Manuel Borrás (Valencia, 1952), licenciado en filología moderna por la Universidad de Valencia, es una de las figuras más relevantes de la edición española. Su interés por la literatura lo llevó a fundar en 1976, junto a Manuel Ramírez y Silvia Pratdesaba, la editorial Pre-Textos, de la que es editor literario. Autores como Juan Ramón Jiménez, Eça de Queirós o Henry James forman parte del esmerado catálogo que ha ido componiendo a lo largo de casi medio siglo.
Pre-Textos ha recibido importantes galardones por su labor en el mundo de los libros, entre los que destacan el Premio Nacional del Ministerio de Cultura (España) a la Mejor Labor Editorial o el Reconocimiento al Mérito Editorial que le concedió la Feria del Libro de Guadalajara. Tuvimos la oportunidad de charlar con Manuel Borrás sobre el mundo de la edición y su concepción de la literatura.
Pre-Textos cumplirá cincuenta años de existencia en un par de años. ¿Cómo ha evolucionado el catálogo de la editorial desde que se fundó en 1976?
Ha evolucionado, lógicamente, en el plano cuantitativo, porque al día de hoy tenemos más de dos mil títulos publicados. Desde el comienzo hasta hoy ha cambiado mucho la configuración de las colecciones. De hecho cuando iniciamos la andadura editorial no queríamos hacer distingos entre colecciones porque seguimos pensando, además, que cada una de las disciplinas del mundo de la cultura escrita están interconectadas. Quién se atreve a decir que la poesía, la narrativa o incluso el pensamiento no tienen vínculos íntimos: nadie. ¿Qué pasó? Los distribuidores nos decían que teníamos que distinguir e identificar los libros por colecciones, porque eso facilitaba la labor archivista de los libreros.
“Cuando iniciamos la andadura editorial no queríamos hacer distingos entre colecciones porque seguimos pensando, además, que cada una de las disciplinas del mundo de la cultura escrita están interconectadas.”
Nosotros, un poco a disgusto, aceptamos porque se hacía difícil incluso la propia distribución de los libros sin esa distinción inicial. Acabamos aposentando y definiendo cada una de las colecciones: de ahí nacen las de poesía, las dos de narrativa y las tres que yo creo son más singulares en nuestro catálogo: la de poéticas, Textos y Pretextos, con espléndido diseño de Manuel Ramírez; El Pájaro Solitario, diseñada también por Manuel, en la que se han editado libros de poesía cuyo único protagonista es el mundo de las aves; nos inventamos también la colección Cosmópolis, donde se habla de ciudades, de recorridos tanto por ciudades concretas como por el campo. Yo creo que estas tres colecciones son inéditas en el mundo de la edición, constituyen novedades en sí mismas. Y, además, han gozado del predicamento de los lectores, no han pasado desapercibidas.
El problema está en darles el ritmo adecuado, porque en el momento actual hay tal oferta editorial que pueden quedar fácilmente sepultadas por la avalancha de novedades. A veces dar el ritmo al que el mercado te obliga es difícil sobre todo para editores como nosotros, primero vocacionales, después literarios. Somos de la opinión de que se está desvirtuando muchísimo la literatura por la velocidad a la que se la está sometiendo por intereses torticeros, una velocidad que no le corresponde por naturaleza. Porque si hay algo que define a la literatura es su lentitud. Lo que pasa es que está el mercado, que como sabes es omnívoro. Creo que va a haber un momento de inflexión porque esto no se soporta. Los cursis se han sacado de debajo de la manga el término bibliodiversidad, porque sí, mucha bibliodiversidad y otras zarandajas, pero dónde está la literatura de verdad…
“Uno edita o bien los libros que considera que la gente debería leer, o bien los libros que piensa que la gente quiere leer. Los editores de la segunda categoría, es decir, los editores que obedecen ciegamente al gusto del público, no cuentan”. ¿Está de acuerdo con estas palabras de Kurt Wolff?
Kurt Wolff ha sido para mí una especie de referente, de faro. Fue un insigne editor a imitar. Franz Kafka o Robert Walser hoy son mitos indiscutibles de la literatura, pero cuando sus editores primigenios estaban apostando por ellos no eran nadie. Eran unos grandes desconocidos a los que nadie echaba de menos. Creo que la misión del editor, del editor verdaderamente literario, es precisamente ésa, la de llamar la atención sobre la existencia de valores que hasta ese momento han pasado desapercibidos. Se ha establecido una divisoria, además creo que muy falsa, entre editores independientes, literarios, y después la gran industria. Yo, al menos, detecto más impostura, mucha más ignorancia, entre los proclamados editores literarios que entre la mal llamada industria editorial. Ellos responden a unos parámetros, a unas necesidades y servidumbres distintas a las nuestras, claro, pero eso tampoco los hace peores.
