Esta historia se remonta a 2003 y va de títeres, música, noticieros y humor. Empieza en la televisión chilena y, dos décadas más tarde, aterriza en un par de conocidos museos latinoamericanos, no sin antes sumar cuatro discos y muchos conciertos masivos. El veloz arraigo de la serie infantil 31 minutos en la cultura popular del continente supone algunas interrogantes que se empeña en despejar el cuidadoso y detallado recorrido por su mitología propuesto por la exposición Museo 31.
Planteada como una retrospectiva para festejar el 20 aniversario del programa, a principios de este año la muestra ocupó el Centro Cultural La Moneda, en Santiago de Chile, donde en dos meses y medio rompió todos los récords al sumar 135 mil visitantes. Poco tiempo después el Museo Franz Mayer de la Ciudad de México decidió incorporarla a su plan anual, pues este país es el segundo con más seguidores de la serie. El vínculo de 31 minutos con el país se remonta a 2006, cuando Canal Once adquirió todos los capítulos realizados hasta entonces.
El vínculo de ‘31 minutos’ con México se remonta a 2006, cuando Canal Once adquirió todos los capítulos realizados hasta entonces.
La exhibición arranca con el proceso creativo de los personajes principales del famoso noticiario: el conductor Tulio Triviño y el reportero Juan Carlos Bodoque, un chimpancé de calcetín de lana rayado y un conejo rojo. Tulio proviene de una familia de millonarios y es el títere mejor pagado del canal, pese a que todos saben que es corto de entendimiento. Se le conoce por vanidoso y por tener los ojos un poco chuecos; Juan Carlos está a cargo de la “Nota verde” y, como buen comunicador a la vieja usanza, tiene fama de mujeriego, malhumorado y apostador.
Sus creadores son tres periodistas de la Universidad de Chile: Juan Manuel Egaña, Pedro Peirano y Álvaro Díaz. Con su productora Aplaplac trabajaron en este proyecto para el canal público de Televisión Nacional (TVN) bajo la premisa de que cualquier cosa puede convertirse en títere –si le añades un buen par de ojitos. El universo que plantean tiene su epicentro en el noticiario de Titirilquén (con duración de media hora más un minuto, claro), que produce piezas tan relevantes como “Peligroso Zombie suelto en la ciudad (es fácil confundirlo con un yoguslavo)” o “Le saqué las rueditas a mi bicicleta”.
Al elenco se fueron sumando, gracias a diseños de sorprendente precisión, decenas de personajes de materiales extravagantes y coloridos, como una raqueta amarilla, un trapeador negro, una cubeta azul o un gorrito de estambre.
Al elenco se fueron sumando, gracias a diseños de sorprendente precisión, decenas de personajes de materiales extravagantes y coloridos, como una raqueta amarilla, un trapeador negro, una cubeta azul o un gorrito de estambre. Así, llegaron al canal Juanín Juan Harry, productor; Patana Tufillo, una estudiante en prácticas profesionales; Policarpio, reportero de espectáculos y el famoso superhéroe Calcetín con Rombos Man acompañados por decenas de títeres más que hacen apariciones esporádicas en los 72 capítulos que componen la serie.
Después de contar los orígenes del programa y recrear los talleres, la exposición pasea por el set de Tulio Triviño, exhibe fragmentos de algunos de los capítulos más icónicos y se detienen en elementos gráficos y audiovisuales del detrás de cámaras. Aquí se pueden admirar objetos, maquetas, obras realizadas por fanáticos inspirados y microdocumentales que revelan curiosidades y anécdotas.
Con cuatro exitosos discos y varias presentaciones en el Lollapalooza chileno, Viña del Mar y el Vive Latino, resulta evidente que una parte muy importante del éxito del programa es la música, casi toda original de Pablo Ilabaca, del grupo chileno de funk rock Chancho en Piedra, en solitario o en combinación con los creadores del programa. Así que uno de los apartados más visitados de la muestra es el pasillo con estaciones donde los visitantes pueden escuchar las canciones más famosas del noticiero, algunas en versiones de destacados músicos latinoamericanos como Paulinho Paranhos Combo, Julieta Venegas con Mon Laferte o Rubén Albarrán.
La exposición culmina en el segundo nivel del Museo Franz Mayer con la Galería hermosa y desconocida: las obras de arte que, como buen millonario, Tulio Triviño ha ido coleccionado durante estos 20 años de carrera. Su gusto no tiene discusión, si mencionamos que La última cena es solo un entremés. El 29 de septiembre es el último día para atestiguarlo.
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