“El dibujo es centro y periferia de todo mi trabajo”, explica Daniel Guzmán (Ciudad de México, 1964), que ha realizado videos, instalaciones, performances e incluso gobelinos, pero cuyo inconfundible trazo define la idea que nos hacemos de su estilo. Algunas obras de su nueva exposición en la galería capitalina Kurimanzutto hacen pensar, por ejemplo, en lo pictórico, pero en realidad son parte de un entendimiento expandido del dibujo.
El hombre que debería estar muerto profundiza la sistemática desjerarquización que Guzmán ha realizado sobre los referentes culturales. En su imaginario coexisten el rock, la ciencia ficción, el universo prehispánico, la teoría social, la poesía o el cómic, para no hablar de distintos momentos de la historia del arte (hay aquí, de hecho, alusiones al surrealismo). “No pienso en coleccionar ni en lo alternativo cuando realizo mi trabajo”, aclara al preguntarle por estas nociones en su práctica.
El color irrumpió en la obra de Daniel Guzmán, de forma más abundante que en su trayectoria previa, por los años de la serie Chromosome Damage (2015) –parcialmente expuesta en Kurimanzutto en Death Never Takes a Vacation. Su nuevo proyecto inició en 2017 y pudo verse en un contexto más amplio el Museo Cabañas de Guadalajara hasta hace unos meses. Hay descaro en la paleta cromática, una expresividad que abre nuevas perspectivas en su trabajo. “Esta serie tiene una visión más amplia, que parte de la experiencia en mi práctica de dibujo, en la que reúno narrativas, temas y un desarrollo formal distinto. El énfasis en el uso del color sólo es una parte de toda esta nueva experiencia”.
“Todos contamos relatos e historias, lo sepamos o no. De alguna manera esta inquietud de intentar contar historias con mis dibujos es algo que me ha acompañado a lo largo de toda mi práctica”, comenta el artista. En sus imágenes la alternancia de lo abstracto y lo figurativo produce algo que podríamos entender como escenas narrativas. La literatura, y de forma más amplia la palabra, ha tenido siempre un papel importante en la obra de Daniel Guzmán. Se percibe una interlocución, que puede darse con Philip K. Dick, con Pier Paolo Pasolini o con versos de una canción punk. “En Ricardo Piglia encontré una manera de leer el trabajo de otros autores y artistas que me han acompañado”.
El hombre que debería estar muerto cuenta con una publicación cuya portada remite a la mítica revista DUDA. En la esclarecedora editorial puede leerse: “El caldo de cultivo original de este proyecto es el gusto que me invadió desde niño por las películas, las series de televisión, las revistas e historietas en donde la realidad, la ficción, la ciencia ficción, el terror y lo extraño se juntaban de una manera totalmente delirante”. Y es que el hombre que debería estar muerto, básicamente la definición de un zombi, adquiere diversas pieles: dictador, fantasma, guerrillera, niño perdido, transexual, estrella de rock, borracho, payasa, drogadicto. Es aquel que está al margen, fuera de sitio.
“Potaje visual” es la precisa definición del artista. El hombre que debería estar muerto: tienes que entrar para salir, con cuatro estructuras de madera que aquí se exhiben por primera vez, puede verse en Kurimanzutto hasta el 28 de julio. Guzmán describe estas piezas como formas de leer y de encontrar el camino a casa.
La entrada Daniel Guzmán camino a casa se publicó primero en La Tempestad.
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