se preguntan.

El video es muy largo, la gente entra y sale, no permanece más de diez minutos en la sala, se lleva fragmentos de lo que parece ser una novela por entregas. Es interesante saber sobre los problemas políticos que importan al colectivo: las elecciones de Putin, el arresto del colectivo punk feminista Pussy Riot, etc. También hablan de héroes fallidos, anónimos y bien conocidos, entre los que figura el filósofo marxista Antonio Gramsci y sus Cuadernos de la cárcel. El video está lleno de datos que se intenta poner en acción con testimonios personales y movimientos del cuerpo. Sin embargo, el entronque relacional con el público es débil porque pasa más tiempo construyendo personajes/personas frente a la cámara que estableciendo un campo de problemas en común. Hay más información que pronunciamientos.

III

En el video #17. El nuevo callejón sin salida. Escuela de verano de orientación en zapatismo (2017), de más de una hora, en tres pantallas, se juntan diecisiete personas durante dos semanas para entender y estudiar qué significan ciertos presupuestos y figuras, como “Para todos, todo. Para nosotros, nada”, “Caminar hacia atrás”, “El caracol como método creativo”, “Ver con el corazón”, “El niño hecho de maíz”, “La teología de la liberación”, entre otros. Vemos el paisaje del pueblo en el que se reúne el grupo de lectura, las marionetas que sirven para el teatro guiñol, en el que explican procesos y conceptos zapatistas; observamos además una especie de confesionario, una silla en medio de un jardín en la que los personajes dicen qué es lo que sienten y piensan.

La atención está puesta en los sujetos y sus necesidades. El ejercicio se vuelca en la percepción del zapatismo de Chto Delat y en la propia experiencia con el gobierno de Putin. Hasta ahí, todo entendible. Sin embargo, no hay pistas de lo que están interpretando. El debate se convierte en una apelación sentimental por medio de marionetas. Dos veces aparece el conflicto: la primera, cuando una mujer dice que se siente incómoda frente a la cámara y ante lo que está sucediendo; la segunda, cuando un hombre se siente afligido porque la policía amenaza con boicotear la presentación del libro de una de las integrantes de Pussy Riot y sus colegas les piden refuerzos. Ellos están lejos, en el campo.

¿De qué sirve juntarse a discutir ideas y modos de vivir si se poetiza de antemano la experiencia, si no se pone sobre la mesa una variedad de puntos de vista y opciones sobre lo que está a discusión? La pieza semeja más una pastorela con intenciones prediseñadas, donde la virgen es virgen y el borrego es borrego, que una interpretación, una confrontación o un diálogo con los textos y las experiencias zapatistas.

Detrás del video hay una pared con pinturas hechas por zapatistas. Podemos identificar a los personajes por la tendencia a la autorrepresentación que se mantiene desde el levantamiento del EZLN. La composición pictórica expresa su relación con el espacio y los colegas. También es un mito, y entre mitos no se busca la verdad sino formas de organización y soberanía frente al capital.

 



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Un mito entre mitos

 

I

No sé bien cómo hablar de ustedes porque conozco sus piezas y sus registros teatrales, pero no a ustedes. Lo que me queda claro es que les gusta hablar de ustedes mismos y de los problemas que les parecen relevantes. De situaciones sobre la actual política neoliberal, la suya, en Rusia, y la nuestra, en México. El nombre de su colectivo es Chto Delat, que significa “¿Qué hacer?”. Empezaron sus actividades en 2003, en San Petersburgo. Su nombre deriva de la novela con ese nombre del escritor ruso del siglo XIX Nikolái Chernyshevski, que tuvo eco en las primeras organizaciones de trabajadores socialistas rusos y que Lenin actualizó en su propia publicación de 1902, que también tituló ¿Qué hacer?

Aquí estamos, nosotros y ustedes, en 2018. La pregunta sigue siendo relevante y sintomática de una formación histórica donde pensar y sentir se iluminan por la acción. Por eso no me sorprende ver una exposición suya en un museo de México, país donde la política siempre hace promesas de cambio, de que las cosas cambiarán. El título de su muestra es Cuando pensamos que teníamos todas las respuestas, la vida cambió las preguntas, evidenciando que su colectivo no sólo esta formado por artistas y coreógrafos, sino también por filósofos. La filosofía podría ser el arte de actualizar las preguntas para quebrar enunciados pasados y alumbrar otra situación.

II

La primera sala de la muestra rompe el esencialismo visual. Si bien las paredes altas y blancas están tapizadas con imágenes impresas en gran formato, que Chto Delat tomó de Internet, lo que el colectivo nos invita a ver no es una fotografía sino un fenómeno social. El ojo es sólo un elemento que detecta lo que hay para después interpretar lo que la cédula de la pieza ofrece: la naturaleza performativa que tanto los ciudadanos comunes como las autoridades organizan en Rusia y Ucrania.

En las fotografías vemos, por ejemplo, a Roman Zorin, visitante de la Biblioteca Regional de Krasnoyarsk para personas con problemas de visión, estudiando un retrato 3D de Vladimir Putin. O la cara del presidente de la Federación Rusa impresa en dos vestidos monocromáticos portados por modelos. Del otro lado de la moneda, miramos una protesta de mujeres de hule inflables frente al Palacio Mariinski. La performatividad es una educación estética que nos pertenece a todos y que atraviesa distintos tonos de la moral. La pieza lleva por título Prácticas performativas de nuestro tiempo (2017).

En la misma sala vemos una instalación. Sueño de un manifestante (2016) se compone por tres fotografías en blanco y negro de manifestantes solos y un video que incluye las reacciones de los paseantes cuando se encuentran con ellos. Las pancartas que llevan tienen frases como “Abrázame, soy tu enemigo” o “Golpéame, soy tu hermana”. Hay un guiño explícito a Bertolt Brecht y un comentario sobre la política rusa actual, en donde la única forma de protesta legal es la manifestación solitaria.

De la luz pasamos a la oscuridad. Una sala donde se proyecta una videoinstalación de cuatro canales. Los excluidos en el momento del peligro (2014) está formada por doce capítulos. En el principio está el rostro, la cara metida en la computadora o el celular. Los participantes se conectan para conocerse. A partir de ahí enuncian quiénes son, siempre viendo de frente al espectador, concentrando su ser visual en los gestos y los labios que pronuncian hechos históricos. Alguien dice “Estoy a 49 años del primer Sputnik”; alguien más, “Estoy a 28 años de la catástrofe de Chernóbil”. También aparecen los afectos: “Estoy a un brazo de distancia de mi mejor amigo”. En el capítulo cinco aparece un prop que se volverá fundamental, “La oreja de la sociedad”, que comienza a latir en el capítulo siete y, más tarde, es golpeada. ¿Quién golpeó a la oreja de la sociedad?, se preguntan.

El video es muy largo, la gente entra y sale, no permanece más de diez minutos en la sala, se lleva fragmentos de lo que parece ser una novela por entregas. Es interesante saber sobre los problemas políticos que importan al colectivo: las elecciones de Putin, el arresto del colectivo punk feminista Pussy Riot, etc. También hablan de héroes fallidos, anónimos y bien conocidos, entre los que figura el filósofo marxista Antonio Gramsci y sus Cuadernos de la cárcel. El video está lleno de datos que se intenta poner en acción con testimonios personales y movimientos del cuerpo. Sin embargo, el entronque relacional con el público es débil porque pasa más tiempo construyendo personajes/personas frente a la cámara que estableciendo un campo de problemas en común. Hay más información que pronunciamientos.