“Juan Ramón [Jiménez] dijo algo importantísimo que siempre le robo: ‘Yo no escribo para el público, yo escribo para lectores’. Aplícamelo a mí como editor: ‘Yo edito para lectores, no para el público’.”
Juan Ramón [Jiménez] dijo algo importantísimo que siempre le robo: “Yo no escribo para el público, yo escribo para lectores”. Aplícamelo a mí como editor: “Yo edito para lectores, no para el público”. Manifestarse así resulta por desgracia, en una sociedad como la nuestra que todavía está evolucionando, terrible, porque por solo enunciar las cosas de este modo te cuelgan el marbete de elitista. Yo no soy elitista, yo aspiro a que me lea el hombre común leído y culto. Me he pasado la vida editando libros que podría leer cualquiera, cualquier lector gustoso, cualquier persona que ame realmente la literatura, la buena literatura.
Pre-Textos apela a la lectora o al lector de verdad, no a aquel que se mueve a golpe modas, de la prensa internacional. Muchos de mis colegas se mueven por esos parámetros antes que por la lectura y el análisis previo de lo que van a editar: The New York Times publica la reseña de un libro y automáticamente todos se lanzan a publicar el libro de marras. ¡Comprobad primero si es bueno! Quién te garantiza a ti que un reseñista, incluso un crítico, está actuando con libertad e independencia… Cuando digo esto no sólo me estoy refiriendo al ámbito hispánico. En Francia, Alemania, Italia, Reino Unido o Estados Unidos veo lo que están publicando editores que para mí han sido modélicos y se me caen los palos del sombrajo. Las empresas editoras y sus “críticos” nunca han sido más esclavos de los grandes grupos editoriales. Todo esto, me temo, nos está acercando al ojo del huracán. Nos ha llevado a que nadie crea a nadie. Estamos en una crisis de valores que nadie quiere reconocer.
Una de las colecciones más significativas de la editorial es Narrativa Clásicos. Sherwood Anderson, Henry James, Joseph Conrad o Eça de Queirós forman parte de ella. ¿Qué otros clásicos tiene pensado publicar?
La colección nació en un momento en que se estaba dando la espalda a los clásicos. Contribuimos, de alguna forma, a que otros editores se animasen también a poner en circulación a ciertos autores. Con todo, la filosofía que nos ha movido a nosotros creo que se ha distinguido respecto a la de la mayoría que se ha apuntado a ese rescate. Estamos contemplando cómo se está tirando de traducciones en muchos casos obsoletas por ahorrarse gastos. Pre-Textos ha hecho lo contrario, ha optado por hacer nuevas traducciones, por ejemplo de Lord Jim de Conrad. Estudiamos todas las traducciones que había al alcance del público lector en el ámbito de nuestra lengua y concluimos que Lord Jim nunca se había leído bien en español.
Cuando publicamos a Tolstói, su obra Resurrección, resulta que las ediciones anteriores no estaban completas y nadie había reparado en ello por omisión. Nosotros pusimos al alcance del lector en español una edición de Resurrección completa y en una traducción lingüísticamente actualizada. Todo esto requiere trabajo, esfuerzo y dinero para pagar a los y las traductoras. Se trata de no defraudar a los lectores. En resumen, con esta colección teníamos dos objetivos: uno, editar libros que jamás se habían publicado en nuestra lengua, y que eran libros importantes de la tradición literaria universal, como por ejemplo Verano tardío de Adalbert Stifter o Tar de Sherwood Anderson; y dos, verter esos libros en el español que hoy hablamos.
“Pre-Textos apela a la lectora o al lector de verdad, no a aquel que se mueve a golpe modas, de la prensa internacional. Muchos de mis colegas se mueven por esos parámetros antes que por la lectura y el análisis previo de lo que van a editar.”
Volviendo a tu pregunta, tenemos a bastantes clásicos en cartera, pero a mí me gustaría mucho publicar un Galdós. Creo que Galdós, junto a Tolstói, Queirós o Balzac, a los que ya hemos publicado, es un indiscutible de la narrativa. Para mí la gran novela comienza en el siglo XIX; con ello no quiero en absoluto anular la narrativa del siglo XX, que está también jalonada por grandes novelistas. Así pues, en este momento estamos preparando una edición de Noches rusas, de Vladímir Odoíevski. Un autor y una obra claves de la literatura rusa del XIX, pero poco conocidos en el mundo hispanohablante.
El 19 de septiembre de 2020 editores independientes firmaron la Declaración de Formentor. Ahí señalaban su preocupación “por la marginalidad de la información cultural y literaria en algunos medios de comunicación”. ¿Cómo ve usted la crítica literaria de los medios de comunicación escritos en la actualidad?
