viernes, 28 de septiembre de 2018

Lo mejor de Feratum en la Ciudad de México

Hoy inicia el ciclo de Feratum Film Fest en la Ciudad de México que proyectará las películas más aclamadas del encuentro fílmico, que finalizó hace unos días en Tlalpujahua, Michoacán, entre las que se encuentran Mis demonios nunca juraron soledad (2017) , de Jorge Leyva, ganadora del reconocimiento máximo del festival, el premio Alucarda, y Número 37 (2018), de Nosipho Dumisa, reelaboración del clásico de Hitchcock La ventana indiscreta (1954).

También se exhibirán DIS (2017), de Adrián Corona, una obra experimental y perturbadora que fue reconocida en Feratum como la Mejor Película de Fantasía y con el premio a la Mejor Criatura; Las Reglas de la Ruina (2017), de Víctor Osuna, inspirada en la obra de Lovecraft con referencias a un grimorio ficticio de los mitos de Cthulhu; y El expediente Atlimeyaya (2018), del cineasta chileno Hugo Vivar sobre una abducción extraterrestre.

 La sede de la muestra, que finaliza el domingo 30 de septiembre, es la Sala de Arte de Cinépolis Diana.



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Lo mejor de Feratum en la Ciudad de México

Hoy inicia el ciclo de Feratum Film Fest en la Ciudad de México que proyectará las películas más aclamadas del encuentro fílmico, que finalizó hace unos días en Tlalpujahua, Michoacán, entre las que se encuentran Mis demonios nunca juraron soledad (2017) , de Jorge Leyva, ganadora del reconocimiento máximo del festival, el premio Alucarda, y Número 37 (2018), de Nosipho Dumisa, reelaboración del clásico de Hitchcock La ventana indiscreta (1954).

También se exhibirán DIS (2017), de Adrián Corona, una obra experimental y perturbadora que fue reconocida en Feratum como la Mejor Película de Fantasía y con el premio a la Mejor Criatura; Las Reglas de la Ruina (2017), de Víctor Osuna, inspirada en la obra de Lovecraft con referencias a un grimorio ficticio de los mitos de Cthulhu; y El expediente Atlimeyaya (2018), del cineasta chileno Hugo Vivar sobre una abducción extraterrestre.

 La sede de la muestra, que finaliza el domingo 30 de septiembre, es la Sala de Arte de Cinépolis Diana.



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Agenda de fin de semana

Película

Nuestro tiempo (2018), de Carlos Reygadas

Juan y Esther forman una pareja, afincada en la provincia mexicana, cuyo vínculo permite la interacción sexual con otras personas. El equilibrio de su familia se tambalea cuando ella se enamora de otro hombre. El nuevo filme de Reygadas, que debutó en la Muestra de Cine de Venecia, se puede ver tanto en salas comerciales como en la Cineteca Nacional.

 

Exposición

Virgen de Guadalupe. Arte y devoción

A través de 280 piezas pertenecientes a quince colecciones privadas y de museos, esta muestra, que finaliza este fin de semana, explora el interesante proceso de transformación del culto guadalupano desde el siglo XVII hasta la actualidad.

Museo Franz Mayer

Martes a domingo, de 10:00 a 17:00 horas

$50

Obra escénica

El parlamento de la memoria

“Creemos en el ensayo como forma de vida. Ensayar la democracia, ensayar la ternura, ensayar el cuidado. Creemos en un parlamento de la memoria como ensayo para la democracia siempre por venir y siempre aquí”, anuncia el colectivo La comuna anuncia la compañía La Comedia Humana. El parlamento de la memoria es el Capítulo X del proyecto La comuna: revolución o futuro.

Teatro El Granero

Viernes, 20:00 horas            

Sábado, 19:00 horas

Domingo, 18:00 horas

Entrada libre       

                                                                                                                                                                                                                                        



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Agenda de fin de semana

Película

Nuestro tiempo (2018), de Carlos Reygadas

Juan y Esther forman una pareja, afincada en la provincia mexicana, cuyo vínculo permite la interacción sexual con otras personas. El equilibrio de su familia se tambalea cuando ella se enamora de otro hombre. El nuevo filme de Reygadas, que debutó en la Muestra de Cine de Venecia, se puede ver tanto en salas comerciales como en la Cineteca Nacional.

 

Exposición

Virgen de Guadalupe. Arte y devoción

A través de 280 piezas pertenecientes a quince colecciones privadas y de museos, esta muestra, que finaliza este fin de semana, explora el interesante proceso de transformación del culto guadalupano desde el siglo XVII hasta la actualidad.

Museo Franz Mayer

Martes a domingo, de 10:00 a 17:00 horas

$50

Obra escénica

El parlamento de la memoria

“Creemos en el ensayo como forma de vida. Ensayar la democracia, ensayar la ternura, ensayar el cuidado. Creemos en un parlamento de la memoria como ensayo para la democracia siempre por venir y siempre aquí”, anuncia el colectivo La comuna anuncia la compañía La Comedia Humana. El parlamento de la memoria es el Capítulo X del proyecto La comuna: revolución o futuro.

Teatro El Granero

Viernes, 20:00 horas            

Sábado, 19:00 horas

Domingo, 18:00 horas

Entrada libre       

                                                                                                                                                                                                                                        



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jueves, 27 de septiembre de 2018

El Premio Turner en su edición más política

Ni pinturas ni esculturas. Este año la muestra que exhibe el trabajo de los artistas nominados al Premio Turner consta solo de imágenes. A partir de hoy el museo Tate Britain exhibe videos de Forensic Architecture, Naeem Mohaiemen, Charlotte Prodger y Luke Willis Thompson, quienes optan al reconocimiento. La muestra ha causado múltiples comentarios entre los críticos de arte debido a que se trata de su edición más política: todos los artistas y trabajos considerados retoman contextos de difícil comprensión que cuestionan, entre otras cosas, el papel del arte en la realidad contemporánea. El Turner, nombrado así en honor al pintor J.M. W. Turner, llega a su edición 34 poniendo de frente problemáticas como la violación de los derechos humanos y la brutalidad de las estructuras de justicia, la migración post-colonial y los movimientos de liberación.

Como se sabe, Forensic Architecture es un equipo interdisciplinario que agrupa arquitectos, cineastas, abogados y científicos que se abocan a investigar las violaciones de los derechos humanos. El grupo de expertos es responsable de El Caso Ayotzinapa. Una cartografía de la violencia, investigación que realizó en colaboración con el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, el Equipo Argentino de Antropología Forense y el MUAC. Este estudio, que se exhibió en el MUAC en 2017, fue dedicado a las familias de los estudiantes de Iguala, víctimas de una desaparición forzada en 2014. En la muestra británica, Forensic Architecture exhibe el video The Long Duration of a Split Second, que captó el caos de una evacuación forzada de un asentamiento beduino en el desierto de Néguev por parte de la policía israelí.

Bridgit, el video de la artista visual Charlotte Prodger, por otro lado, se decanta por la exploración política del individuo. Este trabajo, filmado con un iPhone, es un montaje de imágenes de la vida cotidiana que se acompaña de extractos auditivos del diario de la creadora británica.

Una de las piezas de Naeem Mohaiemen que se exhiben en la exposición, titulada Two Meetings and a Funeral, explora una historia familiar a través de imágenes de archivo de Indira Gandhi, Fidel Castro y Yasser Arafat, a la luz del fracaso de los países que en la década de los setenta se encontraban en vías desarrollo.

Uno de los trabajos del neozelandés Luke Willis Thompson, cuarto y último nominado, lleva por nombre _Human. Éste examina una escultura de pequeño formato que el artista británico Donald Rodney hizo con su propia piel. Autoportrait, otra de las pieza en exhibición de Thompson, por otro lado, focaliza su atención en Diamond Reynolds, una mujer que transmitió a través de la aplicación en vivo de Facebook la muerte de su novio, Philando Castile, perpetrada por la policía.

El ganador del Premio Turner se dará a conocer el 4 de diciembre.  



