En 2003, a punto de ocurrir la invasión de Irak por parte de Estados Unidos y sus aliados, sucedió esta historia. Colin Powell, jefe del Estado Mayor de George Bush hijo, estaba por anunciar en la ONU el inicio de las acciones militares. Sin embargo, había un detalle: en la sala colgaba una reproducción del Guernica, obra emblemática de Pablo Picasso –creada en el contexto de la Guerra Civil española– que recuerda los horrores de las bombas sobre la población gracias a un invento del siglo XX, la “guerra total”, que considera a los ciudadanos del país enemigo blancos legítimos. Para evitar esa presencia incómoda, los empleados de la ONU cubrieron la obra con un paño azul. El hecho fue descrito por el historiador inglés Simon Schama como uno de los mayores homenajes que se han hecho al arte.
La anécdota viene a la mente con la cancelación del premio LiBeraturpreis, otorgado dentro de la Feria del Libro de Fráncfort, a la novela Un detalle menor, de la autora palestina Adanía Shibli (Galilea, 1974). El premio promueve, cada año, la obra de una autora africana, asiática, latinoamericana o del mundo árabe. Un detalle menor (2017) es un libro que provoca muchas ideas una vez que el lector lo termina. La trama se centra en la violación y el asesinato de una muchacha beduina en 1948, durante la Guerra Árabe-Israelí que llevaría, a la postre, a la fundación del Estado moderno de Israel. Esa vida, ese “detalle menor”, es explorada a través de dos miradas prolijas que se contrastan y complementan.
La primera mitad del libro de Shibli muestra, a través de un narrador omnisciente, el encuentro entre la víctima anónima y los soldados israelíes que la capturan mientras patrullan el desierto. Uno de los elementos que dan tensión al relato es la voz que cuenta: una suerte de mirada que domina por completo cada uno de los pasajes, pero que apenas indaga en sus motivaciones. Vemos lo que sucede como espectadores que tienen ante sí movimientos, ruidos, luces, murmullos. El hilo conductor es uno de los soldados que, en medio del calor sofocante del desierto, se limita a atestiguar las acciones de sus compañeros. La picadura de un insecto en una de sus piernas lo desgasta poco a poco gracias a su ponzoña. De esta manera la autora simboliza no sólo la intoxicación de quienes ejecutan la violencia sino la progresiva pérdida de la realidad en medio de la guerra. La atmósfera se construye a partir de la repetición de algunos elementos; el más importante es un perro cuyos ladridos incansables y presencia impaciente pueden muy bien reflejar el papel de un espectador inerme, testigo de una historia condenada a perderse en la arena del desierto. El asesinato de la muchacha es un hecho intrascendente, el último paso en la deshumanización del enemigo y así, justamente, es narrado, lejos de cualquier sentimentalismo o condena explícita de la narradora.
La segunda parte de Un detalle menor juega con el formato de la falsa biografía. Una palestina contemporánea –habitante de Ramala, en Cisjordania– se interesa por la violación y el asesinato de la muchacha ocurridos un cuarto de siglo antes de que ella naciera. La mujer –álter ego de Adanía Shibli–, habituada a las bombas del ejército israelí, lee un artículo periodístico que rescata milagrosamente a la muchacha del desierto, aunque sin dar muchos detalles. A partir de esa pista se internará en el territorio israelí reconstruyendo, en el proceso, el mapa de la antigua Palestina ahora borrado por una lengua diferente y colonizado por los vencedores de la guerra. En esta parte de la novela la autora da continuidad a algunos leitmotiv de la primera mitad. Uno de los más importantes es la obsesión del soldado por limpiarse la herida en la pierna y la meticulosidad con la que se refresca el cuerpo en el campamento del ejército. Esto se repite, 25 años después, con las precauciones obsesivas –llevadas casi al límite– de la mujer, que tiene que sacar una identificación falsa para entrar en Israel e investigar en museos militares, preguntando a los colonos la historia de la muchacha asesinada. Un paso en falso puede ser fatal.
Si en la primera narración no hay explicaciones sino hechos desnudos y repetitivos, en el texto complementario los pensamientos de la mujer llenan los vacíos y la conducen a una suerte de confusión que se agrava conforme avanza el relato. Al final, en una vuelta de tuerca que se anuncia pero que no defrauda las expectativas del lector, la mujer de Ramala se dará cuenta de que repite el camino trágico de la muchacha anónima. El mensaje, contundente por trágico, nos habla del retorno de una violencia cultivada sistemáticamente a través de la ideología y la manipulación de la historia. La mujer, antes de su final, escucha las bombas del ejército israelí, pero se da cuenta de que no podrán hacerle daño, pues está del otro lado del complejo laberinto punitivo que segrega a Palestina.
Un detalle menor es un elogio de la memoria y el poder de las palabras para explicar nuestra historia en medio de la tragedia. Es, además, un ejemplo de que la literatura puede abordar con convicción una posición política sin caer en el panfleto. Si alguien en algún momento acusa al libro de maniqueísmo es porque la realidad de Medio Oriente ha sido construida a partir de un discurso en el que el bien se enfrenta al mal. Sólo que ahora se escucha a la otra parte, la silenciada. La censura que sufrió el libro en la Feria de Fráncfort es entendible –sin que pretenda en ningún momento justificarla– porque pone el foco en una vida mínima y desechable para los intereses del gobierno actual de Israel y la complicidad disfrazada de culpa histórica de Alemania. Esta vida, a pesar de todo, tiene la suficiente fuerza para hablarnos e interpelarnos desde su aparente indefensión. Como apunté al inicio del texto –recordando la anécdota del Guernica– la censura a una obra de arte es un elogio, el reconocimiento de una voz que incomoda en un mundo en el que las palabras parecen perder sentido.
Adanía Shibli, Un detalle menor, traducción del árabe de Salvador Peña Martín, Hoja de Lata, Gijón, 2019
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