III

En el video #17. El nuevo callejón sin salida. Escuela de verano de orientación en zapatismo (2017), de más de una hora, en tres pantallas, se juntan diecisiete personas durante dos semanas para entender y estudiar qué significan ciertos presupuestos y figuras, como “Para todos, todo. Para nosotros, nada”, “Caminar hacia atrás”, “El caracol como método creativo”, “Ver con el corazón”, “El niño hecho de maíz”, “La teología de la liberación”, entre otros. Vemos el paisaje del pueblo en el que se reúne el grupo de lectura, las marionetas que sirven para el teatro guiñol, en el que explican procesos y conceptos zapatistas; observamos además una especie de confesionario, una silla en medio de un jardín en la que los personajes dicen qué es lo que sienten y piensan.

La atención está puesta en los sujetos y sus necesidades. El ejercicio se vuelca en la percepción del zapatismo de Chto Delat y en la propia experiencia con el gobierno de Putin. Hasta ahí, todo entendible. Sin embargo, no hay pistas de lo que están interpretando. El debate se convierte en una apelación sentimental por medio de marionetas. Dos veces aparece el conflicto: la primera, cuando una mujer dice que se siente incómoda frente a la cámara y ante lo que está sucediendo; la segunda, cuando un hombre se siente afligido porque la policía amenaza con boicotear la presentación del libro de una de las integrantes de Pussy Riot y sus colegas les piden refuerzos. Ellos están lejos, en el campo.

¿De qué sirve juntarse a discutir ideas y modos de vivir si se poetiza de antemano la experiencia, si no se pone sobre la mesa una variedad de puntos de vista y opciones sobre lo que está a discusión? La pieza semeja más una pastorela con intenciones prediseñadas, donde la virgen es virgen y el borrego es borrego, que una interpretación, una confrontación o un diálogo con los textos y las experiencias zapatistas.

Detrás del video hay una pared con pinturas hechas por zapatistas. Podemos identificar a los personajes por la tendencia a la autorrepresentación que se mantiene desde el levantamiento del EZLN. La composición pictórica expresa su relación con el espacio y los colegas. También es un mito, y entre mitos no se busca la verdad sino formas de organización y soberanía frente al capital.

 



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‘Ya basta hijos de puta’

“Con una particular actitud hacia el realismo crudo, las obras de Teresa Margolles dan testimonio de la complejidad de la sociedad contemporánea, desmoronada por una alarmante violencia que está lacerando el mundo y sobretodo a México”, informa el Padiglione Arte Contemporanea (PAC) de Milán para dar a conocer Ya basta hijos de puta, la muestra de la creadora mexicana, curada por Diego Sileo, que se presentará a partir de mañana en la ciudad italiana. 

La violencia, la desigualdad y el crimen organizado son algunos de los temas que se pueden identificar en las obras de Margolles, que representó a México en la 53 Bienal de Venecia en 2009. La muestra en el PAC se realiza en el marco de la semana del arte en Milán. Durante la exposición la mexicana presentará un performance en homenaje a Karla, una prostituta transexual asesinada en Ciudad Juárez en 2016. “Se trata de un gesto fuerte, que dejará una herida abierta en los muros del PAC y que tendrá como protagonista a Sonja Victoria Vera Bohórquez, una mujer transexual que se prostituye en Zúrich”, adelanta la organización. 

El PAC es uno de los primeros ejemplos en Italia de un espacio expositivo proyectado para el arte contemporáneo. Con su actividad, iniciada en 1979, ha buscado mantener abierto el discurso y de despertar la atención sobre la contemporaneidad orientando su mirada hacia el futuro. 

El título de la muestra de Margolles (Culiacán, 1953), que vive y trabaja entre la Ciudad de México y Madrid, toma su nombre de una obra que la mexicana presentó en 2010 en diversas ferias y eventos de arte, entre ellas Arco Madrid, en 2013. La muestra en Milán estará vigente hasta el 20 de mayo. 



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‘Ya basta hijos de puta’

“Con una particular actitud hacia el realismo crudo, las obras de Teresa Margolles dan testimonio de la complejidad de la sociedad contemporánea, desmoronada por una alarmante violencia que está lacerando el mundo y sobretodo a México”, informa el Padiglione Arte Contemporanea (PAC) de Milán para dar a conocer Ya basta hijos de puta, la muestra de la creadora mexicana, curada por Diego Sileo, que se presentará a partir de mañana en la ciudad italiana. 

La violencia, la desigualdad y el crimen organizado son algunos de los temas que se pueden identificar en las obras de Margolles, que representó a México en la 53 Bienal de Venecia en 2009. La muestra en el PAC se realiza en el marco de la semana del arte en Milán. Durante la exposición la mexicana presentará un performance en homenaje a Karla, una prostituta transexual asesinada en Ciudad Juárez en 2016. “Se trata de un gesto fuerte, que dejará una herida abierta en los muros del PAC y que tendrá como protagonista a Sonja Victoria Vera Bohórquez, una mujer transexual que se prostituye en Zúrich”, adelanta la organización. 

El PAC es uno de los primeros ejemplos en Italia de un espacio expositivo proyectado para el arte contemporáneo. Con su actividad, iniciada en 1979, ha buscado mantener abierto el discurso y de despertar la atención sobre la contemporaneidad orientando su mirada hacia el futuro. 

El título de la muestra de Margolles (Culiacán, 1953), que vive y trabaja entre la Ciudad de México y Madrid, toma su nombre de una obra que la mexicana presentó en 2010 en diversas ferias y eventos de arte, entre ellas Arco Madrid, en 2013. La muestra en Milán estará vigente hasta el 20 de mayo. 



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Una mexicana en la Bienal de Dakar

La escritora y editora mexicana Marisol Rodríguez ha sido invitada como curadora de la 13 Bienal de Dakar, que se inaugura el 3 de mayo, tanto en el Museo Monod de Artes Africanas como en el Instituto Francés de Dakar, en Senegal. Rodríguez presentará la obra del equipo MID51 –colectivo que conjunta a creadores de varias generaciones del Caribe, Centroamérica y Yucatán– que se relaciona con el tema de la bienal, titulada “La hora roja”, que refiere al poema “Et les chiens se taisaient”, del poeta y político Aimée Césaire. En esta obra el martiniqués alude a un momento de emancipación, libertad y responsabilidad de cara a los movimientos de descolonización. 

Establecida en 1989, la Bienal de Dakar es la bienal de arte contemporáneo más antigua del continente africano. Actualmente está dedicada al arte contemporáneo producido en África y por artistas de la diáspora, aunque desde 2014 las exhibiciones de los curadores invitados permiten la inclusión de artistas de cualquier región.

Rodríguez –cuyo trabajo sintetiza el cruce de caminos entre historia cultural, cultura popular y arte contemporáneo– presentará la muestra silence, murmur, clamour, hace referencia a los sonidos que acompañan a los huracanes que impactan el Caribe, cuyas corrientes nacen en la península senegalesa de Cabo Verde, en las costas de Dakar. El huracán y su fuerza movilizadora es una metáfora central en los trabajos concebidos como sencillo reflejo de las tensiones entre nación, historia y naturaleza. Los creadores que participan en la muestra son Moisés Martínez, Vanis Sosa, Omar Said, Fabián Arriola, Pedro Castro, Alex Castilla, Miguel Pérez, Caryana Castillo, Lizzet Ortiz, Sara Martínez, Ingrith León y Joan Duran. 

La Bienal de Dakar, cuyo director artístico es Simon Njami, se realizará del 3 de mayo al 2 de julio. 



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Una mexicana en la Bienal de Dakar

La escritora y editora mexicana Marisol Rodríguez ha sido invitada como curadora de la 13 Bienal de Dakar, que se inaugura el 3 de mayo, tanto en el Museo Monod de Artes Africanas como en el Instituto Francés de Dakar, en Senegal. Rodríguez presentará la obra del equipo MID51 –colectivo que conjunta a creadores de varias generaciones del Caribe, Centroamérica y Yucatán– que se relaciona con el tema de la bienal, titulada “La hora roja”, que refiere al poema “Et les chiens se taisaient”, del poeta y político Aimée Césaire. En esta obra el martiniqués alude a un momento de emancipación, libertad y responsabilidad de cara a los movimientos de descolonización. 