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El Premio Turner en su edición más política

Ni pinturas ni esculturas. Este año la muestra que exhibe el trabajo de los artistas nominados al Premio Turner consta solo de imágenes. A partir de hoy el museo Tate Britain exhibe videos de Forensic Architecture, Naeem Mohaiemen, Charlotte Prodger y Luke Willis Thompson, quienes optan al reconocimiento. La muestra ha causado múltiples comentarios entre los críticos de arte debido a que se trata de su edición más política: todos los artistas y trabajos considerados retoman contextos de difícil comprensión que cuestionan, entre otras cosas, el papel del arte en la realidad contemporánea. El Turner, nombrado así en honor al pintor J.M. W. Turner, llega a su edición 34 poniendo de frente problemáticas como la violación de los derechos humanos y la brutalidad de las estructuras de justicia, la migración post-colonial y los movimientos de liberación.

Como se sabe, Forensic Architecture es un equipo interdisciplinario que agrupa arquitectos, cineastas, abogados y científicos que se abocan a investigar las violaciones de los derechos humanos. El grupo de expertos es responsable de El Caso Ayotzinapa. Una cartografía de la violencia, investigación que realizó en colaboración con el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, el Equipo Argentino de Antropología Forense y el MUAC. Este estudio, que se exhibió en el MUAC en 2017, fue dedicado a las familias de los estudiantes de Iguala, víctimas de una desaparición forzada en 2014. En la muestra británica, Forensic Architecture exhibe el video The Long Duration of a Split Second, que captó el caos de una evacuación forzada de un asentamiento beduino en el desierto de Néguev por parte de la policía israelí.

Bridgit, el video de la artista visual Charlotte Prodger, por otro lado, se decanta por la exploración política del individuo. Este trabajo, filmado con un iPhone, es un montaje de imágenes de la vida cotidiana que se acompaña de extractos auditivos del diario de la creadora británica.

Una de las piezas de Naeem Mohaiemen que se exhiben en la exposición, titulada Two Meetings and a Funeral, explora una historia familiar a través de imágenes de archivo de Indira Gandhi, Fidel Castro y Yasser Arafat, a la luz del fracaso de los países que en la década de los setenta se encontraban en vías desarrollo.

Uno de los trabajos del neozelandés Luke Willis Thompson, cuarto y último nominado, lleva por nombre _Human. Éste examina una escultura de pequeño formato que el artista británico Donald Rodney hizo con su propia piel. Autoportrait, otra de las pieza en exhibición de Thompson, por otro lado, focaliza su atención en Diamond Reynolds, una mujer que transmitió a través de la aplicación en vivo de Facebook la muerte de su novio, Philando Castile, perpetrada por la policía.

El ganador del Premio Turner se dará a conocer el 4 de diciembre.  



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El atroz espectáculo de la paciencia

Casi todos sus textos inician con una oración larga; cuatro, tres líneas, agolpadas en un comienzo que pese a su longitud no da muestra de fatiga o fraseo rebuscado; todo lo contrario, es de una riqueza gramatical y sintáctica colmada de observación cuidadosa y desinteresada. A un lector más autocomplaciente la escritura del escritor español Rafael Sánchez Ferlosio, de 90 años, puede parecerle de mal gusto o de una pretensión irritante.

Tras su conversión como agente cultural, ocurrida después de publicar su novela El Jarama (1955), Ferlosio escapó a la tiranía del escritor profesional comprometido a servir como instructor de la alta cultura le parecía aberrante. El español se resguardó en la academia y se dedicó de lleno a sus estudios sobre gramática, hizo de sí mismo una especie de peregrino separado del ajetreo que supone formar parte de una burbuja cultural. No se quedó callado, solo distante, mirando con cautela a una España encanecida y arrugada, como su propia imagen en el espejo.

Quizá fue esta reclusión, esta desobediencia a la dictadura del lenguaje culto, lo que le hizo mirar a la escritura como el único bastión posible de una resistencia que, se sabe, nada puede ganar y aspira, casi con tristeza, casi con desaliento, a dejar huella de una conciencia alegre ante las palabras, siempre dispuesta a mostrar un modo distinto de revelar sus relaciones entre ellas. Convendría hablar de su inteligencia, de su inagotable capacidad para retorcer la frase, de su inventario de artefactos gramaticales, como una especie de compendio a la observación del lenguaje. Arte que Ferlosio cultivó como pocos y que se refleja acertadamente en sus Páginas escogidas (2017) y Campo de retamas (2015), ediciones que en menos de tres años lo han colocado como un referente inmediato de la literatura española escrita sin concesiones, la literatura que por guardar distancia de nuestro comportamiento es, probablemente, la que mejor nos conoce.

Como buen observador aprendió a mirar las cosas y las palabras dentro de su particularidad, sin confundirlas, a contraluz de todo lo que es la cosa en sí. Si Ferlosio escoge una palabra es por las particularidades de la misma, la escoge, me atrevo a pensar, por descarte de otras; como si cada palabra fuese seleccionada de entre un cúmulo de otras palabras más familiares, más cotidianas, más de oído, pero indiscutiblemente menos precisas que la elegida. Más que predilección, es un acto de profundo entendimiento y atención a las comisuras del léxico. En “Lenguajes”, uno de los textos que más claridad aportan al entendimiento de su obra (donde dice obra debe decir postura), el autor escribe: “En México no se le podía preguntar llanamente a una persona: ‘¿Qué tal está su madre?’, sino que había que organizarle a la pregunta este envoltorio de pastelería: ‘¿Y cómo dice que le va a la mamasita de usté?’”. Probablemente haya miles de formas, construcciones y sintagmas que hagan lo que “envoltorio de pastelería” hace en este caso, pero ninguno se aproxima siquiera a la sutil ironía, lo recalcitrante, lo empalagoso, lo preciso, de su elección.

En ese mismo texto, Ferlosio atina al señalar que esto no puede considerarse “lenguaje políticamente correcto” sino “socialmente correcto”, o más bien, “políticamente corregido”, ya que el primero responde a un puro invento intelectual, a elucubraciones tan gratuitas como artificiosas, en suma, no existe, ya que para él –a manera de chiste, de Troya apalabrada– nada político puede ser correcto.

No estamos hablando de un lenguaje forjado mediante la disciplina –aunque hay algo de eso– sino de un rechazo a la simplicidad, una negación, a la vez cuestionamiento, de lo masticado, lo prefabricado; una postura contra todo aquello que venga en paquete abre-fácil. Ferlosio no escribe para alejarse diametralmente del lenguaje empleado por la gran mayoría de escritores. No le interesa desmarcarse, aunque sin duda ha renunciado a las preocupaciones que supone el hacer literatura. El río del lenguaje lo desborda. La luz de una palabra cualquiera encandila su genio. Torcer la gramática es una obsesión que lo excede y lo guía. Le interesa provocar mediante el gesto de la frase hiper pensada, un cortocircuito en su lector.

Pocos ejemplos, pero significativos: la “recalenteda pretensión del predicado”; una invitación a “suspender el pensamiento cuadriculado”; evitar ciertas palabras “a fin de que el paisaje no lo hiciese más la propia palabra que la cosa”; “una presunta mente infantil imaginada por el mundo adulto a la medida de su cobardía” o una fábula que es para él “the most wonderful tale I ever heard” –así, en inglés, porque ninguna frase en español habría alcanzado para cubrir una declaración tan enfáticamente subjetiva–, son algunas de las ideas desplegadas a los largo de estos dos libros que manifiestan, ante todo, un sólido compromiso con sus estudios y, sobre todo, con su absoluta, incuestionable, radical y perenne persistencia.

Y es que Ferlosio emplea métodos profundamente herméticos para hacer una tarea profundamente humana: fabrica una pequeña casa a cada idea que entrega al lector; está más cerca de un carpintero que de un escritor como Javier Marías; ataca las palabras con la misma virtud de un trabajador que observa a detalle su material y busca las piezas adecuadas para el funcionamiento total de la estructura.

