martes, 17 de mayo de 2016

Siete Montañas Mágicas

 

 

 

 

Ugo Rondinone (Brunnen, Suiza, 1963) creó una instalación a gran escala para sitio específico, Seven Magic Mountains, en el desierto de Mojave, en Nevada, EEUU. Ésta es una secuencia de siete torres de piedras de colores apiladas que desafían la gravedad y se ubican en un punto intermedio entre el equilibrio y la inestabilidad, en el Valle de Ivanpah. Las torres, de 30 pies (poco más de nueve metros) tienen como objetivo evidenciar la presencia humana en el desierto mediante «una explosión poética de la forma y el color». La instalación se abrió al público el pasado 11 de mayo y cerrará en la misma fecha, pero de 2018.

 

Percepciones extendidas

 

En 2013, el Centro de Cultura Contemporánea Fátima en San Pedro Garza García, en Nuevo León, exhibió Ugo RondinoneA propósito del nuevo trabajo del suizo, recuperamos esta reseña escrita por Daniel Montero en La Tempestad 91 (julio-agosto de 2013):

 

En los textos sobre el trabajo de Ugo Rondinone (Brunnen, Suiza, 1963) se reitera un argumento: su obra utiliza soportes diversos. La muestra que se exhibe hasta el 18 de agosto en el Centro de Cultura Contemporánea Fátima en San Pedro Garza García es un ejemplo de ello. En la primera sala se exhiben 12 máscaras negras que representan a distintos animales, cada una relacionada con un mes del año (Moonrise South, January-December, 2003); en otro espacio se muestran un círculo de 220 cm de diámetro pintado con colores difuminados (No. 143 esterjulineunzehnhundertneunundneunzig, 1999) y una instalación con fotografías en blanco y negro de un bosque nevado y una mujer que deambula por él, montadas en tablas cuyas rendijas permiten ver los colores del arcoíris (In the Sweet Years Remaining, 1998), además de un audio que proviene de esa misma superficie.

 

La exposición, parte de un convenio establecido por el nuevo centro cultural neoleonés con la Colección/Fundación Jumex, hace pensar no sólo en la multiplicidad de formatos usados por el artista,  sino también en el modo en que sus piezas pueden ser recibidas en cada contexto, más allá de su polivalencia. El asunto crucial es entender que el suizo entiende el tiempo y el color como problemas y que, en efecto, cuando combina esas variables no sólo configura formas, sino también espacios sensibles. No es un tema trivial, pues al parecer Rondinone parte de la consideración de elementos inmateriales e intangibles que pueden ser producidos por diversos materiales y objetos a través de la forma y el espacio. Así, puede pensarse que la presencia de las máscaras en la muestra tiene que ver con los meses del año, representados con rostros intercambiables, pero todos tienen en común el color negro: se adjudica al tiempo un tono distinto al celeste de las constelaciones, lo que parece tener un carácter ritual o bien depender de la asociación libre. Por su parte, el círculo de colores, que acaso fue realizado en un día, establece relación con una fecha del calendario, pero al mismo tiempo puede ser considerado una pérdida, porque las referencias se ausentan cuando el espectador se acerca lo suficiente y borra el espacio circundante con su dinámica de colores. Finalmente, la instalación que muestra las imágenes de una persona en tránsito se respalda en el juego cromático situado detrás de cada rendija en las tablas de madera y en el sonido.

 

 

 

 

rondinone

 

 

 

 



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