Establecida en 1989, la Bienal de Dakar es la bienal de arte contemporáneo más antigua del continente africano. Actualmente está dedicada al arte contemporáneo producido en África y por artistas de la diáspora, aunque desde 2014 las exhibiciones de los curadores invitados permiten la inclusión de artistas de cualquier región.

Rodríguez –cuyo trabajo sintetiza el cruce de caminos entre historia cultural, cultura popular y arte contemporáneo– presentará la muestra silence, murmur, clamour, hace referencia a los sonidos que acompañan a los huracanes que impactan el Caribe, cuyas corrientes nacen en la península senegalesa de Cabo Verde, en las costas de Dakar. El huracán y su fuerza movilizadora es una metáfora central en los trabajos concebidos como sencillo reflejo de las tensiones entre nación, historia y naturaleza. Los creadores que participan en la muestra son Moisés Martínez, Vanis Sosa, Omar Said, Fabián Arriola, Pedro Castro, Alex Castilla, Miguel Pérez, Caryana Castillo, Lizzet Ortiz, Sara Martínez, Ingrith León y Joan Duran. 

La Bienal de Dakar, cuyo director artístico es Simon Njami, se realizará del 3 de mayo al 2 de julio. 



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lunes, 26 de marzo de 2018

“Anoche soñé que volvía a Mulholland Drive”

Las inquietantes escenas y trama de Mulholland Drive (2001), el filme de David Lynch, han tenido una enorme influencia en la creación artística contemporánea desde la década pasada hasta el presente. Esa fue la hipótesis del teórico francés Nicolas Bourriaud, que el año pasado curó la muestra Retour sur Mulholland Drive –¿acaso un gesto sobre el célebre inicio de Rebecca (1940), de Hitchcock, donde la protagonista dice “anoche soñé que volvía a Manderley”?– en La Panacée, centro de arte contemporáneo en Montpellier, en Francia. La exposición, que se pudo ver de enero a abril, aglutinó la obra de veinticuatro artistas que tienen en común la extrañeza, la angustia y la fantasmagoría de la película del creador de Twin Peaks. Silvana Editoriale publicó recientemente el catálogo de la muestra en lengua inglesa: un libro con textos e imágenes que recoge los aportes artísticos de un puñado de artistas que emergieron durante la década de los dos mil.

“El libro Back to Mulholland Drive utiliza la película de culto de Lynch como una especie de materia prima y patrón visual para, entre otras cosas, revelar una tendencia emergente de la escena del arte contemporáneo que podríamos calificar como fantasía mínima. De hecho, existe un sentimiento de extrañeza proveniente de las obras reunidas en la exposición, un atmósfera alarmante y mágica a través de las formas minimalistas, que explora el potencial enigmático de cosas aparentemente vidriosas y mezquinas. El catálogo de la exposición ofrece un breve recorrido por este universo, con imágenes y textos, algunos de los cuales fueron compilados para dar un amplio punto de vista sobre la película, su marco urbano, sus corrientes psicoanalíticas y artísticas, multiplicando las posibles claves para abrir la caja misteriosa azul”, anuncia la editorial.

Lo interesante de la investigación de Bourriaud es que se encargó de recoger obras y artistas que admiten la influencia de la película de Lynch en su trabajo, aunque de diversas maneras. El director Rodrigo García, por ejemplo, creó una instalación titulada Who-What? En ésta se muestran primeros planos de mujeres indigentes de Mulholland Drive. Otra pieza que formó parte de la exhibición fue Cold War Dishwasher, de Max Hooper Schneider. Se trata de una lavadora de platos autónoma que remite al enigmático universo que plantea Lynch. El aporte principal que hace el curador francés con este trabajo, que se plasma en el libro, es que pone de manifiesto de qué forma el cineasta estadounidense impulsó el regreso de lo onírico, del surrealismo que se creía acabado agotado.

El libro se puede comprar a través de las tiendas en línea.



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“Anoche soñé que volvía a Mulholland Drive”

Las inquietantes escenas y trama de Mulholland Drive (2001), el filme de David Lynch, han tenido una enorme influencia en la creación artística contemporánea desde la década pasada hasta el presente. Esa fue la hipótesis del teórico francés Nicolas Bourriaud, que el año pasado curó la muestra Retour sur Mulholland Drive –¿acaso un gesto sobre el célebre inicio de Rebecca (1940), de Hitchcock, donde la protagonista dice “anoche soñé que volvía a Manderley”?– en La Panacée, centro de arte contemporáneo en Montpellier, en Francia. La exposición, que se pudo ver de enero a abril, aglutinó la obra de veinticuatro artistas que tienen en común la extrañeza, la angustia y la fantasmagoría de la película del creador de Twin Peaks. Silvana Editoriale publicó recientemente el catálogo de la muestra en lengua inglesa: un libro con textos e imágenes que recoge los aportes artísticos de un puñado de artistas que emergieron durante la década de los dos mil.

“El libro Back to Mulholland Drive utiliza la película de culto de Lynch como una especie de materia prima y patrón visual para, entre otras cosas, revelar una tendencia emergente de la escena del arte contemporáneo que podríamos calificar como fantasía mínima. De hecho, existe un sentimiento de extrañeza proveniente de las obras reunidas en la exposición, un atmósfera alarmante y mágica a través de las formas minimalistas, que explora el potencial enigmático de cosas aparentemente vidriosas y mezquinas. El catálogo de la exposición ofrece un breve recorrido por este universo, con imágenes y textos, algunos de los cuales fueron compilados para dar un amplio punto de vista sobre la película, su marco urbano, sus corrientes psicoanalíticas y artísticas, multiplicando las posibles claves para abrir la caja misteriosa azul”, anuncia la editorial.

Lo interesante de la investigación de Bourriaud es que se encargó de recoger obras y artistas que admiten la influencia de la película de Lynch en su trabajo, aunque de diversas maneras. El director Rodrigo García, por ejemplo, creó una instalación titulada Who-What? En ésta se muestran primeros planos de mujeres indigentes de Mulholland Drive. Otra pieza que formó parte de la exhibición fue Cold War Dishwasher, de Max Hooper Schneider. Se trata de una lavadora de platos autónoma que remite al enigmático universo que plantea Lynch. El aporte principal que hace el curador francés con este trabajo, que se plasma en el libro, es que pone de manifiesto de qué forma el cineasta estadounidense impulsó el regreso de lo onírico, del surrealismo que se creía acabado agotado.

El libro se puede comprar a través de las tiendas en línea.



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José Luis Sánchez Rull

José Luis Sánchez Rull (Ciudad de México, 1964) es pintor, dibujante y profesor de arte. Sánchez Rull es un artista marginal, que no marginado. Un espécimen similar a Mariano Villalobos o Germán Venegas: artistas que han comprendido –cada uno en distintas dimensiones– la idiosincrasia mexicana moderna como resultado de ese otro mestizaje entre erotismo y muerte, y que no figuran en el gran bullicio internacional sobre el arte contemporáneo mexicano. Las pinturas de Sánchez Rull son fiesta y funeral, una orgía de lenguajes (el cómic, lo punk, el Ukiyo-e, el albur, la literatura maldita, la Merced y más).

¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?

Trabajar.

¿Qué palabra utiliza con más frecuencia?

¡Llisusss! (generalmente dicho en un tono grave y apagado)

¿Cuál fue el último libro que le resultó admirable?

El hombre invisible (1987), de H.G. Wells.

¿Y película?

