El punto es un pequeño mundo, más o menos regularmente desprendido de todos lados.
Vasili Kandinski, 1926
¿Cómo inicia el asombro? ¿Puede una escucha atenta conducir a la revelación poética frente a lo cotidiano? ¿En qué momento un radioescucha puede convertirse en cómplice de un diálogo concebido para no durar? A decir de Salvador Elizondo la fórmula es sencilla: la crónica de un instante emerge ahí donde lo fugaz se encuentra con la memoria. “Somos parte de un espectáculo de magia recreativa”, apunta el escritor en las páginas de la más celebrada de sus novelas. Más luminoso –acaso menos severo– Paul Auster sugirió alguna vez que esta clase de cuestiones ponen en juego la relación entre el lenguaje y la experiencia. “La caída del mundo en la palabra, la experiencia que desciende del ojo a la boca”, es ahí donde a decir de Auster se revela lo poético. Una distancia de pocos centímetros que en este caso guarda relación con aquello que es enunciado en el aquí y el ahora: la voz que se transmite por medio de ondas electromagnéticas hacia un espacio abierto, infinito, danzante.
Apunto lo anterior para recordar un episodio especialmente sorprendente de Lágrimas Artificiales, el programa conducido los viernes por Begoña Irazábal y Sofía Garfias en Ibero 90.9. Su tema fue el confeti, o mejor dicho el confettï. No por casualidad la invitada de una tarde de principios de mayo fue Carolina Magis Weinberg, que ese día habló con la autoridad de quien se ha entregado con pasión al estudio de lo improbable; un afán que a decir de George Steiner es suficiente para justificar el curso de una vida bien vivida. La transmisión, sin embargo, no inició con la voz de la artista sino con la de las dos anfitrionas del programa. Aunque tal vez sería justo decir que inició en sentido inverso, es decir, con Garfias al inicio e Irazábal en el cierre, especialmente porque la complicidad de esas dos voces se entrelaza de modo permanente cuando están al aire.
Coriandoli quiere decir confeti en italiano. Este apunte –subrayado por las conductoras cuando la música se detiene– viene a cuento porque la canción de Mina transmitida previamente tiene, precisamente, ese título (Coriandoli di sogno / Coriandoli d’amore / Io vedo turbinare / Nel vento, nel vento / Nel vento intorno a me). Desde luego, la elección de la pieza estuvo en manos de Magis Weinberg, un privilegio otorgado a las personas invitadas al programa. La cuestión se convierte en el punto de partida para iniciar una conversación más amplia en torno a la cuestión del confeti. Se habló así del Archivo Internacional de Confettï, concebido como “repositorio de las infinitas formas físicas que puede adquirir la idea abstracta del punto”.
Al respecto, la artista indicó como punto de partida lo que decía Kandinski sobre la relación entre punto y línea. Se trata de los elementos básicos en los que descansa toda obra pictórica, es decir, de dos elementos sin los cuales “no se podría ni si quiera iniciar”. El pintor presta atención, en primer lugar, al punto. Su interés reside en el llamado a trascender el ejercicio de abstracción que permite definir al punto como un elemento geométrico, para así ingresar en el mundo de lo no-utilitario. Avanzar por ese camino requiere de una sensibilidad particular, abandonar el mundo práctico para ingresar en lo poético. Cuando sirve a su propia interioridad, cuando deja de estar subordinado a una función externa, sólo entonces –concluye Kandinski– el punto ingresa realmente en el mundo de la pintura.
Este apunte es importante porque le otorga sustento al planteamiento de Carolina Magis Weinberg. “Considerado en abstracto (geométricamente), el punto es idealmente pequeño, idealmente redondo”, insiste Kandinski. No obstante, existe otra alternativa que conduce directamente a la discusión sobre la relación entre el confettï y el encuentro con la realidad. Una que revela el hecho de que la forma ideal no guarda relación con la infinita variedad de las formas reales que puede adoptar el punto.
Un par de semanas después del instante radiofónico descrito aquí, la artista leyó en la galería Álamos un pasaje central de la obra del pintor que aclara la cuestión. Tras hacer referencia a la condición abstracta del punto como entidad estrictamente geométrica, Kandinski añade: “Desde que se materializa, su tamaño y sus límites se vuelven relativos. El punto real puede tomar infinitas figuras; el circulo perfecto es susceptible de adquirir pequeños cuernos, o tender a otras formas geométricas, o finalmente desarrollar formas libres. […] Así, el borde es fluctuante y las posibilidades formales del punto son ilimitadas”. El pasaje citado es acompañado por una serie de formas puntuales que son representadas gráficamente para mejor comprensión del lector. Se trata de las mismas formas que Magis Weinberg presentó en una serie expuesta en Álamos entre el 11 de mayo y el 3 de julio de este año, como parte de un ejercicio expositivo que giró (como no podía ser de otro modo) en torno al confettï.
