miércoles, 22 de julio de 2020

La última morada de Manuel Puig

No queda rastro de la casa que Manuel Puig habitó los últimos años de su vida. En el número 210 de la silenciosa y ondulada calle Orquídea, en Cuernavaca, hoy se halla un conjunto de viviendas recién terminado, con propiedades aún en venta. Blancas y anodinas, representantes de esa neomodernidad comercial que puebla las colonias pudientes del país, han borrado cualquier testimonio de lo que fue la vida doméstica del escritor argentino en la capital morelense. Sobreviven, eso sí, dos enormes palmeras que se alzan sobre el muro de la fachada y hacen pensar en el título de su última novela, Cae la noche tropical (1988).

30 años después de la muerte de Puig, el clima en Cuernavaca es cálido como casi siempre, una de las razones por las que eligió la ciudad para residir. Llegó aquí procedente de Italia, luego de vivir nueve años en Río de Janeiro, sin considerar la posibilidad de volver a Argentina. Y murió el 22 de julio de 1990 por complicaciones de una operación de la vesícula, apenas unos meses después de instalarse en su mansión.

Tenía 57 años y había publicado un conjunto de libros de profunda originalidad, a la vez populares e innovadores, como La traición de Rita Hayworth (1968), Boquitas pintadas (1969), The Buenos Aires affair (1973) o El beso de la mujer araña (1976). Es uno de los grandes renovadores de la narrativa en castellano del último medio siglo. “El gran tema de Puig es el bovarismo. El modo en que la cultura de masas educa los sentimientos”, escribió Ricardo Piglia.

La calle Orquídea, en Cuernavaca. A la derecha, el predio en el que se ubicó la casa de Manuel Puig. © Emiliano J. Pardo

En la calle Orquídea

¿Qué escribió Manuel Puig durante sus días en Cuernavaca, donde quiso vivir como una de esas estrellas de Hollywood a las que idolatraba? Se sabe que, ya fuera con una Lettera o una computadora IBM, esbozó una novela (Mère fantasie), redactó un par de relatos y avanzó en algunos guiones. Y comenzó a ordenar su archivo personal, que hoy custodia Graciela Goldchluk, cuya tesis doctoral investiga la influencia de la cultura popular mexicana en la obra de Puig. El escritor llegó al país prácticamente para morir, pero la relación con él fue importante antes de que lo eligiera como su última morada. (Una curiosidad: Cuernavaca y General Villegas, la ciudad natal de Puig, fueron Ciudades Hermanas entre 2010 y 2012.)

Muchas casas de la calle Orquídea están bastante cambiadas respecto a 1990, pero la topografía aún permite ver los cerros más allá de la ciudad. Puig murió con su mansión en obras, donde había dispuesto un gran estudio asomando a la alberca. Sobre el escritorio, su hermano Carlos encontró diversos manuscritos, tal como los dejó el escritor antes de internarse en una clínica cercana, de la que ya no volvería.

© Emiliano J. Pardo

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