Que la música sea la línea de comunicación más directa con los espíritus o que ella misma sea un espectro parece una cuestión difícil de deslindar. Las dos alternativas suenan igual de verdaderas, al menos a primera impresión. Ya sea como invocación o como presencia que se invita a la sala, a la música se le da esta función a través de géneros tendientes a la introspección. Así, el encuentro con lo fantasmático se supondría íntimo o individual: el viaje hacia la propia memoria, el recogimiento y la escucha de lo interior.
Fantasma do Cerrado, proyecto de Rafael Stan Molina, hace explícito desde su nombre que está en búsqueda de algo parecido. Aunque sumamente variados, los estilos o recursos de los que echa mano están entre los que más se asocian con la escucha contemplativa: ecos, murmullos, espacio negativo, grabaciones de campo, reverberación. Pero, incluso antes de conocer los antecedentes, se desvía en un punto importante: aquí los fantasmas no se sienten personales, en el sentido de que no parecen propiedad privada de una memoria individual.
Mapeamiento de terras a noroeste de São Paulo de Piratininga es el nombre del único álbum, hasta la fecha, del proyecto. La cautela descriptiva del título (aunque jamás podría ser frío: hay en él demasiada riqueza de sonoridades) se extiende a la música: Molina se cuida bien de decirnos cómo debemos sentirnos al escuchar sus canciones. El tono general es el de la duermevela, aunque la emergencia constante de contrastes acentuados y el rumbo siempre impredecible le impiden caer en segundo plano. Las composiciones y su voz son cálidas, pero en la profundidad sonora hay algo de imponente, que impide escucharlo como una mera voz interior. Y es que no se trata de un documento personal sino de un recorrido, a medias histórico y ficcionalizado, por las vidas de la gente que ha habitado esas tierras, en puntos recónditos del estado que toma su nombre de la ciudad más poblada de Sudamérica.
Hay un eclecticismo discreto en estas canciones, que puede estar relacionado con la trayectoria de Molina, fértil en colaboraciones (además de lo estrictamente musical, ha sido anfitrión de un espacio de encuentro artístico en su natal São Paulo y fundó el sello Municipal K7, que ha dejado huella en la música independiente), así como en su asimilación de la marca que ha dejado la psicodelia en incontables géneros de la música brasileña durante más de cinco décadas. Fantasma do Cerrado puede ser un proyecto en solitario, pero se dibuja como el resultado de un trabajo previo hecho a muchas manos, tanto en los temas que aborda como en su tratamiento.
David Harvey, en las líneas de curioso tono esotérico con que abre el primer capítulo de su Breve historia del neoliberalismo, dice que ese sistema económico pudo implantarse, en parte, gracias a que responde a ciertos rasgos profundos de la época y de las personas que la viven. En este caso, el sentido puramente personal de la libertad, el individualismo, la competencia y otros que bien conocemos. Leídas desde acá, esas líneas causan extrañeza, sobre todo en un libro que es considerado uno de los análisis más desapasionados y puntuales del liberalismo económico. Para que cobren sentido es necesario que las pensemos en relación con la historia de los pueblos anglosajones.
Lo que Harvey no dice en ese primer esbozo es que para el sujeto estadounidense o inglés puede resultar “natural” algo que en otras tierras, menos dadas a la interiorización del darwinismo social, la ética laboral protestante y el evangelio del crecimiento personal, debe imponerse (se ha impuesto) a la fuerza. El individualismo no tiene aquí raíces tan robustas. El “aquí” al que me refiero no es sólo un país, sino una región, más social que geográfica, a la que se ha sometido bajo este aparato neocolonial. Mapeamiento de terras… es una forma de resistencia ante el olvido al que se somete a las personas, regiones e identidades que no se pliegan al desarrollo en los términos dictados por el capital. Manifiestamente fue hecho, en parte, como respuesta a la violencia del régimen bolsonarista. Una respuesta que no se da, en absoluto, en el registro irreflexivo y estridente de ese régimen, sino con armas sutiles.
Podría pensarse también que cualquier vertiente de música contemplativa, de las que no pocas están representadas en Mapeamiento de terras…, es “naturalmente” más afín al individualismo (evoca memorias o posibilidades que se limitan al ámbito personal). Pero tal vez sólo sea la forma que esos géneros adoptan en el trabajo de músicos anglosajones, con frecuencia los primeros a los que se tiene acceso. Para Molina esa materia sirve de base para ejercer algo parecido a la especulación sobre la memoria compartida, con el fin de imaginar otras formas de habitar el espacio común. Los fantasmas personales son apócrifos, parece decirnos, una forma de eco o cortocircuito interior. Los auténticos existen en los entresijos de lo social, llevan en sí la marca de la historia local y son obras de autoría múltiple. Son testimonio o manifestación de los lazos y lo que les ha sucedido: su desvanecimiento o su reconexión súbita. Mapeamiento de terras… es el caso, sólo en apariencia paradójico, de un álbum pensado para la escucha solitaria, acerca de la importancia de la colectividad.
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