viernes, 16 de diciembre de 2022

El cine de 2022: recuento y balance

Durante uno de sus períodos de militancia aguerrida hacia finales de los sesenta, Jean-Luc Godard escribía que un fusil y una cámara de cine cumplían una función análoga. Cuando una persona portaba alguna de ellas había una verticalidad implícita que hacía imposible la neutralidad; cuando apuntaba hacia alguien más, con uno o con otra, había un ejercicio de poder automático. En los actos de lanzar una bala o capturar una imagen, intuía el enfant terrible, podía haber una violencia comparable.

Provocador sin culpa ni disculpas, el director de Sin aliento eligió la muerte asistida en un año en que todas sus profecías audiovisuales parecían cumplirse. La cacofonía estridente y totalitaria de las pantallas individuales, la demolición de las fronteras que dividían a lo real de lo virtual y a la verdad de la ficción, la eterna resurrección de la guerra como espectro global. Si se miran las esquelas mortuorias del año que acaba, se aparece una hecatombe fúnebre que congrega a buena parte del cine perdurable producido durante el siglo pasado. Además del propio Godard, Sidney Poitier, Angela Lansbury, Jean-Louis Trintignant, Olivia Newton-John, Jorge Fons, James Caan, Monica Vitti, Ray Liotta, Louise Fletcher, William Hurt, Héctor Bonilla, Manuel Ojeda, Peter Bogdanovich, Wolfgang Petersen, Vangelis, Robbie Coltrane, Irene Cara, entre otros. Es inevitable la sensación de que, al fin, el cine del siglo pasado bajó el telón.

¿Qué rumbos fílmicos es posible imaginar, de aquí en adelante, para esta década enrarecida y anómala? Entre la agresiva concentración de los contenidos en monopolios globales enfocados al streaming –con la previsible pérdida de soberanía para el ecosistema de pantallas locales o regionales–, la expansión acelerada del cine anglosajón industrial –enfebrecido por recuperar hasta tres años de ganancias en tiempo récord– y la crisis o cierre de numerosas salas independientes, circuitos de exhibición locales y festivales, así como violencias presupuestales contra cinematecas y academias, de Francia a Argentina, EEUU, Brasil o México, el panorama no es soleado. Por ello son notables la cantidad y la diversidad de títulos con propuesta, arrojo, calidad narrativa e inteligencia formal que se estrenaron en meses recientes.

España y América Latina

Algo sin nombre, pero palpable, se agita actualmente en el cine producido en español o en lenguas originarias de las mismas regiones, como el quechua (Utama, de Alejandro Loayza Grisi), el zoque (Pobo’ Tzu’, de Tania Ximena Ruiz y Yollotl Gómez Alvarado) o el catalán de la anticipada segunda película de Carla Simón, Alcarrás. Esta última sobresale en una especie de annus mirabilis del cine regional ibérico, que también incluye a la gallega Las bestias (Rodrigo Sorogoyen), la murciana El agua (Elena López Riera) o la vasca Cinco lobitos (Alauda Ruiz de Azúa).

el cine de 2022

Fotograma de Las bestias (2022), de Rodrigo Sorogoyen

Lejanas todas a Madrid o Barcelona en geografía y espíritu, dan cuenta de un cine sólido y maduro que al fin va dejando de perseguir lo cosmopolita de exportación para escarbar en las narrativas de terruño y familia que en el pasado ha tenido cimas tan altas como Saura, Berlanga o Bardem. El humanismo robusto y universal de Alcarrás o Cinco lobitos está en la atención al detalle con que sus directoras hilan narrativas grupales. Ambas lo hacen en torno a los lazos y a un conflicto que parece tangencial, casi un mcguffin: la pérdida de un terreno no escriturado que remueve dolores viejos en una familia rural o un recién nacido que se cae del sillón, sin consecuencias más allá del chichón, pero que crece como nieve en la cotidianidad de una madre treintañera, el padre del niño y sus propios padres.

