jueves, 2 de septiembre de 2021

La poesía se realiza entre dos

Valerio Magrelli (Roma, 1957) es conocido en castellano lo mismo en su faceta de prosista –La vecindad de la carne (2003; Mardulce), La vicevida. Trenes y viajes en tren (2009; Mangos de Hacha), Adiós al futbol (2010; Xórdica)– que de poeta –Vetas y naturalezas (1987; Visor), Epígrafes para la lectura de un diario (1999; Bajo La Luna), Ejercicios de tipología (1992; Pre-Textos)–, y en esta revista hemos dado cuenta de su labor ensayística gracias al trabajo de Roberto Bernal, que actualmente se ocupa de la traducción de su obra. La siguiente entrevista apareció en la revista italiana Q Code Magazine el 10 de diciembre de 2019; agradecemos a la escritora Isidora Tesic y al propio Magrelli la autorización para traducirla y publicarla.

¿Qué es la verdad en la poesía?

Sobre todo es una verdad que corresponde al lenguaje, porque en poesía no existe una verdad externa al lenguaje. La verdad, en la poesía, es la que habita dentro de la propia poesía, es decir, dentro de esa peculiarísima frontera entre el encuentro del pensamiento y el lenguaje. No existe una verdad que sólo sea lenguaje ni una verdad que sólo pertenezca al pensamiento. Yo diría que estamos ante un procedimiento físico, un lugar, entre estas dos polaridades, al que sólo se llega a caballo.

Y, con el pensamiento, ¿también incluye sentimiento, alma y espiritualidad?

Así es; pero es un sentimiento que no puede existir fuera de la palabra, de lo contrario sería relegado a un discurso, a un sermón. Siempre hay que recordar que estamos en el interior de una condición expresiva verbal. De lo contrario la poesía termina siendo otra cosa, y entonces, literalmente, en ese caso, desaparece.

Entonces es una condición de la existencia.

Sí. Hay que tener presente que la poesía navega entre dos peligros, entre Escila y Caribdis: por un lado, está el peligro de que se convierta en un ejercicio estilístico que culmina en sí mismo; por otro lado, está el peligro opuesto, es decir, que se convierta en discurso, doctrina, sentencia. En cambio la poesía siempre encuentra el equilibrio en las sílabas, en la métrica alfabética.

Se dice que todo ser humano es innumerable. Y que los innumerables se pueden reconocer en cada ser humano. ¿Es esto lo que hace la poesía?

Todos los seres humanos pueden y deberían leer poesía, pero sólo unos cuantos pueden hacerlo, como en cualquier arte. No se puede pensar que escribir compete a todos: es para el placer de todos, pero sólo algunos llegan a realizarlo. Dentro de estos pocos, todavía son menos los que se mantienen vigentes a través de los siglos, porque el gusto cambia: quizás un poeta que era adorado en el siglo XIX hoy está olvidado. Son escasos los poetas que llegan a un nivel de tal intensidad, de complejidad, de perfección, que perduran en el tiempo. Así que tenemos que buscar sus voces.

¿Y el poeta puede vivir para todos?

La poesía es un mecanismo activado por el lector: la poesía se realiza entre dos. No existe un poeta sin un lector. Sólo que los poetas son muchos y los lectores pocos. No tiene sentido la poesía si no sirve para animar una respuesta en el lector.

¿Cómo se cultiva en la poesía la conciencia de la posibilidad? ¿Cómo practica el futuro?

No lo sé. Siempre soy muy escéptico acerca de los discursos que están demasiado alejados de la forma poética, de lo concreto de la poesía. La poesía tiene una naturaleza silábica, vive en la palabra, en la rima, en lo plural, en un punto de expresión. Son movimientos mínimos que pueden desencadenar grandes emociones. Pero siempre hay que partir de un arraigo muy concreto.

Por lo tanto, la relación con el lenguaje siempre permanece y, con él, el acto creador de la poesía.

Exactamente. Siempre hay que volver y partir de ahí. La poesía siempre ha sido socavada –esa es la palabra correcta– desde el teatro, la plegaria, la retórica y la filosofía. Yo la veo como un ser inerme rodeado de estos poderes mucho más fuertes; poderes que no pueden esperar para apropiarse de ella y la arrastran continuamente. De este modo, la mística trata de tirar de ella, el teatro intenta sacarle provecho, así como el discurso o la política. Todo alrededor de la poesía, que es mucho más desarmada y mucho más pura.

Quizás el permanecer inerme podría reconocerse no como un acto de debilidad sino más bien como un acto de resiliencia.

