primero que nada
no afirmo nada
porque todo es dudoso,
tengo pensado que es más que divertido
que todo sea posible.
es inasegurable que yo sea terrestre
y mucho menos que no lo sea.
Cecilia Vicuña, “como el espesor…”
El Corno Emplumado 22, abril de 1967
La primera vez que vi obra de Cecilia Vicuña fue en febrero de 2020, unas semanas antes del inicio de la pandemia, en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) de la Ciudad de México. Ahí se presentó la retrospectiva Veroír el fracaso iluminado. Su trabajo me susurró tan fuerte que sentí que ese sonido siempre había estado vivo. Leer sus PALABRARmas, caminar entre sus quipus y apreciar las piezas de manera tan sensorial me atrapó.
Vicuña es una poeta, artista y activista chilena radicada en Nueva York desde 1980. Nació en 1948 y pasó sus primeros años en La Florida, al sur de Santiago, donde creció en una familia de artistas e intelectuales, rodeada de libros. A partir de desechos encontrados en la playa de Concón realizó sus primeras esculturas a mediados de los sesenta; las nombró Precarios. En 1967 fundó junto a amigos la Tribu No, que operó hasta 1972, cuando Vicuña recibió una beca del British Council para estudiar en Londres. Tras el golpe militar que derrocó a Salvador Allende en Chile, solicitó asilo político en el Reino Unido. Como respuesta a lo acontecido en su país formó junto a David Medalla, John Dugger y Guy Brett la organización Artists for Democracy. Desde ahí gestionaron un festival y una subasta para apoyar la lucha chilena por la libertad.
La obra de Cecilia Vicuña se caracteriza por el constante recordatorio de que somos unión. Con sus quipus, hechos generalmente de lana sin hilar, genera una serie de relaciones con las personas y con el entorno que las circunscribe.
La obra de Cecilia Vicuña se caracteriza por el constante recordatorio de que somos unión. Con sus quipus, hechos generalmente de lana sin hilar, genera una serie de relaciones con las personas y con el entorno que las circunscribe. Invita a participar a las piedras, los ríos, las hojas y la tierra. Sus obras Precarias, que se construyen con la recolección de basuritas, como ella las nombra, nos hablan de la fragilidad, la nuestra en especial, y el vínculo que tenemos con la tierra en que vivimos. Esta relación con la naturaleza es muy importante para Vicuña porque desde muy pequeña pudo vivenciar que había otras maneras de construir mundos:
Crecí en un espacio silvestre, viví en un espacio totalmente abierto, con caminitos de tierra y bosques y lagunas hasta que tuve 9 años. Cuando yo entré a la vida citadina, a esa edad, a los 9 años, yo sabía que había otra vida. Ya había estado en comunicación con los animales y las plantas. Yo creo que eso me dio la libertad para no dejarme engañar. Algo en mí supo que había en uno mismo, en el mundo de los sueños, animal y de las plantas, una verdad mucho más vasta, poderosa y bella que lo que transmitía la supuesta cultura humana.
Vicuña se ha caracterizado por trabajar al margen del establishment artístico. No obstante, en mayo del año pasado presentó Spin Spin Triangulene en el Guggenheim de Nueva York. Aunque no fue su primera exposición individual como artista, se trató de la primera que presentó en un museo de esa ciudad. En abril de 2022 fue galardonada con el León de Oro a la trayectoria en la Bienal de Venecia, convirtiéndose en la primera mujer latinoamericana en recibir este reconocimiento. En octubre inauguró, en la Turbine Hall de la Tate Modern de Londres, The Brain Forest Quipu, que puede visitarse hasta el 16 de abril.
La Bienal de Venecia
La 59ª edición de la Bienal de Venecia, titulada The Milk of Dreams y curada por Cecilia Alemani, incluyó obras de 213 creadores de 58 países; el 90% fueron mujeres. Más de 180 artistas participaron por primera vez en la exposición y se trató de la Bienal con mayor número de visitantes en sus 127 años de historia. El título fue inspirado por un cuento de la surrealista mexicana Leonora Carrington, “Leche del sueño”, y la imagen del evento fue un detalle de Bendígame mamita, una pintura de Vicuña de 1977. Ambas artistas se habían reunido en 1969 en la casa de Carrington en México, donde Cecilia dedujo y simplificó la técnica pictórica de Leonora, que sigue utilizando en la actualidad.
