Desde Eslovenia, en el corazón de Europa Central, se gesta una danza contemporánea efervescente, que abreva en sus potentes raíces balcánicas y una conexión fortísima con la naturaleza y las posibilidades del cuerpo, su plástica, su porosidad infinita que va, viene, se nutre de diversos saberes artísticos. En México, en agosto pasado, pudo presenciarse el estreno latinoamericano de la pieza Allá, en el jardín, de Urška Centa y Domen Novak, dos creadores multidisciplinarios que tejieron un espectáculo de una poética singular.
Guiados por el instinto, el movimiento, la escucha, la coreógrafa y el actor mutan lo mismo en aves que en presencias de un sitio habitado por susurros o sonidos guturales, cuyo lenguaje va haciéndose particular para trazar una cartografía coreográfica, cuya belleza radica no sólo en una ejecución precisa sino en el diseño conceptual que simula un jardín idílico, ¿edénico?, del que provienen diversas capas de acción, de alegoría dancística y vocal (un beatbox fascinante del actor).
Concebida como danza-teatro, ‘Allá, en el jardín’, quizá sin etiquetas, alude a lo performativo, a la conjunción armónica de disciplinas dispares pero fraguadas por el hálito creativo de Urška Centa y Domen Novak.
Concebida como danza-teatro, la pieza, quizá sin etiquetas, alude a lo performativo, a la conjunción armónica de disciplinas dispares pero fraguadas por el hálito creativo de Centa, la artista eslovena que en su investigación de la pieza incluyó a Novak, que con su fuerte presencia escénica añadió intensidad a este montaje, cuyas funciones en los teatros Juárez y Bicentenario (en las ciudades de Guanajuato y León) avivaron el júbilo y el azoro por la calidad de la propuesta, que agotó localidades en ambas funciones.
Con dramaturgia de Nik Žnidaršič, diseño espacial de Lučka Centa, Urška Centa y Domen Novak, así como iluminación de David Cvelbar, Allá, en el jardín es una de las propuestas más innovadoras de la danza contemporánea y la interdisciplina, y merece diversos foros de presentación en los festivales internacionales. Pieza sonora, expandida y fracturada, con vertientes ecológica y política, pone en alto la danza eslovena en el panorama internacional. En esta charla de tópicos de creación, Urška Centa y Domen Novak develan algunos de sus resonantes poéticos.
¿Cómo fue el trabajo de investigación y creación para la construcción de la pieza?
URŠKA CENTA. El proceso creativo de la obra comenzó a través de una partitura coreográfica que trabaja con tensiones musculares, las cuales influyen en la generación del material de movimiento, y con Domen trasladamos esto al ámbito sonoro. Desglosamos los sonidos del beatbox en sus unidades más pequeñas y luego comenzamos a recombinar todo para liberar la estética y los principios propios de los géneros musicales donde normalmente se utiliza. Domen y yo venimos de mundos creativos distintos, y aún así la obra es profundamente personal: exploramos nuestro propio conocimiento y buscamos sus límites, lo que abre temas de autenticidad a través de la performatividad.
DOMEN NOVAK. En los ensayos buscamos principalmente maneras de comunicar sonido y movimiento. Exploramos y descubrimos un lenguaje nuevo para nosotros: Urška es fluida en el movimiento, yo en el beatbox y la percusión vocal. A través de la improvisación guiada investigamos la escucha, la respuesta y el silencio. Buscamos distinguir entre movimiento y sonido, entre danza y música; es decir, entre la ejecución de habilidades y su integración en algo común.
“En los ensayos buscamos principalmente maneras de comunicar sonido y movimiento. Exploramos y descubrimos un lenguaje nuevo para nosotros: Urška es fluida en el movimiento, yo en el ‘beatbox’ y la percusión vocal”: Domen Novak
¿Qué aspectos buscaron potenciar?
U.C. Quise profundizar en la exploración de mis capacidades para crear de manera interdisciplinaria, no sólo en danza contemporánea o flamenco sino en un lenguaje que es mío y que surgió de esta colaboración con Domen y su universo creativo. Creo que hasta ahora hemos logrado transmitir al público la importancia del experimento en teatro, de tocar lo desconocido y lo inesperado. Es necesario salir de un mundo limitado para generar un cambio en la mente y en el corazón. La obra también enfatiza la fugacidad, la aceptación de nuestra unicidad y la conexión con la naturaleza, de la que el ser humano contemporáneo no puede desligarse aunque intente desafiar las leyes de la realidad y resistirse al envejecimiento. Buscamos la belleza cruda de lo orgánico, la vitalidad del aquí y ahora.
D.N. Para mí el proyecto fue un ingreso a un campo desconocido del teatro sonoro y corporal. Me interesaba averiguar cómo el beatbox podía entrelazarse con el movimiento inteligente y versátil de Urška. Seguir su pensamiento coreográfico y buscar una respuesta sonora abrió un espacio de diálogo entre dos lenguajes que intentan escucharse, entenderse y responderse.

