martes, 24 de mayo de 2016

El miedo es real

 

A tres años de que Teresa Margolles intentara responder a la pregunta, con una exhibición homónima en la Bienal de Venecia, «¿De qué otra cosa podríamos hablar?», en referencia a la degradación del México calderonista , la curadora mexicana Jessica Berlanga Taylor propuso un ciclo de instalaciones y performances en una antigua casa propiedad de la fundación Alumnos47, en la colonia San Miguel Chapultepec. El ciclo pretendió reflexionar sobre un tema primordial: el miedo. Seis performances, dos instalaciones y un ciclo de video –algunos exclusivos o de cupo limitado– ocuparon la marquesina del Proyecto líquido.

 

El programa curatorial eligió como lema la frase «Estamos hartos de vivir con miedo». Además se decantó por una polémica estrategia publicitaria basada en el hostigamiento por correo, si bien lejos del terrorismo poético de Hakim Bey. De esta forma crípticas postales diseñadas, ahora se sabe, por Carlos Amorales fueron enviadas de manera anónima a decenas de personas con el fin de preparar el terreno, de infundir miedo. La lectura curatorial del miedo propuesta por Berlanga Taylor implicó su reblandecimiento. En tanto no hubo un texto que asilara las acciones independientes, lo que sucedió en esa casona difícilmente puede asociarse con la única declaración del Proyecto líquido.

 

«Estamos hartos de vivir con miedo»: se trata de una consigna ciudadana que toca puntos sensibles de la sociedad mexicana. El performance-instalación Confidencial, de Marcela Armas y Gilberto Esparza, sorprendió por detectar el miedo al acoso de los departamentos de cobranza: los artistas mexicanos elaboraron una base de datos con información personal de los asistentes y la mezclaron con grabaciones telefónicas de cobradores; el mix se proyectó en tiempo real sobre la fachada de la casa, volviendo público el miedo privado. Otro performance afortunado fue Látex de Yoshua Okón: una lograda sátira, que critica a la burocracia mexicana, sirvió para que actores, sembrados en el público y caracterizados como guardaespaldas tensaran el ambiente entre los espectadores. El último acto de la farsa incluyó a los escoltas bailando una coreografía chip ´n´ dale, lo que liberó la presión de olla exprés que dominaba el espacio. Okón logró ofrecer una representación del miedo popular hacia las instituciones, al tiempo que reveló el que aflora en los mexicanos cuando compartimos el espacio con cuerpos de seguridad (el miedo al secuestro y a la impunidad, por ejemplo).

 

Quizá el Proyecto pecó de ingenuidad al manejar el miedo de forma tan blanda en un país en el que el horror es todo menos simbólico. Es real.

 

Este texto se publicó en la versión impresa de La Tempestad 86, septiembre-octubre de 2012.

 

 



from La Tempestad http://ift.tt/20y5iA1
via IFTTT Fuente: Revista La Tempestad

No hay comentarios:

Publicar un comentario