martes, 21 de junio de 2016

El águila y el dron

 

Con “El águila y el dron”, el artista y escritor Eduardo Abaroa inicia una serie de entregas quincenales que se agruparan en la columna Gaceta Perjudicial. La obra de Abaroa (Ciudad de México, 1968) surge de la curiosidad elemental contenida en el día a día; al igual que con la escultura Obelisco roto (1991) o la propuesta Destrucción total del Museo de Antropología (2012), la bitácora de Abaroa para La Tempestad incluirá aquellos temas que son de importancia cultural lo mismo para la comunidad artística, que para la ciudadanía.

 

 

Una cámara con hélices revolotea alrededor de la reportera estrella que nos saluda desde lo que será la pista número tres del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM). Gracias a la cadena Televisa y a Denise Maerker seremos testigos de las primeras fases de «uno de los desafíos de ingeniería más importantes en la historia de México». Mientras tanto, un dc-10 generado por computadora inaugura el futuro paraíso aeronáutico y se pierde entre las nubes: «Los aviones despegarán hacia el norte». La periodista se aproxima al lugar de construcción como si fuera algo prohibido y misterioso, pero los ingenieros la tratan como a la patrona.

 

Alrededor del enorme terreno del NAICM el Ejército está construyendo una barda perimetral blanca de apariencia ligera equipada con detectores de movimiento y cámaras de supervisión. El ingeniero informa que fue desechada la opción de hacer un muro para que la gente no lo entendiera como una división entre ricos y pobres. Esporádicamente se nos hace sentir la presencia de algunos pobladores de Atenco, que vigilan machete en mano para “evitar que se invadan sus tierras”. El proceso de segregación se disfraza en un alarde de ingeniería diplomática.

 

«Para evitar inundaciones futuras se está construyendo una complicada infraestructura». La solución es poner lagunas que reciban el agua de los siete ríos que alimentan la zona. La Comisión Nacional del Agua supervisa la operación. Se supone que el proyecto logrará recuperar el líquido que de otro modo se perdería en las aguas negras, pero la pista implicó la desecación de pozos y un manantial de agua dulce. «El nivel freático está en la superficie, casi». Para nivelar las pistas se debe acelerar el hundimiento de las zonas usando geo-textil, tezontle y basalto. Uno se pregunta por qué hay que repetir el error de los colonizadores españoles al desecar los lagos de la ciudad. El nuevo aeropuerto será antes que nada una avanzada máquina de contención hídrica y social.

 

Ingresar al futuro implica sacrificios. Hay que cortar 25 metros de la cima del Cerro de Chiconautla y se tendrá que indemnizar a los ejidatarios. No todo el territorio que se tiene contemplado para albergar el aeropuerto es “propiedad plena” del gobierno federal. Maerker bromea amablemente con los ingenieros pero no interactúa del mismo modo con un integrante del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, cuya denuncia se dirige a alguien en silencio detrás de la cámara. El hombre afirma que los ingenieros si han invadido las tierras, inclusive han mandado una tanqueta. Más adelante la periodista pondrá en claro que no todos los pobladores de Atenco están en contra de la obra. Mil vecinos del municipio fueron empleados temporalmente en labores de limpieza y conservación de la flora y la fauna. Con ellos sí hay diálogo. La periodista hace una pregunta a dos de estas trabajadoras que nunca le haría a un político o a un empresario:

-¿Cuánto les están pagando?

-Dos mil pesos a la quincena.

También se contrató a los transportistas de la región, sindicalizados en un régimen de “hombre-camión”, los diversos factores se integran en una inusitada armonía.

 

Todos se ven “emocionados, confiados y motivados”. Un signo les ha dado optimismo: los trabajadores encontraron un águila agarrando una serpiente. Se repite la señal que una divinidad dio a los mexicas para que eligieran Tenochtitlan como su sede hace setecientos años. Maerker ríe al oír el relato, su voz en off aplica una teoría etnográfica de bolsillo: «Para todos ellos (la aparición del águila) es la prueba, la confirmación de que aquí se tiene que construir el nuevo aeropuerto». Hay incluso una fotografía. El ave aparece hierática, sin levantar el vuelo a pesar de que alguien se le aproxima a menos de un metro. Las coincidencias no acaban allí, el escudo nacional determina también la forma de la proeza arquitectónica, según nos explica, parsimoniosa, la voz de su co-autor, Fernando Romero.

 

El águila es un símbolo que según algunos recuentos marca el dominio de los mexicas por el Calpulli de Huitzilopochtli. Simboliza al sol, en su vuelo a través del cielo, significa nacimiento, transformación y muerte. El NAICM también representa una transformación. Pero si en el mito prehispánico el águila alude, entre otras cosas, al desarrollo y crecimiento de los seres humanos, ¿qué transformación propone el aeropuerto?

 

El trabajo de Maerker sirve para domesticar el conflicto con los habitantes de Atenco, pero al mismo tiempo genera símbolos a partir de la tecnología, el dron, las cámaras, los detectores, etc., que sirven como tranquilizantes para la clase hegemónica y como violencia persuasiva para el resto de la población. En el reportaje el dron se utiliza únicamente como una herramienta estética. En el proceso real opera subrepticiamente. La curadora y antropóloga Ariadna Ramonetti, que actualmente trabaja temas sobre memoria y territorio con la comunidad de Atenco refiere que «el gobierno no sabe bien a bien a qué parcelas puede entrar y a cuáles no, decidieron no volver a El Paraíso (una de las zonas en disputa) pero mandan drones cada tres horas, todos los días, para comprobar si aún hay gente o no. Los contratistas entran siempre escoltados por la Policía Federal, la Marina o el Ejército».

 

La conjunción de la “tecnología más avanzada” con el pastiche del pasado prehispánico está presente en muchas otras construcciones emblemáticas, el ejemplo más obvio es el Museo Nacional de Antropología. Los edificios materiales corresponden a edificios mentales. El reportaje promete a los televidentes una edificación amenazadora pero reconfortante, que destruye los vínculos tradicionales y la capacidad productiva de las comunidades circundantes pero que sin embargo necesita apropiarse del símbolo mexica. Los comuneros, “macheteros” inconformes, seres del pasado, indígenas, agricultores, estorbos que «la verdad, no han molestado», se convertirán en trabajadores temporales, desarraigados y asalariados, o más bien, beneficiados que sirven como extras para simular la armonía ecológica y social.

 

¿Cuántos habitantes de Atenco abordarán regularmente un avión? La fantasía de un nuevo aeropuerto parece salida de la imaginación de algún CEO abrumado por las incomodidades de su oficio cosmopolita. Para la mentalidad empresarial y sus afiliados políticos la movilidad del libre mercado es el mandamiento principal, y también la coartada. El NAICM está concebido como un gadget gigantesco para optimizar la concentración del capital.

 

Agradecemos a Ariadna Ramonetti por la información y la imagen. 

 

 



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