Para mí un crítico es aquel que es capaz de fijar jerarquías, y el “todo vale” a mí no me vale. Es evidente que hay jerarquías en el ámbito de la literatura. Lo que pasa es que eso a los falsos modernos no les gusta nada. Tras la capa de la modernidad lo que hay escondida es mucha ignorancia. En el mundo del libro y en el mundo de la literatura, y no hablo solo en el ámbito hispánico, hay lamentablemente muchísima falsedad, mucha impostura y, lo peor, mucha incultura. Te diría que incluso mucho intrusismo.
En congresos a los que asisto veo los comportamientos de muchos de mis hipotéticos colegas y verdaderamente se me cae la cara de vergüenza. Uno va allí a hablar de la vida, de la cultura, de literatura, y cuando compruebas que eso es de todo punto imposible concluyes que la estafa es descomunal. Lo esencial es el comercio y los dimes y diretes de unos y otros. Todo muy deprimente y decepcionante. Qué difícil hacer, al menos para mí, amigos en ese caldo de cultivo. Yo me he ido alejando más y más de ese ambiente, y créeme no lo echo nada de menos. Eso no quiere decir que no cuente con grandes amigos, mejor diría amigas, entre algunos de mis colegas en el ámbito internacional a quienes quiero y admiro por su ímproba labor en el campo de la cultura escrita.
Las editoriales independientes suelen descubrir a escritores de gran calidad, y en ocasiones, cuando éstos son reconocidos, los grandes grupos terminan publicando su obra. Ocurrió con Jon Fosse. ¿Ve alguna solución a este problema? ¿Es culpa de los propios autores, de sus agentes?
Eso es verdad, y da idea del horizonte ético en el que se mueve nuestro medio. Estamos en una sociedad de mercado, dependemos de la oferta y la demanda, pero yo cuando me han ofrecido a un autor de la índole que sea que ha publicado otra editorial llamo antes a mi colega y le digo: “Mira, me han ofrecido tal cosa de un autor que tú llevas publicando muchos años antes que yo, ¿tienes intención de editarlo?”. Si me dicen que están esperando a ver, yo soy el primero en retirarme. Eso lo hacemos, y me incluyo, editores que se cuentan con los dedos de una mano. Por ejemplo la editorial Siruela, al mando de mi querida amiga Ofelia Grande, es también en ese aspecto de una rectitud absoluta.
Ana Blandiana, autora de Pre-Textos, ha sido galardonada con el Premio Princesa de Asturias. ¿Qué nos puede contar de la poeta rumana?
A mí me parece una de las poetas indiscutibles en el ámbito europeo, y te diría que también en el ámbito mundial. Ana es un premio Nobel in pectore, está en las últimas ternas, creo que muy merecidamente. A Fosse no lo conocía casi nadie, me incluyo, y piensas “Este será un nórdico más”, pero luego lo lees y te das cuenta de que es un autor muy valioso. Ana Blandiana es una poeta primordial. Estamos muy contentos de haber sido, hasta donde sé, los primeros que publicamos su poesía en nuestra lengua, y llamamos con ello la atención sobre su existencia. Ha publicado en otras casas editoriales de prestigio, cosa que también me alegra, pero yo me pregunto dónde estaba esa gente tan ávida de publicarla antes de que entrase en los listados de posibles ganadoras del Premio Nobel. ¿Dónde estaban los ahora editores de Giorgio Agamben? Cuando Pre-Textos empezó a publicarlo solo había un antecedente: Idea de la prosa, que sacó, si no recuerdo mal, Península. ¿Dónde estaban cuando Pre-Textos publicaba Estancias y vendíamos sólo doscientos ejemplares de sus libros? Éste se ha convertido en un mundo de piratas, en el que ya muy pocos aplican criterios rigurosos de excelencia basados en una experiencia de lectura personal, aun a riesgo de equivocarse.
Doy algunas clases extraordinarias, como las llaman –que de extraordinarias no tienen nada–, de edición, porque creo que editar es una de las formas posibles de hacer pedagogía, y cuando me dirijo a mis estudiantes les hablo de deontología profesional, algo de lo que nadie les habla. Cuando lo hago los alumnos se quedan alucinados y me tildan por ello de humanista. Se les habla de cuentas de resultados, de cómo se hace un libro físicamente, cuál es la escala áurea, de todas las excelencias para hacer un libro, pero no se les habla de la ética profesional, y no ha habido vez que no me lo hayan agradecido. Están faltos de que se les hable de cómo enfrentarse a los retos éticos que comporta todo trabajo, y más del espíritu. Después nos quejamos de que los bárbaros están ahí, a nuestras puertas, y no, los bárbaros están sentados ya a nuestras mesas, y lo peor es que nosotros hemos asumido sus modos y maneras casi sin darnos cuenta.
The post Pre-Textos: editar para lectores first appeared on La Tempestad.
from La Tempestad https://ift.tt/QL3pHam
via
IFTTT Fuente: Revista La Tempestad