Maggie (2015), de Henry Hobson, con Arnold Schwarzenegger y Abigail Breslin.

¿Qué disciplinas artísticas le interesan además de la suya?

La comedia de “stand-up”

¿Qué música lo conmueve?

Iggy y Los Stooges; su disco Raw Power, especialmente “Gimme Danger”.

¿Qué le indigna?

La gente que se miente a sí misma.

¿Qué lo alegra?

Recibir un paquete de libros por correo.

¿Por cuál ciudad siente debilidad?

La Ciudad de México, específicamente Tláhuac.

Mencione un momento del día que disfrute particularmente.

Ese momento antes de oscurecer cuando una luz dorada ilumina todo.

¿Cómo descubrió su vocación?

Frente a la pintura de Edgar Degas “Cuatro bailarinas” en La Galería Nacional de Arte en Washington D.C.

¿Se identifica con algún personaje de la ficción?

Con Robert Neville de Soy Leyenda, de Richard Matheson.



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José Luis Sánchez Rull

José Luis Sánchez Rull (Ciudad de México, 1964) es pintor, dibujante y profesor de arte. Sánchez Rull es un artista marginal, que no marginado. Un espécimen similar a Mariano Villalobos o Germán Venegas: artistas que han comprendido –cada uno en distintas dimensiones– la idiosincrasia mexicana moderna como resultado de ese otro mestizaje entre erotismo y muerte, y que no figuran en el gran bullicio internacional sobre el arte contemporáneo mexicano. Las pinturas de Sánchez Rull son fiesta y funeral, una orgía de lenguajes (el cómic, lo punk, el Ukiyo-e, el albur, la literatura maldita, la Merced y más).

¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?

Trabajar.

¿Qué palabra utiliza con más frecuencia?

¡Llisusss! (generalmente dicho en un tono grave y apagado)

¿Cuál fue el último libro que le resultó admirable?

El hombre invisible (1987), de H.G. Wells.

¿Y película?

Maggie (2015), de Henry Hobson, con Arnold Schwarzenegger y Abigail Breslin.

¿Qué disciplinas artísticas le interesan además de la suya?

La comedia de “stand-up”

¿Qué música lo conmueve?

Iggy y Los Stooges; su disco Raw Power, especialmente “Gimme Danger”.

¿Qué le indigna?

La gente que se miente a sí misma.

¿Qué lo alegra?

Recibir un paquete de libros por correo.

¿Por cuál ciudad siente debilidad?

La Ciudad de México, específicamente Tláhuac.

Mencione un momento del día que disfrute particularmente.

Ese momento antes de oscurecer cuando una luz dorada ilumina todo.

¿Cómo descubrió su vocación?

Frente a la pintura de Edgar Degas “Cuatro bailarinas” en La Galería Nacional de Arte en Washington D.C.

¿Se identifica con algún personaje de la ficción?

Con Robert Neville de Soy Leyenda, de Richard Matheson.



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El cuerpo como motor

El cuerpo como motor. ¿Qué cosas ocurren cuando los cuerpos en presente entran en contacto con los contextos sociales actuales asociados a desapariciones, éxodos, violencias de género, aislamiento y precarización de las vidas? El Primer Encuentro Internacional de Artes Vivas, que hoy inicia sus actividades en el Museo de Historia de Tlalpan, se propone indagar y festejar las manifestaciones resultantes de las artes vivas, que desbordan la idea de la representación escénica, en el marco del Día Mundial del Teatro, que se conmemora el 27 de marzo.

La idea de ocupar el espacio y el ejercicio de reunirse, de poner a prueba la potencia de los cuerpos en la colectividad, cruza al evento, que no sólo se llevará a cabo en el museo mencionado. Otras de sus sedes con el Kiosko del Centro de Tlalpan y el Multiforo Ollin Kan. El objetivo del evento es compartir experiencias a través de mesas de discusión, proyecciones, un taller que impartirá Zuadd Atala y la función especial de Dios tiene vagina, pieza de la compañía Vértebro.

Con respecto a las mesas de discusión, el encuentro ha invitado a expertos en materia de ámbitos diversos. En el debate “Escena expandida” participarán Martín López Brie, Gabriel Yépez, Angélica García y Carlos Nogal; Rubén Ortiz y Gabriel Fragoso, por otro lado, se proponen ahondar en la relación entre “Representación y democracia”. Pendiente Teatro, Teatro Ojo, Mariana Arteaga, Teatro Línea de Sombra y Humberto Robles debatirán en torno al tema “Dispositivos del deseo”; “Performance” es el nombre de la mesa que contará con la presencia de Niña Yhared, Elia Espinosa, Martha Toriz y Pancho López.

Con respecto al taller, Zuadd Atala propone acercar al público a contacto como herramienta de diálogo ecualizado entre la percepción, la acción y el afecto para responder la pregunta “¿cómo y para qué nos relacionamos?; en el encuentro, también, se proyectarán los documentales Todo hombre es un artista, de Joseph Beuys; Paris Is Burning, de Jennie Livingston; y el video del performance Radical Art, Radica Communities and Radical Dreams, de Guillermo Gómez Peña.

Finalmente, la compañía Vértebro –que conforman Ángela López, Juan Diego Calzada y Nazario Díaz– presentará un díptico que ahonda en las cuestiones de género e identidad. Su propuesta, titulada Dios tiene vagina, se basa en la reflexión de la identidad como un elemento que se imagina, se inventa, se representa y se conforma.

La inauguración del Primer Encuentro Internacional de Artes Vivas se realizará hoy a las 16:30 horas, en el Museo de Historia de Tlalpan.



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El cuerpo como motor

El cuerpo como motor. ¿Qué cosas ocurren cuando los cuerpos en presente entran en contacto con los contextos sociales actuales asociados a desapariciones, éxodos, violencias de género, aislamiento y precarización de las vidas? El Primer Encuentro Internacional de Artes Vivas, que hoy inicia sus actividades en el Museo de Historia de Tlalpan, se propone indagar y festejar las manifestaciones resultantes de las artes vivas, que desbordan la idea de la representación escénica, en el marco del Día Mundial del Teatro, que se conmemora el 27 de marzo.

La idea de ocupar el espacio y el ejercicio de reunirse, de poner a prueba la potencia de los cuerpos en la colectividad, cruza al evento, que no sólo se llevará a cabo en el museo mencionado. Otras de sus sedes con el Kiosko del Centro de Tlalpan y el Multiforo Ollin Kan. El objetivo del evento es compartir experiencias a través de mesas de discusión, proyecciones, un taller que impartirá Zuadd Atala y la función especial de Dios tiene vagina, pieza de la compañía Vértebro.

Con respecto a las mesas de discusión, el encuentro ha invitado a expertos en materia de ámbitos diversos. En el debate “Escena expandida” participarán Martín López Brie, Gabriel Yépez, Angélica García y Carlos Nogal; Rubén Ortiz y Gabriel Fragoso, por otro lado, se proponen ahondar en la relación entre “Representación y democracia”. Pendiente Teatro, Teatro Ojo, Mariana Arteaga, Teatro Línea de Sombra y Humberto Robles debatirán en torno al tema “Dispositivos del deseo”; “Performance” es el nombre de la mesa que contará con la presencia de Niña Yhared, Elia Espinosa, Martha Toriz y Pancho López.

Con respecto al taller, Zuadd Atala propone acercar al público a contacto como herramienta de diálogo ecualizado entre la percepción, la acción y el afecto para responder la pregunta “¿cómo y para qué nos relacionamos?; en el encuentro, también, se proyectarán los documentales Todo hombre es un artista, de Joseph Beuys; Paris Is Burning, de Jennie Livingston; y el video del performance Radical Art, Radica Communities and Radical Dreams, de Guillermo Gómez Peña.