En suma, doce ejemplos de formas puntuales que guardan relación con otro esfuerzo expositivo impulsado por la artista en colaboración con Andrea de Caso en la Universidad Iberoamericana: una instalación –Archivo Internacional de Confettï (en transparencia)– expuesta en el Proyecto Vitrina entre el 3 de abril y el 1 de julio, como parte de una apuesta de divulgación ya descrita en esta página. El ejercicio permite constatar que el confettï manifiesta de un modo concreto las infinitas posibilidades del punto, como lo previó Kandinski: bajo una mirada atenta, se revela como un objeto que, por sí mismo, abraza el ritmo de las formas elementales del universo. Así, la colorida marea, que indudablemente asociamos a la fiesta o el carnaval, abre las puertas a un debate más amplio con relación a una multitud de formas naturales.
Para concluir el recuento de aquel instante radiofónico vale la pena volver a lo dicho por Carolina Magis Weinberg en su diálogo con Begoña Irazábal y Sofía Garfias. La conversación descansó en el humor y la ligereza, pero también en la capacidad de hablar con concisión sobre fenómenos que escapan a la vista del transeúnte ocasional. Después de todo, lo que se encuentra en el centro de este debate es la capacidad de centrar la mirada en aquello que no resulta evidente: frente a la vorágine de imágenes, ideas, emociones y decires –que fascinó hace algunos años a Margo Glantz–, lo que se alza es una potencia más poderosa. Una que descansa en la invitación a pausar el mundo para ir más allá, para descubrir que, como sugirió Octavio Paz, ver es un privilegio y el privilegio mayor “es ver cosas nunca antes vistas: obras de arte”.
Así, Magis Weinberg insiste en la necesidad de considerar con atención algunos aspectos clave en el ciclo de vida del confeti. Apunta que, como si fuera fruto de un orden natural ajeno a la voluntad humana, escasea en temporada de lluvias: en México, una vez que ha sido teñido con los colores más diversos, el confeti debe ser secado en grandes superficies abiertas que se encuentran a merced de los elementos. Como las estrellas o los cometas, que siempre van cargados de asombros, se vuelve de este modo un elemento vivo en la constelación de los afanes humanos.
La iniciativa de Carolina Magis Weinberg es, también, un ejercicio político: establecer un archivo es fundar una institución, contravenir lo establecido para sentar las bases de un orden nuevo. En un diálogo con Sofía Ortiz apuntó que el punto de partida de su propuesta descansa en “eso mínimo que puede acabar deshaciendo el sistema, irrumpiendo desde lo minúsculo, desde lo festivo. Eso que nadie ve, que se considera basura”. El confeti que no ha sido usado es confettï en potencia.
Hace diez años la artista comenzó a enviar electrónicos a la Real Academia Española. Planteó que la incorporación de la variante confettï podría reforzar el efecto autorreferencial del término y su potencial autológico. “De este modo confettï podría describirse a sí misma y apuntar a la vez un efecto de infinito semántico”, concluía en un mensaje. Desde luego, la RAE nunca respondió. No obstante, las cartas permiten entender el modo en el que Carolina se ha aproximado a la cuestión en los últimos años. Su propuesta atiende los muchos elementos que dan realidad a un objeto dotado de espíritu festivo. Siguiendo a David Batchelor, Magis Weinberg asume que esos elementos reintroducen en el discurso una dimensión de la experiencia humana que los poderes establecidos siempre han visto con desconfianza: el color que da forma a lo que realmente está vivo en este mundo.
La cuestión del confettï invita a volver la mirada a lo fundamental. A eso que Kandinski creyó ver al contemplar la existencia del punto no sólo como abstracción sino como realidad: la esencia de los fenómenos tal como se presentan ante nuestros ojos. Se trata de una discusión que no ha sido ajena a otros momentos en la experiencia histórica de Occidente: para pensar la esencia de la guerra –o, mejor dicho, su naturaleza— Clausewitz recurrió a los debates sobre la experiencia estética de su tiempo. En sus diálogos con Marie von Brühl, el gran amor de su vida, el general prusiano encontró el punto de partida para desarrollar una aproximación teórica relacionada con el arte. El asombro es el criterio fundante del encuentro con la realidad.
The post Hablemos de confettï first appeared on La Tempestad.
from La Tempestad https://ift.tt/1Evh5Ke
via IFTTT Fuente: Revista La Tempestad
No hay comentarios:
Publicar un comentario