martes, 27 de septiembre de 2016

Himnos de actualidad

Con la publicación de Domus (2016), la carrera de Silvia Pérez Cruz (Gerona, 1983) encuentra un singular punto de madurez: tras 11 de novembre (2012) y Granada (2014), la cantante politiza su obra a partir de la crisis. El jueves 29 de septiembre la cantante española se presentará en la Ciudad de México con el espectáculo “En la imaginación” en el Teatro de la Ciudad. A propósito de su visita compartimos esta entrevista que se publicó en nuestra edición actual, La Tempestad 114. 

 

 

“No hay tanto pan”, el corte que abre Domus, sintetiza una realidad política, como la de los desahucios, de una manera amplia. ¿Cómo hablar de la coyuntura sin caer en consignas proselitistas o propagandísticas?

 

Domus surge de la banda sonora de la película Cerca de tu casa (2016), dirigida por Eduard Cortés, que aborda esa problemática: los desahucios surgidos a partir de la crisis de 2008. Reflexioné mucho sobre cómo plantear ese tema porque, efectivamente, no quería caer en un acercamiento panfletario, quería ser justa y ponerme en la perspectiva de la gente que sufría el proceso. La película finalmente habla del camino emocional de los desahuciados.

 

El punto de partida fue una frase que se ha cantado en muchas marchas: «No hay pan para tanto chorizo» (en España se le llama “chorizo” al ladrón). Me gustó mucho la idea de que, al no terminar la frase, se abría un imaginario muy distinto, incluso por la connotación religiosa del «pan de cada día». Con esa frase en la cabeza comencé a buscar imágenes y versos. Es la canción que más me costó pero a la vez es de la que estoy más orgullosa. Me he dado cuenta de que la gente necesita himnos de actualidad, y la música puede ayudar a decirlos directamente.

 

 

El proceso de trabajo se deja ver en el resultado final. El tema se vuelve una especie de experiencia colectiva.

 

También a nivel musical quería transmitir mucho de lo que se plantea en la película: en esos años la gente vivía con mucha soledad esa problemática. Lo vivía como un fracaso personal, porque aún no era consciente de que le pasaba a más gente. Quería transmitir la generosidad de la gente, la parte coral.

 

 

¿Cómo fue el salto de la interpretación musical a la actoral? ¿En qué punto son coincidentes, en qué punto divergentes?

 

Son vocaciones muy distintas. Para empezar yo no me siento actriz, pero me apetecía componer la banda sonora. Era una oportunidad de aprender y de contar una historia comprometida, también a nivel artístico, y con mucha libertad. Lo tomé como una cara más de la misma historia. Me ayudó mucho pensar que no interpretaba solamente una persona sino que daba voz a una realidad más amplia. La música para mí es un territorio de abstracción, donde incluso puedo olvidarme de mí misma, y me preocupaba encontrar ese territorio en una película; terminé por reconocer puntos coincidentes: la palabra, las emociones, la escucha y ciertos silencios colectivos muy solemnes, justo antes y después de iniciar cada escena.

 

 

Aquí podríamos traer al tema el concepto de traducción. Ya no sólo entre géneros musicales, sino también entre idiomas: desde tu álbum 11 de novembre has cantado en catalán, portugués, inglés. ¿Qué te otorga esta amplitud idiomática?

 

Mi relación con la música parte de lo afectivo: canto canciones que me emocionan. Entonces me da igual en qué idioma esté, tengo la necesidad de interpretarla. A nivel compositivo, con ciertas piezas entiendo que funcionan mejor en un idioma que en otro, porque cada uno tiene su propia musicalidad y melódicamente puede cambiar el significado del tema. Mi manera de trabajar es muy orgánica, casi a nivel de descubrimiento.

 

 

Has contado que tu padre, Càstor Pérez, alguna vez viajó a Cuba en busca de canciones que incrementaran su archivo de habaneras, una bella anécdota que involucra un género curiosamente con más resonancia en España que en América. ¿Nos hace falta reconocer más los intercambios musicales entre ambas regiones?

 

Para mí es muy evidente, o por lo menos en España somos muy conscientes de la ida y vuelta de los géneros. Las habaneras funcionaron más aquí, creo, porque no se podían bailar. Pero en general es muy agradable descubrir los parecidos rítmicos, melódicos, con la música latinoamericana (¡pero también con la africana!). Por eso también es tan fácil la mezcla de músicos de ambos lados del océano, porque es natural.

 

 

En el disco Granada, por ejemplo, reversionas a Novos Baianos o a Fito Páez. ¿Qué tanta y qué tan variada música latinoamericana escuchas? ¿Cuál es su importancia en tu obra, qué especificidades te otorga?

 

Vivo en la música y esa falta de distancia me dificulta, en general, estar al tanto de sus novedades. “Carabelas nada”, el tema de Fito Páez, lo hicimos originalmente hace casi diez años, en un proyecto llamado Immigrasons, que también compartía con Raúl Fernández Miró, donde se juntaban músicos argentinos y catalanes para hacer un disco, una gira y un documental, a partir de distintos casos de exiliados, quienes elegían un tema que había marcado ese proceso. La canción de Novos Baianos, “Acabou chorare”, y la música brasileña en general, me marcó mucho, ya desde la adolescencia: me ayudó mucho a cantar en mi lengua materna, el catalán.

 

 

Si bien eres multiinstrumentalista, lo que más cultivas es tu voz. Me da la impresión de que a la voz no se le otorga la estatura del resto de los instrumentos. ¿Por qué crees que se dé esta situación? 

 

Estudié saxofón y piano, lo del canto lo cultivaba en un contexto familiar. Me di cuenta de que con la voz llegaba mucho más rápido a conectar con las emociones; con un instrumento tienes un mediador, tienes que hacer una especie de traducción, por lo que de primera es más costoso. Tocar instrumentos, por otra parte, me hace cantar diferente y creo que todo instrumento tiende a cantar, a imitar la voz. Es verdad que se cree que el que canta no piensa (en mi propia carrera, se pensaba que el trabajo creativo provenía de Raúl Fernández Miró). Hay un problema relacionado con la tradición: normalmente el que cantaba no sabía música, pero ahora veo que está empezando una nueva época, donde los cantantes están más preparados, lo que por otra parte puede traer mejores o peores resultados. Pero esa creencia inevitablemente irá cambiando.

 

 

 



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