Hay un renovado interés en la arquitectura moderna mexicana. Al menos eso parece interpretarse con la aparición de Rastreando lo moderno: arquitectura en el Centro Histórico de la Ciudad de México 1930-1960, libro coordinado por Christian Del Castillo y presentado ayer en Casa Vecina, y la muestra El multifamiliar moderno, curada por Juan José Kochen, que se inauguró hace unos días en el Museo de Arquitectura del Palacio de Bellas Artes y de la cual se desprende una publicación que se dio a conocer hoy en la Fundación Miguel Alemán.
Es interesante, especialmente cuando se trata de un “estilo” arquitectónico caracterizado, precisamente, por carecer de señas locales (como ha escrito el arquitecto y editor Miquel Adrià: «el Movimiento Moderno fue más allá de particularidades nacionales irrumpiendo en los primeros treinta años y unificando en un único lenguaje –convertido en estilo– las arquitecturas de los años cuarenta y cincuenta»). En México algunos de sus representantes más célebres fueron Juan O’Gorman, Mario Pani o Augusto H. Álvarez.
Para Christian del Castillo, arquitecto e investigador, se trata de «una arquitectura de movimiento paralelo en todo el mundo que tiene su origen en Le Corbusier, la Carta de Atenas y los postulados para hacer arquitectura». La inclinación actual hacia el modernismo «si bien en años recientes se ha vuelto al tema de la modernidad arquitectónica, el tema da para más: sólo son algunas de las zonas de la ciudad que identificamos por sus programas modernos (Ciudad Universitaria o Tlatelolco, por ejemplo), pero en el Centro Histórico también hay edificaciones modernas, de Mario Pani, por ejemplo, o de José Villagrán», asegura Del Castillo.
Rastreando lo moderno es resultado de una investigación iniciada por el programa curatorial MicrourbanismoCH de Casa Vecina, dirigido de 2013 a 2017 por el arquitecto, coautor (con David Miranda), de Guía Goeritz (Arquine, 2015). El volumen da a conocer 100 manifestaciones arquitectónicas modernistas situadas en los cuadrantes del Centro Histórico, construidas entre 1939 y 1960, a través de imágenes tomadas en los últimos cuatro años.
Del Castillo explica en su texto “La construcción del México moderno” que el grupo de trabajo del libro buscó, a través de una investigación de campo, edificaciones que tuvieran al «cubo como elemento fundamental en la composición; la organización geométrica como abstracción de las actividades humanas; la obra arquitectónica como un objeto completo por sí mismo y posicionado; y la sustitución de los materiales naturales por otros artificiales aún no inventados». El libro da cuenta de las huellas y los vestigios del modernismo que «afortunadamente también se encuentran en el Centro Histórico», comenta el editor del volumen, que incluye escritos de Helena Braunštajn, María Bustamante Harfush e Isaac Torres. El rescate del patrimonio moderno también tiene como objetivo su divulgación: además del programa de investigación que dio pie al libro, MicrourbanismoCH llevó a cabo una serie de actividades, como rodadas culturales y talleres, donde se invitó al público a conocer los edificios.
Modernismo multifamiliar
La exposición El multifamiliar moderno sigue la estela de la arquitectura moderna a través de planos, fotografías y videos. Ofrece un panorama de la historia de este programa de vivienda social que, lamentablemente, cedió a otras formas menos inventivas para solucionar las necesidades de la población en la Ciudad de México. La muestra también cuenta con una publicación (que se presentó el jueves 13 de junio en la Fundación Miguel Alemán). El libro reúne textos de Bernardo Quintana Isaac, Miguel Alemán Velasco, Alejandro Carrillo Castro, Ana María Ruiz Vilá, Fernanda Canales, Miquel Adrià, Juan José Kochen, Enrique X. De Anda, Pablo Landa, Lousie Noelle, Graciela De Garay, Georgina Cebey, Manuel Larrosa y Clara Porset.
Aunque da un panorama de la tipología del multifamiliar que alcanza el actual boom inmobiliario de la Ciudad de México, la muestra hace énfasis en el Centro Urbano Presidente Alemán (CUPA), diseñado por Mario Pani y construido por Ingenieros Civiles Asociados entre 1947 y 1949.
A propósito del CUPA, la historiadora Georgina Cebey –quien recientemente finalizó una investigación doctoral sobre cine y arquitectura moderna que sirvió de apoyo a esta exhibición– señala: «Su ubicación fue y sigue siendo privilegiada. El conjunto se ubica en la colonia del Valle, una zona que además de ser céntrica se encuentra bien conectada con avenidas y medios de transporte, característica que parece haber sido olvidada por los desarrolladores de vivienda social contemporánea, que acuden a la periferia y a zonas poco conectadas con los centros para levantar conjuntos habitacionales. Sin duda, la calidad constructiva del CUPA tampoco guarda comparación con las obras de vivienda que hoy en día se ofertan. Basta notar que el multifamiliar sigue en pie y no le ha hecho falta más que mantenimiento para seguir funcionando; aquí la virtud subyace no sólo en la innovación arquitectónica, de materiales y de ingeniería, sino también en la idea que entonces se tuvo de la vivienda colectiva, que aunque también funcionó como propaganda estatal, se concibió como una empresa social».
En contraste con la carestía de espacios públicos en la Ciudad de México, el patrimonio arquitectónico moderno revela sus bondades. Cebey rescata las áreas verdes y de recreo que rodean al CUPA y que desde un inicio fueron consideradas parte fundamental del proyecto. «El CUPA fue concebido como una especie de ciudad en miniatura que, por lo tanto, estaba equipada con una cantidad de servicios que hoy en día sería imposible concentrar en un conjunto habitacional: además de la alberca y varias canchas, el multifamiliar contaba con una oficina de correos, servicio médico, guardería infantil, lavandería y locales para múltiples comercios, entre otros», remata.
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