Aún así, no se tiene a sí mismo por profesional de nada. Idea que está a medio camino entre lo incoherente y lo imaginario, pero que, bien ejecutada, deslina al autor de cualquier responsabilidad con cualquier institución o artefacto que no sea el lenguaje. Esto le ofrece mayor libertad para escribir y publicar lo que le viene en gana. Campo de retamas  y Páginas escogidas no están pensados como libros, son cuadernos de escritura. Apuntes dispersos que resulta difícil estructurar a no ser por el método levreriano que consiste en admitir que una novela –un libro– es todo aquello que quepa entre tapa y contratapa. Los dos volúmenes están armados de forma similar. Campo de retamas está dividido en cuatro secciones: en la primera se recogen pecios (palabra con la cual Ferlosio define sus escritos dispersos y que refiere a los pedazos de una nave que ha naufragado) inéditos y dispersos en la prensa; en la segunda consta de La hija de la guerra y la madre de la patria, su recopilación de ensayos publicada en 2002; la tercera sección reúne y repite Vendrán más años malos y nos harán más ciegos (1993), y la cuarta está compuesta por unas cuantas cartas dirigidad al director de El País.

Páginas escogidas, editado dos años más tarde, se encarga de recabar artículos, ensayos a marchas forzadas y apuntes unidos más que nada por el carácter del estilo con el que están escritos. La lógica de acomodo de los textos corresponde a la lógica del catálogo: se da una muestra de varias facetas del autor, los textos discurren más bien como pistas de una investigación a la que resulta difícil seguir, pero sobre la cual conviene tener algunos indicios.

Si bien la lectura de Ferlosio está siempre atravesada por un dejo de impenetrabilidad y, como señala Ignacio Echeverría en el prólogo a las Páginas escogidas, “la propensión a confundir la complejidad con la oscuridad”, estas reediciones pretenden justamente romper con el paradigma del hermetismo y lo laberíntico para dar paso a una lectura que supone, hoy día, un acto extraño, pero necesario: el atroz espectáculo de la paciencia.



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El atroz espectáculo de la paciencia

Casi todos sus textos inician con una oración larga; cuatro, tres líneas, agolpadas en un comienzo que pese a su longitud no da muestra de fatiga o fraseo rebuscado; todo lo contrario, es de una riqueza gramatical y sintáctica colmada de observación cuidadosa y desinteresada. A un lector más autocomplaciente la escritura del escritor español Rafael Sánchez Ferlosio, de 90 años, puede parecerle de mal gusto o de una pretensión irritante.

Tras su conversión como agente cultural, ocurrida después de publicar su novela El Jarama (1955), Ferlosio escapó a la tiranía del escritor profesional comprometido a servir como instructor de la alta cultura le parecía aberrante. El español se resguardó en la academia y se dedicó de lleno a sus estudios sobre gramática, hizo de sí mismo una especie de peregrino separado del ajetreo que supone formar parte de una burbuja cultural. No se quedó callado, solo distante, mirando con cautela a una España encanecida y arrugada, como su propia imagen en el espejo.

Quizá fue esta reclusión, esta desobediencia a la dictadura del lenguaje culto, lo que le hizo mirar a la escritura como el único bastión posible de una resistencia que, se sabe, nada puede ganar y aspira, casi con tristeza, casi con desaliento, a dejar huella de una conciencia alegre ante las palabras, siempre dispuesta a mostrar un modo distinto de revelar sus relaciones entre ellas. Convendría hablar de su inteligencia, de su inagotable capacidad para retorcer la frase, de su inventario de artefactos gramaticales, como una especie de compendio a la observación del lenguaje. Arte que Ferlosio cultivó como pocos y que se refleja acertadamente en sus Páginas escogidas (2017) y Campo de retamas (2015), ediciones que en menos de tres años lo han colocado como un referente inmediato de la literatura española escrita sin concesiones, la literatura que por guardar distancia de nuestro comportamiento es, probablemente, la que mejor nos conoce.

Como buen observador aprendió a mirar las cosas y las palabras dentro de su particularidad, sin confundirlas, a contraluz de todo lo que es la cosa en sí. Si Ferlosio escoge una palabra es por las particularidades de la misma, la escoge, me atrevo a pensar, por descarte de otras; como si cada palabra fuese seleccionada de entre un cúmulo de otras palabras más familiares, más cotidianas, más de oído, pero indiscutiblemente menos precisas que la elegida. Más que predilección, es un acto de profundo entendimiento y atención a las comisuras del léxico. En “Lenguajes”, uno de los textos que más claridad aportan al entendimiento de su obra (donde dice obra debe decir postura), el autor escribe: “En México no se le podía preguntar llanamente a una persona: ‘¿Qué tal está su madre?’, sino que había que organizarle a la pregunta este envoltorio de pastelería: ‘¿Y cómo dice que le va a la mamasita de usté?’”. Probablemente haya miles de formas, construcciones y sintagmas que hagan lo que “envoltorio de pastelería” hace en este caso, pero ninguno se aproxima siquiera a la sutil ironía, lo recalcitrante, lo empalagoso, lo preciso, de su elección.

En ese mismo texto, Ferlosio atina al señalar que esto no puede considerarse “lenguaje políticamente correcto” sino “socialmente correcto”, o más bien, “políticamente corregido”, ya que el primero responde a un puro invento intelectual, a elucubraciones tan gratuitas como artificiosas, en suma, no existe, ya que para él –a manera de chiste, de Troya apalabrada– nada político puede ser correcto.

No estamos hablando de un lenguaje forjado mediante la disciplina –aunque hay algo de eso– sino de un rechazo a la simplicidad, una negación, a la vez cuestionamiento, de lo masticado, lo prefabricado; una postura contra todo aquello que venga en paquete abre-fácil. Ferlosio no escribe para alejarse diametralmente del lenguaje empleado por la gran mayoría de escritores. No le interesa desmarcarse, aunque sin duda ha renunciado a las preocupaciones que supone el hacer literatura. El río del lenguaje lo desborda. La luz de una palabra cualquiera encandila su genio. Torcer la gramática es una obsesión que lo excede y lo guía. Le interesa provocar mediante el gesto de la frase hiper pensada, un cortocircuito en su lector.

Pocos ejemplos, pero significativos: la “recalenteda pretensión del predicado”; una invitación a “suspender el pensamiento cuadriculado”; evitar ciertas palabras “a fin de que el paisaje no lo hiciese más la propia palabra que la cosa”; “una presunta mente infantil imaginada por el mundo adulto a la medida de su cobardía” o una fábula que es para él “the most wonderful tale I ever heard” –así, en inglés, porque ninguna frase en español habría alcanzado para cubrir una declaración tan enfáticamente subjetiva–, son algunas de las ideas desplegadas a los largo de estos dos libros que manifiestan, ante todo, un sólido compromiso con sus estudios y, sobre todo, con su absoluta, incuestionable, radical y perenne persistencia.

Y es que Ferlosio emplea métodos profundamente herméticos para hacer una tarea profundamente humana: fabrica una pequeña casa a cada idea que entrega al lector; está más cerca de un carpintero que de un escritor como Javier Marías; ataca las palabras con la misma virtud de un trabajador que observa a detalle su material y busca las piezas adecuadas para el funcionamiento total de la estructura.

Aún así, no se tiene a sí mismo por profesional de nada. Idea que está a medio camino entre lo incoherente y lo imaginario, pero que, bien ejecutada, deslina al autor de cualquier responsabilidad con cualquier institución o artefacto que no sea el lenguaje. Esto le ofrece mayor libertad para escribir y publicar lo que le viene en gana. Campo de retamas  y Páginas escogidas no están pensados como libros, son cuadernos de escritura. Apuntes dispersos que resulta difícil estructurar a no ser por el método levreriano que consiste en admitir que una novela –un libro– es todo aquello que quepa entre tapa y contratapa. Los dos volúmenes están armados de forma similar. Campo de retamas está dividido en cuatro secciones: en la primera se recogen pecios (palabra con la cual Ferlosio define sus escritos dispersos y que refiere a los pedazos de una nave que ha naufragado) inéditos y dispersos en la prensa; en la segunda consta de La hija de la guerra y la madre de la patria, su recopilación de ensayos publicada en 2002; la tercera sección reúne y repite Vendrán más años malos y nos harán más ciegos (1993), y la cuarta está compuesta por unas cuantas cartas dirigidad al director de El País.

Páginas escogidas, editado dos años más tarde, se encarga de recabar artículos, ensayos a marchas forzadas y apuntes unidos más que nada por el carácter del estilo con el que están escritos. La lógica de acomodo de los textos corresponde a la lógica del catálogo: se da una muestra de varias facetas del autor, los textos discurren más bien como pistas de una investigación a la que resulta difícil seguir, pero sobre la cual conviene tener algunos indicios.

