Hoy inicia Connecting the Dots: Primer Foro Internacional sobre Creatividad, Arte y Cultura Digital. En el acto inaugural, que se realizará en el Centro Cultural de España, participará la artista Amor Muñoz. Conocida por su interés en los proyectos que involucran a comunidades, Muñoz dará una conferencia sobre arte y tecnología como medios de cambio y empoderamiento social el 22 de septiembre en el Centro de Cultura Digital. En su exposición la creadora abordará proyectos de Olafur Eliasson, Superflex y Eugenio Tiselli, artista mexicano que dirige el proyecto ojoVoz, que involucra a campesinos de Tanzania.
Aquí, una entrevista en la que Muñoz habla de su interés en el arte como una herramienta de transformación.
Te formaste como abogada y luego decidiste seguir por el camino del arte. ¿Qué resultó de esa combinación inusual?
Fue en la Facultad de Derecho donde me interesé por el arte. El derecho tiene mucho que ver con mis procesos e investigaciones, con mi inclinación por lo social. Se trata de un tejido interdisciplinario: la relación de la artesanía y lo manual con lo tecnológico y los nodos sociales que constituyen la economía y la política.
Soy una artista autodidacta, influenciada por la cultura maker y el diy. Empecé a trabajar con el dibujo y con cuestiones de la intimidad y el bordado; cuando trabajé con Arcángel Constantini descubrí que existen fibras para hacer circuitos blandos. Integré eso a lo que venía haciendo con textiles. Hice Esquemáticos, un proyecto que consiste en bordados esquemáticos, que son dibujos expandidos. Hasta ese momento ahí quedaba el proceso. Luego tomé en cuenta los contextos, lo que me rodeaba en el Centro Histórico y el Faro de Oriente, entre otros lugares, así como las mujeres que tejen en las calles. Todo eso detonó Maquila Región 4, que es una máquina pirata de textiles que ofrece trabajo a gente que pasa por la calle, otorgando el salario mínimo de Estados Unidos, que supera por mucho al de México. Hay muchas microhistorias en estos proyectos. Fue interesante a nivel de investigación recrear un fenómeno social, insistir en el problema de la cantidad de gente que no lee un contrato, que firma a ciegas. Es una lectura de la cultura laboral de este país.
Maquila Región 4 (2011-2013) from Amor Munoz on Vimeo.
Has realizado diversos proyectos con un interés en la situación económica de grupos diversos. ¿Cómo dialogan el arte y lo social en tu práctica?
La obra se enfoca en la recreación de ciertos fenómenos sociales. No me considero activista, ya que eso implica otras cosas. Muchas personas dicen que el arte no tiene ninguna función, pero estoy convencida que mediante él puedes transformar realidades. Las utopías pueden tener una aplicación y un alcance en la vida real a través de proyectos sensibles. Los tres proyectos especiales que he desarrollado son sociales, es obra que no se vende. Lo que se desarrolló en Yuca_tec, por ejemplo, es propiedad de las artesanas, es una copropiedad. Ellas han prestado las piezas cuando se han expuesto en diversas partes del mundo.
Artistas y diseñadores tienen una responsabilidad grande al trabajar con artesanos y comunidades…
Lleva muchos años el boom de los diseñadores trabajando con comunidades. Es un tema delicado que no se ha tocado del todo. Hay diseñadores que se nombran activistas sólo por darles trabajo. Al final esos productos de diseño terminan en tiendas para gente de cierto poder adquisitivo. Mientras la gente de la comunidad se queda en la maquila su imagen se explota en la mercadotecnia del producto. Hay que empoderar a las comunidades, sí, pero no mediante los diseñadores o los artistas. A ver qué pasa con el FONART, cuyas tiendas pertenecen a Sedesol, y que pronto formarán parte de la Secretaría de Cultura que encabezará con Alejandra Frausto.
Yuca_Tech: Energy by hand / Amor Muñoz (2014- 2015) from Amor Munoz on Vimeo.