En otro tono está la intensa Las bestias, llena de olores, texturas y sudores tensos que funciona como un encuentro etílico entre Nuri Bilge Ceylan, Federico García Lorca y Michael Haneke. Pero el rumbo más estimulante del cine en español de este año habría que buscarlo en El agua, una ficción con andamiaje de documental que, en el fondo, utiliza el fondo mítico de una leyenda andaluza para elaborar una metáfora única: el agua de río como flujo de amores y pasiones que unen a las mujeres de una localidad con su pasado y, a la vez, con su destino.

Algo similar podría decirse de dos de las películas mexicanas más interesantes del año: tanto El norte sobre el vacío (Alejandra Márquez Abella) como Manto de gemas (Natalia López Gallardo) emprenden rutas distintas para relatar –¡al fin!– las violencias profundas del mundo rural mexicano sin sabor a recalentado ni perpetuando lugares comunes sobre el tema. El truco, quizás, está en que se interesan por las relaciones íntimas, sobre todo entre personajes femeninos, tejidas en torno a episodios de agresión y al terror como atmósfera cotidiana, sin explotar sus consecuencias ni buscar el impacto directo. Aunque en esta columna no hemos logrado ver Huesera (Michelle Garza Cervera), la vox populi indica que habría que añadirla a este grupo de directoras empeñadas en sacudir el avispero narrativo.

Espejo retrovisor: el cine memoria

Quizás esté en sintonía con el auge actual de la autoficción narrativa. Quizá la saturación y cacofonía del presente impulse miradas hacia el pasado individual. En cualquier caso, el auge autobiográfico de años recientes –Roma, Dolor y gloria, Belfast, Licorice Pizza…– encontró en 2022 una veta con mayor tendencia al mural de época y menos a la exploración del ombligo propio.

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Fotograma de El tiempo del Armagedón (2022), de James Gray

Unos meses antes de recibir el Nobel de Literatura, Annie Ernaux estrenó en Cannes Los años Super 8, un ejercicio discreto y emotivo en torno a los soportes físicos de video que funcionan como anclas para la memoria de una mujer; de esta forma, las memorias funcionan como amuleto para detonar indagaciones históricas, sociales y culturales, siempre evidenciando el filtro inevitable del tiempo. Uno de los documentales más interesantes del año. Puede pensarse en dupla con Apollo 10½, deshilvanada vuelta de Richard Linklater a la animación y a su infancia que echa mano de resortes creativos similares a los de Ernaux, aunque con resultados débiles.

En el campo de la ficción destacan con distancia dos ficciones ubicadas durante las infancias de sus realizadores y las convulsiones sociales que las enmarcaron: El tiempo del Armagedón, de James Gray, y Argentina 1985, de Santiago Mitre. La emocionante crónica de Gray sobre los años setenta en un barrio de clase media neoyorquina se ve tal como se leería una novela del mejor Philip Roth, con el pulso firme con el que filmaban Sidney Lumet o Mike Nichols en los mismos años. A medio continente de distancia hacia el sur, la quinta película de Mitre y su mejor desde La patota es un emotivo performance político que al fin pone nombres, apellidos y relato al lacerante proceso de justicia penal posterior a la dictadura argentina. Aunque tradicionales en forma y prudentes en su riesgo artístico, la madurez serena de ambas propuestas les da un peso y atractivo difíciles de rechazar.

Para redondear las menciones al cine de época, la inmersiva Sin novedad en el frente, del alemán Edward Berger, completa el panorama como la segunda mejor actualización de un clásico vista en este año. Sería la primera si no fuera por la extraordinaria Pinocho de Guillermo del Toro y Mark Gustafson, que es más que la animación más destacada del año y la versión con más capas, honduras y matices de las muchas que se han intentado a partir del relato de Collodi. Es también una película bélica en un sentido distinto al de Sin novedad…, pero con igual o mayor capacidad de conmoción.

