miércoles, 27 de noviembre de 2019

El cine va a Tulum  

En 2012 tuvo lugar la primera edición del Riviera Maya Film Festival (RMFF), un proyecto dirigido por Paula Chaurand que alcanzó 5 ediciones y que en 2016 se despidió del circuito de festivales. Este año Chaurand ha vuelto con una nueva propuesta: el Festival Internacional de Cine Tulum (FICTU), que celebrará su primera edición del 4 al 8 de diciembre.

A diferencia del evento anterior, esta ocasión la directora apuesta por un festival más pequeño y focalizado en una sola sede: Tulum. Chloë Roddick, coordinadora de programación del FICTU, ha creado una programación discreta y congruente que incluye filmes de autores reconocidos del panorama fílmico contemporáneo, por ejemplo Mr. Jones, de Agnieszka Holland; Inna de Yard, de Peter Webber; y Amazing Grace, que Alan Elliot reconstruyó a partir de la filmación que hizo el legendario Sydney Pollack de un concierto de Aretha Franklin en la década de los 70. 

También habrá filmes arriesgados: Breve historia del planeta verde, de Santiago Loza, que ganó el Premio Teddy (que reconoce lo más destacado del cine LGBT+) en la Berlinale; In Search, en el que la directora keniata Beryl Magoko explora la dolorosa práctica de la mutilación genital femenina; y Lingua Franca, de Isabel Sandoval, la primera mujer trans en competir en la selección oficial del Festival de Venecia. La cereza del pastel es Seberg, el filme de Benedict Andrews en el que la célebre Kristen Stewart se mete en la piel de Jean Seberg, la icónica intérprete de la Nouvelle vague.  

Uno de los aspectos más interesantes del FICTU es la traducción de películas al maya peninsular. El experimento se llevará a cabo con filmes documentales de reciente estreno: Tío Yim (2019), de Luna Marán, y Retiro (2019), de Daniela Alatorre. Aún es una incógnita si este tipo de acciones lograrán un vínculo de comunicación real con las comunidades hablantes de maya, pero es, sin duda, un parteaguas en favor de la descentralización del cine.

Aquí, una charla con Paula Chaurand.

Imagen – Paula Chaurand

 

¿Te gusta la idea de que el FICTU sea visto como un festival sucesor del RMFF?

En un inicio la idea era darle continuidad, aunque al mismo tiempo planteaba una reducción porque se trata de una sede. Cuando llegué a Tulum me di cuenta de que no podía ser una continuación, sino un inicio por las características del espacio; a diferencia del Riviera Maya, la ciudad de Tulum marcó la pauta de qué tipo de festival necesitaba. Eso no pasó en el RMFF, ese fue un proyecto diseñado a priori que logramos implementar. Al final decidimos que Tulum merece su propio festival. Lo que sí proviene del Riviera Maya es el equipo y la experiencia de haber planteado el proyecto en una zona compartida, pero es un nuevo comienzo.

¿Qué hará distinto al FICTU?

La naturaleza del proyecto le ha dado una personalidad única al festival. Es un concepto de festival pequeño, boutique, con una programación equilibrada y concentrada. Fue concebido con armonía y balance. Cuando se trata de festivales muy grandes, se abarcan muchas temáticas en muchas secciones, lo que resulta en exceso de películas. Pero en un festival chico te comprometes a tener una línea curatorial pensada. Esos elementos le dan su propia identidad. De entrada es un festival que no cuenta con salas de cine comercial, y eso le da otro perfil y un estilo peculiar. 

“La inclusión y la gratuidad del festival son importantes. Hemos insistido en crear secciones de la programación para cada espacio, no esperamos que la gente llegue a la pantalla sino que la pantalla llegue a la gente, encontrar espacios donde el público se encuentre con ella casi involuntariamente»

¿Qué se buscó en materia de programación para esta primera edición?

Queríamos que la programación fuera completamente congruente con lo que Tulum quiere transmitir a nivel destino. Se trata de un festival comprometido, no es un encuentro de oropel y lujo. Tiene gran contenido. Cuando platiqué con Chloë Roddick (coordinadora de programación) y decidimos que íbamos a trabajar juntas, coincidimos en hacerlo de esa manera.

¿Qué público se busca? 

Es un festival diseñado para acercarse a la población, para conquistar al público local, la gente que realmente vive y convive de forma permanente en Tulum, y, por supuesto, al turismo de periferia. Los festivales que se crean a partir de la misma industria me parecen muy útiles y positivos. Sin embargo, hay festivales de dimensiones como el nuestro que no alcanzan a congregar tanto público. Nos concentramos en formar audiencias e involucrar a las comunidades. Este es un festival abierto e incluyente con una sección para niños, con películas que serán traducidas simultáneamente al maya. Todo eso ya le empieza a dar una apertura diferenciada.

¿Es un festival que busca necesariamente tener el estreno mexicano de las películas? 

Siempre se busca eso: tener la primicia de algunas películas para que la programación se vuelva atractiva. El 70% de nuestros filmes son estrenos. Al pensar en una programación equilibrada, empezamos a bajar la guardia, es decir, a desinflar el ego festivalero y a concentrarnos en encontrar filmes valiosos, sin importar si ya se habían visto antes en México. Antes que todo los festivales son plataformas de difusión del cine que no llega a las salas comerciales. 

¿Cómo se concibió la idea de traducir las películas a lengua maya? 

Iniciamos con la idea de subtitular 5 películas, pero estando en Tulum y hablando con la gente, analizando la intención del proyecto, nos dimos cuenta que el subtitulaje iba a ser accesorio, que no se encaminaba a lograr el objetivo de acercarnos a las comunidades porque en su mayoría son hablantes del maya, pero no tienen incorporada la lectoescritura. Al decidirnos por la traducción simultánea, pensamos que era conveniente condensar la selección: 2 películas mexicanas con la ayuda de 2 intérpretes eficientes encargados de la traducción simultánea. 

¿Cómo ha sido el proceso de encontrar a las personas indicadas para el ejercicio? 

Fue un trabajo hecho de la mano del Instituto Mexicano De Cinematografía (IMCINE) y del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI). Gracias a ellos es posible tener a los intérpretes de maya peninsular, gente que no solo sabe hacer una traducción, sino que tiene el compromiso y el reto de crear un diálogo cinematográfico. Es un inicio, queremos ver si eso hace que la gente conecte con la película, porque esa es la finalidad, acercarla de la manera más orgánica. 

Por último, a nivel espacio, ¿cómo se ha trabajado la idea de tomar en cuenta al público nativo de Tulum?

La inclusión y la gratuidad del festival son importantes. Hemos insistido en crear secciones de la programación para cada espacio, no esperamos que la gente llegue a la pantalla sino que la pantalla llegue a la gente, encontrar espacios donde el público se encuentre con ella casi involuntariamente.

En Tulum el espacio de mayor convivencia es la playa, así que buscamos un hotel de fácil acceso, no hay que adentrarse tanto en la zona hotelera para llegar a él; la idea es que la gente sienta que es parte del espacio y no que está fuera de él. Hay un lugar que hace tiempo ofrecía cenas y proyecciones, ese proyecto se acabó, pero intentamos retomarlo porque la gente ya lo tenía ubicado. También habrá cine en las plazas públicas, esperando que sea bien recibido por la gente. 


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