Si bien la lectura de Ferlosio está siempre atravesada por un dejo de impenetrabilidad y, como señala Ignacio Echeverría en el prólogo a las Páginas escogidas, “la propensión a confundir la complejidad con la oscuridad”, estas reediciones pretenden justamente romper con el paradigma del hermetismo y lo laberíntico para dar paso a una lectura que supone, hoy día, un acto extraño, pero necesario: el atroz espectáculo de la paciencia.



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miércoles, 26 de septiembre de 2018

La resurrección de Basquiat

La resurrección de Basquiat

Exposiciones de octubre

En octubre se presentarán en la Ciudad de México diversas exposiciones que exploran disciplinas como las artes visuales, el diseño y la arquitectura. A continuación, un vistazo a las muestras imperdibles del décimo mes del año.

Levantamiento, de María García Ibáñez; y CRYPTO: Imaginarios y máquinas para la autodeterminación

Instalaciones, acuarelas, videos, piezas de cerámica e intervenciones en muro de la artista española María García Ibáñez conforman esta muestra, que se presentará en el Centro Cultural de España en México (CCEMx) a partir del 4 de octubre. La selección de piezas ha sido pensada como un reconocimiento topográfico de la práctica artística de la creadora. El 25 de octubre, por el otro lado, el CCEMX abrirá CRYPTO: Imaginarios y máquinas para la autodeterminación, muestra que articula una serie de herramientas digitales, aplicaciones y piezas de arte que hacen frente a la tecnología como medio de coerción en contextos de control, vigilancia y uso autoritario de la inteligencia artificial.

© María García Ibáñez

Xavier Le Roy. Retrospectiva

¿De qué forma usamos o consumimos el tiempo? Esa es una de las preguntas que propone la retrospectiva que el Museo Jumex dedica al artista y coreógrafo francés Xavier Le Roy. Concebida como una coreografía de acciones realizadas por seis performers en el espacio de la galería, la muestra, que se presentará durante tres semanas a partir del 6 de octubre, reutiliza coreografías de Le Roy como solista, creadas entre 1994 y 2014, que se transforman en acciones en vivo.

Memorias de la ira. Arte y violencia en la Colección Contemporánea del MALI

Los antecedentes, el contexto, las reacciones y la memoria del conflicto interno armado que generó Sendero Luminoso, una organización de tendencia maoísta originada en Perú, son la materia prima de Memorias de la ira, que abrirá el 12 de octubre en el Museo de Arte Carrillo Gil. A través de veintisiete obras de la colección del Museo de Arte de Lima (MALI), la muestra revisa veinte años de la historia bélica de Perú.

© Pablo Hare

Diseño como segunda naturaleza

Esta es la primera exposición en Latinoamérica sobre los proyectos de la arquitecta Zaha Hadid (1950-2016). Con maquetas, materiales audiovisuales, pinturas y fotografías, la muestra, que abrirá el 20 de octubre en el MUAC, aborda el proceso creativo de Hadid y evidencia la importancia y la complejidad del diseño como eje articulador de formas y procesos constructivos en su obra.



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Exposiciones de octubre

En octubre se presentarán en la Ciudad de México diversas exposiciones que exploran disciplinas como las artes visuales, el diseño y la arquitectura. A continuación, un vistazo a las muestras imperdibles del décimo mes del año.

Levantamiento, de María García Ibáñez; y CRYPTO: Imaginarios y máquinas para la autodeterminación

Instalaciones, acuarelas, videos, piezas de cerámica e intervenciones en muro de la artista española María García Ibáñez conforman esta muestra, que se presentará en el Centro Cultural de España en México (CCEMx) a partir del 4 de octubre. La selección de piezas ha sido pensada como un reconocimiento topográfico de la práctica artística de la creadora. El 25 de octubre, por el otro lado, el CCEMX abrirá CRYPTO: Imaginarios y máquinas para la autodeterminación, muestra que articula una serie de herramientas digitales, aplicaciones y piezas de arte que hacen frente a la tecnología como medio de coerción en contextos de control, vigilancia y uso autoritario de la inteligencia artificial.

© María García Ibáñez

Xavier Le Roy. Retrospectiva

¿De qué forma usamos o consumimos el tiempo? Esa es una de las preguntas que propone la retrospectiva que el Museo Jumex dedica al artista y coreógrafo francés Xavier Le Roy. Concebida como una coreografía de acciones realizadas por seis performers en el espacio de la galería, la muestra, que se presentará durante tres semanas a partir del 6 de octubre, reutiliza coreografías de Le Roy como solista, creadas entre 1994 y 2014, que se transforman en acciones en vivo.

Memorias de la ira. Arte y violencia en la Colección Contemporánea del MALI

Los antecedentes, el contexto, las reacciones y la memoria del conflicto interno armado que generó Sendero Luminoso, una organización de tendencia maoísta originada en Perú, son la materia prima de Memorias de la ira, que abrirá el 12 de octubre en el Museo de Arte Carrillo Gil. A través de veintisiete obras de la colección del Museo de Arte de Lima (MALI), la muestra revisa veinte años de la historia bélica de Perú.

© Pablo Hare

Diseño como segunda naturaleza

Esta es la primera exposición en Latinoamérica sobre los proyectos de la arquitecta Zaha Hadid (1950-2016). Con maquetas, materiales audiovisuales, pinturas y fotografías, la muestra, que abrirá el 20 de octubre en el MUAC, aborda el proceso creativo de Hadid y evidencia la importancia y la complejidad del diseño como eje articulador de formas y procesos constructivos en su obra.



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Cine mexicano en Morelia

En menos de un mes dará inicio el Festival Internacional de Cine de Morelia, que este año promete respaldar la buena racha que atraviesa el cine en México. En su sección de largometraje mexicano, el encuentro fílmico proyectará las nuevas películas de, entre otros, Kenya Márquez, Kyzza Terrazas, Alonso Ruizpalacios y Alejandra Márquez, todas producidas este año.

La selección de largometraje se puede dividir en dos. Por un lado están aquellas películas en las que los espacios y lugares son determinantes en su narrativa y, por el otro, los filmes que retratan ciertas tensiones sociales.

Las cintas que forman parte de la primera categoría son las siguientes. Antes del olvido, de Iria Gómez Concheiro, es una película dramática que sigue a un grupo de personas de habitan una vecindad del Centro de la Ciudad de México. La posibilidad de que el espacio se convierta en un centro comercial hace que los vecinos despierten de su letargo y luchen por una casa común; Bayoneta, de Kyzza Terrazas, por otro lado, ficciona la vida de un boxeador retirado, al que interpreta Luis Gerardo Méndez, exiliado en Finlandia que debe arreglar cuentas con su pasado; La caótica vida de Nada Kadic, filme de Marta Hernaiz, retrata a la madre de una niña que presenta síntomas de autismo y que realiza un viaje a Bosnia y Herzegovina. Luciérnagas, de Bani Khoshnoudi, presenta la peculiar historia de Ramin, un hombre gay iraní que se desembarca en Veracruz; aislado y melancólico, el joven debe reconocer sus deseos en un lugar ajeno. Museo, de Alonso Ruizpalacios, se basa en los hechos reales de quienes saquearon en Museo Nacional de Antropología.  

En la segunda categoría establecida se encuentran Asfixia, de Kenya Márquez, directora de Fecha de caducidad (2011), que aborda la vida de una mujer albina que establece una peculiar relación con un hombre hipocondríaco que tiene a su cuidado; La camarista, de Lida Avilés, retrata a la empleada de un hotel que imagina diferentes universos a partir de los objetos abandonados por los huéspedes; Leona, de Isaac Cherem, se inserta en el contexto judío mexicano, donde una chica se encuentra en la disyuntiva de amar a un hombre que no profesa su religión y que la expone fuera de su comunidad. Las niñas bien, de Alejandra Márquez, por otro lado, recrea la década de los ochenta en México, época en la que una chica popular pierde su estatus social y hace todo por intentar mantener las apariencias; Xquipi’ Guie’dani, de Xavi Sala, sigue a una madre e hija de origen zapoteco que trabajan para una familia acomodada.

