La práctica del artista visual Edgardo Aragón (Oaxaca, 1985) está anclada a los contextos de abuso, violencia y abandono que imperan en México, a partir de fotografías, videos, instalaciones e intervenciones sonoras (como la que presentó el año pasado en Casa Barragán, sobre una colección de discos del arquitecto). Su mirada es aguda: parte de la revisión histórica para interpretar el presente a través de temas como el paisaje, por ejemplo, de larga tradición en el arte. O de herramientas como la música, en la pieza Tinieblas (2009), a la que considera una aliada narrativa: “la música da contexto y, además, cuenta una historia”, reconoce.
A partir de mañana Aragón expondrá Memoria tísica en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO). La muestra incluye, entre otras piezas, un video que formó parte del trabajo Mesoamérica: El efecto huracán –con el que ocupó la galería Jeu de Paume de París, el año pasado–, en el que propuso una visión crítica de la iniciativa política llamada Proyecto de Integración y Desarrollo Mesoamérica. Según su sitio web, el proyecto “busca beneficios de infraestructura, interconectividad y desarrollo social de Belice, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá y República Dominicana”.
El video muestra cómo Aragón lleva pilas a la isla de Cachimbo, Oaxaca, donde nunca ha habido electricidad y que, paradójicamente, se encuentra a ocho kilómetros de las estaciones eólicas. Así describe el creador el trasfondo de la pieza: “Es un ejemplo de la pornografía capitalista, de la corrupción, la tranza, del fracaso de la modernidad y de la ideología del progreso que no sólo ha intentado vender el Estado sino también las religiones. Me interesa evidenciar que a pesar de que todo el mundo está en línea en Internet, hay grandes problemas de comunicación”.
¿Qué aristas del Plan Mesoamérica te preocupan especialmente?
El plan es una trampa política que usa de forma incorrecta el término. El concepto de Mesoamérica, como se enseña en las escuelas, tiene que ver con cierto esplendor de las civilizaciones fundadoras. El nuevo uso de Mesoamérica alude a la destrucción, a la segregación y a la devastación, a una barrera más grande para la igualdad. Los pueblos originarios, que fueron despojados de sus territorios y formas de vida, hoy se encuentran en una profunda miseria. No sólo eso: son la ruta de trance para conseguir el sueño de Centroamérica, que es llegar a Estados Unidos y tener una vida mejor. En el pasado, supuestamente, esa vida mejor estaba en su región. Las presas y carreteras del plan son estructuras construidas para seguir estableciendo empresas privadas, para que las materias primas que se producen en el sur vayan hacia el norte. En esta ruta, que configura de otra forma el territorio centroamericano, también circulan armas, migrantes, dinero, drogas y otras mercancías del mercado negro.
¿Cuál es el marco estético y temporal de Memoria tísica?
La exposición es como una jam session, un recorrido por piezas ya existentes, aunque algunas de ellas no habían sido expuestas en Oaxaca. Me gusta pensar que es como una improvisación musical, como hacían John Coltrane o Miles Davis que, al ejecutar sus instrumentos en vivo, modificaban la música hasta convertirla en otra cosa, aunque partiendo de una base conocida. Se hizo eso, justamente: las pinturas de óxido y clorofila que hice el año pasado ahora son murales. También se exhibirán las piezas La trampa (2012) y Mesoamérica (2015). Hay una obra nueva: Caníbal. Es un registro del recorrido de varios músicos, que se disfrazaron de médicos forenses, por los cementerios zapotecos de Oaxaca. Usan una tumba abierta como caja de resonancia. La pieza hace un paralelismo entre las tumbas milenarias y las contemporáneas, estas últimas son las fosas clandestinas que se han vuelto noticia desde el sexenio de Felipe Calderón. En el patio del museo, como complemento, una fuente funge como estanque de pirañas, que la gente puede alimentar. Es una metáfora del miedo, del fascismo que se ha vivido y que aún impera en México. El título de la muestra, Memorias tísicas, refiere a la memoria a corto plazo de la sociedad que ha aprendido a vivir con la guerra, que la ignora para sobrevivir.
¿A partir de qué impulsos creativos generas imágenes en video, foto, instalaciones o sonidos?
Abordo los temas que me interesan –la migración, el narcotráfico, la pobreza, la riqueza y el territorio– a partir del contexto en el que crecí y en el que vivo; aunque éstos no son privativos de mi entorno se extienden: su alcance es global. Por ejemplo, hablo del narcotráfico porque es, básicamente, uno de los pilares que sostiene las economías a nivel global. Si no fuera por el dinero sucio de las drogas, en 2008 los bancos hubieran quebrado, especialmente en México y Estados Unidos. Con mi trabajo planteo situaciones económicas que tienen que ver con la supervivencia del ser humano, por eso toco temas con implicaciones políticas y económicas.
Al cuestionar la pobreza, la riqueza o la migración ¿crees que se potencia su carácter simbólico?
Se trata de ver todo a través de los ojos de la estética, en todas sus acepciones. Al ser artista no se puede perder el foco: uno de los grandes temas con los que se trabaja es la estética. Las soluciones de algunas piezas pueden ser, incluso, poéticas. En mi caso mi obra involucra, en ciertos momentos, al paisaje, un discurso de larga tradición en la historia del arte. Pero el trabajo no se detiene ahí, también hay muchos subtemas – económicos, políticos y antropológicos–, ya que muchas de mis obras dan cuenta de cómo se adapta el hombre, de la tradición de migrar, cazar o recolectar, de fundar una civilización. Vuelvo al pasado para traer al presente estas inquietudes, que nacen de la curiosidad y de lo que necesito explicarme. Intento traducir lo que no entiendo.
La revisión histórica es otro elemento constante en tu trabajo. ¿Sigue siendo una herramienta útil?
Depende lo que uno necesite. Muchas de las problemáticas contemporáneas tienen un reflejo inmediato en el pasado. Trato de ir a la raíz de los problemas. Me interesa explorar cómo se gestó el sistema político y el de las drogas en México, porque estos van de la mano, al igual que el monopolio de las comunicaciones. Esos elementos forman un conglomerado que no se puede dejar de lado para interpretar el presente. No podemos hablar de las fronteras, de la economía y del desgaste del tejido social sin remitirnos al sexenio de Carlos Salinas de Gortari y a la implantación del neoliberalismo. Recurro a las revisiones históricas para explicar lo que pasa.
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