La sencillez con la que puede reseñarse una antología esconde una trampa. La fórmula, me parece, es la siguiente: se trata de una antología de ensayos (podría ser, claro, de relatos, poemas, fragmentos de diarios…), así que se empieza por ahí y luego se comentan los más destacados. Dependiendo del humor o el talante del reseñista, también pueden comentarse los textos que le parecieron menos destacados e, incluso, si alguien se atreve, puede incurrir en el típico gesto agrio: enumerar los textos no incluidos pero que a juicio del reseñista debieron considerarse.
Escribo esto a propósito de la antología más reciente de Gris Tormenta, La experiencia del amor, editada por Mauricio Sánchez y Jacobo Zanella, en colaboración con Pablo Duarte. Como he hecho antes, a la fórmula se le podría añadir un comentario extenso sobre los textos que acompañan a los ensayos –los paratextos, en académico. La antología que tengo en mente es la onceava entrega de la colección Disertaciones. Quienes han seguido el camino de estos libros ya deben estar acostumbrados a la generosidad del aparato con la que se presentan, cambiante en función de la antología (y a mi gusto un placer central en la lectura de este tipo de libros, los callejones en los que uno puede encontrarse sorpresas).
Aquí la fórmula comienza a dar de sí y se asoma la trampa: se trata de una manera de poner una distancia con el libro que puede pasar por alto la experiencia de lectura. Es algo un poco absurdo con relación a los dos grandes temas que atraviesan a esta antología en particular, que han terminado por definir la existencia humana: el amor y la muerte. Y digo que son dos temas, pero tal vez sea algo discutible, a menudo parecen ser el mismo.
La fórmula, el plan de ataque, me obligaba a comentar cómo el libro cierra con una serie de fragmentos que hacen eco de lo ya leído. El primero es éste, de El espejo de las ideas de Michel Tournier:
No se puede sentir amistad por alguien que no tiene amistad por uno. O es compartida o no es. Mientras que el amor, por el contrario, parece alimentarse de la desdicha de no ser compartido. El amor desgraciado es el principal resorte de la tragedia y la novela. “Amo y soy amado –decía el poeta–. Sería la felicidad si se tratara de la misma persona”. Tampoco puede haber amistad sin estima. A la amistad la mata el desprecio. Mientras que el furor amoroso puede ser indiferente a la estupidez, a la cobardía, a la bajeza del ser amado. ¿Indiferente? Incluso a veces se alimenta de toda esa abyección. En verdad, nuestra civilización occidental moderna apuesta de manera exageradísima por el amor. ¿Cómo atreverse a construir una vida entera sobre esa fiebre pasajera? La Bruyère ya apuntó que “el tiempo que fortifica la amistad debilita el amor”. Sí, el tiempo trabaja contra el amor.
Y el lector de inmediato piensa en un ensayo incluido en La experiencia del amor, “Amistad, homicida del amor”, de George Steiner, que concluye así:
Con esta destrucción del eros a manos de la amistad, esta metamorfosis al interior del matrimonio requiere tanto de madurez como de buena suerte. Quizá por eso la amistad entre hombres y mujeres es una condición privilegiada, poco común, sobre todo durante los años de juventud. Puedo estar equivocado, pero esta modulación de eros en philia, el retroceso concomitante del amor, es un tema mayúsculo, ignorado por la ficción clásica y moderna. No tenemos una gran novela que muestre cómo dos amantes se vuelven amigos […]. Bajo esta perspectiva, la amistad ciertamente puede ser la “asesina” del amor. Los ríos turbulentos mueren en la calma del mar.
Esa última oración me recuerda un relato de Donald Barthelme, “El amigo del Fantasma de la Ópera”, que incluye estas líneas: “Esperaré aquí durante cien años. O hasta que la carne caliente del romance se enfríe por la espesa salsa del sentido común”. Barthelme la incluye con un tono satírico, pero a mí me recuerda los vientos gélidos de cierta ética del mundo clásico, empecinada en el dominio de las pasiones. Estoy convencido de que ello conduce a una buena forma de vida, pero que es imposible sin la experiencia. Y de nuevo aquí veo que se asoma la trampa: estos subrayados en realidad desenmascaran el momento de una vida, de mi vida. Leo otro subrayado, escrito por bell hooks: “Cuando una mujer soltera de cuarenta años plantea la cuestión del amor, la primera suposición, derivada de una forma de pensar sexista, es que está ‘desesperada’ por encontrar un hombre”. Cuando un hombre soltero de cuarenta años subraya textos sobre la experiencia del amor, también se asoma la sospecha de la desesperación. Tal vez por ello he puesto especial atención a los textos donde se recuerda la idea de la amistad como una forma de amor. A estas alturas de mi vida he logrado mantener amistades con antiguas amantes, o con amores no consumados, cosa que me recuerda, sí, la calma del mar (pero también un baño caliente como en el que se sumergió Marat).
He detectado, pues, una insistencia en esa apreciación de la vida, pero lo cierto es que no todos los autores y autoras incluidas en la antología (que en su mayor parte son mayores de setenta años) observan el recuerdo o el presente del amor desde las cálidas playas de la amistad; también hay quienes escriben desde la furia, desde el duelo o con cercanía indisoluble a la vocación literaria (como ocurre con Eduardo Milán y Leonardo Padura).
Es difícil ignorar el estruendo comercial con el que se nos recuerda que este mes de febrero se celebran el amor y la amistad. Se hacen bromas sobre la manera en que se vende y se vulgariza; se llenan restaurantes, se venden flores, se llenan moteles. En realidad ese ambiente sofocante se vive todo el tiempo, en la medida que se le presta atención a discusiones sobre el amor que tienen que ver más con pasiones bajas, pasiones deprimentes, redes sociales, positividad, servicios de paga y otras escandalosas formas de soledad. De pronto, con La experiencia del amor, un respiro desde la madurez.
Mauricio Sánchez y Jacobo Zanella, eds., La experiencia del amor, Gris Tormenta / Universidad Veracruzana, Querétaro, 2022
La entrada Amor… y amistad se publicó primero en La Tempestad.
from La Tempestad https://ift.tt/3rQSweE
via IFTTT Fuente: Revista La Tempestad
No hay comentarios:
Publicar un comentario