Olimpia, de J.M, Cravioto, finalmente, es una película que se decanta por retomar un contexto histórico específico, el del Movimiento Estudiantil de 1968. A través de fotografías, filmaciones y escritos de tres miembros de una brigada en la UNAM se descubre la historia de día que el ejército tomó la universidad y cómo sus estudiantes se unieron.

El Festival Internacional de Cine de Morelia se desarrollará del 20 al 28 de octubre.



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Cine mexicano en Morelia

En menos de un mes dará inicio el Festival Internacional de Cine de Morelia que este año promete respaldar la buena racha que atraviesa el cine en México. En su sección de largometraje mexicano, el encuentro fílmico proyectará las nuevas películas de, entre otros, Kenya Márquez, Kyzza Terrazas, Alonso Ruizpalacios y Alejandra Márquez, todas producidas este año.

La selección de largometraje se puede dividir en dos. Por un lado están aquellas películas en las que los espacios y lugares son determinantes en su narrativa y, por el otro, los filmes que retratan ciertas tensiones sociales.

Las cintas que forman parte de la primera categoría son las siguientes. Antes del olvido, de Iria Gómez Concheiro, es una película dramática que sigue a un grupo de personas de habitan una vecindad del Centro de la Ciudad de México. La posibilidad de que el espacio se convierta en un centro comercial hace que los vecinos despierten de su letargo y luchen por una casa común; Bayoneta, de Kyzza Terrazas, por otro lado, ficciona la vida de un boxeador retirado, al que interpreta Luis Gerardo Méndez, exiliado en Finlandia que debe arreglar cuentas con su pasado; La caótica vida de Nada Kadic, filme de Marta Hernaiz, retrata a la madre de una niña que presenta síntomas de autismo y que realiza un viaje a Bosnia y Herzegovina. Luciérnagas, de Bani Khoshnoudi, presenta la peculiar historia de Ramin, un hombre gay iraní que se desembarca en Veracruz; aislado y melancólico, el joven debe reconocer sus deseos en un lugar ajeno. Museo, de Alonso Ruizpalacios, se basa en los hechos reales de quienes saquearon en Museo Nacional de Antropología.  

En la segunda categoría establecida se encuentran Asfixia, de Kenya Márquez, directora de Fecha de caducidad (2011), que aborda la vida de una mujer albina que establece una peculiar relación con un hombre hipocondríaco que tiene a su cuidado; La camarista, de Lida Avilés, retrata a la empleada de un hotel que imagina diferentes universos a partir de los objetos abandonados por los huéspedes; Leona, de Isaac Cherem, se inserta en el contexto judío mexicano, donde una chica se encuentra en la disyuntiva de amar a un hombre que no profesa su religión y que la expone fuera de su comunidad. Las niñas bien, de Alejandra Márquez, por otro lado, recrea la década de los ochenta en México, época en la que una chica popular pierde su estatus social y hace todo por intentar mantener las apariencias; Xquipi’ Guie’dani, de Xavi Sala, sigue a una madre e hija de origen zapoteco que trabajan para una familia acomodada.

Olimpia, de J.M, Cravioto, finalmente, es una película que se decanta por retomar un contexto histórico específico, el del Movimiento Estudiantil de 1968. A través de fotografías, filmaciones y escritos de tres miembros de una brigada en la UNAM se descubre la historia de día que el ejército tomó la universidad y cómo sus estudiantes se unieron.

El Festival Internacional de Cine de Morelia se desarrollará del 20 al 28 de octubre.



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martes, 25 de septiembre de 2018

Una nueva visión del arte africano

El Museo de Arte de la Universidad de Michigan presenta Beyond Borders: Global Africa, muestra curada por Laura E. Becker que reúne obras de Kudzanai Chiurai, Omar Victor Diop, Wangechi Mutu y Serge Alain Nitegeka, entre otros artistas, con la finalidad de reflexionar en torno al alcance internacional del arte africano. A través de piezas realizadas en África, Europa y Estados Unidos que datan de los siglos XIX, XX y XXI, la muestra explora temas como la esclavitud, la colonización, la migración y el racismo.

Imagen – © Chéri Samba ©

Además de mostrar un amplio panorama del arte africano, la muestra resalta algunas preguntas sobre la antigua imposición de una cierta identidad en África por parte de los colonizadores. “Creo que es realmente interesante reflexionar sobre cuál es la historia de las fronteras, qué significan en nuestra era actual, dominada por las redes digitales”, considera Becker.

Imagen – © Serge Alain Nitegeka

Con 94 mil pies cuadrados, el Museo de Arte de Michigan es uno de los museos de arte universitarios más grandes de Estados Unidos. A casi diez años de su restauración y expansión, este espacio resguarda una colección de más de 21 mil obras de arte que abarca diversas culturas, épocas y medios.

Imagen – © Nandipha Mntambo

La exposición, que se acompaña de una publicación ilustrada, continuará hasta el 25 de noviembre.



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Una nueva visión del arte africano

El Museo de Arte de la Universidad de Michigan presenta Beyond Borders: Global Africa, muestra curada por Laura E. Becker que reúne obras de Kudzanai Chiurai, Omar Victor Diop, Wangechi Mutu y Serge Alain Nitegeka, entre otros artistas, con la finalidad de reflexionar en torno al alcance internacional del arte africano. A través de piezas realizadas en África, Europa y Estados Unidos que datan de los siglos XIX, XX y XXI, la muestra explora temas como la esclavitud, la colonización, la migración y el racismo.

Imagen – © Chéri Samba ©

Además de mostrar un amplio panorama del arte africano, la muestra resalta algunas preguntas sobre la antigua imposición de una cierta identidad en África por parte de los colonizadores. “Creo que es realmente interesante reflexionar sobre cuál es la historia de las fronteras, qué significan en nuestra era actual, dominada por las redes digitales”, considera Becker.

Imagen – © Serge Alain Nitegeka

Con 94 mil pies cuadrados, el Museo de Arte de Michigan es uno de los museos de arte universitarios más grandes de Estados Unidos. A casi diez años de su restauración y expansión, este espacio resguarda una colección de más de 21 mil obras de arte que abarca diversas culturas, épocas y medios.

Imagen – © Nandipha Mntambo

La exposición, que se acompaña de una publicación ilustrada, continuará hasta el 25 de noviembre.



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La galería Anonymous cumple 10 años

Con la muestra 100 esculturas, curada por Todd von Ammon y Joseph Ian Henrikson, Anonymous Gallery celebra una década de labores. Como lo anuncia su título, la exhibición se nutre de una centena de obras arte realizadas por cien diferentes artistas, entre los que se encuentran Wendy Cabrera Rubio, Christian Camacho, Débora Delmar, Edgar Orlaineta, Lauren Satlowski, Lucia Vidales y Margaret Lee. 

“100 esculturas es una red. Usando una cuadrícula de 10 x 10 como esquema más sencillo para una exposición sumamente poblada, la muestra tiene el objetivo de crear el sistema más dinámico y no jerárquico posible dentro de los límites de una galería”, anuncia la organización. Aplanando el nivel de la exposición a un pedestal, los cien objetos presentados tienen la habilidad de interactuar y decodificar uno a otro libremente. La muestra empieza a actuar en la manera de circuito impreso en el cual cada obra de arte se comporta como un elemento de atracción en la red. Cada una de las piezas tiene una características: no rebasa las dimensiones de 12.7 x 12.7 cm. 

Moldes, ropa, cerámica, objetos encontrados, papel, bronce, concreto, aluminio y muchos otros medios son los que los creadores han utilizado para darle forma a obras con texturas afelpadas, metálicas, funcionales, móviles, automáticas, geométricas, sensuales, rítmicas y subversivas. 

La exposición se podrá ver hasta el 3 de noviembre. 



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La galería Anonymous cumple 10 años

Con la muestra 100 esculturas, curada por Todd von Ammon y Joseph Ian Henrikson, Anonymous Gallery celebra una década de labores. Como lo anuncia su título, la exhibición se nutre de una centena de obras arte realizadas por cien diferentes artistas, entre los que se encuentran Wendy Cabrera Rubio, Christian Camacho, Débora Delmar, Edgar Orlaineta, Lauren Satlowski, Lucia Vidales y Margaret Lee. 

