jueves, 25 de junio de 2020

Los museos después de la pandemia

Son considerables las instituciones que, en el campo de la cultura, tienen un manejo innovador de las plataformas de Internet. Están produciendo contenidos digitales con mayor regularidad que en otros tiempos. La pandemia global ha obligado a reforzar las visitas virtuales a algunos museos, con la difusión de acervos pieza por pieza o la posibilidad de consultar con mayor detalle información, significados o contextos de algunas obras. 

Hace unos días el Getty Center publicó una entrevista a un diseñador sobre cómo se eligen los colores de los muros en las salas de exhibición. En ella se explicaron los criterios con los que acompañan a las obras y se las contrasta con los espacios o la iluminación. El tema no es menor: pareciera que, ante la imposibilidad de visitar los museos, nos viéramos abocados a diseccionarlos y entenderlos por sus partes.

Dar espacio a una conversación de ese tipo es sugerente en el contexto actual, ya que la crisis del covid-19 no es sólo un problema de salud púbica sino el detonante de una contracción económica mundial. Se ha reportado que muchos de los museos más consolidados, a pesar de que cuentan con esquemas de financiamiento robustos, han tenido que buscar formas de subsanar el déficit de entradas de visitantes; en ese sentido, han puesto a la venta algunas de sus piezas emblemáticas.

Al detenerse el turismo mundial, las instituciones culturales han revisado las restricciones contractuales o normativas de sus acervos para dar paso a nuevas entradas de capital, no sólo para sostener el pago de nómina de sus empleados sino para adaptarse a las condiciones de reapertura, con medidas sanitarias y de manejo de personas que no habían implementado antes.

Un ejemplo de este panorama es el museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, que reportó la salida de un cuadro de Paul Gauguin para ser subastado con una valuación mayor a los 40 millones de euros. Si bien las negociaciones para retirarlo de la colección eran anteriores, la coyuntura financiera facilitó que Mata Mua, una de las últimas pinturas que Gauguin produjo en Tahití, se encuentre a la venta.

Resulta interesante pensar en las formas que permitirán a las instituciones culturales hacer frente a las dificultades financieras, no sólo por el confinamiento y la recesión económica sino también por los esquemas de propiedad estatal, que en ocasiones les impiden ser redituables o innovadoras.

Hace algunos años se pusieron de moda los convenios de colaboración entre marcas y museos, una operación de branding que producía beneficios mutuos. El Louvre, por ejemplo, se prestó a ser locación de pasarelas y videos de diversos artistas, y la imagen de obras icónicas terminó en bolsas de Louis Vuitton terriblemente logradas que, gracias a Jeff Koons, tuvieron más críticas que ventas.

En México las últimas exposiciones del MUNAL han sido un ejemplo perfecto de museografía, por el detalle con el que cada sala recibe las obras, con muros de colores en contraste. Impresiona la iluminación, los ángulos creados y la sensación de que uno está frente a algo nuevo, aunque no sea así. Siguiendo su ejemplo, puede pensarse en esquemas de colaboración de museos con empresas fabricantes de luminarias o pintura, con los que, además de obtener financiamiento adicional, se contribuye a crear una experiencia significativa en el visitante, pues impacta en su percepción del vínculo entre vida cotidiana y arte.

En el atractivo de las exposiciones y la buena curaduría podrían estar las respuestas a los tiempos que enfrentaremos una vez que reabran las instituciones culturales. En el futuro será necesario crear formas de colaboración con el mercado y conexiones más profundas con los visitantes.

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