En la película Tiempos modernos de Charles Chaplin, una crítica aguda al capitalismo y una de sus mejores obras, Charlot (personaje emblemático del actor) vive un sueño inesperado: es contratado como vigilante nocturno de un gran almacén. Tiene a su disposición toda la oferta del negocio e invita a su novia, interpretada por Paulette Goddard, a pasar la noche con él. Ambos se dan un festín en el almacén repleto de mercancías. La película, estrenada en 1936, ya reflejaba el culto a la novedad, la expansión comercial y los escaparates repletos de productos. Los almacenes y grandes tiendas cambiaron radicalmente la vida de las ciudades, e inauguraron la sociedad de consumo durante el último tercio del siglo XIX.
En Ladronas victorianas. Cleptomanía y género en el origen de los grandes almacenes (Levanta Fuego, 2017) el investigador Nacho Moreno Segarra hace una suerte de cartografía social del centro comercial como nuevo sitio de reunión y los cambios que generó en hábitos y tradiciones. En particular, describe el papel de la mujer como nueva consumidora, pero también como empleada en los almacenes que comenzaron a expandirse por Inglaterra, Francia, Estados Unidos y, posteriormente, los países que importaron su estilo de vida y, por supuesto, su sistema económico. La mujer, sobre todo si era de clase acomodada, estaba recluida en su hogar y era muy difícil que se aventurara en las calles de las grandes ciudades de la época. En Wanderlust. Una historia del caminar (2000), ensayo de la escritora Rebecca Solnit, se describen las consecuencias de que una mujer se trasladara sola por la calle. Podía ser acusada de prostitución o sufrir diversas vejaciones por el hecho de estar fuera de su casa.
Hay varios aspectos de finales del siglo XIX que tienen resonancia en nuestra época. Nacho Moreno describe, por ejemplo, el uso de los almacenes para la venta de pancartas y productos que usaban las manifestantes feministas que promovían el voto de la mujer. Desde aquel entonces el capitalismo buscaba volver la rebelión objeto de consumo. También inició la desvinculación entre empleo y clase con las dependientas de los almacenes: mujeres que llegaban de los barrios periféricos de las capitales para integrarse como mano de obra barata y que, sin embargo, no se asumían como miembros de la clase trabajadora, pues pensaban que formaban parte de la sociedad que se paseaba con sus mejores galas en los pasillos llenos de mercancías de lujo. Vivían a disposición de los dueños de los negocios, muchas veces en cuartos pertenecientes a la empresa, sin derechos laborales. Con el tiempo pudieron lograr algunas victorias como un día libre de descanso y sillas para intentar sobrellevar las largas jornadas en los almacenes.
Hay otro elemento importante en el libro de Nacho Moreno: la aparición de la cleptomanía con la llegada de los grandes almacenes, un tipo de padecimiento mental exclusivo de las mujeres y que, en aquellos años, mereció cualquier tipo de teorías y suposiciones. Las mujeres de familias pudientes y de clase media protagonizaron pequeños robos que, cuando eran descubiertos, tenían que ser pagados, con la máxima discreción posible, por el esposo. Esto dio pie a todo tipo de fantasías seudocientíficas y especulaciones que reafirmaban los prejuicios sobre las mujeres, principalmente su falta de carácter y la facilidad para ceder a sus impulsos ante las fantasías que presentaban las grandes tiendas.
La cleptomanía, en la actualidad, es un padecimiento difícil de definir. Incluso los manuales de psicología o psiquiatría ofrecen pocos datos científicos para abordar el problema. Parece, más bien, un comportamiento determinado por lo social antes que por una condición neurológica o un cambio en el cerebro que se pueda contrarrestar con medicamentos. Nacho Moreno Segarra no aventura esta hipótesis, pero es muy probable que la cleptomanía que sufrían las mujeres, visitantes asiduas a los primeros almacenes, fuera una costumbre o un pequeño acto de rebelión ante la imposibilidad de comprar cosas por ellas mismas, ya que el dinero lo obtenían por conducto de sus maridos. De esta manera, con la llegada de la sociedad de consumo también aparecieron los primeros intentos por vulnerar las utopías que ofrecía.
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