¿De qué forma se desarrolló el modelo de los proyectos Yuca_tech y Oto_Lab?
Primero fue Yuca_tech, que se desarrolló con mujeres de Yucatán, que habitan en la región henequenera donde no hay luz, que tejen con telar de cintura. Al aprender y aplicar conceptos de tecnología hicieron paneles solares e integraron leds con material recargable a sus objetos. Es una forma de ligar a la sociedad con la tecnología, generando un vínculo entre el objeto tecnológico, que casi siempre está despersonalizado, y cosas de uso cotidiano. En el caso de Oto_Lab, que se desarrolló el año pasado en el MUCA Roma, se enfocó en un grupo otomí que vive cerca de la Plaza Luis Cabrera de la colonia Roma. En esta comunidad hay un conjunto de mujeres que hacen muñecas llamadas Marías, que venden en situación de calle en 200 pesos. Hicimos un taller de tecnología que ellas aplicaron a sus muñecas. La tecnología no está peleada con la tradición, puede servir para revalorar la artesanía. La idea es que estas vendedoras no estén en la calle. Las muñecas se vendieron en mil 500 pesos cada una, su valor incrementó. En los próximos meses van a sacar una edición para Navidad, que consiste en pequeñas muñecas con leds de color, como si fueran esferas luminosas. El dinero que se obtuvo con el primer proyecto es el que usará para el nuevo. La idea es que estas iniciativas tengan continuidad, es complicado, pero ese es el reto de un proyecto artístico-social.
Recién hiciste una residencia en la Bauhaus. ¿Cómo fue la experiencia?, ¿qué surgió a partir de ella?
Cuando se habla de la Bauhaus se piensa en arquitectura, en constructivismo, en colores primarios y geometría. Pensaba que mi trabajo no tenía mucho que ver con eso, pero descubrí que estaba ahí debido a que el tema de la residencia era la sustancia, la materia. Eso tiene que ver con la cultura maker porque esa era la idea de la Bauhaus. A esta escuela no se iba a ser artista sino a aprender sobre materiales, técnicas, oficios como la herrería, la carpintería, los textiles. El espíritu de la Bauhaus es el acceso del arte para todos, el conocimiento abierto, aplicado, el menos es más.
Habitar la Casa de los Maestros en Dessau es una gran experiencia porque rompe la barrera entre el interior y el exterior, no hay cortinas, no te sientes encerrado. Es raro.
Propuse el proyecto Materia y memoria, que comprara el trabajo de Anni Albers con las memorias de las computadoras de los cincuenta, máquinas IBM que si uno las ve son telares cuyo proceso de tejido era con hilo de cobre delgado y magneto. Eso alude a la memoria tecnológica. También cuando se habla de lo textil se habla de la memoria. Cuando Albers viajó a México y a Sudamérica comenzó a coleccionar textiles precolombinos. Le interesaron especialmente los peruanos, que son más complejos, a los que emparentó con la codificación, que es un concepto tecnológico. Ella decía que los tapetes significaban algo, que decían algo. Entonces hizo textiles a los que llamó códigos, que son puntos y líneas, simulaciones de codificación, sin funcionalidad. Junté la experiencia de Albers con la memoria tecnológica y realicé en telar de mesa una pieza textil codificada. El reto fue hacer una pieza tecnológica interactiva pero sin apretar un botón, sin electricidad. Es un proceso de datos, de codificación. Tomé el lenguaje binario y me basé en cinco bits; los ceros y los unos los transporté al blanco y negro para hacer esos textiles. El público tiene una tarjeta donde viene ese alfabeto para decodificar el mensaje encriptado en el telar. Se trata de una memoria real. Al vivir en una casa de la Bauhaus era inevitable pensar en Le Corbusier y su idea de casa como una máquina de habitar. De regreso a México intervine el edificio de Tadao Ando en Monterrey, donde codifiqué tres pisos con frases de William Morris y Richard Sennet que aluden a la relación de la tecnología con la artesanía. Ahora se están produciendo en Oaxaca dos memorias de tres metros y medios.
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