Crónicas del presente

El actual no parece un entorno propicio para el cine de autor. Al menos no para el que busca el difícil balance entre la madurez creativa, la capacidad de provocar y el atractivo para una audiencia relativamente amplia. Apenas iniciado el año se estrenó en Sundance Buena suerte, Leo Grande, tercer largometraje de la británica Sophie Hyde. Como comedia ligera de indagación psicológica, erotismo franco y estructura teatral, bien pudo ser escrita por Capra o Lubitsch si estos se hubieran interesado por la relación entre una académica viuda que se asume frígida y un trabajador sexual cuatro décadas más joven.

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Fotograma de Triángulo de tristeza (2022), de Ruben Östlund

En otro tono y con ambición de capturar el Zeitgeist entero de la burguesía europea de nuestros días, Triángulo de tristeza del sueco Ruben Östlund es un salto expansivo en la capacidad para incomodar del director de The Square y, además, la segunda Palma de Oro para el cineasta, anotándolo en el reducido grupo de nueve realizadores que la han recibido más de una vez en el Festival de Cannes. Triángulo de tristeza, coproducida por la mexicana Piano, parte de una anécdota pueril: una pareja joven de yuppies encumbrados por las redes sociales discute después de una cena ante la decisión de quién debería pagar la cuenta y, por tanto, portar el timón de mando de la equidad en la relación. A partir de esta anécdota Östlund deshilvana cual hilo de media una serie de viñetas fársicas, incómodas in crescendo, cuando la pareja acepta como pago viajar en un crucero cuya tripulación es la mezcla del Foro de Davos con un paisaje del Bosco.

Entre otras propuestas iconoclastas y originales que, pese a ello, no pierden el rigor narrativo ni la capacidad de comunicarse con la audiencia, también habría que mencionar a la imperfecta pero valiente Hasta los huesos, de Luca Guadagnino. Se trata de una curiosa y perturbada variante del viejo relato yanqui sobre amantes jóvenes en fuga, condenados a huir a perpetuidad por las carreteras estadounidenses. Pero si hay que buscar miradas creativas y frescas al horror, pocas carnes son más frescas que las de David Cronenberg, que en la incomprendida Crímenes del futuro emprendió (¡al fin!) el regreso a sus antiguos horrores después de una digna etapa como [sic] cineasta académico y maduro. Crímenes del futuro, fábula ciberpunk sobre nuestra relación con el dolor, la muerte o el placer, es –junto a The Kingdom Exodus de Lars Von Trier y Érase una vez un genio, de George Miller– la vuelta al ruedo más atractiva que vimos este año para un cineasta de la vieja guardia. A cualquier edad, Cronenberg mantiene y alimenta su capacidad de indagar en las fisuras y heridas de la psique.

Finalmente, si se siente la necesidad irreprimible de una lista más sucinta para organizar los visionados decembrinos, éstas serían doce opciones para cerrar este año de “Intermedio”, agradeciendo la compañía de quienes, entrega tras entrega, pasan por estas pantallas para leer y comentar. Los deseos más sinceros para esta temporada. Hacemos una pausa y nos leemos en enero. Las películas recomendadas de 2022, sin otro orden más que el alfabético, son:

 

El agua

Elena López Riera|España

 

Alcarrás

Carla Simón|España

 

Los años Super 8

Annie Ernaux y David Ernaux-Briot|Francia

 

Argentina 1985

Santiago Mitre|Argentina

 

Buena suerte, Leo Grande

Sophie Hyde|Reino Unido

 

Cinco lobitos

Alauda Ruíz de Azúa|España

 

Crímenes del futuro

David Cronenberg|Canadá

 

Manto de gemas

Natalia López Gallardo|México

 

El norte sobre el vacío

Alejandra Márquez Abella|México

 

Pinocho

Guillermo del Toro y Mark Gustafson|Estados Unidos

 

El tiempo del Armagedón

James Gray|Estados Unidos

 

Triángulo de tristeza

Ruben Östlund|Suecia

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