Cuando visité la Bienal de Venecia estaba intrigada por ver-sentir nuevamente la obra de Cecilia Vicuña. Ahí me encontré, en el Pabellón Central, con su instalación NAUfraga, que habla sobre la vida y la muerte de la laguna de Venecia. Hay grupos que intentan preservarla, pero están también los intereses corporativos, el turismo de masas y los trasatlánticos que impiden su supervivencia. Seis meses antes del montaje Vicuña solicitó a un grupo de jóvenes del Véneto que recogieran basuritas y restos de la vida ancestral de la laguna. Estos pequeños objetos recolectados colgaron del techo de la sala dando la sensación de flotar debajo del agua. Vicuña recreó una memoria material y la puso frente al público, colocándonos simbólicamente en medio del hundimiento.
Al estar frente a NAUfraga presencié cómo la obra de Cecilia Vicuña no sólo habla del sentido de la colectividad: emana colectividad, que se impregna metafórica y simbólicamente en la instalación. Las piezas temblaban con las corrientes de aire y con el aliento de los visitantes. Ese estado, entre la vida y la muerte, es una metáfora del momento actual del colectivo humano, de la especie. Al borde de la extinción, no queremos cambiar, no queremos considerar la realidad. “NAUfraga transmite todo eso sin palabras, visceralmente”, me compartió Vicuña.
Al borde de la extinción, no queremos cambiar, no queremos considerar la realidad. NAUfraga transmite todo eso sin palabras, visceralmente, me compartió Vicuña.
Las pinturas también susurran. La comegente, por ejemplo, es un lienzo de los años setenta donde la artista se autorretrata devorando a seres malévolos para digerirlos, fertilizar la Tierra y, de esta manera, permitir nacer a otro tipo de personas. Me hizo preguntarme si ese mundo, que la hizo retratar a esos seres malévolos, ha cambiado o sigue igual. ¿Hay alguna relación con el momento social y político del actual Chile?
Es muy trágico considerar que de algún modo lo que está pasando ahora es lo opuesto de lo que sucedió en los setenta. En el sentido siguiente: en los setenta la inmensa mayoría del pueblo chileno quería una revolución democrática, socialista, en paz y sin violencia. Entonces, como la inmensa mayoría quería eso, no hubo otro remedio, desde la perspectiva de la CIA, que hacer un golpe militar y matar y destruir con violencia total y absoluta ese espíritu que había Chile. Un espíritu que era creer que era posible luchar por la justicia sin violencia y sin represión a la oposición. No es que estemos en el mismo lugar, estamos en un lugar de retroceso ahora con relación al momento de conciencia colectiva que existió en los setenta. El estallido social de los setenta fue un momento de absoluta lucidez, que el mismo pueblo chileno llamó “El despertar”.
La Sala de Turbinas
En su libro Palabra e hilo (1996) Cecilia Vicuña realiza una comparación entre el silencio y el vacío: “La palabra es silencio y sonido. El hilo, lleno y vacío”. Vicuña entiende el vacío como un lugar para el potencial de la transformación, donde se genera la vida y hay movimiento. “Porque en ese estado hay acceso a otras formas de conocimiento, a otras formas de sensibilidad. Ésa es la única esperanza para la humanidad, recuperar esa sensibilidad y esos sentires que en nuestra sociedad no tienen lugar”, añade.
En ese sentido, en los dos quipus blanquecinos y monumentales de 27 metros de alto que se encuentran actualmente en la Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres, titulados Brain Forest Quipu, hay vacíos y a la vez silencios muy distintos de los que pude presenciar en la retrospectiva del MUAC. Especialmente me recordaron a las particularidades de lo que Vicuña llama precariedad, porque en ella está el origen del gozo y de la libertad, pero también el dolor.
En Brain Forest Quipu la artista construye una PALABRARma a partir de brain (cerebro) y rain forest (selva tropical). Ambos quipus se componen de lana, fibras vegetales, cuerdas y cartones, entreverados con objetos como pipas de arcilla y fragmentos de cerámica, que fueron recolectados a las orillas del Támesis por una comunidad local de mujeres latinoamericanas. La instalación está dedicada al río, que empezó a secarse casi un mes antes de que Vicuña llegara a la Tate a instalar sus piezas. Bajó a niveles que no se habían visto antes.
