Entre 2012 y 2015 el equipo que entonces se encargaba de La Tempestad editó, en paralelo, otra publicación: Folio. La revista trató de acompañar el fenómeno del diseño mexicano contemporáneo, que parecía estar a punto de pasar de las propuestas minoritarias a la masificación. Sin embargo, el salto de lo artesanal a lo industrial ocurrió en casos contados, y se volvió cada vez más difícil redactar textos pertinentes sobre sillas o lámparas nuevas. Creció en nosotros, además, una incomodidad: lejos de alcanzar un momento reflexivo, daba la impresión de que la disciplina se orientaba mayoritariamente a la estetización de mercancías para cierto sector socioeconómico.
Para entender ese período conviene acercarse al catálogo de la muestra Colección de momentos: diseño en México, 1999-2015 (2018), curada por Cecilia León de la Barra y montada en el Museo Universitario del Chopo. A falta de escritura crítica sobre diseño, los estudios de la disciplina se han desplazado al terreno curatorial a través de exposiciones y libros que han historiado de forma amplia y rigurosa el devenir de las formas útiles en el país, especialmente en la modernidad. El azar ha querido que este año coincidan en el tiempo dos exposiciones y una feria que permiten hacer una reflexión sobre el momento que vive el diseño hecho en México.
Una modernidad hecha a mano: diseño artesanal en México, 1952-2022 es la ambiciosa propuesta de una de las curadoras centrales en este campo, Ana Elena Mallet. El MUAC alberga una miríada de objetos creados a lo largo de siete décadas. El punto de partida es la muestra fundacional El arte en la vida diaria. Exposición de objetos de buen diseño hechos en México, organizada por Clara Porset en el Palacio de Bellas Artes en 1952, que por primera vez reunió trabajos de la disciplina en un momento de acelerada modernización. La idea de producir diseño con un pie en lo artesanal y otro en lo industrial resuena en el presente. Cada núcleo temático de Una modernidad hecha a mano es una historia apasionante, pero la sala 9 del museo universitario ha resultado insuficiente para contener este ejercicio casi enciclopédico, que se ve en la necesidad de aglutinar demasiados trabajos contemporáneos a la manera de un catálogo, sin claves de lectura. Es una exposición por lo demás necesaria, referencial.
Inaugurada a finales de marzo en el Museo Franz Mayer, Disonancia mexicana ofrece el contrapunto ideal al planteamiento de Mallet: si en el MUAC se piensan los objetos y su contexto, aquí los objetos piensan. Investigación sobre la resbalosa identidad mexicana, la exposición curada por de DelaO Design Studio es breve, puntual y rica en estrategias. Su concepción del diseño admite la especulación, los desplazamientos de sentido y la ironía. Contra la dictadura de la necesidad, en su segundo apartado encontramos el reloj Ahorita (José de la O, 2022), que materializa la singular noción temporal mexicana, o el altar DIY (Liliana Ovalle, 2021), un dispositivo de cartón para celebrar el Día de Muertos en casa. En Disonancia mexicana el diseño es paralelamente metodología para la solución de problemas y campo de ideas para reflexionar críticamente sobre la identidad y la historia.
Se comprende, así, que José de la O haya sido elegido como diseñador del año de Mexico Design Fair (MDF), feria orientada al coleccionismo que tuvo su segunda edición en mayo. Con exhibiciones en las casas Naila y Tiny –experiencias arquitectónicas en sí mismas–, en la costa oaxaqueña de Puerto Escondido, el evento permite sentir el pulso del diseño contemporáneo mexicano e internacional, especialmente en firmas que han abandonado las fantasías de masificación para concentrarse en la creación de objetos propositivos de manufactura artesanal. En MDF hubo propuestas concretas en este sentido, por ejemplo las logradas piezas de mimbre y ratán de diseñadores como Perla Castañón, Édgar Orlaineta, César Ponce y Carlos Torre Hütt. Un par de trabajos permite trazar líneas históricas del diseño en México: las sillas West, del escultor Julio Martínez Barnetche, pueden pensarse en la tradición del mobiliario de madera de Don S. Schoemaker, uno de los protagonistas de Una modernidad hecha a mano.
En MDF se presentaron piezas de Local Industries, firma palestina de los hermanos Elias y Yousef Anastas. Ubicados en Belén, llevan su programa en el nombre: sus piezas, de formas depuradas al máximo, son fabricadas con mano de obra local y demuestran la posibilidad de un diseño contemporáneo que pone en diálogo el trabajo artesanal y las clientelas globales. No son pocos los creadores mexicanos que han trabajado en ese sentido en este siglo, y por ello es tan importante reactivar el discurso crítico en la disciplina: ¿qué define las colaboraciones auténticas entre artesanos y diseñadores?, ¿cómo establecer parámetros para que sean justas y productivas?, ¿cómo detectar los momentos en que los diseñadores hacen uso de su posición social para aprovecharse del trabajo artesanal? Es una discusión pertinente, de la que podría surgir una suerte de diseño postindustrial. Por lo demás, la cultura del consumo vinculada al sistema de producción industrial está en crisis: si pretendemos evitar una catástrofe climática aún peor a la que ya ha comenzado, la vuelta a los oficios y el artesanado parece encontrarse entre las soluciones inmediatas.
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