Finalmente, la compañía Vértebro –que conforman Ángela López, Juan Diego Calzada y Nazario Díaz– presentará un díptico que ahonda en las cuestiones de género e identidad. Su propuesta, titulada Dios tiene vagina, se basa en la reflexión de la identidad como un elemento que se imagina, se inventa, se representa y se conforma.

La inauguración del Primer Encuentro Internacional de Artes Vivas se realizará hoy a las 16:30 horas, en el Museo de Historia de Tlalpan.



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Ver y leer ‘Fahrenheit 451’

El próximo mes de mayo se lanzará una nueva adaptación cinematográfica de Fahrenheit 451 (1953), la popular novela de ciencia ficción de Ray Bradbury (1920-2012), a cargo del director norteamericano Ramin Bahrani. A diferencia de la de 1966, de Truffaut, la de Bahrani se lanzará de manera directa a la televisión y los servicios de programación bajo demanda de HBO. Es una oportunidad interesante para volver al libro del autor californiano, que se ha convertido en un referente en la discusión sobre la censura y la naturaleza disidente de la literatura. Pensando que esta novela de ciencia ficción llama la atención tanto a la fisicalidad del libro (capaz de arder) como a la curiosa naturaleza de sus contenidos (que pueden sobrevivir en distintas “plataformas”, incluyendo la memoria humana), me inquieta descubrir que la copia que poseo lleva varios años en mi librero sin ser abierta. Mi edición es una reimpresión de bolsillo de 1991 (la novela, de 1953, puede rastrearse hasta el relato “The Fireman”, publicado en la revista Galaxy Science Fiction de 1950), cosa que me hace pensar que lo compré para alguna asignatura de secundaria (¿o fue ya en la preparatoria?). No recuerdo haber leído la novela, aunque tal vez lo hice. Al mismo tiempo, es uno de esos libros que uno conoce por su peso y ubicuidad cultural. De los paratextos publicitarios que adornan mi edición de pasta blanda (que costó siete dólares), destaca un eslogan: “El bestseller clásico sobre censura –más importante ahora que nunca antes”.

Por supuesto, la censura no pasa de moda. Es una de las grandes tentaciones de la civilización. Cada tanto el fantasma de la quema de libros vuelve, pero como bien ha señalado Bradbury, hay más de una manera de quemar libros. En una coda escrita para la edición de 1979, publicada por Del Rey, Bradbury hizo un elogio de la autonomía de las artes de cara a las distintas peticiones de censura que ha recibido tanto de editores como de distintos grupos (o “minorías”, como las llama Bradbury), haciendo eco del Harold Bloom que se opuso a las “escuelas del resentimiento” –ideas que hoy tienen eco en artículos de periódico con tino más bien impertinente. Es un texto interesante pero los personajes con los que Bradbury ha llegado a compartir opinión le hacen a uno cuestionarse si no se ha defendido con demasiado celo, casi consagratorio, a la autonomía artística (que, en rigor, es más bien un ideal al que se aspira que una norma prescriptiva).

En una adaptación teatral que Bradbury preparó de su novela (presentada en el Studio Theatre Playhouse de Los Ángeles), añadió algunas escenas a su relato, incluyendo la revelación de que Beatty, el jefe de bomberos que supervisa al héroe de la novela, Guy Montag, escondía en su casa su propia biblioteca, pero con el firme propósito de no leerla. Y sí, hay peores cosas que podemos hacer con un libro además de quemarlo, como no leerlo deliberadamente. Supongo que podríamos celebrar que se sigan haciendo nuevas adaptaciones de la novela de Bradbury al cine –por descontado, supongo, la veremos–, ahora con la ventaja de que llegarán con facilidad a un mítico “público más amplio”. Al mismo tiempo son innegables los inquietantes ecos del mundo híper-entretenido que le da la espalda a los libros y las ideas, y el presente que tiene en el centro de su conversación imágenes en movimiento. Preguntemos por provocar: adaptar libros al cine o la televisión, eludiendo las digresiones y profundidades, asegurando que muchos preferirán ver la historia que leerla, ¿no es otra manera de quemarlos?



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Ver y leer ‘Fahrenheit 451’

El próximo mes de mayo se lanzará una nueva adaptación cinematográfica de Fahrenheit 451 (1953), la popular novela de ciencia ficción de Ray Bradbury (1920-2012), a cargo del director norteamericano Ramin Bahrani. A diferencia de la de 1966, de Truffaut, la de Bahrani se lanzará de manera directa a la televisión y los servicios de programación bajo demanda de HBO. Es una oportunidad interesante para volver al libro del autor californiano, que se ha convertido en un referente en la discusión sobre la censura y la naturaleza disidente de la literatura. Pensando que esta novela de ciencia ficción llama la atención tanto a la fisicalidad del libro (capaz de arder) como a la curiosa naturaleza de sus contenidos (que pueden sobrevivir en distintas “plataformas”, incluyendo la memoria humana), me inquieta descubrir que la copia que poseo lleva varios años en mi librero sin ser abierta. Mi edición es una reimpresión de bolsillo de 1991 (la novela, de 1953, puede rastrearse hasta el relato “The Fireman”, publicado en la revista Galaxy Science Fiction de 1950), cosa que me hace pensar que lo compré para alguna asignatura de secundaria (¿o fue ya en la preparatoria?). No recuerdo haber leído la novela, aunque tal vez lo hice. Al mismo tiempo, es uno de esos libros que uno conoce por su peso y ubicuidad cultural. De los paratextos publicitarios que adornan mi edición de pasta blanda (que costó siete dólares), destaca un eslogan: “El bestseller clásico sobre censura –más importante ahora que nunca antes”.

Por supuesto, la censura no pasa de moda. Es una de las grandes tentaciones de la civilización. Cada tanto el fantasma de la quema de libros vuelve, pero como bien ha señalado Bradbury, hay más de una manera de quemar libros. En una coda escrita para la edición de 1979, publicada por Del Rey, Bradbury hizo un elogio de la autonomía de las artes de cara a las distintas peticiones de censura que ha recibido tanto de editores como de distintos grupos (o “minorías”, como las llama Bradbury), haciendo eco del Harold Bloom que se opuso a las “escuelas del resentimiento” –ideas que hoy tienen eco en artículos de periódico con tino más bien impertinente. Es un texto interesante pero los personajes con los que Bradbury ha llegado a compartir opinión le hacen a uno cuestionarse si no se ha defendido con demasiado celo, casi consagratorio, a la autonomía artística (que, en rigor, es más bien un ideal al que se aspira que una norma prescriptiva).

En una adaptación teatral que Bradbury preparó de su novela (presentada en el Studio Theatre Playhouse de Los Ángeles), añadió algunas escenas a su relato, incluyendo la revelación de que Beatty, el jefe de bomberos que supervisa al héroe de la novela, Guy Montag, escondía en su casa su propia biblioteca, pero con el firme propósito de no leerla. Y sí, hay peores cosas que podemos hacer con un libro además de quemarlo, como no leerlo deliberadamente. Supongo que podríamos celebrar que se sigan haciendo nuevas adaptaciones de la novela de Bradbury al cine –por descontado, supongo, la veremos–, ahora con la ventaja de que llegarán con facilidad a un mítico “público más amplio”. Al mismo tiempo son innegables los inquietantes ecos del mundo híper-entretenido que le da la espalda a los libros y las ideas, y el presente que tiene en el centro de su conversación imágenes en movimiento. Preguntemos por provocar: adaptar libros al cine o la televisión, eludiendo las digresiones y profundidades, asegurando que muchos preferirán ver la historia que leerla, ¿no es otra manera de quemarlos?



