Gizmo (2024), primer largometraje de Everardo Felipe, con un guion coescrito con el poeta Eduardo Padilla, es una exploración de las posibilidades de la ficción weird en territorio mexicano. A su manera reelabora “El color del espacio exterior”, de H.P. Lovecraft, aunque también cita o se apropia de diversos referentes del cine y la literatura de terror, tanto del haute weird como de textos contemporáneos del género: La cosa, Thomas Ligotti, En las montañas de la locura, Gremlins o True Detective. Lejos de ser oprimida por sus influencias, Gizmo es una película que sabe tomar distancia de ellas cuando es necesario y consigue trazar su propio camino, que parece tener una forma espiral.
Gizmo es muchas historias pero, principalmente, es una serie de investigaciones conducidas por Jerry Naranjo, agente de policía de una ciudad que podría o no ser León, Guanajuato, interpretado por el poeta y novelista Julián Herbert –en (espero no equivocarme) su debut como actor cinematográfico–, con el propósito de aclarar las circunstancias de la muerte de su amigo y compañero Verduzco. En sus investigaciones lo acompañan Juan Olmos y Rosita Rosas Gold, interpretados por Ramón Izaguirre y Bianca González. Después de la muerte de Verduzco comienzan a ocurrir sucesos inexplicables, entre ellos la desaparición de una chica cerca de un lago, caso del que también se encarga el equipo de Naranjo.
Todo parece conducir a una entidad de origen desconocido que está afectando a personas de la localidad, aunque la ambigüedad deliberada no permite saber si algunos otros sucesos, como el surgimiento de una “Nueva Iglesia de la Materia Oscura” o la paradójica aparición de Koo 23 (interpretado por Eduardo Padilla) –escritor con quien Olmos arregla una cita por medio de un sitio web, y quien le revela que un tatuaje reciente, que no recuerda haberse hecho, recrea un dibujo hecho por él años antes, nunca mostrado a nadie–, son eventos influidos por la presencia de la entidad o corren en paralelo, en un mundo deforme que permite que cosas así ocurran continuamente.
La película aprovecha su precariedad (fue filmada en 8mm, sin gran presupuesto para efectos visuales), así como la herencia genética de películas de serie B, para resolver un problema que suele plantearse en producciones audiovisuales de corte lovecraftiano: en Gizmo no hay una imagen clara de la entidad, más allá de una serie de fotografías en las que sólo pueden verse piedras. Cintas como En la boca del terror (John Carpenter, 1994) enseñan que la representación directa de este tipo de seres resulta decepcionante. Gizmo opta por la deficiencia absoluta, con una entidad palpable a medias, principalmente mediante efectos, lo que contribuye a que habite el relato sin estar del todo presente.
Este ser es un ejemplo de los aspectos del mundo que se resisten a volverse cognoscibles. Eugene Thacker señala que este tipo de eventos nos muestran al mundo “mordiéndonos de regreso”, como castigo por intentar someterlo a nuestras ciencias. Los llama “el-mundo-en-sí-mismo”: aspectos de la realidad que escapan y escaparán a nuestra comprensión, a nuestro intento de hacer “el-mundo-para-nosotros”. “Este es el mundo en un estado inaccesible y dado previamente, que nosotros posteriormente convertimos en el mundo-para-nosotros. El-mundo-en-sí-mismo es un concepto paradójico: en el momento en el que lo pensamos e intentamos actuar sobre él, deja de ser el-mundo-en-sí-mismo para convertirse en el-mundo-para-nosotros”, escribe Thacker.
La entidad de Gizmo podría pensarse como un marcador de la frontera fluctuante entre estos dos estados del mundo, un límite más allá del cual no nos es posible comprender la realidad. También puede pensarse como una apertura violenta de nuestra visión del mundo, aunque queda poco claro si ésta viene de las profundidades, como la entidad de Caltiki, el monstruo inmortal (otra película weird ubicada en territorio nacional: Yucatán), o desde el espacio exterior, como en el cuento de Lovecraft mencionado al principio.
Gizmo, sin embargo, es también una película cómica, que mina cualquier intento de seriedad en los momentos más tensos. La cinta de Everardo Felipe observa del ensimismamiento de la vida cotidiana contemporánea: una influencer habla como si estuviera hipnotizada, mientras narra los videos en los que prueba galletas de distintas partes del mundo. Está presente la angustia ante el registro imborrable de cualquier cosa, el tedio de las aplicaciones de citas, la tristeza de la vida citadina, la pequeña alegría que nos produce a veces molestar a los otros.
Gizmo se estrenará el 23 de octubre en Cinépolis Centro, Morelia, como parte de la selección del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM)
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