Hace un par de años Eduardo Sarabia (Los Ángeles, 1976) se enteró de que un eclipse solar recorrería América en 2024 y que se vería plenitud justamente en la ciudad de sus padres, Mazatlán. A partir de entonces enfocó su práctica al eclipse, a los sueños y proyecciones de lo que podría ocurrir en la penumbra, para dar forma a una trilogía de exposiciones.
La primera, Prologue, se montó durante octubre pasado en el espacio londinense Maureen Paley; la segunda, Cuatro minutos de oscuridad, ocupó la galería capitalina OMR hasta hace unos días. Y la última, Viaje hacia el eclipse, se inauguró en el Museo de Arte de Mazatlán un día antes del fenómeno astronómico, el 7 de abril. La muestra marca la reapertura del museo, después de tres meses cerrado para una renovación profunda.
El eclipse representa para Eduardo Sarabia la oportunidad de seguir explorando los temas que definen su obra: la problematización de la frontera, sus raíces familiares y las intersecciones culturales que surgen de diversos contextos políticos, sociales, geográficos e históricos. Están presentes las referencias oníricas, espirituales, mitológicas y místicas con las que sus piezas interpelan el vínculo de los seres humanos con la naturaleza.
Para apropiarse del espacio del museo Sarabia se vale nuevamente de esa suerte de enredadera de tono verde brillante pintada en los muros. “Crecí en Los Ángeles, en unidades habitacionales, entre la cultura de las pandillas. En esos barrios era muy común verlas pintadas en las fachadas como una manera de proteger los muros del bandalismo”, dice el artista en este video de la galería OMR. “Cuando las pongo en el museo éste se convierte en un lugar imaginario, más de sueño, y así te invitan a entrar al mundo fantástico que estoy creando”.
Las piezas de cerámica, que están entre lo más reconocible de la producción del artista, se encuentran al inicio de la sala principal. Se trata de uno de sus materiales predilectos y para esta exposición se ha decantado por el gran formato. “A lo largo del tiempo este material se ha usado para contar historias mitológicas, de guerra, de batallas y de alguna manera sigo esa tradición. Me gusta usar los tonos blanco y azul, que no son solo de la talavera de México, sino que se encuentran en España, China, Turquía, Rusia. Son piezas que a primera vista parecen decorativas, luego te acercas y cuentan historias muy específicas de la frontera, de mi vida, de lo que me interesa narrar para conectar con la gente”, explica el artista.
En Viaje hacia el eclipse las esculturas tienen un lugar protagónico. Sobresalen varios cuervos que se desprenden de las paredes, aunque también hay quetzales y otras aves coloridas. “A los cuervos los imagino como estos animales que pueden viajar entre diferentes dimensiones, entre el inframundo y nuestro mundo y que llevan mensajes y se comunican con nosotros, nos ayudan y nos guían”.
La muestra permanecerá abierta en el Museo de Arte de Mazatlán hasta el 11 de agosto.
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