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viernes, 23 de marzo de 2018

Ecos de FICUNAM 2018: “Ahora México”

El cine mexicano transita por uno de sus momentos más contradictorios. Por un lado el año pasado se produjeron 176 películas, según datos de CANACINE,  el número más alto en la historia del cine mexicano, pero de ellas apenas un puñado llegan a salas comerciales: la distribución como problema mayor. Por eso la importancia de foros como el Festival Internacional de Cine de la UNAM que, en su octava edición, propuso diez películas mexicanas recientes, tan distintas en lo temático y formal como en sus reflexiones alrededor de la contemporaneidad y sus posibilidades de representación.

De las diez que integraron “Ahora México”, la sección mexicana en competencia, seis están disponibles en la plataforma Festival Scope. Vistas en conjunto son un termómetro que mide qué tanto el cine producido se encuentra atento a realidades del país (y de otros territorios).

En David, el regreso a la tierra (2017), la cineasta Anaïs Huerta sigue los pasos de David Larbre, un joven abogado treintañero que en cierto momento de su vida emprende la búsqueda de sus orígenes para completar, reinventar su identidad. Él, nacido en Haití y cuya madre biológica muere, fue adoptado al año de nacido por una familia francesa. Partiendo de su testimonio y el de su madre y hermanos, esta película, como rompecabezas, va conjuntando las piezas emocionales que integran a una persona. La historia de cada quien es una suma de recuerdos frágiles, de plenos olvidos o de invenciones que nos edifican. “Cuando vuelves no encuentras lo que dejaste atrás”, comenta a cámara la madre del personaje. Esta búsqueda de un pasado no tan claro que poco a poco se va precisando resulta en un David fortalecido y contento, luego de tal periplo.

Otro tipo de búsqueda es la que acomete Eva Villaseñor en M (2017), su segundo largometraje. Si ya en Memoria oculta (2014) nos había sorprendido con la honestidad de un relato autobiográfico atravesado por relaciones familiares tan tirantes como amorosas, ahora se concentra en la figura de su hermano, el rapero Tankeone. Se trata de una mirada un poco impaciente pero compasiva de este músico mexicano, aunque la relación fraternal profundiza la observación. En M, se muestra el vaivén en el que se mueve, su postura crítica en sus canciones y su seguridad frente al público, versus las contradicciones y fragilidad en los ámbitos familiares. Es también una mirada comprensiva sobre un personaje que expresa el desencanto y el enojo de la juventud acosada por la injusticia, la desigualdad y la violencia desgarradora en tiempos de narcoestado mexicano. Hacia el final de la película, Tankeone se pregunta a gritos “¿dónde están?”, antes de entrar literalmente a un laberinto.

En torno a las indagaciones sobre los ámbitos de la memoria, la identidad y la familia, Esta película la hice pensando en ti (2018), de Pepe Gutiérrez, es un aporte. Presenta a una mujer mayor que vuelve a su pueblo de origen en busca de su padre ausente. Sí, es un trasunto de Comala, incluyendo figuras y diálogos fantasmales. El sitio está poblado de personas desdibujadas, que no sabemos si son proyecciones o recuerdos de la protagonista. Gutiérrez convierte los múltiples recursos formales que presume la cinta (fotografía en b/n, luego en color, luego en negativo) en pretextos para empujar una película fallida. No obstante, funciona en la medida que la pieza nos permite acompañar esa búsqueda. Lo significativo es el viaje y el posible proceso de transformación del personaje principal, interpretado por la madre del director.

Relato en primera persona de un sobreviviente, La sombra de un dios (2017) parte de una historia verídica sucedida décadas atrás en una comunidad rural del occidente de México. Dirigida por el austriaco Bernard Hetzenauer, este cortometraje, acompañado de una voz en off, va presentando al protagonista del relato, a otros sobrevivientes, imágenes del pueblo en cuestión y los escarpados paisajes de los alrededores. Cuenta la historia de una masacre absurda, que bordea lo mitológico-fantástico: en los años 80 un hombre se pensó Dios y supuso que como tal tenía derecho a los cuerpos y a la vida de los demás. Algunos le creyeron y le permitieron ese delirio. Al final de este sorprendente relato, que dura apenas veinte minutos, incluso podemos pensar que se trata de una invención, una ficción construida en clave documental.

La vida suspendida de Harley Prosper (2018) es un estudio obsesivo sobre un hombre recluido en el cuarto de un albergue para enfermos terminales, en algún lugar de Canadá. Harley Prosper ha decidido morir bebiendo alcohol. El personaje apenas puede articular palabra, pero, de pronto, como chispazos de lucidez, lanza recordatorios punzantes de nuestra finitud y nimiedad como humanos. Cámara en mano, el dotado director Juan Manuel Sepúlveda se entromete a fondo de los últimos días de este personaje al límite. Con profusión de primeros planos, nos deja ver partes detalladas del cuerpo del moribundo. Aunque no de modo intrusivo, también nos regala retazos de su cotidianidad: sus rutinas de dormir, divagar y volver a dormir. Un año después vemos a Harley jugando animosamente con su gato, en un departamento. ¿Ha recuperado las ganas de vivir? No lo sabemos, aunque pareciera que, al menos, ha querido posponer el cumplimiento de la condena un rato más.

La ópera prima Piérdete entre los muertos (2018), de Rubén Gutiérrez es de los puntos bajos de la selección “Ahora México”, por lo general bastante robusta. Estructurada bajo una ominosa atmósfera onírica, el eje principal de la película es el monólogo de un hombre enterrado hasta los hombros en un paisaje árido y hostil. Este hombre es hallado por una mujer que, con un mazo, lo amenaza y hiere constantemente. Un monólogo que va de la reflexión sobre el cine y los riesgos de la representación a elucubraciones de manual. Si bien la imagen no deja de ser poderosa, el ejercicio se vuelve delirante; ojalá hubiera tenido más consistencia y menos parodia.   

Todas las películas mencionada pueden verse gratuitamente hasta el domingo 25 de marzo de 2018 en la plataforma Festival Scope.



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Ecos de FICUNAM 2018: “Ahora México”

El cine mexicano transita por uno de sus momentos más contradictorios. Por un lado el año pasado se produjeron 176 películas, según datos de CANACINE,  el número más alto en la historia del cine mexicano, pero de ellas apenas un puñado llegan a salas comerciales: la distribución como problema mayor. Por eso la importancia de foros como el Festival Internacional de Cine de la UNAM que, en su octava edición, propuso diez películas mexicanas recientes, tan distintas en lo temático y formal como en sus reflexiones alrededor de la contemporaneidad y sus posibilidades de representación.

De las diez que integraron “Ahora México”, la sección mexicana en competencia, seis están disponibles en la plataforma Festival Scope. Vistas en conjunto son un termómetro que mide qué tanto el cine producido se encuentra atento a realidades del país (y de otros territorios).

En David, el regreso a la tierra (2017), la cineasta Anaïs Huerta sigue los pasos de David Larbre, un joven abogado treintañero que en cierto momento de su vida emprende la búsqueda de sus orígenes para completar, reinventar su identidad. Él, nacido en Haití y cuya madre biológica muere, fue adoptado al año de nacido por una familia francesa. Partiendo de su testimonio y el de su madre y hermanos, esta película, como rompecabezas, va conjuntando las piezas emocionales que integran a una persona. La historia de cada quien es una suma de recuerdos frágiles, de plenos olvidos o de invenciones que nos edifican. “Cuando vuelves no encuentras lo que dejaste atrás”, comenta a cámara la madre del personaje. Esta búsqueda de un pasado no tan claro que poco a poco se va precisando resulta en un David fortalecido y contento, luego de tal periplo.