Urška Centa en Allá, en el jardín (2025)
¿Qué retos implicó la creación de esta pieza?
U.C. Lo más difícil fue encontrar una manera común de crear la obra y su flujo de pensamiento. Yo vengo del mundo de la danza, donde todo es abstracto y poético. Domen necesitaba puntos de apoyo más sólidos para desarrollar su línea. Trabajar con el dramaturgo fue clave para nosotros. Además nos pusimos en una posición muy vulnerable, el experimento atravesó la forma, el género y las herramientas usadas en la obra. Justo antes del estreno pensé que quizás estaba loca, porque ahí me enfrenté a cierta racionalidad. Durante la creación suelo trabajar de manera intuitiva, sin pensar en la recepción, pero en ese momento me di cuenta de que no encajábamos en ninguna categoría, y que la gente podría quedar en shock. Al final el público nos sorprendió: al finalizar se levantaron de inmediato y respondieron con entusiasmo extremo.
D.N. Trabajar con una pareja creativa y todo lo que esa dinámica implica fue un gran reto. El proyecto requirió paciencia y adaptación, ya que venimos de diferentes trasfondos creativos. Para mí el mayor desafío fue existir en el escenario sin palabras, historia, personaje o marcadores claros, solo en relación con ella, el espacio y el silencio.
“Justo antes del estreno pensé que quizás estaba loca, porque fue ahí cuando me enfrenté a cierta racionalidad. Durante la creación suelo trabajar de manera intuitiva, sin pensar en la recepción, pero en ese momento me di cuenta de que no encajábamos en ninguna categoría”: Urška Centa
¿En qué parte de su desarrollo artístico se inserta este trabajo? ¿Hay influencias de creadores o escuelas de pensamiento?
U.C. Llevo 13 años trabajando como creadora y tengo muchos proyectos en los que he tomado riesgos. Esto significa que buscaba un lenguaje auténtico, sin apoyarme demasiado en lo que ya conocía. En los últimos años me ha atraído mucho la coreografía sonora; la inspiración inicial me la dio Irena Tomažin, profesora de la academia, excelente bailarina, música e improvisadora vocal que conecta el movimiento con el uso de la voz. Para la obra también creé una pieza en la que canto Nana del caballo grande de Lorca, vinculada a mi primer amor por el cante jondo y el flamenco, mostrando que aún pertenezco a ese mundo, aunque crezco en direcciones distintas y cambian mis intereses.
D.N. Fue algo completamente nuevo para mí. Mi trayectoria había sido principalmente en teatro dramático (SNG Drama, Liubliana) y en proyectos autorales con teatro narrativo y de objetos. En esta colaboración con Urška por primera vez creé sonido como medio principal y trabajé con danza.

Urška Centa y Domen Novak en Allá, en el jardín (2025)
¿Cómo ha sido la recepción de la crítica eslovena ante Allá, en el jardín?
U.C. Lamentablemente la obra no recibió mucha atención crítica en su estreno. La opinión de expertos y personas del ámbito teatral se fue formando con las funciones posteriores. En Eslovenia la crítica es bastante limitada. Sin embargo, una de las primeras voces destacó muy bien la necesidad del experimento y el regreso a la naturaleza, al núcleo del ser, al jardín como metáfora del espacio que nos damos a nosotros mismos y a nuestra relación con los demás.
“La danza en Eslovenia es generalmente de alta calidad. Aunque somos sólo dos millones de habitantes, hay una gran cantidad de coreógrafos y bailarines profesionales formados. Surgen obras excepcionales, pero con una vida útil muy corta”: Urška Centa
D.N. Primero hay que decir que la crítica en Eslovenia está en un estado débil, con pocos recursos para su desarrollo, por lo que la respuesta suele ser limitada. En la escena independiente ya es mucho si se escribe algo sobre una obra. Por eso me alegra que Tam, v vrtu [Allá, en el jardín] haya recibido una crítica extensa y de calidad, lo tomo como un cumplido sincero.
¿Cuál es tu valoración, Urška, de la danza y el teatro-danza actual en Eslovenia?
U.C. La danza en nuestro país es generalmente de alta calidad. Aunque somos sólo dos millones de habitantes hay una gran cantidad de coreógrafos y bailarines profesionales formados. Surgen obras excepcionales, pero con una vida útil muy corta. Tener cuatro funciones de una obra como ésta luego de su estreno ya se considera un éxito, lo cual es absurdo. El sistema de financiamiento genera hiperproducción. Una creación recibe tan pocos recursos que apenas se puede realizar, no queda presupuesto para postproducción ni hay teatros que deseen mantenerla en programación y atraer al público.

Domen Novak y Urška Centa en Allá, en el jardín (2025). Fotografía: Andrej Lamut
La pieza ha podido viajar a otras ciudades y países. ¿Cuál es tu experiencia al respecto?
U.C. Me alegra mucho que hayamos podido regresar a México con la obra, ya que la idea surgió al presentar el estudio The Garden en 2023 en el Festival Internacional de Arte Contemporáneo de León. Allí el público nos recibió con los brazos abiertos y ovaciones de pie, lo que estimuló una investigación escénica muy vulnerable. Siento que la obra es bien recibida por todas las generaciones, especialmente en países de habla hispana, quizá por su sensibilidad.
D.N. Me emociona que la obra viva más allá de Eslovenia. Me siento honrado de presentarla a un público internacional y compartir nuestro primer trabajo conjunto con distintas culturas. En México sentí que los espectadores veían la obra con el corazón, siempre nos recibieron de manera abierta y cálida.
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