miércoles, 5 de enero de 2022

Una ficción llamada Veracruz

En un pasaje cerca del final de la novela leemos: “lo que llamamos mundo no existe sino como fábula”. La frase resume la apuesta general de Veracruz, obra del escritor francés Oliver Rolin (1947) original de 2016, publicada en español por la editorial Canta Mares. La apuesta se hace más patente cuando, en una especie de declaración de principios, el autor afirma que nunca ha estado en el puerto mexicano y que, incluso, abandonó cualquier intención de documentarse en Internet. De esta manera tenemos un escenario volcado a lo imaginario.

Veracruz cuenta, desde la sola evocación de su nombre, una historia en cuatro tiempos ordenada o, mejor dicho, imaginada por un personaje que, a final de cuentas, podríamos ser nosotros mismos. La anécdota es relativamente sencilla: un académico francés visita la Universidad Veracruzana para ofrecer varias conferencias sobre Marcel Proust. Durante su estancia conoce a Dariana, una cantante cubana estrella del Tropicana, famoso centro de espectáculos en La Habana.

Apenas empieza la década de 1990. Intelectual y cantante tienen un fugaz romance que termina con un documento que él recibe y contiene cuatro monólogos. Las cartas, enviadas a la redacción de un periódico veracruzano, son, en realidad, un viaje que ofrece cuatro versiones distintas del amor, pero también del odio y, por supuesto, la violencia. En ellas aparecen, como narradores en primera persona, los amantes de Dariana y su propia versión, que nos lleva finalmente a una serie de reflexiones del conductor de la novela –el intelectual francés– sobre la realidad y las distintas formas de acercarnos a ella.

Hay varios puntos interesantes en Veracruz. En primer lugar la renuncia a lo documental que abunda, por cierto, en la narrativa de autores extranjeros sobre México. Pareciera que lo reporteril, la no ficción simplona, fuera la única forma de abordar la complejidad de nuestro país. Rolin muestra el puerto como un escenario borrascoso, pero nunca cae en la tentación del exotismo fácil y concentra su escritura en dar vida a personajes que conocen el mundo a través de los sentidos. Sus testimonios no son necesariamente contradictorios, y funcionan como ramificaciones de una misma historia. El elemento que los cohesiona es el deseo que puede desarrollarse tanto en el plano de lo erótico como el de lo violento.

Veracruz, en la escritura de Olivier Rolin, es una reivindicación de la ficción que se mueve entre los límites de lo identificable y lo puramente imaginario. También es una apuesta por conocer la realidad a través de un estado de ánimo. De esta manera, por ejemplo, entendemos que un huracán que nunca llegó al puerto y que, según el narrador, ocasionó miles de muertos, es sólo un pretexto para narrar el final del idilio del protagonista con una mujer que nunca volvió y que sólo puede recuperar a través de la escritura. Veracruz podría haber sido cualquier otro puerto del mundo porque lo que interesa al escritor es crear una atmósfera verosímil y que los hechos hablen desde la versión siempre volátil de los personajes. Eso, me parece, es una de las virtudes más evidentes de la novela.

Olivier Rolin, Veracruz, trad. del francés de Melina Balcázar, Canta Mares, México, 2021

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