Otro tipo de búsqueda es la que acomete Eva Villaseñor en M (2017), su segundo largometraje. Si ya en Memoria oculta (2014) nos había sorprendido con la honestidad de un relato autobiográfico atravesado por relaciones familiares tan tirantes como amorosas, ahora se concentra en la figura de su hermano, el rapero Tankeone. Se trata de una mirada un poco impaciente pero compasiva de este músico mexicano, aunque la relación fraternal profundiza la observación. En M, se muestra el vaivén en el que se mueve, su postura crítica en sus canciones y su seguridad frente al público, versus las contradicciones y fragilidad en los ámbitos familiares. Es también una mirada comprensiva sobre un personaje que expresa el desencanto y el enojo de la juventud acosada por la injusticia, la desigualdad y la violencia desgarradora en tiempos de narcoestado mexicano. Hacia el final de la película, Tankeone se pregunta a gritos “¿dónde están?”, antes de entrar literalmente a un laberinto.

En torno a las indagaciones sobre los ámbitos de la memoria, la identidad y la familia, Esta película la hice pensando en ti (2018), de Pepe Gutiérrez, es un aporte. Presenta a una mujer mayor que vuelve a su pueblo de origen en busca de su padre ausente. Sí, es un trasunto de Comala, incluyendo figuras y diálogos fantasmales. El sitio está poblado de personas desdibujadas, que no sabemos si son proyecciones o recuerdos de la protagonista. Gutiérrez convierte los múltiples recursos formales que presume la cinta (fotografía en b/n, luego en color, luego en negativo) en pretextos para empujar una película fallida. No obstante, funciona en la medida que la pieza nos permite acompañar esa búsqueda. Lo significativo es el viaje y el posible proceso de transformación del personaje principal, interpretado por la madre del director.

Relato en primera persona de un sobreviviente, La sombra de un dios (2017) parte de una historia verídica sucedida décadas atrás en una comunidad rural del occidente de México. Dirigida por el austriaco Bernard Hetzenauer, este cortometraje, acompañado de una voz en off, va presentando al protagonista del relato, a otros sobrevivientes, imágenes del pueblo en cuestión y los escarpados paisajes de los alrededores. Cuenta la historia de una masacre absurda, que bordea lo mitológico-fantástico: en los años 80 un hombre se pensó Dios y supuso que como tal tenía derecho a los cuerpos y a la vida de los demás. Algunos le creyeron y le permitieron ese delirio. Al final de este sorprendente relato, que dura apenas veinte minutos, incluso podemos pensar que se trata de una invención, una ficción construida en clave documental.

La vida suspendida de Harley Prosper (2018) es un estudio obsesivo sobre un hombre recluido en el cuarto de un albergue para enfermos terminales, en algún lugar de Canadá. Harley Prosper ha decidido morir bebiendo alcohol. El personaje apenas puede articular palabra, pero, de pronto, como chispazos de lucidez, lanza recordatorios punzantes de nuestra finitud y nimiedad como humanos. Cámara en mano, el dotado director Juan Manuel Sepúlveda se entromete a fondo de los últimos días de este personaje al límite. Con profusión de primeros planos, nos deja ver partes detalladas del cuerpo del moribundo. Aunque no de modo intrusivo, también nos regala retazos de su cotidianidad: sus rutinas de dormir, divagar y volver a dormir. Un año después vemos a Harley jugando animosamente con su gato, en un departamento. ¿Ha recuperado las ganas de vivir? No lo sabemos, aunque pareciera que, al menos, ha querido posponer el cumplimiento de la condena un rato más.

La ópera prima Piérdete entre los muertos (2018), de Rubén Gutiérrez es de los puntos bajos de la selección “Ahora México”, por lo general bastante robusta. Estructurada bajo una ominosa atmósfera onírica, el eje principal de la película es el monólogo de un hombre enterrado hasta los hombros en un paisaje árido y hostil. Este hombre es hallado por una mujer que, con un mazo, lo amenaza y hiere constantemente. Un monólogo que va de la reflexión sobre el cine y los riesgos de la representación a elucubraciones de manual. Si bien la imagen no deja de ser poderosa, el ejercicio se vuelve delirante; ojalá hubiera tenido más consistencia y menos parodia.   

Todas las películas mencionada pueden verse gratuitamente hasta el domingo 25 de marzo de 2018 en la plataforma Festival Scope.



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Descolonización en el arte latinoamericano

Un cambio de perspectiva puede ser un gesto subversivo. Un ejemplo: una pieza de la serie Geo-historiografía: América fragmentada (1973), de la argentina Elda Cerrato, muestra un mapa de Latinoamérica (de México hacia el sur) en el que se separa el territorio de cada país. Al pie del dibujo se ven rostros y siluetas. La idea de Cerrato es clara, se trata de una deconstrucción (además de una denuncia) de conceptos que, al fragmentarse, pueden ser examinados no sólo por sus diferencias, también por sus semejanzas. Esa es la idea que detona Memorias del subdesarrollo: El giro descolonial en el arte de América Latina, 1960-1985, que presenta el Museo Jumex: la historia compartida de diversos países cuyo proceso colonial continuó con el auge del modernismo; Julieta González, directora artística de la institución y organizadora de la expo, considera a estos procesos históricos como dos caras de la misma moneda. El punto toral de la muestra son las estrategias que usaron los creadores para quitarse los corsés ideológico y estético.

La cartografía como crítica es uno de los núcleos que se exploran a través de obras de Claudio Perna, Osvaldo Romberg y Juan Downey. Una pieza de éste último llama la atención. Se trata de Anaconda: Mapa de Chile (1973), que incorpora una serpiente pitón birmana (que vivirá un tiempo en el recinto) sobre un mapa de Chile. La pieza, que en su día fue censurada en Estados Unidos, refiere a Anaconda Copper, compañía minera administrada por la familia Rockefeller, explicó González. A esta empresa, que también tuvo injerencia en México, se le achaca haber brindado apoyo a Pinochet. Además de mapas, el instrumento de colonización por antonomasia, también hay fotografías. Éstas documentan el proceso modernizador de América Latina a través de imágenes de Juan Guzmán y Armando Salas Portugal, que captaron la construcción de la Torre Latinoamericana y el Conjunto Urbano Presidente López Mateos en Nonoalco-Tlatelolco en México, por ejemplo; Leo Matiz, en Venezuela; y Marcel Gautherot, en Brasil.

Las estrategias textuales de Alfredo Jaar (que en los ochenta colocó un par de paneles en el centro de Santiago con la leyenda “¿es usted feliz’”) y de la peruana Teresa Burga, que por esos mismos años hizo un perfil de la mujer de su país, también aportan elementos para considerar las diversas maneras en las que se cuestionan sus diferentes contextos. González hizo hincapié en cómo estos artistas, a los que es posible agrupar debido a sus posturas políticas y por ser pioneros en el uso artístico del concepto “pueblo” (que bien se puede observar en los mapas de Cerrato), trabajaron la idea de lugar y no de espacio. Sobre esto hay una pieza llamada Analogía 1 (1970-1971), de Víctor Grippo, en la que una batería se carga con la energía que producen varias papas originarias de Perú.

La educación (que retoma las ideas del pedagogo Paulo Freire), la tropicália brasileña (a la que refiere un camino de tierra y grava, en el que se pueden ver aves vivas y abundan olores a tierra) y las teorías de comunicación (que inspiraron obras de, por ejemplo, Cildo Meireles) son otros núcleos de la extensa exposición. Uno de sus ejes más interesantes, quizá porque es más visible que otros, es la marginalidad. Esta se puede ver a través de obras como El beso (Zona de dolor II) (1981), de Diamela Eltit, un video en el que la escritora le da un beso en la boca a un indigente; Jabones para diferentes clases sociales (1981), de Alfredo Portillo, que crítica las características de los productos que usan las clases populares y la burguesía. Una pieza de la brasileña Lygia Pape (a la que González considera una inspiración fundamental para el trabajo curatorial de Memorias…) define bien este eje de la expo: Caixa das baratas (1967) muestra a un conjunto de cucarachas montadas sobre un espejo, que hacen eco de La pasión según G. H., el libro de Clarice Lispector donde una mujer se enfrenta a uno de estos bichos, que habita en el armario de su empleada doméstica. “Resume todo lo que no queremos nombrar”, acotó González.

