miércoles, 5 de abril de 2023

Alimentar el fuego

El arte povera, movimiento nacido en Italia en los años sesenta, definió sus rasgos a partir de una respuesta doble. Por un lado, en clave nacional, al futurismo, que a inicios del siglo XX abrazó la movilización industrial y el culto a la máquina para terminar adscrito ideológicamente al fascismo. Por otro, en términos internacionales, al minimalismo estadounidense, que los poveri relacionaban con la tecnología y la lógica mercantil capitalistas. Reunidos bajo el mote acuñado por el crítico Germano Celati, una vez incorporadas las lecciones de la neovanguardia –Burri, Fontana, Manzoni–, artistas como Mario Merz, Jannis Kounellis, Pino Pascali, Giovanni Anselmo, Luciano Fabro o Michelangelo Pistoletto se abocaron, con estrategias formales diversas, a una estética de lo marginal y lo pobre, a la captura de las energías de lo espontáneo. En ese sentido se los puede relacionar con el imaginario antimoderno de autores como Carlo Levi o Pier Paolo Pasolini.

En el contexto del arte mexicano de los ochenta y los noventa, el arte povera (arte pobre) aportó, como ha dicho Guillermo Santamarina, una “educación primaria”. Piénsese si no en los objetos encontrados y los ensamblajes con materiales orgánicos en trabajos de Abraham Cruzvillegas, Damián Ortega, Sofía Táboas o Gabriel Kuri, para no extendernos con los nombres. La exposición del MUAC Ergo, materia. Arte povera (2010), curada por Santamarina junto a Alejandra Labastida, puede entenderse como la culminación del proceso digestivo de los poveri en el contexto local. En esa muestra pudieron verse, por ejemplo, los Sin título de 1965 (básculas de hierro y café molido) y 1982 (segmento de muro de travertino, figuras de yeso y marco de acero) de Kounellis, que se exhiben actualmente en el Museo Jumex de la Ciudad de México.

La presencia de Jannis Kounellis (El Pireo, Grecia, 1938 – Roma, 2017) en espacios mexicanos se remonta a su exposición de 1999-2000 en el Templo de San Agustín de la capital, como parte del proyecto MUCA Móvil. Tres lustros después, sus Relámpagos sobre México señalaron el nacimiento del Museo Espacio de Aguascalientes. En 2017, unos días antes de la muerte del artista, la Fundación Casa Wabi inauguró una pequeña muestra de su trabajo en su sede de Puerto Escondido. Ha llegado el momento del Museo Jumex, que ofrece, hasta el 17 de septiembre, la primera gran retrospectiva del creador grecoitaliano, Jannis Kounellis en seis actos, curada por Kit Hammonds y Vincenzo de Bellis, coorganizada con el Walker Art Center de Minneapolis. Orientada, como su nombre indica, a los aspectos marcadamente teatrales de su trabajo, así como a su idea de la pintura como un formato que trasciende la bidimensionalidad, la exhibición permite recorrer una trayectoria de cuatro décadas signada por una mirada poética del entorno.

Jannis Kounellis

Vista de la exposición Jannis Kounellis en seis actos, Museo Jumex, 2023. Fotografía: Ramiro Chaves

Seis “actos” organizan la muestra: “Lenguaje”, “Viaje”, “Fragmentos”, “Elementos naturales”, “Musicalidad” y “Repetición”. Engloban buena parte del imaginario y los enfoques compositivos de Kounellis. Lo teatral, aquí, es entendido como la comprensión de cada pieza en términos de escenario, el marco para el despliegue de un gesto. Sin ser cronológico, el recorrido inicia con sus pinturas de señalética urbana de los sesenta, figuras negras sobre lienzo blanco, y permite apreciar el modo en que las piezas van adquiriendo relieve, incorporando lo mismo objetos cotidianos que desperdicios industriales, con un espíritu característicamente povera. Se impone la perspectiva de las obras como ejercicios de memoria, no sólo la evocación de experiencias a la vez personales y universales (la migración, por ejemplo) sino de la historia, específicamente a través de alusiones a la Antigua Grecia (en ejercicios que establecen un vínculo con la dimensión mítica, teatral y corporal de la pintura de Giorgio de Chirico). En ese sentido, el arte de Kounellis es más barroco que surrealista, en tanto la preeminencia del signo trabaja aquí como una forma de resistencia ante el avasallamiento de la modernidad industrial y su motor bélico, que deja a su paso ruinas de las formas de vida tradicionales (fragmentos de barcos, velas, esculturas clásicas, etc). Tras la debacle se trata, explicó el propio artista, de “reformar el lenguaje para poder hablar”.

Uno de los materiales más significativos en la obra de Jannis Kounellis es el fuego. En el Museo Jumex se exhiben dos piezas que lo involucran: una estantería de hierro con tabletas combustibles (1969) y una serie de repisas que “sostienen” la memoria de la llama (1984), el hollín que funge como fantasma, marca de lo que ya no está. En un elemento con tantos significados, uno puede asociarlo a lo que Kafka llamó “lo indestructible”, el fuego interior de lo inequívocamente humano, su libertad. Fuego encendido (vida) y apagado (muerte) que señalan el arco no tanto de una vida como de los ciclos históricos. La pieza de 1984 incorpora un cuadrado negro pintado sobre el muro blanco, ¿una referencia al “vacío total” del icónico cuadro de Malévich? El fuego es energía (alimentada con carbón o azufre) y también destrucción. Su expresión específicamente humana se halla en la música, que puede oírse y figurarse en el quinto acto de la retrospectiva del Museo Jumex. Ahí están el pequeño escenario de 1971, dos cajas que albergan un performance donde un flautista interpreta fragmentos de Mozart, y la cruz formada con instrumentos musicales de una escuela de samba (2008), que produce una música imaginaria.

“Busco entre los fragmentos (emocionales y formales) la dispersión de la historia. Busco dramáticamente la unidad, aunque sea inalcanzable, aunque sea utópica, aunque sea imposible y por ello dramática”, escribió Jannis Kounellis.

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