miércoles, 8 de febrero de 2023

Camaradería y amor en Dora García

No hay nada más revolucionario que el amor colectivo. Aprender a pensarnos desde otros modos de ser, donde el cuidado mutuo esté en el centro de las relaciones, es nuestra rebelión posible. Dora García (Valladolid, 1965) presenta en el Laboratorio Arte Alameda de la Ciudad de México, hasta el 26 de marzo, Amor rojo, una reflexión sobre la revolución y el amor conformada por tres videoinstalaciones de mediana y larga duración, así como una sección de archivo y un programa público que crearon en conjunto las investigadoras y curadoras Carla Lamoyi, Olga Rodríguez, Paloma Contreras y Rina Ortiz, además de la artista.

A lo largo de la exposición se plantean diversas inquietudes a través de un mensaje polifónico e íntimo que integra las reflexiones de la revolucionaria rusa Aleksandra Kolontái (1872-1952), la única mujer que formó parte del primer gobierno bolchevique y que, además, fue embajadora en varios países, incluyendo México, entre 1922 y 1945. El encuentro entre García y Kolontái sucedió de manera casual en 2018, cuando la artista española tuvo por encargo revisar la correspondencia de la embajadora y descubrió en sus reflexiones muchos puntos de contacto con su trabajo creativo. A partir de ese momento comenzó un intercambio de ideas y motivos que formularon Amor rojo.

En la muestra se reconocen esfuerzos por recuperar la memoria de las mujeres y las disidencias sexuales. Las tres videoinstalaciones que la conforman, Love with Obstacles (Amor con obstáculos) (2020), Si pudiera desear algo (2021) y Amor rojo (2022), tejen un hilo entre la voz y los intereses de García y Kolontái, cuyas reflexiones hacen eco en el feminismo actual –interesa, además, hablar de feminismos plurales y descolonizados. Así pues, a través de la escritura, la música y el video, la muestra se plantea como un manifiesto vivo.

Dora García

Vista de la exposición Amor rojo, de Dora García, en el Laboratorio Arte Alameda de la Ciudad de México. Fotografía: Gerardo Luna

En Si pudiera pedir un deseo se contraponen diversas grabaciones de marchas feministas de los últimos cinco años en la Ciudad de México –incluyendo la okupa Cuba de 2022– y una entrevista con la artista trans La Bruja de Texcoco, que adaptó la canción de Friedrich Holländer escrita en 1930 y la trajo a nuestros días, traducida al español con fragmentos en purépecha. En esta instalación se presentan dos formas de protesta distintas: la que sucede en la calle, por medio de cánticos, pintura en muros y consignas, y la que sucede en casa, desde la intimidad, desde los espacios que también nos pertenecen y donde muchas veces nos permitimos ser en nuestra versión más auténtica.

El contraste entre los contextos callejero y doméstico expande las posibilidades de la idea de revolución y fortalece la convicción de que los cuidados colectivos salvan: “Me interesaban mucho las imágenes que tenían que ver con la ira y con esa voluntad de contar una historia diferente en la superficie de la ciudad”, comenta Dora García. Además de tratarse de una declaración sobre los feminismos transincluyentes, Si pudiera pedir un deseo pone en evidencia que, aunque anhelamos un mundo más justo con las mujeres y las disidencias sexuales, también es verdad que la ira y la tristeza nos han dado la fuerza política para seguir en la lucha y hacer comunidad. Kolontái escribió: “El amor camaradería es una colaboración de quehaceres, trasciende a la persona en tanto que se compromete con la justicia social con las y los demás” (“Abran paso al eros alado”, 1923).

¿Cómo organizar los afectos y cuidados? ¿Se permite a las mujeres y a las disidencias sexuales sentir ira y expresarla? ¿Cómo cambiar la idea de que el enojo y la tristeza nos pertenecen sin volvernos necesariamente débiles? Al hablar de otros modos de relacionarnos, al trasladar la idea de la camaradería a nuestros tiempos, llegamos al manifiesto “Ternura radical”, escrito por Dani d’Emilia y Daniel B. Coleman, quienes exploran las diversas definiciones de la ternura. Esta declaración, que puede leerse como parte del archivo de la exposición, se formula como el eco de una voz que no conocemos pero que nos resulta francamente familiar, como si en ese espacio de lectura a la distancia hubiera lugar para la tristeza y la fortaleza, la voz y el silencio, la individualidad y el reconocimiento del otro, la otra, lx otrx.

Reconocemos la fuerza en nuestro dolor, aprendemos, como dice el manifiesto, que la “ternura radical es no desplomarse frente a nuestras contradicciones / es no permitir que los demonios existenciales se conviertan en cinismos permanentes / es no ser siempre las mismas, los mismos, les mismes”. Hace cerca de un siglo Aleksandra Kolontái declaró que las ideas del amor romántico y la heteronormatividad eran un obstáculo para la emancipación de la mujer y, por tanto, debían ser repensadas. La reflexión permanece, y la labor de reformular las maneras de relacionarnos ha dado pie a infinidad de publicaciones, fanzines y carteles hechos por mujeres y disidencias, que se reúnen en la sección de archivo titulada Tuve que quemar y otras llamadas de emergencia. Está acompañada por un programa público con diversas actividades, como la activación de mesas de archivo (15 de febrero, 6:00 pm), una charla sobre la comuna lencha trans (22 de febrero, 6:00 pm) y el set de perreo “Si no puedo bailar, no es mi revolución” con DJ Guapis (24 de marzo, de 6:00 a 9:oo pm), por citar algunas.

Amor rojo evidencia que se trata de una declaración amorosa y plural de la que podemos formar parte si así lo queremos. Ahí se nos recuerda que es posible “acompañarnos entre amigos y amantes, a distintas distancias y velocidades”.

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