martes, 8 de noviembre de 2022

¿Qué es una novela, en cualquier caso?

La pregunta no es fácil de responder, por supuesto: solemos pensar en la novela como un texto narrativo de cierta extensión acotado por los límites físicos que le imponen la portada y la contraportada de un volumen, pero olvidamos, al hacerlo, que hay novelas con forma de baraja (Le “Livre” de MallarméJuego de cartas de Max Aub y Composition no. 1 de Marc Saporta) o que las utilizan como motor narrativo (El castillo de los destinos cruzados de Italo Calvino y las Piezas para barajas de George Brecht), con forma de tableros (Rayuela de Julio Cortázar, las resultantes del “panajedrez” inventado por el argentino Xul Solar), collages, sin texto (Una semana de bondad de Max Ernst), con preponderancia de la ilustración sobre el texto (las de Harold Foster, Sabrina de Nick Drnaso, buena parte de la novela gráfica contemporánea), compuestas sólo por prólogos (Museo de la novela de la Eterna de Macedonio Fernández), en verso (Martín Fierro de José Hernández, Eugenio Oneguin de Aleksandr Pushkin) o a la manera de instrucciones.

No es improbable que la pervivencia del género se deba principalmente a su maleabilidad y a la imposibilidad de fijarlo; la Real Academia Española (institución a la que siempre se puede recurrir cuando se necesita la definición errónea de una palabra) declara en la vigésimo segunda edición de su diccionario que se trata de una “obra literaria en prosa en la que se narra una acción fingida en todo o en parte, y cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes, de caracteres, de pasiones y de costumbres” regalándonos, de paso, el placer perverso de preguntarnos de qué modo las eminencias de la institución determinan qué cosa es “una acción fingida en todo o en parte”, qué entienden por “placer estético” y qué les parece interesante: afortunadamente, la RAE adelanta ya la definición de novela que contendrá la vigésimo tercera edición, que es mucho más escueta pero (por lo mismo) equivale a no decir nada en absoluto: “Obra literaria narrativa de cierta extensión”. Como si uno dijera que un elefante es un ser vivo y un alfiler es un objeto que ocupa poco espacio.

La novela de la escritora y editora canadiense Leanne Shapton Artefactos importantes y propiedades personales de la colección de Lenore Doolan y Harold Morris, incluidos libros, ropa y joyas (2009) también está viva y ocupa poco espacio, además de ser uno de esos libros resistentes a la clasificación que son el punto ciego y el centro secreto del arte de la novela. Como su título indica, Artefactos importantes… es el catálogo de la supuesta subasta de bienes y objetos de una pareja, la conformada por el fotógrafo inglés Harold Morris y la periodista gastronómica canadiense Lenore Doolan, ambos neoyorquinos, pero también es una novela, en el sentido de que los objetos reunidos en el catálogo narran la historia de la pareja: fotografías, CDs grabados por uno para el otro, postales, libros, objetos de mercadillo, ropa comprada por ambos para sí mismos o para el otro, notas manuscritas en los bolsillos de las chaquetas, recetas de cocina, impresiones de correos electrónicos, botellas de vino, etcétera.

Los objetos no están repartidos de manera aleatoria; de hecho, cuentan una historia de amor, desde el encuentro fortuito y los primeros regalos hasta un final que es mejor no revelar, pero que es triste, como suelen ser todos los finales: aunque no lo parezca, Artefactos importantes… es también, de algún modo, una novela policiaca, en el sentido de que requiere que el lector reconstruya la relación a partir de los objetos que le han dado forma, preguntándose todo el tiempo por qué han sido puestos en venta y, sobre todo, qué son esos misteriosos lotes que alguien ha retirado de la subasta. ¿Quién ha decidido que estos objetos sean vendidos? ¿Por qué? ¿Cuál es la razón por la que después parece haberse arrepentido? ¿Qué es lo que ha ocurrido realmente? Todas las preguntas que se hace el lector son respondidas por el libro, pero éste lo hace de una forma sutil y poética, que en ocasiones requiere una segunda lectura para ser captada en su totalidad; en ese sentido, vale la pena releer la nota con la que se abre el catálogo, una carta de Harold Morris a Lenore Doolan del año 2008 cuyo significado sólo es comprendido por el lector tras haber acabado la obra.

Artefactos importantes… propone una forma novedosa de contar una historia de amor y es una gran lectura incluso para aquellos que, como quien esto escribe, ya tienen suficiente con las historias de amor que ellos mismos viven: los lleva a preguntarse con qué objetos construirían el relato de sus parejas pasadas o sus relaciones actuales. Esbozar una definición de la novela sin tener en cuenta libros como este significaría empobrecerla, así como verse incapaz de dar una respuesta correcta a la pregunta más importante de todas: ¿Qué es una novela, en cualquier caso? La respuesta, digámoslo ya, es la que sigue: todo lo que las personas lean como tal.

Nota bene: el libro de Leanne Shapton no sólo pone en cuestión qué es una novela y qué no lo es sino también qué es real y qué cosa es ficción. No todos los lectores responden a esta cuestión de la misma forma: el anticuariado en la red Go Antiques lleva algunos años ofreciendo Artefactos importantes…  en su página web como si se tratase de un catálogo auténtico.

Leanne Shapton, Artefactos importantes y propiedades personales de la colección de Lenore Doolan y Harold Morris, incluidos libros, ropa y joyas, trad. del inglés de Víctor Manuel García de Isusi, Duomo, Barcelona, 2010

Publicado originalmente en El Boomeran(g) en 2010

La entrada ¿Qué es una novela, en cualquier caso? se publicó primero en La Tempestad.



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