viernes, 27 de mayo de 2016

Productos artísticos

 

A propósito del nombramiento del colectivo artístico y revista digital DIS, como curadores de la novena edición de la Bienal de Berlín –que se llevará a cabo del 4 de junio al 18 de septiembre de este año–, recuperamos esta conversación con Marco Roso, quien junto a Lauren Boyle, David Toro y Solomon Chase, edita la publicación digital.

 

 

DIS es una de las publicaciones culturales más genuinas e inteligentes de la actualidad. Aunque es digital, mantiene un modelo tradicional de desplegado que gira, mayormente, en torno al texto y la imagen, privilegiando siempre las opiniones de los colaboradores. Sigo DIS desde hace tres años, pero ignoro las ideas, las necesidades y las ambiciones que dieron origen a la revista. ¿Podrías hablarnos de ello?

 

DIS nació en el 2009 tras el colapso bursátil de Wall Street, cuando un grupo de amigos nos quedamos sin trabajo. Estábamos descontentos con el contexto político , el mundo cultural y en especial con las publicaciones del momento, donde no encontrábamos nada que nos interesara. Además nos dimos cuenta de que estábamos rodeados de un montón de amigos que hacían cosas muy interesantes, pero que no existía una plataforma para ellos ni para las ideas que DIS (como colectivo artístico) quería expresar.

 

Recientemente lanzaron la marca DISown, marca con la que ponen a circular productos de consumo diseñados por artistas. Para ustedes ¿qué –o quién– delimita la “frontera” entre un objeto y una obra de arte?

 

Dejamos que el consumidor decida si lo que compra es un objeto o una obra de arte. Creemos en una ambigüedad positiva que genere preguntas más que respuestas.

 

¿Consideras que un producto de consumo diseñado por un artista posee un potencial mayor para plantear una experiencia estética que el un diseñador profesional?

 

Creo que los códigos, la finalidad y las referencias de un artista son diferentes a los de un diseñador profesional. No mejores, sólo diferentes.

 

¿Los productos de DISown, disponibles al día de hoy, se fabrican en masa o son piezas únicas?

 

Algunos son de edición limitada y otros se fabrican en masa. Lo decidimos caso por caso, dependiendo de la demanda.

 

En el video promocional señalan que la marca “no es para todos”; ¿para qué tipo de consumidor están pensados sus productos?

 

El eslogan es un guiño al mundo de consumo, una sátira de la exclusividad, los productos de lujo y la creación de objetos de deseo. Nuestro fin es llegar a distribuir productos en los centros comerciales, las grandes cadenas y los supermercados. Nos encanta la idea de vender una experiencia estética sin que el consumidor lo sepa.

 

El normcore se perfila como la tendencia más popular entre los consumidores de la moda. ¿Cómo imaginas la integración al mercado de un proyecto como DISown, que neutraliza la normalidad?

 

En Nueva York el normcore inició con estudiantes de arte y ahora ha sido adoptada por algunos hispters, pero no creo que tenga relación con el proyecto de DISown. Para nosotros “una nueva normalidad” es convertir ideas difíciles en productos. Hace cuatro años nadie hubiera tenido interés en comprar nuestro Shoes in Shoes, pero ahora existe un público que quiere y se atreve a consumirlo.

 

Detrás de la marca, ¿existe la idea de llevar al extremo la estetización de casi todos los aspectos, públicos y privados, de nuestras vidas?

 

Sí, y lo ideal es que sea intrínsecamente política, que subraye el potencial liberador del arte.

 

Sus productos no proponen nuevas soluciones sino extravagancias estéticas a favor de la originalidad. ¿DISown vende el aura de los artistas?

 

No vendemos “aura”. ¿Marca de artista? Quizá. No promovemos la experiencia de algo irrepetible, puro. Al contrario, reproducimos los objetos como si fueran productos de consumo y vemos al artista como una marca. Karl Lagerfeld o Versace crean “colecciones de difusión” para H&M: grandes marcas creando versiones más asequibles para el público. DISown también crea líneas de difusión de artistas. Ello nos obliga a lidiar con situaciones que pueden ser política y estéticamente incómodas, pero interesantes.

 

¿Es posible que el futuro de la creación artística –y la supervivencia económica de los artistas– se encuentre en la producción de objetos útiles?

 

No lo sé, pero sospecho que a algunos artistas, más que la mera producción de objetos útiles, puede funcionarles transformarse en una marca. Quizá.

 

Este texto se publicó en la versión impresa de Folio V.007, abril-mayo de 2014

 



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