Conocido por proyectos como Singapore Sling, Dead Skeletons y algunos más recónditos (y hasta personales) como Hank & Tank o The Go-Go Darkness, el islandés Henrik Björnsson ha forjado una obra abundante en más de 25 años de trayectoria, lo que le ha permitido explorar todas las aristas de su solitaria figura para apropiarse de aquello que ama: el rock.
Con un sonido oscuro y melancólico, Björnsson ha llegado a un punto de su carrera en el que entiende el valor de la libertad creativa, que defiende a cabalidad en su proyecto quizá más definitorio, The Cult of One. El pasado enero Maquiladora Studio, en la colonia Roma de la Ciudad de México, fue testigo de este culto, donde los asistentes fuimos transportados a través de siniestros planos sonoros.
Para el músico islandés llegar a este punto no ha sido una tarea sencilla, aunque encuentra un eco de sus inicios en el proyecto actual: “Estoy más cerca de cómo hacía las cosas hace 25 años; no tuve una computadora hasta 2007, y era una muy mala… Hacer música, especialmente rock n’ roll, no debería empezar por un computadora, la vida no debería empezar con una pantalla enfrente. Nada de eso importa, la gente usará lo que le ayude a terminar el trabajo de buena forma, y así es como hago la música de The Cult of One, con un par de pistas y mi voz sobre ellas”, asegura.
El sonido de Henrik Björnsson es, por decirlo de alguna manera, claro: una guitarra distorsionada, una batería secuenciada, un bajo de ultratumba y, en ocasiones, un sintetizador que acompaña la distorsión sin dejar claro donde empieza uno y termina la otra. Su música trae al recuerdo grandes bandas que han jugado con los mismos elementos –The Jesus & Mary Chain, The Cramps, Spacemen 3 o Suicide–, aunque en ocasiones se escapa algo de surf y country, con guitarras metálicas que evocan el sonido de Buddy Emmons en una versión industrial.
“Estoy más cerca de cómo hacía las cosas hace 25 años; no tuve una computadora hasta 2007, y era una muy mala… Hacer música, especialmente rock n’ roll, no debería empezar por un computadora, la vida no debería empezar con una pantalla enfrente.”
Para Björnsson, sin embargo, este mar de referencias es más una inspiración que una influencia: “En realidad estoy cansado de esta palabra, influencia. Cualquier cabrón puede tener influencias, pero la mayoría no tiene inspiración. Cuando escuché esta música por primera vez me inspiró. Cuando escuchas algo que realmente te gusta significa que te identificas con ello”. Esto no le ha impedido explorar junto a otros artistas temas como la soledad y la muerte, el deseo y el placer o el purgatorio en el que se ha convertido la vida humana. El trabajo de un artista es crear sus propios mundo y atmósfera, como una especie de dios retorcido, considera el músico.
“Antes de ‘empezar’ con Singapore Sling pensé dos cosas: qué tipo de música es más necesaria y qué tipo de música quiero escuchar más. La respuesta obvia fue el rock n’ roll, aunque siempre he hecho música de todo tipo, desde temas lentos, tristes y en su mayoría acústicos hasta temas inspirados en Badalamenti y todo tipo de rarezas electrónicas. Con Hank & Tank discutimos lo que queríamos hacer y partimos de ahí. Aunque, por supuesto, debes dejar que cada canción cobre vida propia. Con Dead Skeletons no estaba nada decidido. Nonni Dead me pidió acompañarlo en una instalación, y a partir de ahí tomamos el resto. Con The Go-Go Darkness había principalmente dos razones: inicialmente quería hacer música usando solo una caja de ritmos y un sintetizador (basura vieja y barata, por supuesto), y quería poder pasar más tiempo con Elsa [su esposa], que es la gogó. Yo soy la oscuridad, por supuesto”, describe sus proyectos.
Queda claro que su música y sus motivos están orientados en un sentido contrario a la sensibilidad actual, que rechaza lo lúgubre y tiende a lo amigable. La rareza de la música de The Cult of One radica en buena medida en la figura misma de Henrik Björnsson: un tipo alto de piel muy blanca y pelo grisáceo que hace pensar en algún personaje de Jim Jarmusch inserto en una cinta de Mario Bava. “Lo que hago completamente solo fluye más fácilmente”, declara tajante, “siento que soy una especie de dispositivo que la inspiración utiliza para realizar el trabajo. Hablas de concentración. Esa, por supuesto, es la clave. Así que no debes tener absolutamente ninguna distracción. Por eso vivo una vida de soledad”.
“Todo lo que escuché en México fue inspirador, desde la música de Lola Beltrán y un instrumento pequeño que encontré en las pirámides hasta las bandas que me acompañaron en el camino: Has a Shadow, Muerte en Aceite o David Villegas.”
En los sutiles cambios entre un proyecto y otro podemos encontrar las distintas caras de Björnsson, como si se negara a entregar piezas pulidas y enceradas, manufacturadas con la mejor calidad, para entregarse a piezas perdidas en su mente. Cuando el glitch, el ruido y la repetición comienzan a carecer de sentido se instala el sentido hipnótico de esta música psicodélica, casi gótica.
Pese a la serenidad que proyecta, Henrik Björnsson sigue buscando obras que lo interpelen. “Todo lo que escuché en México fue inspirador, desde la música de Lola Beltrán y un instrumento pequeño que encontré en las pirámides hasta las bandas que me acompañaron en el camino: Has a Shadow, Muerte en Aceite o David Villegas. Espero regresar pronto a México, ya sea con The Cult of One o con otro proyecto, quizá Singapore Sling, que volverá a la acción en un momento u otro”.
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