“100 esculturas es una red. Usando una cuadrícula de 10 x 10 como esquema más sencillo para una exposición sumamente poblada, la muestra tiene el objetivo de crear el sistema más dinámico y no jerárquico posible dentro de los límites de una galería”, anuncia la organización. Aplanando el nivel de la exposición a un pedestal, los cien objetos presentados tienen la habilidad de interactuar y decodificar uno a otro libremente. La muestra empieza a actuar en la manera de circuito impreso en el cual cada obra de arte se comporta como un elemento de atracción en la red. Cada una de las piezas tiene una características: no rebasa las dimensiones de 12.7 x 12.7 cm. 

Moldes, ropa, cerámica, objetos encontrados, papel, bronce, concreto, aluminio y muchos otros medios son los que los creadores han utilizado para darle forma a obras con texturas afelpadas, metálicas, funcionales, móviles, automáticas, geométricas, sensuales, rítmicas y subversivas. 

La exposición se podrá ver hasta el 3 de noviembre. 



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40 años, 40 voces

A cuatro décadas de la primera Marcha del Orgullo LGBT +, presentamos esta reunión de testimonios, realizada en colaboración con Anal Magazine. Esta serie, que inició en La Tempestad 135 (junio de 2018), ofrece un mosaico que aspira a expresar la diversidad sexual-creativa mexicana. El conjunto de textos, que consta de cuarenta voces, agrupa no sólo a artistas y diseñadores, sino también gestores culturales, curadores, editores y personas del mundo de las ideas. La serie continúa con Eduardo Escalante Carrillo, arqueólogo y gestor cultural.

¿Cómo empezó tu proceso creativo?

Al vivir en Mérida y Oaxaca viajé con mis papás a zonas arqueológicas, a ciudades históricas y pueblos durante mi infancia. Así empecé a interesarme por el pasado. Conocí la arqueología de diferentes lugares de México. Eso alimentó mi curiosidad por las diversas culturas del país. Poco a poco esa inclinación se transformó en una actividad académica.

¿Tu preferencia sexual tiene relación con tu creatividad?

Sí, por supuesto. Cuando estaba estudiando arqueología, en la Universidad Autónoma de Yucatán, me interesaba la bioarqueología. Es una disciplina de la antropología física que analiza los restos óseos de los seres humanos. Estudiándola me di cuenta de que no era muy claro cómo se determinaba el sexo de un individuo. Esto se hacía basándose en el contexto de su oficio, sin analizar las células, es decir que si encontraban una tumba y el individuo tenía un arco y una flecha, entonces lo asociaban con un cazador, afirmando que se trataba de un hombre. Si el individuo tenía textiles y agujas de hueso, por el contrario, afirmaban que era mujer. Mi identidad como hombre homosexual me dio más herramientas de discusión para decir que un cazador no es necesariamente un hombre y, también, que no se puede identificar a una mujer porque tenga una aguja para tejer.

¿Tu práctica se vincula con movimientos sociales?

Lo que está sucediendo en el contexto social influye en lo que estudia la academia. Hoy en día hay más discusiones sobre género. En relación al análisis de las sociedades ya no vivas, ahora hay mayor flexibilidad para determinar y discutir los roles de género y la división del trabajo.

¿Cómo observas el futuro de la diversidad sexual en México?

En primer lugar tengo una relación cercana con la comunidad LGBT. En el ámbito profesional, en el campo de la arqueología, analizo ciertos temas asociados con la diversidad sexual. Creo que mi espacio de trabajo ha funcionado y ha ayudado a que otras personas se sensibilicen al respecto. Siendo de un estado tan lejano como Yucatán, al  venir a la Ciudad de México me topé con el mundo queer, el mundo LGBT, tan presente en la capital: Desde ir a fiestas cuyo eje es un tema queer, hasta travestirme y entrar al mundo drag.

El panorama de la diversidad aquí en la ciudad es más alentador. Sentí que me quitaron un peso de encima cuando escuché el discurso del presidente electo.

¿Qué recomiendas a la juventud?

Un libro: A Little Gay History: Desire and Diversity Across the World, editado por el British Museum. Hace un recuento de todos los objetos de la colección del Museo Británico que hacen alusión a un tema LGBT de la historia del mundo. Esta publicación ayuda a ver de forma diferente la colección del Museo Nacional de Antropología.



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40 años, 40 voces

A cuatro décadas de la primera Marcha del Orgullo LGBT +, presentamos esta reunión de testimonios, realizada en colaboración con Anal Magazine. Esta serie, que inició en La Tempestad 135 (junio de 2018), ofrece un mosaico que aspira a expresar la diversidad sexual-creativa mexicana. El conjunto de textos, que consta de cuarenta voces, agrupa no sólo a artistas y diseñadores, sino también gestores culturales, curadores, editores y personas del mundo de las ideas. La serie continúa con Eduardo Escalante Carrillo, arqueólogo y gestor cultural.

¿Cómo empezó tu proceso creativo?

Al vivir en Mérida y Oaxaca viajé con mis papás a zonas arqueológicas, a ciudades históricas y pueblos durante mi infancia. Así empecé a interesarme por el pasado. Conocí la arqueología de diferentes lugares de México. Eso alimentó mi curiosidad por las diversas culturas del país. Poco a poco esa inclinación se transformó en una actividad académica.

¿Tu preferencia sexual tiene relación con tu creatividad?

Sí, por supuesto. Cuando estaba estudiando arqueología, en la Universidad Autónoma de Yucatán, me interesaba la bioarqueología. Es una disciplina de la antropología física que analiza los restos óseos de los seres humanos. Estudiándola me di cuenta de que no era muy claro cómo se determinaba el sexo de un individuo. Esto se hacía basándose en el contexto de su oficio, sin analizar las células, es decir que si encontraban una tumba y el individuo tenía un arco y una flecha, entonces lo asociaban con un cazador, afirmando que se trataba de un hombre. Si el individuo tenía textiles y agujas de hueso, por el contrario, afirmaban que era mujer. Mi identidad como hombre homosexual me dio más herramientas de discusión para decir que un cazador no es necesariamente un hombre y, también, que no se puede identificar a una mujer porque tenga una aguja para tejer.

¿Tu práctica se vincula con movimientos sociales?

Lo que está sucediendo en el contexto social influye en lo que estudia la academia. Hoy en día hay más discusiones sobre género. En relación al análisis de las sociedades ya no vivas, ahora hay mayor flexibilidad para determinar y discutir los roles de género y la división del trabajo.

¿Cómo observas el futuro de la diversidad sexual en México?

En primer lugar tengo una relación cercana con la comunidad LGBT. En el ámbito profesional, en el campo de la arqueología, analizo ciertos temas asociados con la diversidad sexual. Creo que mi espacio de trabajo ha funcionado y ha ayudado a que otras personas se sensibilicen al respecto. Siendo de un estado tan lejano como Yucatán, al  venir a la Ciudad de México me topé con el mundo queer, el mundo LGBT, tan presente en la capital: Desde ir a fiestas cuyo eje es un tema queer, hasta travestirme y entrar al mundo drag.

El panorama de la diversidad aquí en la ciudad es más alentador. Sentí que me quitaron un peso de encima cuando escuché el discurso del presidente electo.

¿Qué recomiendas a la juventud?

Un libro: A Little Gay History: Desire and Diversity Across the World, editado por el British Museum. Hace un recuento de todos los objetos de la colección del Museo Británico que hacen alusión a un tema LGBT de la historia del mundo. Esta publicación ayuda a ver de forma diferente la colección del Museo Nacional de Antropología.



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lunes, 24 de septiembre de 2018

La juventud fílmica en México

Sobre los retratos se podría hablar en demasía. Capturan un instante de una persona: inmortalizan semblantes y posturas –serias y meditabundas o afables y bonachonas– de los retratados. Pero también, invariablemente, dejan fuera algo. Ya sea más allá de los bordes o en su reverso, los retratos omiten, por necesidad, detalles de la persona figurada.

La septuagésima primera edición del Festival de Cannes, realizada en mayo, trajo consigo una efigie esperada cada año: un retrato comprendido por alfombras rojas, celebridades, estrenos internacionales, fiestas privadas y, sobre todo, enorme talento, que engalanó la Costa Azul.