Memorias del subdesarrollo se podrá ver hasta el 9 de septiembre.



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Descolonización en el arte latinoamericano

Un cambio de perspectiva puede ser un gesto subversivo. Un ejemplo: una pieza de la serie Geo-historiografía: América fragmentada (1973), de la argentina Elda Cerrato, muestra un mapa de Latinoamérica (de México hacia el sur) en el que se separa el territorio de cada país. Al pie del dibujo se ven rostros y siluetas. La idea de Cerrato es clara, se trata de una deconstrucción (además de una denuncia) de conceptos que, al fragmentarse, pueden ser examinados no sólo por sus diferencias, también por sus semejanzas. Esa es la idea que detona Memorias del subdesarrollo: El giro descolonial en el arte de América Latina, 1960-1985, que presenta el Museo Jumex: la historia compartida de diversos países cuyo proceso colonial continuó con el auge del modernismo; Julieta González, directora artística de la institución y organizadora de la expo, considera a estos procesos históricos como dos caras de la misma moneda. El punto toral de la muestra son las estrategias que usaron los creadores para quitarse los corsés ideológico y estético.

La cartografía como crítica es uno de los núcleos que se exploran a través de obras de Claudio Perna, Osvaldo Romberg y Juan Downey. Una pieza de éste último llama la atención. Se trata de Anaconda: Mapa de Chile (1973), que incorpora una serpiente pitón birmana (que vivirá un tiempo en el recinto) sobre un mapa de Chile. La pieza, que en su día fue censurada en Estados Unidos, refiere a Anaconda Copper, compañía minera administrada por la familia Rockefeller, explicó González. A esta empresa, que también tuvo injerencia en México, se le achaca haber brindado apoyo a Pinochet. Además de mapas, el instrumento de colonización por antonomasia, también hay fotografías. Éstas documentan el proceso modernizador de América Latina a través de imágenes de Juan Guzmán y Armando Salas Portugal, que captaron la construcción de la Torre Latinoamericana y el Conjunto Urbano Presidente López Mateos en Nonoalco-Tlatelolco en México, por ejemplo; Leo Matiz, en Venezuela; y Marcel Gautherot, en Brasil.

Las estrategias textuales de Alfredo Jaar (que en los ochenta colocó un par de paneles en el centro de Santiago con la leyenda “¿es usted feliz’”) y de la peruana Teresa Burga, que por esos mismos años hizo un perfil de la mujer de su país, también aportan elementos para considerar las diversas maneras en las que se cuestionan sus diferentes contextos. González hizo hincapié en cómo estos artistas, a los que es posible agrupar debido a sus posturas políticas y por ser pioneros en el uso artístico del concepto “pueblo” (que bien se puede observar en los mapas de Cerrato), trabajaron la idea de lugar y no de espacio. Sobre esto hay una pieza llamada Analogía 1 (1970-1971), de Víctor Grippo, en la que una batería se carga con la energía que producen varias papas originarias de Perú.

La educación (que retoma las ideas del pedagogo Paulo Freire), la tropicália brasileña (a la que refiere un camino de tierra y grava, en el que se pueden ver aves vivas y abundan olores a tierra) y las teorías de comunicación (que inspiraron obras de, por ejemplo, Cildo Meireles) son otros núcleos de la extensa exposición. Uno de sus ejes más interesantes, quizá porque es más visible que otros, es la marginalidad. Esta se puede ver a través de obras como El beso (Zona de dolor II) (1981), de Diamela Eltit, un video en el que la escritora le da un beso en la boca a un indigente; Jabones para diferentes clases sociales (1981), de Alfredo Portillo, que crítica las características de los productos que usan las clases populares y la burguesía. Una pieza de la brasileña Lygia Pape (a la que González considera una inspiración fundamental para el trabajo curatorial de Memorias…) define bien este eje de la expo: Caixa das baratas (1967) muestra a un conjunto de cucarachas montadas sobre un espejo, que hacen eco de La pasión según G. H., el libro de Clarice Lispector donde una mujer se enfrenta a uno de estos bichos, que habita en el armario de su empleada doméstica. “Resume todo lo que no queremos nombrar”, acotó González.

Memorias del subdesarrollo se podrá ver hasta el 9 de septiembre.



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23 artistas seleccionados por FEMSA

La Bienal FEMSA anunció la lista de 23 artistas, nacionales e internacionales, que participarán dentro de la edición XIII titulada “Nunca fuimos contemporáneos”, en la ciudad de Zacatecas. Verónica Gerber Bicecci, Eduardo Abaroa y Chantal Peñalosa, entre otros, han sido seleccionados para participar en el programa curatorial.

Tomando como referencia el libro del autor francés Bruno Latour Nunca fuimos modernos (1991), esta edición propone hacer una revisión de lo histórico y de sus procesos de conformación. De esta forma la bienal presenta un esquema que gira en torno a un corredor cultural multifocal que conforma una plataforma museológica colaborativa en la que proyectos y exposiciones se complementan, constituyendo espacios dentro de espacios con el fin de generar una profunda reflexión histórica, inspirada en el concepto de espacio múltiple acuñado en los años setenta por el artista zacatecano Manuel Felguérez.

FEMSA pretende que esta nueva edición ponga sobre la mesa discusiones en torno a las formas en que distintos conceptos se entretejen, revelando contenidos ricos en contenido histórico, económico y social a partir de las contradicciones exploradas entre lo barroco y lo colonial, lo moderno y lo posmoderno, lo artesanal y lo popular entre otros, con un programa que –además de exposiciones– cuenta con una extensa propuesta pedagógica (la cual inició su programa el pasado 8 de marzo con el taller Los museos después de la bienalización, impartido por el director artístico Willy Kautz y el curador Daniel Garza Usabiaga) .

Las comisiones para la bienal fueron entregadas a 23 artistas –principalmente nacionales– entre los cuales se encuentran también artistas provenientes de países como Venezuela, Francia, Perú, Suecia, Chile y Argentina. Los artistas seleccionados son: Eduardo Abaroa (Ciudad de México, 1968), Ricardo Alcaide (Caracas, Venezuela, 1967), Plinio Ávila (Zacatecas, México, 1977), Antonio Bravo (Ciudad de México, 1983), Christian Camacho (Ciudad de México, 1985),  Luis Carrera-Maul (Zacatecas, 1972), Giacomo Castagnola (Lima, Perú, 1976), Mario García Torres (Monclova, México, 1975), Verónica Gerber Bicecci (Ciudad de México, 1981, Cynthia Gutiérrez (Guadalajara, 1978), Javier Hinojosa (Ciudad de México, 1974), Iván Krassoievitch (Ciudad de México, 1980), Runo Lagomarsino (Lund, Suecia, 1977), Caroline Montenat (Orsay, Francia, 1974), Felipe Mujica (Santiago de Chile, 1974), Chantal Peñalosa (Tecate, México, 1987), Diego Pérez García (Ciudad de México, 1975), Rita Ponce de León (Lima, Perú, 1982), Liliana Porter (Buenos Aires, Argentina, 1941), Naomi Rincón Gallardo (Carolina del Norte, 1979), Vanessa Rivero (Mérida, Yucatán, 1976), Nicolás Robbio (Mar del Plata, Argentina, 1975) y Fabiola Torres-Alzaga (Ciudad de México, 1978).

La XIII Bienal FEMSA “Nunca fuimos contemporáneos” se presentará en la ciudad de Zacatecas del 26 de octubre al 17 de febrero del 2019. 



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