A cuatro décadas de la primera Marcha del Orgullo LGBT +, presentamos esta reunión de testimonios, realizada en colaboración con Anal Magazine. Esta serie, que inició en La Tempestad 135 (junio de 2018), ofrece un mosaico que aspira a expresar la diversidad sexual-creativa mexicana. El conjunto de textos, que consta de cuarenta voces, agrupa no sólo a artistas y diseñadores, sino también gestores culturales, curadores, editores y personas del mundo de las ideas. La serie continúa con Juliana Faesler, dramaturga y directora de teatro.
¿Cómo empezó tu proceso creativo?
Viví en el teatro toda la vida, ya que mi mamá era escenógrafa. Crecí entre el Teatro Blanquita y Bellas Artes. De manera temprana tuve claro que me iba a desarrollar en ese mundo, dominado por hombres. Empecé haciendo cosas técnicas; fui iluminadora muchos años. Más tarde conocí a Jesusa Rodríguez y me empecé a meter más en las artes escénicas. Mi compañía, que se dedica al teatro infantil, al teatro en comunidades y la intervención social a través del arte, tiene 21 años.
¿Tu preferencia sexual tiene relación con tu creatividad?
Sí, totalmente. Ser homosexual ha definido toda mi carrera. Ser mujer es un acto de resistencia. Todo eso está en mi creación. Yo veo a los toros desde mi barrera. Me refiero a que la mirada es diferente debido a una sensibilidad diferente. Hay una feminista extrema que dice que las lesbianas no somos mujeres, justamente por eso, porque no estamos insertas en el universo heterosexual. La creación masculina es diferente a la femenina. No creo que sea determinante, pero sí se percibe. En coreografía es aún más evidente.
¿Tu práctica se vincula con movimientos sociales?
Mi trabajo está influido por la búsqueda de identidades, la historia de México y los conflictos sociales del presente. Hace unos años hice Trilogía Mexicana, un proyecto que retoma la historia de Ciudad Nezahualcóyotl, de Moctezuma II y la Malinche. En San Luis Potosí, por otro lado, colaboré con doscientos voluntarios en un trabajo a partir de Fuenteovejuna. A través de las artes se abren ventanas y posibilidades. Es un trabajo de picar piedra en el que es posible constatar cómo la gente cambia, de qué forma la colectividad se transforma. Eso pasó hace poco en una comunidad de Salamanca, en el marco del Cervantino.
¿Cómo observas el futuro de la diversidad sexual en México?
Pienso que llegará un momento en que ya no usaremos esos términos. Vamos hacia un universo cuántico, lleno de sexualidades insospechadas. Saldremos del lenguaje binario heterosexual. Lo veo hasta en el interior del país, en ciertas comunidades donde la homosexualidad era terriblemente censurada y ya no lo es tanto. Las nuevas generaciones se niegan a ser definidas de una sola forma. Creo que esa tendencia ganará. La lucha sigue, especialmente para las mujeres.
¿Qué recomiendas a la juventud?
Hay que salir de la casa, dejar el teléfono y ver el mundo. Para ver el mundo tienes que salir a la calle. Siempre he sido pata de perro, muy curiosa. No hay que dejarnos matar, hay que vivir como queremos vivir. Este país no es fácil para los jóvenes, pero el chiste es que no se dejen, que insistan en lo que quieren. Les recomiendo el Museo de Memoria y Tolerancia y el MUAC, lugares que me encantan. Vayan al teatro, hay muchísimo teatro bueno en México.
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