La participación de México en el Festival, tanto en sus secciones de competencia como de selección, fue más que incidental (o bien, más que un photobomb en una fotografía). Una lista casi completa se encuentra en el sitio web del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE).

Casi completa, porque la participación mexicana fue más amplia de lo cubierta. Por ejemplo, cincuenta cortometrajes mexicanos fueron seleccionados y proyectados en Short Film Corner (Rincón de Cortometrajes), un espacio que, bajo el sello de Cannes, cada año compila cortos de todo el mundo. En esta edición, los trabajos escogidos incluyeron cortometrajes de tesis, primeras obras independientes e, incluso, cortos que han pasado por otros grandes festivales en México. El sitio web de Short Film Corner permite ver el catálogo completo de cortometrajes mexicanos seleccionados, eligiendo “México” en la opción “Country”.

La participación mexicana con cortometrajes y como jueces en secciones oficiales y paralelas al Festival de Cannes merece especial atención, puesto que fue, en su mayoría, llevada a cabo por jóvenes. El cine “de alto nivel”, por llamarlo de alguna manera, no es un ámbito solamente destinado a grandes celebridades ni a producciones millonarias: puede hacerse cine de enorme calidad en contextos que no son necesariamente los mejores y con recursos limitados.

El cine mexicano vine una nueva etapa de esplendor. Sin embargo, la juventud mexicana parece (o cuando menos, ella misma se siente) fuera del retrato. Casi como en pintura de Degas, en que las bailarinas de ballet o los músicos de orquesta son cortados por los bordes del retrato, hay una juventud cineasta que alcanza a salir en la imagen, pero no del todo. Se vislumbra parcialmente, sin que el encuadre la arrope por completo.

Este artículo, entonces, busca extender la marialuisa del retrato de este año de la juventud cineasta mexicana en la Côte d’Azur. Es decir, permitir que las y los jóvenes, por su propia voz, tomen más espacio en la fotografía que podría llamarse “México en Cannes 2018”.

Fueron entrevistados cineastas jóvenes mexicanos en proyecciones, galas y conferencias del festival, así como en ámbitos menos formales, como la playa de Cannes. A partir de extractos de estas entrevistas, se presentan las opiniones de jóvenes acerca de la participación mexicana en el prestigioso festival y, sobre todo, acerca de la creación cinematográfica actual en México.

 

La participación de México en Cannes 2018

Una pregunta aparentemente sencilla dio comienzo a las entrevistas: ¿cuál es su percepción sobre la participación de México en Cannes? La primera reacción de Romina Serna y Paloma López, ambas directoras capitalinas egresadas de la Universidad Iberoamericana, es sonreír ampliamente. No solo el olor de la playa por la noche trae esa alegría, sino una genuina confianza en sus palabras: “Increíble”, dice Romina; “cada vez mejor”, completa Paloma.

Nieve de limón- Trailer from Romina Serna on Vimeo.

Romina fue seleccionada por el Short Film Corner por su cortometraje de tesis de licenciatura Nieve de limón, que ya ha estado en diez festivales alrededor del mundo; mientras que Paloma recibió invitación a Cannes gracias a su documental Entrespejos.

Ambas coinciden en que México está experimentando un despunte en el ámbito cinematográfico internacional. La batuta, sin duda, la llevan los reconocimientos de mexicanos en los Premios Oscar de los últimos cuatro años. Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu, Emmanuel Lubezki y Guillermo del Toro, afirman Paloma y Romina, crearon una expectativa sobre qué se está haciendo México en el cine.

“Nos reciben entusiasmados, con ganas de saber qué hay de nuevo en el cine mexicano”, comenta la directora de Nieve de limón. “Hemos creado ‘la expectativa mexicana’.” Ya con un tono más personal, bromean incluso sobre la Fiesta Mexicana en el Festival de Cannes: “la gente dice ‘¡Sí, México, fiesta!’, saben del relajo que podemos hacer”, dice entre risas Romina, “pero también se dan cuenta de la gran oportunidad que es filmar en México. México puede ser un país fructífero para coproducción internacional y las productoras pueden sacar gran provecho de ello.”

Sin embargo la atención no es acaparada solo por nombres de largas trayectorias; la juventud también recibió su parte. Ariel Gutiérrez, director coahuilense egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica, fue incluido en la Sélection de Cinéfondation, competencia entre escuelas o centros de formación cinematográfica del mundo, por su cortometraje Los Tiempos de Héctor. El Festival Internacional de Cine de Guanajuato promovió el trabajo de nueve jóvenes mexicanos, bajo la compilación The Most Unique of Mexican Stories y, como se mencionó anteriormente, cincuenta cortometrajes mexicanos entraron en la selección del Short Film Corner de este año.

El esfuerzo joven mexicano, impulsado por el reconocimiento de Cannes, parece rendir frutos. Romina Serna, por ejemplo, revela satisfecha, “conocí productoras de México, lo que me hizo sentir más confiada para continuar con mis proyectos; pero también conocí, por ejemplo, a una productora canadiense que me dijo ‘lo que tú quieras yo lo te lo firmo’. Conocer personas que me dieron fe sobre mi trabajo, una fe que ni siquiera yo tenía, fue reafirmante para seguir como cineasta en México.”

Paloma López, por su parte, despertó el interés de productoras asiáticas para terminar su documental Entrespejos, que trata sobre la comunidad kpop de la Ciudad de México. “Hay gente de Hong Kong y de Corea del Sur interesada en terminar o coproducir mi documental. Y esto me da especial gusto porque parece que en el cine ya no importa la nacionalidad, sino el tema que estás tratando. Es maravilloso.”

 

Cine joven con compromiso social

Más allá del mero reconocimiento y de la obtención de financiamiento, hay algo que motiva a la juventud: el ansia de decir algo. El cine es una herramienta poderosísima. Puede enfocarse en el entretenimiento y la distracción, metas sin duda legítimas, pero también tiene el potencial de exponer y denunciar realidades que pueden pasarnos desapercibidas. De aquí nació la segunda pregunta de estas entrevistas: ¿qué relación tienen ustedes con el cine? ¿Consideran que existe alguna suerte de “compromiso” o “deber” social en su labor cinematográfica?

Pepe Ruiloba, tapatío por adopción, fue invitado a la Côte d’Azur como juez de la Queer Palm, un premio que distingue a las mejores producciones con temática queer dentro de las diferentes secciones del festival. De vuelta en México, Pepe es coordinador y programador del Premio Maguey, también centrado en filmes queer, otorgado en el marco del Festival Internacional de Cine en Guadalajara.

Como juez, considera indispensable la promoción de películas con temática LGBT: “A veces nos dicen que estos premios o festivales no deberían existir, puesto que dividen, en vez de unir. Yo creo que, al contrario, la difusión del cine queer debería expandirse más y más. Nosotros, entonces, buscamos reconocer trabajos que expongan problemáticas que enfrenta la comunidad LGBT, las cuales, lamentablemente, todavía son enormes en ciertos contextos”.

Este trabajo de difusión, por supuesto, no podría ocurrir sin la creación de cine comprometido. Originario de Colima y egresado de Comunicación en la Universidad de Colima, Nelson Aldape dirigió junto con Isis Ahumada el cortometraje documental Tecuani, Hombre jaguar. Este corto –nominado al Premio Ariel 2018–, narra los infortunios que vive un niño que migra por su cuenta del estado de Guerrero a Colima para “buscar su identidad”.

Isis y Nelson buscaron exponer la difícil situación de migrantes “de intramuros”. “Mucho se dice de migrantes en nuestra frontera norte, incluso en la frontera sur”, argumenta Nelson, “pero los migrantes mexicanos dentro de México parecen ser olvidados. Su situación es inimaginable. Enfrentan problemas de desplazamiento forzado, pobreza, marginación y olvido social, que son sinceramente reprobables”.

Denunciar estas condiciones fue la intención principal de Nelson e Isis: “para resolver un problema, primero hay que reconocer que existe y eso quisimos: poner un granito de arena para mostrar cuánto falta para que migrantes internos mexicanos tengan las condiciones y oportunidades que merecen. El cine tiene el potencial de tratar temas sociales de urgencia, con eso en mente nació nuestro proyecto.”

