viernes, 9 de diciembre de 2016

Película de la semana

Clásico, como siempre, pero más austero que a últimas fechas. Funcional, al grano, sin adornos. Para narrar la historia de un piloto que salvó a 155 pasajeros de una muerte segura sobre un avión averiado, Clint Eastwood eligió borrar casi todas sus huellas tras la cámara, lujo sólo al alcance de un pulso firme y experimentado, que renuncia con valentía a cualquier pretensión. Pero no a la música de piano en momentos trascendentes, a los desvíos melosos de la cámara o a los instantes en que atestiguamos el conflicto moral del personaje, que se adivina más complejo de lo que se muestra.

 

La historia de cómo el capitán Sully (Tom Hanks, espléndido) logró descender un avión en pleno río Hudson no precisaba de nada más que unos cuántos trazos para conmover. Eastwood lo intuyó, como casi siempre, con sabiduría. Quizá porque éste es uno de esos afortunados encuentros del director con personajes cercanos a él, aquellos que presumen una ética propia, intemporal, reacia a aceptar la palabra destino; que privilegian el trabajo en equipo y entienden el peso de la responsabilidad en sus actos.

 

Después del exaltado retrato de un (dudoso) “héroe americano” en El francotirador (2014), la mesura de Eastwood para poner en imágenes la hazaña de otro hombre extraordinario siembra esperanzas. Si el cine clásico pretende seguir existiendo, mejor que lo haga con la valiente modestia que abandera Sully: hazaña en el Hudson.

 



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