Diana emprende un viaje a España para conocer a la familia de su padre, un adusto pintor octogenario que vive en México desde hace décadas; al encontrarla, descubre que nadie sabía de su existencia. Tornaviaje, de Diana Sedano, lleva la metamorfosis actoral a las últimas consecuencias lúdicas y artísticas. Cada caracterización se ejecuta con tres o cuatro prendas de vestir que barajan un abanico de personas: cada decisión estética es una decisión narrativa.
Para encarnar a casi una decena de personajes, Sedano pliega su cuerpo y su voz hasta alinearlos en alguien nuevo. Frunce la frente y empina los labios al sostener unos anteojos ajenos; palpa su cabello con las manos nerviosas de un tercero; afila los hombros en un ademán de sorpresa que pertenece a otra mujer; narra una fotografía de sus ancestros con un timbre que duplica su edad. Y si solo fuera esto, si solo fuera el gesto: clap-clap. La metamorfosis sería un breve truco de magia. Lo que blinda las acciones de Diana Sedano es la empatía, la segunda herramienta actoral más importante, luego del cuerpo.
Cuando la empatía se da en escena desde un lugar genuino, se nota. La pieza no necesariamente tiene que ser, al estilo del bioteatro, una historia personal a desembuchar sobre las tablas. El escenario no es un espacio para confesarse con velo, pero sí con fe. La fe se demuestra en las transiciones de escena y de personaje, momentos que por lo general se consideran un simple punto y aparte. Un slash. Un doble enter. La obra apunta, no sé si de manera intencional, a que las transiciones puedan ser algo más que no-momentos. En Tornaviaje son parte de la acción y de la anécdota; son claras y conceden a cada personaje un pedazo de vida. Paralela a la mutación de la actriz, cambia nuestra relación con el personaje en turno. Esto se vuelve especialmente relevante en las escenas que invocan al padre de Sedano.
En cada función las butacas son ocupadas por personas que tienen padre. Vivo, muerto, ausente. Padres que ocupan la butaca de al lado o que lloran en secreto por el suyo. Pura gente con padre. Imposible no tenerlo, es uno de los fantasmas más comunes. El padre que encarna Diana Sedano es el suyo y es, gracias a la observación sensible y compasiva de su propia historia familiar, la reverberación de todos los padres.
Todo indica que Sedano invirtió muchas horas de su tiempo en caminar con otros zapatos. Tanto que su andar resuena en la cabeza de cada testigo del tornaviaje. La voz del padre de Sedano invoca la del mío. Rebota en las paredes de mi historia de hija y se multiplica en sonidos familiares. En cada función de Tornaviaje las cabezas de la audiencia cantan en coro los himnos de la paternidad.
Diana Sedano ganó el premio a mejor monólogo en la entrega 25 de los premios de la ACPT (Agrupación de Críticos y Periodistas de Teatro). A Tornaviaje le quedan cuatro funciones en la Ciudad de México: 20 y 21 de noviembre en el Teatro La Capilla; 30 de noviembre y 1 de diciembre en el Teatro El Granero Xavier Rojas (Centro Cultural del Bosque), como parte de la Muestra Nacional de Teatro.
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