Qué lindo esto, estoy de acuerdo contigo. Pero la debilidad de la poesía es algo objetivo: pensemos en cuántos poetas, a lo largo de la historia, se han visto obligados a trabajar para los políticos, para los partidos. Pero… sí, diría que, finalmente, son ciertas ambas observaciones: hay algo indefenso y a la vez resistente en la poesía. Por supuesto, mucha gente quiere aprovecharse de eso.

La poesía es demasiado desafiante porque consigue tener un poder práctico. Basta con ver la clasificación de los libros, basta pensar en la idea misma de una clasificación de libros. Una de las mayores desgracias, mucho mayor que la aparición del bestseller, es la idea de verificar la presencia del bestseller en los periódicos. Lo dije hace casi 30 años: incluir esta clasificación es un crimen; más aún: una incitación a la delincuencia, porque la gente comenzará a comprar los libros que más venden. Es una especie de círculo vicioso, como el perro que se muerde la cola: en vez de sugerir los libros para leer, se indica los que son más leídos. Esta es una forma más de desposeer a la poesía.

Dicho esto, la poesía siempre seguirá siendo una ocupación de unos pocos, porque de todos modos es más extenuante que otras. Es más fácil ser arrastrado por alguien que caminar por nuestra cuenta, y la poesía invita a caminar por cuenta propia. No es rentable, es costosa y, al mismo tiempo, desafiante; siempre gustará a un pequeño grupo de fieles y apasionados. Desde este punto de vista, es realmente una religión del lenguaje.

La Historia y sus narraciones. ¿Qué recoge la poesía para el mañana?

Puede hacer mucho y, sobre todo, puede hacerlo de mil maneras. Una de las cosas más hermosas, más humanas de la poesía, es su diversidad. Una diversidad extraordinaria, que a menudo olvidamos. Aquí la poesía implica la coexistencia del poeta dialectal, del poeta experimental, de Sandro Penna y de Giorgio Caproni, de un poeta cerebral como Andrea Zanzotto y de un poeta espiritual como Mario Luzi. Este espléndido abanico expresivo es su gran fortaleza: hablar del hombre en todos sus destellos.

¿Quién es el otro hoy? ¿Cómo lo reconoces?

La poesía tiene hoy una gran tarea, porque la revolución tecnológica e informática ha alterado completamente nuestros parámetros y nuestra vida. Pienso en las horas que niños y jóvenes pasan solos ante imágenes proyectadas en las pantallas, en el aislamiento, en un desarraigo de toda forma de relación real. Emmanuel Levinas habla del encuentro entre los hombres como de un encuentro basado en la mirada. ¿Qué hay en la mirada de un niño que pasa tres horas delante de un videojuego? Los peligros han aumentado. Por solidaridad, no me gusta el pasado y me horroriza el culto a los años pasados. El pasado fue un montón de ruinas, de horrores, y no tenemos nada de qué arrepentirnos. Dicho esto, es necesario luchar contra las seducciones de la industria tecnológica que, para hacer dinero, llega incluso a deformar el crecimiento de un individuo.

Niños abandonados solos ante el televisor, condiciones sociales que obligan a los padres a elegir. Creo que si pudieran elegir, nadie abandonaría a un niño delante de un videojuego: esto también modificará profundamente nuestras capacidades críticas. No sabremos leer un libro, porque nunca nos habituamos. Por tanto, debemos luchar muy a fondo, y la poesía debe ser un estímulo para el cuidado del pensamiento crítico. Si tuviera que decirlo en una sola frase, diría que hoy el trabajo del escritor es mantener viva esta llama.

Y también es tener un aparato de respuesta al mundo y al otro.

Sí. También está la tutela del otro, que corre el riesgo de desaparecer. Pensemos en los chats, en relaciones que ya no existen desde el punto de vista físico. El Otro, nuestro Prójimo, está hecho también de olor, tacto, quizá de sabor… A través del chat se expresa una escritura cursi, con diez términos y, de hecho, ni siquiera más alfabética, sino compuestos por simples emoticones. Estamos retrocediendo a la edad de piedra.

¿La poesía hace justicia? ¿Cuál puede ser su papel hoy?

He escrito un libro entero –titulado Il commissario Magrelli– en el que hablo de esto. No me identifico en lo que hoy es la justicia. Creo que la historia es bipolar. Hemos pasado de la tortura, contra la que luchaba de modo sacrosanto (¡además, laico!) Beccaria, al total salvoconducto de cualquier culpable. Pero tiene que haber un punto medio, tiene que haber condenas.