Paloma López también ve en el cine la posibilidad de dar a conocer grupos sociales normalmente ignorados. “Mi documental busca visibilizar a la comunidad kpop de la Ciudad de México. Seguí a cinco chicos que se dedican al kpop, presentándose en la Friki Plaza o en eventos. Ser parte de este grupo les da identidad y una noción de estatus social y de comunidad. Yo no quise hablar más de matanzas, narco o violencia, puesto que ya hay muchos trabajos sobre eso. Preferí contar una historia sobre aceptación como hombres, libertad sexual y libertad de expresión… prefiero retratar subculturas que se están uniendo para alcanzar un bien común”.

Quizá la expresión más clara del “cine con mensaje” fue la de Romina Serna. Con un tono firme y serio, contrastante con el tono relajado y juguetón que había tenido antes, platica sobre sus motivos de hacer cine. “Mis historias son muy rosas y súper bonitas, sí, pero creo que alguien tiene que contar que hay un final feliz en México y, sobre todo, en la Ciudad de México. Nadie más te lo cuenta con el cine y yo quiero hacer eso. Si quiero trascender, es mostrando que la vida es hermosa y que el cine puede hacerla mejor”.

 

Las dificultades de la juventud cineasta

El asunto aquí es que, en aras de que en verdad ocurra el diálogo, toda voz que hable necesita quién la escuche. Es decir, un cine que hable debe tener un público que lo vea. La tercera pregunta trató de abordar esta cuestión: ¿qué falta para el cine mexicano y, sobre todo, para cineastas mexicanos? La respuesta, casi por unanimidad, pareció ser la difusión.

Fernando Salazar y Mónica Azpeitia son directores, actores y bailarines tapatíos actualmente radicados en Nueva York. Fueron seleccionados por el Short Film Corner por su cortometraje Fries and Beans, filmado en Nueva York y nacido de su idea de producir una serie de televisión. Fries and Beans aborda problemas de migrantes y de la comunidad LGBT en Nueva York.

Mónica y Fernando consideran que el cine es un camino difícil de recorrer en México. Mónica, un tanto frustrada, se lamenta, “en México, es demasiada el hambre y el talento para crear, pero también siento que falta apoyo de los mismos mexicanos. Estos días he visto trabajos maravillosos, ¿pero por qué en México eso no sale? ¿Por qué no hablan de ellos? En México no saben. Eso creo que falta en México: reconocimiento y apoyo al talento”. Fernando continúa en un tono similar, “me impacta que no haya apoyo de productoras en México. A nosotros nos dicen ‘Ay, ustedes se fueron a Nueva York a perseguir el sueño americano’; pero no, nosotros queremos aprender y crecer, para luego volver a México y tener una voz ahí.”

Y es que, en su opinión, el mercado cinematográfico estadounidense tiene una influencia (tal vez) demasiado grande en México. “Solo ve los grandes nombres mexicanos ahorita, tuvieron que irse a Estados Unidos para obtener recursos y luego reconocimiento por su trabajo. En México falta eso”, dice Fernando, para luego confesar que, en cierto sentido, eso fue parte de sus motivaciones para radicar en Estados Unidos. “Me pesa mucho que haya que salir de nuestro país para crecer en el cine”. Mónica, por su parte, además de estudiar en el Broadway Dance Center, una de las academias de danza más prestigiosas del mundo, piensa quedarse en Nueva York por un tiempo para perseguir sus aspiraciones como bailarina y actriz.

Nelson Aldape considera que la falta de difusión no solo afecta a los directores y sus películas en sí, sino también a las causas con las que están comprometidos: “si no podemos difundir el trabajo, ¿cómo podemos hacer llegar nuestro mensaje a un público más amplio?”. Por eso, justamente, Nelson busca conseguir más espacios para la proyección de su corto documental, con la intención de difundir lo más posible su mensaje acerca de la migración dentro de México.

En una tónica similar, Pepe Ruiloba considera que la amplia difusión del cine con mensaje LGBT es indispensable para la normalización de situaciones antes recriminadas. “Hace unos diez o quince años, el cine LGBT versaba más sobre salir del clóset; pero ahora se preocupa más por retratar a la comunidad LGBT en su cotidianeidad, sus problemas y preocupaciones. Y eso es fundamental, puesto que ayuda a que personas antes excluidas o incluso perseguidas comiencen a ser percibidas como personas cualesquiera”, dice.

A pesar de este panorama que pudiera sonar fatalista, también hay matices. Aunque quizá insuficientes, en México existen apoyos para el cine joven. Por ejemplo, el IMCINE provee de oportunidades excelentes, que van desde financiamiento para la escritura, la revisión y la difusión de guion cinematográfico, hasta recursos para la producción y la postproducción de filmes. Estos financiamientos aplican tanto para producciones de corta y larga duración.

Romina Serna comparte que “no esperaba el recibimiento y la empatía de IMCINE y del FIDECINE (Fondo de Inversión y Estímulos al Cine). Nos ayudaron mucho: me preguntaron por mi carpeta, se ofrecieron a revisala”. Aunque también confiesa que “quisiera que todos los mexicanos fueran así. Que todos nos apoyáramos como aquí para seguir con nuestros proyectos”. De forma similar, Paloma Torres considera que los apoyos en México “nunca te dan un pase directo, pero te tratan de decir el camino a seguir”.

 

Hacia dónde continuar

Ahora bien, a pesar de las dificultades expresadas por los jóvenes cineastas, existe en ellos y ellas un ímpetu por seguir creando. La última pregunta de las entrevistas fue una muy simple, pero quizá la más importante de todas: ¿y ahora qué? ¿Qué sigue después de la experiencia en Cannes?

Todas las y los cineastas tienen claro que las oportunidades no caen del cielo. Nelson, quien tenía próxima la ceremonia del Premio Ariel 2018 al momento de esta entrevista, considera que un documental “no es suficiente” para exponer una realidad que deja qué desear. “Hay que seguir produciendo y difundiendo, pero para ello hay que tocar puertas, pedir, trabajar”.

“Quiero darle voz a la comunidad kpop”, comienza Paloma Torres, “quiero decirle a México ‘tus ideas no son malas, puedes seguir adelante.’ Quiero mostrar que todos tenemos la oportunidad de trabajar para alcanzar lo que quieres. Pero, claro, hay que moverse, eso es indispensable”. Y complementa: “ como cineastas debemos chingarle y chingarle para seguir en esto”.

Fernando Salazar considera que, a pesar de que pueda ser difícil seguir produciendo, la motivación de decir algo y de tratar de comenzar a cambiar nuestra realidad social vuelve mucho más sencillo el proceso, puesto que “la satisfacción, al final, es indescriptible.” Algo similar reflexiona Mónica Azpeitia: “al principio pierdes, nadie te conoce, te endeudas, vives en la miseria, pero llega un punto en que los esfuerzos comienzan a retribuir. Te arriesgas y comienzas dar más, a devolver todo lo que te dieron. Y eso es lo que quiero alcanzar, poder dar más al cine mexicano”.

Durante la ceremonia de premiación del Prix France Culture du Cinéma des Étudiants (Premio France Culture de Cine de Estudiantes), en el cual participamos tres mexicanos como jueces, alguien en el público bromeó diciendo que “siempre hay un mexicano que se cuela en estas cosas”. Más allá de su ligero sarcasmo, el comentario tiene un punto: la presencia mexicana en festivales de alto nivel es cada vez más importante. En conjunto con Latinoamérica, México ha demostrado que tiene talento no para “colarse”, sino para ganar su espacio en uno de los festivales más importantes del mundo.

Y la juventud mexicana, sin duda, tiene un lugar cada vez más relevante en la participación de nuestro país. La selección de Ariel Gutiérrez por Cinéfondation, así como los cincuenta cortometrajes mexicanos en el Short Film Corner, los nueve cortometrajes jóvenes llevados por el Festival de Guanajuato y la participación de jóvenes como jueces en premios dentro del marco de Cannes lo respaldan.

Vicisitudes y limitaciones siempre estarán presentes, pero “el hambre y el talento para crear”, citando a Mónica Azpeitia, parecen insumos suficientes para que la producción cinematográfica no se detenga. La juventud, en este caso, ha demostrado su férrea voluntad para seguir creando. Ha demostrado que, sin lugar a duda, merece formar parte más ampliamente del retrato del cine mexicano.



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