El color blanquecino de Brain Forest Quipu alude a la muerte de los árboles, de los bosques del planeta. “Cuando los bosques han sido incendiados quedan los esqueletos, y los esqueletos calcinados son negros; luego se convierten en un blanco hueso, con las lluvias y con el tiempo. De adolescente viajé por los grandes bosques lluviosos del sur de Chile, tenía unos 15 o 16 años, y vi por primera vez los gigantes convertidos en esqueletos blancos”, recuerda Vicuña.
Los quipus son una serie de esculturas donde Vicuña reimagina el sistema de inscripción andino de cuerdas y nudos. La artista y poeta los ha descrito como “un poema en el espacio, como una metáfora espacial y táctil para la unión de todos”. En el caso de la intervención en la Tate Modern, además de los quipus monumentales de escultura textil, hay varios otros hechos con sonido, video digital1 y encuentros públicos.
Los quipus son una serie de esculturas donde Vicuña reimagina el sistema de inscripción andino de cuerdas y nudos. La artista y poeta los ha descrito como “un poema en el espacio, como una metáfora espacial y táctil para la unión de todos”.
El Sound Quipu es un paisaje sonoro conceptualizado por Vicuña y realizado por el compositor colombiano Ricardo Gallo, que combina cantos ancestrales, música contemporánea y sonidos humanos y naturales. Digital Quipu es una serie de videos creados por activistas y defensores indígenas de la tierra. El Quipu de encuentros: rituales y asambleas reunió a artistas, activistas, científicos, poetas y defensores de los bosques de todo el mundo para realizar un ritual colectivo en el que bajaron al río Támesis acompañados de ramas que iban sacudiendo durante el trayecto, “para recordarle al río que nosotros nos podemos convertir en un bosque; bajamos hasta el río convertidos cada uno de nosotros en un arbolito que temblaba. Ese sonido de las hojitas que temblaban al ser sacudidas y el sonido de nuestras voces se convirtieron en un rito, fue como si nos comprometiéramos a ser humanos otra vez”. El acto colectivo terminó en una asamblea en la que se discutieron acciones que puede tomar la ciudadanía frente al colapso ambiental.
Descubrir el código
La palabra quipu significa nudo en quechua. Fue un sistema desarrollado hace más de cinco mil años. Se utilizaba para hacer cuentas, pero también era un registro narrativo para compartir la historia oral, los mitos y los poemas de la tradición inca. Los distintos nudos y tonos de colores utilizados en los quipus tenían distintos significados. Sin embargo, los académicos aún no han logrado “descifrar” el código. ¿Inventó Vicuña uno propio?
Lo primero que hago es no imponer ni decir nada para que la gente pueda reducir las posibilidades de lo que el quipu es. Entonces, yo actúo negativamente frente a eso y observo. Por ejemplo, en la Tate hay una rampa inmensa, y antes de que se abran las puertas hay una multitud esperando afuera. Se abren y yo me pongo como si fuera una piedrita, sentadita en un huequito para ver los rostros de las personas y cómo responden, porque de inmediato ven estos monstruos, estos dos quipus gigantes. Tú ves que la respuesta es completamente física, respiran de otra manera, se paran de otra manera, miran de otra manera, pasa algo, ésa es la forma en que se comunica el quipu. ¿Cuál es el código para sobrevivir ahora? se están destruyendo los suelos, se está destruyendo el mar, se está destruyendo el oxígeno. ¿Cuál es el código, quién lo sabe? El código está por descubrirse y todos participamos en esa posibilidad.
La obra de Cecilia Vicuña habla directamente a la conciencia colectiva, al sentido de supervivencia. Para despertar del letargo en el que nos encontramos, hace preguntas por lo realmente importante, por lo que significa vivir en la Tierra en tanto seres vivos. Plantea encarar nuestra responsabilidad en la existencia y nuestra capacidad para comunicarnos con la vida y la muerte, pero no con la extinción porque, como bien dice la artista, es la única muerte que no regenera la vida. Vicuña habla directamente a las profundidades para recordarnos quiénes somos, para preguntarnos qué caminos queremos andar.
- En la época precolombina era el quipu virtual o ceqe, que significa línea en quechua. Era un concepto que conectaba a todas las comunidades con los lugares sagrados de la tierra, donde generalmente estaba presente el agua.
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