Ni yo ni mi personaje somos reaccionarios, sin embargo creemos que quien le arroja ácido a una mujer ya no debe vivir en una comunidad. Deberá vivir aislado, sometido a una institución democrática como la cadena perpetua (que, en un referéndum de hace algunos años, fue reivindicada por casi el 80% de los italianos). Suponiendo, por supuesto, que las cárceles sean humanas, estén vigiladas y permitan al preso un estilo de vida digno.

Quien mata ha perdido el derecho a vivir en una comunidad, porque este derecho se gana. Si desfiguras a una mujer o violas a un niño, simplemente debes ser “apartado”, sin ensañamiento, sin venganza. Pero incluso sin posibilidad de indulto, porque su víctima no tendrá nunca la oportunidad de ser reparada.

Y hasta que la izquierda, sobre todo la izquierda católica, no comprenda esto, me niego a discutir el feminicidio. ¿Cuál es el punto de seguir hablando de esto cuando el culpable no está siendo procesado?

Quiero perseguir democráticamente a los culpables: este es mi sueño infantil y, como todos los sueños infantiles, nunca se harán realidad. Pero al menos puedo divertirme expresándolo. Cabe decir que esto me ha hecho discutir con muchos amigos que piensan que son de izquierda, cuando simplemente están del lado de los criminales. Yo elijo estar del lado de las víctimas. Hay una hermosa frase de Emmanuel Carrère que dice: “No me pidan compasión por los criminales, la mía se agotó completamente con las víctimas”.

¿La poesía también puede ser una resistencia ante lo real? ¿Cómo lo consigue?

Sí, la poesía nace de la realidad, está impregnada de la realidad y es una reflexión sobre la realidad. Después de eso, el lector deberá, más o menos, hacerla suya. En algunos casos he leído versos que me han hecho darme cuenta de lo que estaba viviendo. Versos que pueden tener incluso el alcance de la revelación.

Dar un nombre a las cosas las introduce al mundo. ¿Cómo debemos hoy relatar el bien común?

He intentado relatarlo en varias ocasiones, cada uno intenta hacerlo a su manera. Hay un poema en el que describí que estoy en el baño lavándome los dientes y escuchando a mi hija cantando al otro lado de la pared. Y escribí: “Es más que suficiente”. A veces me doy cuenta de que perdemos el sentido de las proporciones, por lo que, en realidad, una cosa tan pequeña puede representar el propósito de una vida. ¿Qué podría ser mejor que tener una hija que canta a mediodía? Yo diría que podría ser el objetivo de una vida, ¿no?

Que después uno sale y lo olvida, es inevitable. En este caso, entonces, la poesía ha servido para detenerme, para recordarme que las cosas realmente grandes son éstas. Es el canto de tu hija al otro lado de la habitación. Por desgracia, los residuos nos envenenan. Bueno, tal vez la poesía es una forma particular de eliminar los residuos. En algún lugar también lo escribí.

¿Cuáles son las preguntas que debemos empezar a responder colectivamente?

Quizás la pregunta que creo es la más importante, por la repugnante calidad de las personas que me rodean en la ciudad de Roma, es: “¿Por qué no dejas en paz a tu prójimo?”. En mi opinión, lo que falta en nuestro mundo occidental, aunque privilegiado, es el respeto al prójimo. Tanto es así que escribí un libro titulado Sopruso: istruzioni per l’uso [Opresión: instrucciones para el uso], en el que afirmo: “Ama a tu prójimo como a tu prójimo le gustaría ser amado”, y no “como a ti mismo”. Quiero que todos obedezcamos una especie de nuevo mandamiento: “No molestes a tu prójimo”. Y si esto fuera acatado, viviríamos mucho mejor.

¿Algunos versos para despedirnos?

De Il sangue amaro:

 

Mi fragilidad, fragilidad mía,

pero ¿qué hago contigo?

Tengo cincuenta años y tiemblo cuando relampaguea,

y todavía me equivoco de lugar

como cuando me equivoqué de pupitre en la guardería.

Tengo un cuerpo perforado por ganchos,

el sueño como un campo de escombros,

la fuerza que se desmorona, la memoria fracturada,

y en este Gran Desorden, lo único que queda intacto eres tú,

mi herida, mi Grial, código de barras

de un extraño que está herido, que fracasa,

obligado a ser yo.

Mi fragilidad, topo del enemigo,

criatura indefensa que me deja desamparado,

la única verdadera recompensa de la muerte

será saber que estarás muerta conmigo,

mi motor,

mi terror,

mi consustancial derrota.

Traducción del italiano de Roberto Bernal

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